rafabogado
Será en Octubre
Prosiguiendo con la iniciativa que comenzamos para subir diariamente la Palabra -siempre necesaria, pero especialmente en los tiempos bélicos y de desesperación que vivimos-, en primer lugar os recuerdo los beneficios que relaciona el Salmo 119 (en Spoiler porque es reiteración).
A continuación, el Evangelio de hoy jueves y las lecturas:
“ Lázaro estaba echado en su portal ”
Primera lectura
Lectura del libro de Jeremías 17, 5-10
Esto dice el Señor:
«Maldito quien confía en el hombre,
y busca el apoyo de las criaturas,
apartando su corazón del Señor.
Será como cardo en la estepa,
que nunca recibe la lluvia;
habitará en un árido desierto,
tierra salobre e inhóspita.
Bendito quien confía en el Señor
y pone en el Señor su confianza.
Será un árbol plantado junto al agua,
que alarga a la corriente sus raíces;
no teme la llegada del estío,
su amaje siempre está verde;
en año de sequía no se inquieta,
ni dejará por eso de dar fruto.
Nada hay más falso y enfermo
que el corazón: ¿quién lo conoce?
Yo, el Señor, examino el corazón,
sondeo el corazón de los hombres
para pagar a cada cual su conducta
según el fruto de sus acciones».
Salmo de hoy
Sal 1, 1-2. 3. 4 y 6. Dichoso el hombre que ha puesto su confianza en el Señor
Dichoso el hombre
que no sigue el consejo de los impíos
ni entra por la senda de los pecadores,
ni se sienta en la reunión de los cínicos;
sino que su gozo es la ley del Señor,
y medita su ley día y noche.
Dichoso el hombre que ha puesto su confianza en el Señor.
Será como un árbol
plantado al borde de la acequia:
da fruto en su sazón
y no se marchitan sus hojas;
y cuanto emprende tiene buen fin.
Dichoso el hombre que ha puesto su confianza en el Señor.
No así los impíos, no así;
serán trabajo manual que arrebata el viento.
Porque el Señor protege el camino de los justos,
pero el camino de los impíos acaba mal.
Dichoso el hombre que ha puesto su confianza en el Señor.
Evangelio del día
Lectura del santo evangelio según san Lucas 16, 19-31
En aquel tiempo, dijo Jesús a los fariseos:
«Había un hombre rico que se vestía de púrpura y de lino y banqueteaba cada día. Y un mendigo llamado Lázaro estaba echado en su portal, cubierto de llagas, y con ganas de saciarse de lo que caía de la mesa del rico.
Y hasta los perros venían y le lamían las llagas.
Sucedió que murió el mendigo, y fue llevado por los ángeles al seno de Abrahán.
Murió también el rico y fue enterrado. Y, estando en el infierno, en medio de los tormentos, levantó los ojos y vio de lejos a Abrahán, y a Lázaro en su seno, y gritando, dijo:
“Padre Abrahán, ten piedad de mí y manda a Lázaro que moje en agua la punta del dedo y me refresque la lengua, porque me torturan estas llamas”.
Pero Abrahán le dijo:
“Hijo, recuerda que recibiste tus bienes en tu vida, y Lázaro, a su vez, males: por eso ahora él es aquí consolado, mientras que tú eres atormentado.
Y, además, entre nosotros y vosotros se abre un abismo inmenso, para que los que quieran cruzar desde aquí hacia vosotros no puedan hacerlo, ni tampoco pasar de ahí hasta nosotros”.
Él dijo:
“Te ruego, entonces, padre, que le mandes a casa de mi padre, pues tengo cinco hermanos: que les dé testimonio de estas cosas, no sea que también ellos vengan a este lugar de tormento”.
Abrahán le dice:
“Tienen a Moisés y a los profetas: que los escuchen”.
Pero él le dijo:
“No, padre Abrahán. Pero si un muerto va a ellos, se arrepentirán”.
Abrahán le dijo:
“Si no escuchan a Moisés y a los profetas, no se convencerán ni aunque resucite un muerto”».
---
Bonus: Añado audio con el Evangelio anterior + comentario. Para quien prefiera las reflexiones por escrito, las dejo a continuación, hoy a cargo de Fray Martín Alexis González Gaspar O.P., del Convento de Ntro. Padre Sto. Domingo (Torrent).
Reflexión del Evangelio de hoy
Hoy, más que nunca, resuenan las palabras de Jeremías en este mundo a la deriva. Detrás de una guerra cruel y cada una de sus víctimas, clama la voz del profeta advirtiendo la desdicha. Tal vez, la raíz del mal esté en confiarnos demasiado los unos de los otros. Poner el norte en el hombre nunca garantiza estar a buen recaudo, cuando sople fuerte el viento. Aprendimos muy pronto a salvar el pellejo dando besos perfumados de veneno y tortas traperas en la espalda del amigo, a morder la mano que nos da de comer sin previo aviso. El corazón enfermo del hombre se yergue como dueño caprichoso del destino. Entonces sopesamos el riesgo a cada paso y la huella se llama incertidumbre. El temor recorre sigiloso el mapamundi y la sospecha es el ama del castillo.
A pesar del aviso tan lejano y cercano al mismo tiempo, aquí seguimos equivocando confianzas. El hombre parece no escarmentar de la experiencia. Le gusta vivir al borde del precipicio, pues sus miras son demasiado cortas. Confiar en el hombre siempre acarrea desasosiego, frustración y desengaño. Todos compartimos cicatrices con nombres propios, heridas que nacieron de creer demasiado en alguien y olvidar la fragilidad humana. Por eso, necesitamos los servicios del mejor cardiólogo, para que sane nuestro corazón de tantas seguridades con demasiado sabor a tierra. Sólo Dios puede restañar la decepción de quienes confiaron a ciegas en la criatura y no fueron capaces de levantar la mirada y contemplar a su Creador, por encima de todo.
Pero nada está perdido. Dios mismo se encarga siempre de echar un Lázaro en nuestro portal, para darnos una nueva oportunidad cada día. Sigue recordando la Alianza y aún en su recuerdo siguen vivos los paseos por el paraíso. Aún con mil razones para dejarnos a nuestra suerte sigue testarudo en su propósito de salvar la creación de sus desvelos. Y se vale de alguien que se convierte en lazarillo para que nuestra riqueza no nos arrastre al tormento. Todos tenemos un Lázaro a quien atender, escuchar, comprender, ayudar. Pero hay que saber descubrirlo en nuestro entorno tan lleno de cosas la mayoría superfluas y de personas acostumbradas a la mediocridad de lo inmediato.
El mendigo murió y fue llevado por los ángeles al seno de Abrahán, al rico no vino a buscarlo nadie. Lo enterraron junto a su egoísmo y su falta de caridad. Vivió confiado en la riqueza, cavando la tumba en tierra seca. Hizo oídos sordos al lamento de la luz, mendiga deseosa de irradiar el rico corazón sumergido en la lúgubre oscuridad de la noche. Pero no pudo ser a pesar de tanto intento, los perros fueron los únicos que lamieron las llagas como queriendo apaciguar el sufrimiento. Y, como nos pasa siempre, luego vienen las lamentaciones, las llamadas de auxilio que llegan demasiado tarde. La salvación estaba echada en el portal y vivió de espaldas a ella.
Así también nosotros navegando en nuestros linos y púrpuras, seguros de nuestros banquetes, haciéndonos los olvidadizos al pasar por el portal que nos denuncia. Sería cuestión de buscar nuestro Lázaro a toda prisa, pues él tiene la llave que destruye el abismo inmenso. Aprovechar este tiempo favorable para descubrir las luciérnagas de Dios en la periferia de la mansión donde reina la opulencia. Esa que nos pasa factura y nos deja a las puertas de la gloria.
Fuente: Lázaro estaba echado en su portal
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Que la Alegría, Paz, Gozo y Amor, llenen vuestros corazones en este 2022 tras la llegada del Niño Jesús, queridos hermanos. Y no dejemos de rezar por la Paz.
Tú que habitas al amparo del Altísimo,
que vives a la sombra del Omnipotente,
di al Señor: «Refugio mío, alcázar mío.
Dios mío, confío en ti.» (Salmo 90)
Beneficios de la Palabra
1) Nutre tu alma sedienta.
«Abatida hasta el polvo está mi alma; Vivifícame según tu palabra.» (Salmo 119: 25).
2) Fortalece tus huesos cansados.
«Afligido estoy en gran manera; Vivifícame, oh Jehová, conforme a tu palabra.» (Salmo 119: 107).
3) Redirige tu mirada a lo que es justo.
«Aparta mis ojos, que no vean la vanidad; Avívame en tu camino.» (Salmo 119:37).
4) Calma tu corazón desanimado.
«Me anticipé al alba, y clamé; Esperé en tu palabra.» (Salmo 119:147).
5) Concede Completa Paz.
«Mucha paz tienen los que aman tu ley, Y no hay para ellos tropiezo.» (Salmo 119:165).
6) Llena De Esperanza.
«Acuérdate de la palabra dada a tu siervo, En la cual me has hecho esperar.» (Salmo 119:49).
7) Alimenta Tu Espíritu Hambriento.
«¡Cuán dulces son a mi paladar tus palabras! Más que la miel a mi boca.» (Salmo 119:103).
8) Da Profunda Sabiduría.
«Más que los viejos he entendido, Porque he guardado tus mandamientos;» (Salmo 119:100).
9) Tranquilidad Durante El Dolor.
«Conozco, oh Jehová, que tus juicios son justos, Y que conforme a tu fidelidad me afligiste.» (Salmo 119:75)
10) Te Llena De Sus Alabanzas.
«A medianoche me levanto para alabarte Por tus justos juicios.» (Salmo 119:62).
11) Guarda De Caer En La Tentación.
«Apartaos de mí, malignos, Pues yo guardaré los mandamientos de mi Dios.» (Salmo 119:115).
12) Señala Tus Creencias y Acciones Equivocadas.
«Aparta de mí el camino de la mentira, Y en tu misericordia concédeme tu ley.» (Salmo 119:29).
13) Nos Da Seguridad De Nuestra Herencia Eterna.
«Mis ojos desfallecieron por tu salvación, Y por la palabra de tu justicia.» (Salmo 119:123).
14) Consuela En Tiempo De Angustia.
«Ella es mi consuelo en mi aflicción, Porque tu dicho me ha vivificado.» (Salmo 119:50).
15) En todo momento, puedes ir y dejar que la palabra de Dios te guie, Jesucristo.
«Yo anduve errante como oveja extraviada; busca a tu siervo, Porque no me he olvidado de tus mandamientos.»(Salmo 119:176).
«¡Oh, cuánto amo yo tu ley! Es mi meditación todo el día.» (Salmo 119:97).
1) Nutre tu alma sedienta.
«Abatida hasta el polvo está mi alma; Vivifícame según tu palabra.» (Salmo 119: 25).
2) Fortalece tus huesos cansados.
«Afligido estoy en gran manera; Vivifícame, oh Jehová, conforme a tu palabra.» (Salmo 119: 107).
3) Redirige tu mirada a lo que es justo.
«Aparta mis ojos, que no vean la vanidad; Avívame en tu camino.» (Salmo 119:37).
4) Calma tu corazón desanimado.
«Me anticipé al alba, y clamé; Esperé en tu palabra.» (Salmo 119:147).
5) Concede Completa Paz.
«Mucha paz tienen los que aman tu ley, Y no hay para ellos tropiezo.» (Salmo 119:165).
6) Llena De Esperanza.
«Acuérdate de la palabra dada a tu siervo, En la cual me has hecho esperar.» (Salmo 119:49).
7) Alimenta Tu Espíritu Hambriento.
«¡Cuán dulces son a mi paladar tus palabras! Más que la miel a mi boca.» (Salmo 119:103).
8) Da Profunda Sabiduría.
«Más que los viejos he entendido, Porque he guardado tus mandamientos;» (Salmo 119:100).
9) Tranquilidad Durante El Dolor.
«Conozco, oh Jehová, que tus juicios son justos, Y que conforme a tu fidelidad me afligiste.» (Salmo 119:75)
10) Te Llena De Sus Alabanzas.
«A medianoche me levanto para alabarte Por tus justos juicios.» (Salmo 119:62).
11) Guarda De Caer En La Tentación.
«Apartaos de mí, malignos, Pues yo guardaré los mandamientos de mi Dios.» (Salmo 119:115).
12) Señala Tus Creencias y Acciones Equivocadas.
«Aparta de mí el camino de la mentira, Y en tu misericordia concédeme tu ley.» (Salmo 119:29).
13) Nos Da Seguridad De Nuestra Herencia Eterna.
«Mis ojos desfallecieron por tu salvación, Y por la palabra de tu justicia.» (Salmo 119:123).
14) Consuela En Tiempo De Angustia.
«Ella es mi consuelo en mi aflicción, Porque tu dicho me ha vivificado.» (Salmo 119:50).
15) En todo momento, puedes ir y dejar que la palabra de Dios te guie, Jesucristo.
«Yo anduve errante como oveja extraviada; busca a tu siervo, Porque no me he olvidado de tus mandamientos.»(Salmo 119:176).
«¡Oh, cuánto amo yo tu ley! Es mi meditación todo el día.» (Salmo 119:97).
A continuación, el Evangelio de hoy jueves y las lecturas:
“ Lázaro estaba echado en su portal ”
Primera lectura
Lectura del libro de Jeremías 17, 5-10
Esto dice el Señor:
«Maldito quien confía en el hombre,
y busca el apoyo de las criaturas,
apartando su corazón del Señor.
Será como cardo en la estepa,
que nunca recibe la lluvia;
habitará en un árido desierto,
tierra salobre e inhóspita.
Bendito quien confía en el Señor
y pone en el Señor su confianza.
Será un árbol plantado junto al agua,
que alarga a la corriente sus raíces;
no teme la llegada del estío,
su amaje siempre está verde;
en año de sequía no se inquieta,
ni dejará por eso de dar fruto.
Nada hay más falso y enfermo
que el corazón: ¿quién lo conoce?
Yo, el Señor, examino el corazón,
sondeo el corazón de los hombres
para pagar a cada cual su conducta
según el fruto de sus acciones».
Salmo de hoy
Sal 1, 1-2. 3. 4 y 6. Dichoso el hombre que ha puesto su confianza en el Señor
Dichoso el hombre
que no sigue el consejo de los impíos
ni entra por la senda de los pecadores,
ni se sienta en la reunión de los cínicos;
sino que su gozo es la ley del Señor,
y medita su ley día y noche.
Dichoso el hombre que ha puesto su confianza en el Señor.
Será como un árbol
plantado al borde de la acequia:
da fruto en su sazón
y no se marchitan sus hojas;
y cuanto emprende tiene buen fin.
Dichoso el hombre que ha puesto su confianza en el Señor.
No así los impíos, no así;
serán trabajo manual que arrebata el viento.
Porque el Señor protege el camino de los justos,
pero el camino de los impíos acaba mal.
Dichoso el hombre que ha puesto su confianza en el Señor.
Evangelio del día
Lectura del santo evangelio según san Lucas 16, 19-31
En aquel tiempo, dijo Jesús a los fariseos:
«Había un hombre rico que se vestía de púrpura y de lino y banqueteaba cada día. Y un mendigo llamado Lázaro estaba echado en su portal, cubierto de llagas, y con ganas de saciarse de lo que caía de la mesa del rico.
Y hasta los perros venían y le lamían las llagas.
Sucedió que murió el mendigo, y fue llevado por los ángeles al seno de Abrahán.
Murió también el rico y fue enterrado. Y, estando en el infierno, en medio de los tormentos, levantó los ojos y vio de lejos a Abrahán, y a Lázaro en su seno, y gritando, dijo:
“Padre Abrahán, ten piedad de mí y manda a Lázaro que moje en agua la punta del dedo y me refresque la lengua, porque me torturan estas llamas”.
Pero Abrahán le dijo:
“Hijo, recuerda que recibiste tus bienes en tu vida, y Lázaro, a su vez, males: por eso ahora él es aquí consolado, mientras que tú eres atormentado.
Y, además, entre nosotros y vosotros se abre un abismo inmenso, para que los que quieran cruzar desde aquí hacia vosotros no puedan hacerlo, ni tampoco pasar de ahí hasta nosotros”.
Él dijo:
“Te ruego, entonces, padre, que le mandes a casa de mi padre, pues tengo cinco hermanos: que les dé testimonio de estas cosas, no sea que también ellos vengan a este lugar de tormento”.
Abrahán le dice:
“Tienen a Moisés y a los profetas: que los escuchen”.
Pero él le dijo:
“No, padre Abrahán. Pero si un muerto va a ellos, se arrepentirán”.
Abrahán le dijo:
“Si no escuchan a Moisés y a los profetas, no se convencerán ni aunque resucite un muerto”».
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Bonus: Añado audio con el Evangelio anterior + comentario. Para quien prefiera las reflexiones por escrito, las dejo a continuación, hoy a cargo de Fray Martín Alexis González Gaspar O.P., del Convento de Ntro. Padre Sto. Domingo (Torrent).
Reflexión del Evangelio de hoy
Hoy, más que nunca, resuenan las palabras de Jeremías en este mundo a la deriva. Detrás de una guerra cruel y cada una de sus víctimas, clama la voz del profeta advirtiendo la desdicha. Tal vez, la raíz del mal esté en confiarnos demasiado los unos de los otros. Poner el norte en el hombre nunca garantiza estar a buen recaudo, cuando sople fuerte el viento. Aprendimos muy pronto a salvar el pellejo dando besos perfumados de veneno y tortas traperas en la espalda del amigo, a morder la mano que nos da de comer sin previo aviso. El corazón enfermo del hombre se yergue como dueño caprichoso del destino. Entonces sopesamos el riesgo a cada paso y la huella se llama incertidumbre. El temor recorre sigiloso el mapamundi y la sospecha es el ama del castillo.
A pesar del aviso tan lejano y cercano al mismo tiempo, aquí seguimos equivocando confianzas. El hombre parece no escarmentar de la experiencia. Le gusta vivir al borde del precipicio, pues sus miras son demasiado cortas. Confiar en el hombre siempre acarrea desasosiego, frustración y desengaño. Todos compartimos cicatrices con nombres propios, heridas que nacieron de creer demasiado en alguien y olvidar la fragilidad humana. Por eso, necesitamos los servicios del mejor cardiólogo, para que sane nuestro corazón de tantas seguridades con demasiado sabor a tierra. Sólo Dios puede restañar la decepción de quienes confiaron a ciegas en la criatura y no fueron capaces de levantar la mirada y contemplar a su Creador, por encima de todo.
Pero nada está perdido. Dios mismo se encarga siempre de echar un Lázaro en nuestro portal, para darnos una nueva oportunidad cada día. Sigue recordando la Alianza y aún en su recuerdo siguen vivos los paseos por el paraíso. Aún con mil razones para dejarnos a nuestra suerte sigue testarudo en su propósito de salvar la creación de sus desvelos. Y se vale de alguien que se convierte en lazarillo para que nuestra riqueza no nos arrastre al tormento. Todos tenemos un Lázaro a quien atender, escuchar, comprender, ayudar. Pero hay que saber descubrirlo en nuestro entorno tan lleno de cosas la mayoría superfluas y de personas acostumbradas a la mediocridad de lo inmediato.
El mendigo murió y fue llevado por los ángeles al seno de Abrahán, al rico no vino a buscarlo nadie. Lo enterraron junto a su egoísmo y su falta de caridad. Vivió confiado en la riqueza, cavando la tumba en tierra seca. Hizo oídos sordos al lamento de la luz, mendiga deseosa de irradiar el rico corazón sumergido en la lúgubre oscuridad de la noche. Pero no pudo ser a pesar de tanto intento, los perros fueron los únicos que lamieron las llagas como queriendo apaciguar el sufrimiento. Y, como nos pasa siempre, luego vienen las lamentaciones, las llamadas de auxilio que llegan demasiado tarde. La salvación estaba echada en el portal y vivió de espaldas a ella.
Así también nosotros navegando en nuestros linos y púrpuras, seguros de nuestros banquetes, haciéndonos los olvidadizos al pasar por el portal que nos denuncia. Sería cuestión de buscar nuestro Lázaro a toda prisa, pues él tiene la llave que destruye el abismo inmenso. Aprovechar este tiempo favorable para descubrir las luciérnagas de Dios en la periferia de la mansión donde reina la opulencia. Esa que nos pasa factura y nos deja a las puertas de la gloria.
Fuente: Lázaro estaba echado en su portal
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Que la Alegría, Paz, Gozo y Amor, llenen vuestros corazones en este 2022 tras la llegada del Niño Jesús, queridos hermanos. Y no dejemos de rezar por la Paz.
Tú que habitas al amparo del Altísimo,
que vives a la sombra del Omnipotente,
di al Señor: «Refugio mío, alcázar mío.
Dios mío, confío en ti.» (Salmo 90)