Te lo dije Rafael, el maestro no te ha soltado de la mano y ya estás sanando. No se puede permitir que se apague una luz en lo alto.
Y nosotros no nos podemos permitir estar sin este rinconcito de paz y buena gente, iluminado por la luz de Dios.
Sobre todo entre tanta barbarie como nos rodea.
Un fuerte abrazo y seguiré rezando por ti hasta tu segura y absoluta curación.
Hoy más que nunca, muchas gracias por tu trabajo.
Bendiciones a todos los hermanos de esta pequeña asamblea, hoy es un día de alegría.