El Reaccionario
Madmaxista
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Hoy es San Fernando y como tal lo recordamos.
EL REY FERNANDO III Y LA RECONQUISTA DE SEVILLA
Hijo de Alfonso IX, Rey de León, y de Berenguela I, Reina de Castilla, fue quien unificó ambos reinos. Durante 24 años de guerra incesante, recorrió el Valle del Guadalquivir obligando a retroceder a los reinos fiel a la religión del amores. De esta forma, de Jaén bajó hasta Isbiliya, la Híspalis jovenlandesa, para arrebatar la ciudad a quien era el emir de Niebla, Amen Amanfon.
Retablo perteneciente a la Capilla de san Fernando en la Catedral de Jaén.
Un año y tres meses de asedio, con la protección divina de la Virgen de los Reyes, hasta expulsar a los fiel a la religión del amores. Para ello, aprovechó su río para infligir una herida de fin al reinado califa. Fernando III de Castilla encargó a Ramón de Bonifaz la construcción de una flota para tomar Sevilla. Trece barcos traídos de Cantabria, acompañados por galeras, subieron la corriente del río por Sanlúcar de Barrameda, hasta llegar a Isbiliya, donde la flota fiel a la religión del amora era superior en número.
No era una tarea fácil. Refuerzos de Amen Amanfon no cesaban de llegar desde San Juan de Aznalfarache, aprovechando el puente de barcas para atravesar el río. Un puente que llegaba, según las crónicas, desde la Torre del Oro hasta el actual castillo de San Jorge. Fernando III decide romper las fuertes cadenas que aguantaban las barcas, cortando, así, las dos vías de comunicación fundamentales fiel a la religión del amoras: el río y el puente.
No fue fácil para los cristianos entrar en Isbiliya. Para entender la conquista de la ciudad, hay que remontarse a 1247, cuando Fernando III tenía su base de operaciones en Alcalá del Río. Según cuenta el explica el catedrático Manuel García Fernández en su artículo »1248: La reconquista de Sevilla», el monarca permaneció en la localidad hasta el 15 de agosto, día en el que él y su ejército bordearon Sevilla e hicieron noche en la otra Alcalá, Alcalá de Guadaíra. Los objetivos eran dos: aproximarse a San Juan de Aznalfarache y cortar el suministro de víveres, y ofrecer cobertura a la flota naval que venía de Sanlúcar de Barrameda.
La flota naval
Los refuerzos navales se esperaban con impaciencia, pues Fernando III sabía que eran imprescindibles para tomar la ciudad. Por ello, el encargo del rey cristiano fue claro: había que armar en Cantabria una flota fuerte y preparada para hacer la guerra en el Guadalquivir. Se construyeron 16 embarcaciones en los astilleros de Santander, Castro Urdiales, San Vicente de la Barquera y Laredo. Este es el origen de la peculiar relación entre Cantabria y Sevilla, y la razón de que el escudo de la comunidad norteña contenga un río, una torre y un puente. Además, se calcula que fue preciso enrolar al menos a 1000 hombres entre marinos, galeotes y gentes diversas de armas. Durante los meses siguientes, las tropas cristianas de Castilla se afanaron por dominar el río, el Castillo de San Jorge y el inexpugnable Puente de Barcas, que comunicaba el arrabal de Triana con la Sevilla.
A partir de la primavera de 1248, el refuerzo del infante Alfonso y sus tropas se torna vital para la conquista. Manuel García Fernández explica el despliegue con detalle: «El infante se asentaría en la Buhaira (Huerta del Rey) controlando el sector oriental de la ciudad y los Caños de Carmona que la abastecían de agua. En el sector norte, en la zona de la Puerta de la Macarena, se establecieron las tropas del infante don Enrique y las huestes de las órdenes de Calatrava y Alcántara, los caballeros de Diego López de Haro y Rodrigo Gómez de Galicia. En las proximidades del Arroyo Tagarete se instalaría el arzobispo de Santiago. Por su parte, Fernando III avanzó por el sur hasta las inmediaciones de la Puerta de Jerez».
El 3 de mayo, los barcos cántabros superaron la barrera de la Torre del Oro. Una de las embarcaciones quebró el puente más o menos por su parte central y dejó a Sevilla completamente aislada. El asedio se intensificó. Los fiel a la religión del amores estuvieron completamente encerrados desde mayo de 1248, pero aguantarían hasta noviembre. Entonces, las autoridades castellanas comenzaron con las negociaciones.
La entrega de Isbiliya
El emir árabe de Isbiliya, Axataf, ofreció distintos acuerdos a Fernando III, que iban desde cederle el Alcázar y las rentas de la ciudad, a repartirse los terrenos de la ciudad entre fiel a la religión del amores y cristianos. Sin embargo, el rey castellano rechazó todas las propuestas. El 23 de noviembre se produjo la entrega de las llaves de la Isbiliya, que aún se conservan en la Catedral, y se hizo marchar a los jovenlandeses. Según explica Carlos Ros en su libro «Fernando III el Santo», se concedió una tregua a la población para que recogiese sus pertenencias y se marchase. Cuando acabó, la ciudad permaneció desierta tres días.
23 de noviembre, la reconquista de Sevilla ~ Sevilla y al-Andalus
Cuerpo incorrupto de San Fernando.
EL REY FERNANDO III Y LA RECONQUISTA DE SEVILLA
Hijo de Alfonso IX, Rey de León, y de Berenguela I, Reina de Castilla, fue quien unificó ambos reinos. Durante 24 años de guerra incesante, recorrió el Valle del Guadalquivir obligando a retroceder a los reinos fiel a la religión del amores. De esta forma, de Jaén bajó hasta Isbiliya, la Híspalis jovenlandesa, para arrebatar la ciudad a quien era el emir de Niebla, Amen Amanfon.
Retablo perteneciente a la Capilla de san Fernando en la Catedral de Jaén.
Un año y tres meses de asedio, con la protección divina de la Virgen de los Reyes, hasta expulsar a los fiel a la religión del amores. Para ello, aprovechó su río para infligir una herida de fin al reinado califa. Fernando III de Castilla encargó a Ramón de Bonifaz la construcción de una flota para tomar Sevilla. Trece barcos traídos de Cantabria, acompañados por galeras, subieron la corriente del río por Sanlúcar de Barrameda, hasta llegar a Isbiliya, donde la flota fiel a la religión del amora era superior en número.
No era una tarea fácil. Refuerzos de Amen Amanfon no cesaban de llegar desde San Juan de Aznalfarache, aprovechando el puente de barcas para atravesar el río. Un puente que llegaba, según las crónicas, desde la Torre del Oro hasta el actual castillo de San Jorge. Fernando III decide romper las fuertes cadenas que aguantaban las barcas, cortando, así, las dos vías de comunicación fundamentales fiel a la religión del amoras: el río y el puente.
Meses después, un 23 de noviembre de 1248, el emir Axataf capitulaba y entregaba las llaves de la ciudad a Fernando III. El Rey Santo ponía fin al dominio árabe.Así lo cuenta Ortiz de Zúñiga:
«el Rey Santo, que en persona con el Infante Don Alfonso, seguidos de lo mas gallardo de sus tropas, se avanzaron por la parte de la Torre del Oro contra los jovenlandeses del Arenal para retirarlos á la ciudad, y hacer por tierra escolta al Almirante, que acabando de deshacer el puente, como es de entender, volvió á salir salvo con sus dos naves, o las velas, luego que executo el violento y feliz choque, y volviendo las proas hácia la torre del Oro, salia tan aplaudido de los vítores alegres de los Cristianos, como de los funestos lamentos de los jovenlandeses, que miraban cortada la garganta al cuello de su esperanza…».
No fue fácil para los cristianos entrar en Isbiliya. Para entender la conquista de la ciudad, hay que remontarse a 1247, cuando Fernando III tenía su base de operaciones en Alcalá del Río. Según cuenta el explica el catedrático Manuel García Fernández en su artículo »1248: La reconquista de Sevilla», el monarca permaneció en la localidad hasta el 15 de agosto, día en el que él y su ejército bordearon Sevilla e hicieron noche en la otra Alcalá, Alcalá de Guadaíra. Los objetivos eran dos: aproximarse a San Juan de Aznalfarache y cortar el suministro de víveres, y ofrecer cobertura a la flota naval que venía de Sanlúcar de Barrameda.
La flota naval
Los refuerzos navales se esperaban con impaciencia, pues Fernando III sabía que eran imprescindibles para tomar la ciudad. Por ello, el encargo del rey cristiano fue claro: había que armar en Cantabria una flota fuerte y preparada para hacer la guerra en el Guadalquivir. Se construyeron 16 embarcaciones en los astilleros de Santander, Castro Urdiales, San Vicente de la Barquera y Laredo. Este es el origen de la peculiar relación entre Cantabria y Sevilla, y la razón de que el escudo de la comunidad norteña contenga un río, una torre y un puente. Además, se calcula que fue preciso enrolar al menos a 1000 hombres entre marinos, galeotes y gentes diversas de armas. Durante los meses siguientes, las tropas cristianas de Castilla se afanaron por dominar el río, el Castillo de San Jorge y el inexpugnable Puente de Barcas, que comunicaba el arrabal de Triana con la Sevilla.
A partir de la primavera de 1248, el refuerzo del infante Alfonso y sus tropas se torna vital para la conquista. Manuel García Fernández explica el despliegue con detalle: «El infante se asentaría en la Buhaira (Huerta del Rey) controlando el sector oriental de la ciudad y los Caños de Carmona que la abastecían de agua. En el sector norte, en la zona de la Puerta de la Macarena, se establecieron las tropas del infante don Enrique y las huestes de las órdenes de Calatrava y Alcántara, los caballeros de Diego López de Haro y Rodrigo Gómez de Galicia. En las proximidades del Arroyo Tagarete se instalaría el arzobispo de Santiago. Por su parte, Fernando III avanzó por el sur hasta las inmediaciones de la Puerta de Jerez».
El 3 de mayo, los barcos cántabros superaron la barrera de la Torre del Oro. Una de las embarcaciones quebró el puente más o menos por su parte central y dejó a Sevilla completamente aislada. El asedio se intensificó. Los fiel a la religión del amores estuvieron completamente encerrados desde mayo de 1248, pero aguantarían hasta noviembre. Entonces, las autoridades castellanas comenzaron con las negociaciones.
La entrega de Isbiliya
El emir árabe de Isbiliya, Axataf, ofreció distintos acuerdos a Fernando III, que iban desde cederle el Alcázar y las rentas de la ciudad, a repartirse los terrenos de la ciudad entre fiel a la religión del amores y cristianos. Sin embargo, el rey castellano rechazó todas las propuestas. El 23 de noviembre se produjo la entrega de las llaves de la Isbiliya, que aún se conservan en la Catedral, y se hizo marchar a los jovenlandeses. Según explica Carlos Ros en su libro «Fernando III el Santo», se concedió una tregua a la población para que recogiese sus pertenencias y se marchase. Cuando acabó, la ciudad permaneció desierta tres días.
Sevilla, entonces una ciudad amurallada, tenía más de 300 hectáreas, 7.400 metros de murallas, 12 puertas y 3 postigos. Una fortaleza que el rey cristiano y sus tropas lograron hacer suya. A partir de ese momento, la especial relación entre Fernando III y la ciudad se intensificó. La anheló cuando aún no la poseía, y quiso pasar sus últimos años en ella cuando consiguió expulsar a los fiel a la religión del amores. La memoria del Rey Santo sigue viva cada 30 de mayo, en el aniversario de su fallecimiento, y cada 23 de noviembre, cuando se recuerda la eterna Reconquista de Sevilla.«El maestre de Calatrava se encargó de la seguridad de los fiel a la religión del amores que se dirigían a Jerez, la mayoría, tal vez las tres cuartas partes de la población de Sevilla, que posteriormente darían el salto al reino de Granada. Para los que se decidieron a atravesar el mar, se dispuso de cinco barcos y ocho galeras que los condujeron a Ceuta».
23 de noviembre, la reconquista de Sevilla ~ Sevilla y al-Andalus
Cuerpo incorrupto de San Fernando.
Señor: me diste reino que no tenía, y honra y poder que no merecí; dísteme vida, ésta no durable, cuanto fue tu voluntad. Señor, gracias te doy y te devuelvo el reino que me diste con aquel provecho que yo pude alcanzar y ofrézcote mi alma