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Será en Octubre
Sacar la carrera y la oposición siendo progenitora, embarazada y encargada de una tienda: «Salía de los exámenes para dar el pecho a mi bebé. Lloré mucho por no estar con mis hijos»
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Irene Chao, de Fene, empieza como docente en un centro de A Baña. ANGEL MANSO
A los 39 años, Irene Chao se estrena este curso como profesora en A Baña. Es una de los 1.256 nuevos docentes en Galicia
09 sep 2024. Actualizado a las 05:00 h.Comentar · 8
«El 31 de julio cenaba con mi marido y mis hijos después de hacer caja en el centro comercial y hoy estoy en un claustro», dice Irene Chao, todavía sin creérselo del todo. La suya es una de esas grandes historias que esconden las cifras. Esta educadora social y profesora de infantil de 39 años es una de los 1.256 nuevos docentes que debutan este curso en Galicia tras aprobar las oposiciones en verano. Irene estudió Educación Primaria, su segunda carrera, con 34 años siendo progenitora de una niña y, en medio, nació su segundo hijo. En esta tesitura se graduó, preparó y aprobó la oposición. Y por si fuera poco, lo consiguió compaginándolo con su trabajo de encargada de una tienda en un centro comercial.
Cuando en la veintena terminó su primera carrera, esta vecina de Fene que ahora vive en A Coruña, recuerda que dijo: «A mí no me vuelven a ver estudiando en la vida». Espóiler: no fue así. Aunque siempre le gustaron los niños, cuenta que cuando nació su hija, en el 2019, le «picó el gusanillo de la enseñanza»: se matriculó en Educación Infantil y al año siguiente, cuando se desató la esa época en el 2020 de la que yo le hablo, nació su segundo hijo.
Un niño que a sus tres años le hace a su progenitora preguntas atípicas: «Cada vez que me siento mi hijo me pregunta si voy a estudiar», afirma Irene. Pero todo tiene una explicación: «Él nació en mayo de mi segundo año de carrera y yo salía de los exámenes de junio a darle el pecho. Sus primeros quince días de vida me los pasé estudiando», relata. Renunciar al tiempo en familia fue lo más duro para ella: «Les quité mucho tiempo a mis hijos para conseguirlo. Lloré muchísimo durante los estudios por no poder estar con ellos, porque es tiempo que no vuelve», lamenta Irene.
Le convalidaron asignaturas, así que terminó el grado en tres años y, a continuación, se matriculó en la academia ferrolana Equipo Laura para preparar las oposiciones. Este mismo verano aprobaba los exámenes y conseguía una plaza por Audición y Lenguaje en un Centro Público Integrado (CPI) de A Baña.
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Entre su primera y su segunda carrera cuenta que trabajó «de todo»: como educadora social en centros de la tercera edad, en la hostelería o de telefonista, son algunos ejemplos. Justo cuando aprobó la oposición iba a cumplir 13 años como encargada de una tienda de lencería en un centro comercial de A Coruña. Un empleo de lunes a sábado que le ocupaba 35 horas semanales, pero para el que solo tiene buenas palabras: «Me encantaba tanto lo que vendía, como la marca y lo que hacía. Fue un trabajo que me dio muchísimo, pero no me veía jubilándome vendiendo ropa interior, sino rodeada de niños», relata Irene.
Dice que todo ese periplo la ha llevado, no solo a saber lo que quiere, sino a tener muy claro lo que no quiere y, a pesar de su maratoniana historia, para Irene «el mérito lo tienen los chavales que aprueban la oposición con 24 años». «A su edad yo no tenía la madurez para tomar la decisión de sacrificar tanto para conseguir una plaza», reflexiona. «Quizá yo podría haber sido funcionaria con 22 años —continúa—, pero entonces mi vida se habría desarrollado de forma diferente y creo que tuve una vida bonita».
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El sueño por el que tanto sacrificó Irene ya es una realidad, aunque ella todavía lo esté procesando: «Cuando llegué al colegio no me lo creía», «tengo 39 años y nunca antes había ejercido» o «voy a ir a reuniones de padres sin ser yo la progenitora» son algunas de las reflexiones que ocupan su mente durante estos días.
A principios de septiembre conoció el que será su centro y a sus nuevos compañeros: «La noche anterior al primer día estaba más nerviosa que cuando me casé, ¡y eso que todavía no había niños!», confiesa. Pero, al mismo tiempo, «todo es nuevo y todo es ilusionante», e Irene va «con muchísima energía». «Tengo muchas ganas de que llegue el día a día, de conocer a los niños y estar con ellos», cuenta.
Respecto al tipo de docente que le gustaría ser, dice que su prioridad en esta nueva profesión es «trabajar la parte emocional con los niños». Asegura que no le gustaría caer en «tópicos» como el de que «los niños tienen que salir leyendo a una edad determinada», sino que defiende que «hay cosas mucho más importante y que les van a ayudar mucho más en la vida que las materias». «Me gustaría que se acuerden de mí por cómo soy y cómo les hago sentir», dice.
Después de todo este recorrido, cree que ha llegado a la meta definitiva: «Me parece que aquí ya me planto», sentencia. Y es que, ahora «toca disfrutar de lo conseguido». «Fue mucho el esfuerzo de estos cinco años y por fin voy a tener las tardes libres y las vacaciones como mis hijos para poder estar juntos, porque no van a volver a tener tres ni siete años», argumenta Irene. Eso sí, tendiendo en cuenta su personalidad y su currículo, esta no puede ser una historia con final cerrado: «Soy bastante ojo ciego inquieto, así que nunca se sabe», concluye.
