Vlad_Empalador
Será en Octubre
El planteamiento de razas inferiores y superiores, identificadas con naciones emergentes y decadentes, está en el ambiente intelectual de la época en España, lleno de alusiones a la virilidad y el valor que acompaña al pasado y deseado gran Imperio. La conmemoración del cuarto centenario del descubrimiento de América (1892), había inaugurado cierta recuperación del "orgullo español" y de su papel en el mundo, que culmina con la proclamación del 12 de octubre (fecha del desembarco de Colón en San Salvador-Guanahaní) como día de la Raza, pero la pérdida de los últimos vestigios del Imperio colonial español en 1898 cuestionó dicha recuperación.
Caricatura de la revista satírica La Flaca del 3 de marzo de 1873 sobre la pugna entre los radicales, que defienden la república unitaria, y los republicanos federales que defienden la federal. Y también sobre la pugna entre los federales «tras*igentes» e «intransigentes».
La pérdida de estos últimos territorios de ultramar (Cuba, Guam, Filipinas y Puerto Rico) a manos del ejército estadounidense, el llamado desastre del 98, tuvo diversas consecuencias en el paisaje político y cultural español, aparte de la evidente pérdida de las colonias. Aparecieron diversas recetas para la solución de la decadencia española y el Ser de España, entre ellas el Regeneracionismo, pero también los nacionalismos catalán y vasco. Los nacionalistas catalanes se sentían atrapados en una España débil, atrasada y decadente, que no era capaz de progresar, lastre del que se tendrían que librar para convertirse en una sociedad moderna.1
De acuerdo con Joan-Lluis Marfany, «el racismo los impregnaba a todos [los protagonistas de la Renaixença], como impregnaba a toda la cultura de la época».2
La raza histórica[editar]
Lo catalanisme (1886). Selecciona la imagen para leer el original en catalán.
El primero en introducir un elemento racial en su discurso catalanista fue Valentín Almirall, a partir de 1879.4 En una crítica a Pi y Margall, que se oponía claramente al pensamiento racial, Almirall afirmó que «Pi no cree en los factores geográficos —ríos y montañas como fronteras—, lingüísticos, raciales, históricos, etc. como constituyentes de las nacionalidades, ya que los considera mudables, limitados en el tiempo y hasta 'sin base racional lógica'.»5 En 1879, en el artículo «Los Ministres catalans» publicado en Diari Català, Almirall afirma,6
Almirall no es «biologicista», sino «culturalista», es decir, habla de la cultura y las costumbres, el espacio físico y geográfico, no de las características intrínsecas e invariables heredadas. Otros autores catalanes, como Prat de la Riba o Rovira i Virgili también emplearon el término «raza» desde un punto de vista cultual, siempre para señalar las diferencias y la oposición entre pueblos.2
En 1887, Gener publicó Heregias (sic). Estudios de crítica inductiva sobre asuntos españoles por P.G. (Fernando Fé, Madrid). En Heregias, Gener, que en esa época todavía no había descubierto el catalanismo y todavía empleaba la «raza» en un sentido histórico, «raza histórica», aplica las doctrinas raciales a España y entronca con el concepto de «nacionalidad».9 Consideraba la existencia de una «raza catalana» distinta y superior, «cada catalán tiene un rey en el cuerpo», que habría dado a su literatura la energía, el vigor y la dureza características. Al contrario que la «raza castellana», en la que la «falta de oxígeno y de presión atmosférica; la mala alimentación» y las conocidas influencias semíticas y presemíticas («los andaluces»), determinarían una lengua impropia para la gran literatura.9 Dichas supuestas características genéticas, bereberes y semíticas, del centro de la península configurarían para Gener, según recoge Martínez Hoyos, otras cualidades como la «jovenlandesesidad», el «desprecio del tiempo», la «mala administración» o el «caciquismo».1
En una segunda edición ampliada, Cosas de España. Herejías nacionales. El renacimiento de Cataluña, Barcelona, Juan Llordachs, 1903, Pompeyo Gener explayaba su pensamiento racista enlazándolo con el regeneracionismo en boga por los mismos años, para negar la posibilidad misma de regeneración al cuerpo de la nación española —con excepción de Cataluña— por la mezcla en ella de razas inferiores:
Caricatura de la revista satírica La Flaca del 3 de marzo de 1873 sobre la pugna entre los radicales, que defienden la república unitaria, y los republicanos federales que defienden la federal. Y también sobre la pugna entre los federales «tras*igentes» e «intransigentes».
La pérdida de estos últimos territorios de ultramar (Cuba, Guam, Filipinas y Puerto Rico) a manos del ejército estadounidense, el llamado desastre del 98, tuvo diversas consecuencias en el paisaje político y cultural español, aparte de la evidente pérdida de las colonias. Aparecieron diversas recetas para la solución de la decadencia española y el Ser de España, entre ellas el Regeneracionismo, pero también los nacionalismos catalán y vasco. Los nacionalistas catalanes se sentían atrapados en una España débil, atrasada y decadente, que no era capaz de progresar, lastre del que se tendrían que librar para convertirse en una sociedad moderna.1
De acuerdo con Joan-Lluis Marfany, «el racismo los impregnaba a todos [los protagonistas de la Renaixença], como impregnaba a toda la cultura de la época».2
La raza histórica[editar]
Lo catalanisme (1886). Selecciona la imagen para leer el original en catalán.
El primero en introducir un elemento racial en su discurso catalanista fue Valentín Almirall, a partir de 1879.4 En una crítica a Pi y Margall, que se oponía claramente al pensamiento racial, Almirall afirmó que «Pi no cree en los factores geográficos —ríos y montañas como fronteras—, lingüísticos, raciales, históricos, etc. como constituyentes de las nacionalidades, ya que los considera mudables, limitados en el tiempo y hasta 'sin base racional lógica'.»5 En 1879, en el artículo «Los Ministres catalans» publicado en Diari Català, Almirall afirma,6
En 1886 publicó L'Espagne telle qu'elle est en Montpellier, reeditada en castellano en Barcelona en 1886 bajo el título, España tal como es, en el que desarrolla su pensamiento: ambos grupos raciales, el central-meridional y el pirenaico, estarían en decadencia, pero conservarían cualidades diferentes; de los centrales quedaría «el espíritu de absorción, de reglamentación, de dominio», del pirenaico, «la rudeza, los apetitos terrenales, el egoísmo celoso. Y es que los catalanes y los vascos son los trabajadores de España.»7 Ese mismo año, 1886, Almirall publicaría su principal texto doctrinal, Lo Catalanisme, en el que caracteriza a la raza castellana como un Don Quijote, «es [d]el tipo generalizador sin base de observaciones propias ni recogidas por el estudio. Cree que todo puede reducirse a una fórmula simple e indiscutible. Con divagación bien vestida pretende resolver el más intrincado problema, y trata a continuación de imponer la solución a los demás»; la «agrupación nor-oriental», en el que se incluye el «tipo» catalán, sería «el reverso de la medalla». Cataluña se habría poco equilibrado y desnaturalizado, es decir, castellanizado, tras su unión con Castilla: los vicios y defectos catalanes habrían venido desde Castilla y podrían solventarse tras la reivindicación particularista.8No solamente la naturaleza, sino hasta la historia nos dice que España está formada por dos grupos completamente distintos. El grupo Central y Mediodía, compuesto de razas imaginativas, aventureras, impresionables y volubles, ha tenido sus días de gloria, como lo tienen todas las razas; pero su gloria ha sido tan efímera, que sólo ha durado lo que dura una excitación nerviosa. El grupo del Norte, en cambio, el grupo que podríamos llamar pirenaico, nunca se distinguió por su imaginación ardiente ni por sus golpes de efecto, pero ha sido siempre más meditativo, más sólido y más trascendental en sus proyectos.
[...] España se ha ido empequeñeciendo desde que las circunstancias hicieron que la raza menos pensadora y menos ilustrada de la Península fuera la que dominara. [...] iremos de mal en peor hasta tanto que por un medio o por otro logremos —los catalanes hablan— que el grupo pirenaico de España, tenga en la cosa pública tanta influencia, por lo menos, como el grupo central o del Mediodía. [...] cre[o] firmemente que, el elemento de población que hoy representa Cataluña, es el único que puede cambiar la marcha desastrosa de la política española.
Almirall (1879), «Los Ministres catalans»
Almirall no es «biologicista», sino «culturalista», es decir, habla de la cultura y las costumbres, el espacio físico y geográfico, no de las características intrínsecas e invariables heredadas. Otros autores catalanes, como Prat de la Riba o Rovira i Virgili también emplearon el término «raza» desde un punto de vista cultual, siempre para señalar las diferencias y la oposición entre pueblos.2
En 1887, Gener publicó Heregias (sic). Estudios de crítica inductiva sobre asuntos españoles por P.G. (Fernando Fé, Madrid). En Heregias, Gener, que en esa época todavía no había descubierto el catalanismo y todavía empleaba la «raza» en un sentido histórico, «raza histórica», aplica las doctrinas raciales a España y entronca con el concepto de «nacionalidad».9 Consideraba la existencia de una «raza catalana» distinta y superior, «cada catalán tiene un rey en el cuerpo», que habría dado a su literatura la energía, el vigor y la dureza características. Al contrario que la «raza castellana», en la que la «falta de oxígeno y de presión atmosférica; la mala alimentación» y las conocidas influencias semíticas y presemíticas («los andaluces»), determinarían una lengua impropia para la gran literatura.9 Dichas supuestas características genéticas, bereberes y semíticas, del centro de la península configurarían para Gener, según recoge Martínez Hoyos, otras cualidades como la «jovenlandesesidad», el «desprecio del tiempo», la «mala administración» o el «caciquismo».1
En una segunda edición ampliada, Cosas de España. Herejías nacionales. El renacimiento de Cataluña, Barcelona, Juan Llordachs, 1903, Pompeyo Gener explayaba su pensamiento racista enlazándolo con el regeneracionismo en boga por los mismos años, para negar la posibilidad misma de regeneración al cuerpo de la nación española —con excepción de Cataluña— por la mezcla en ella de razas inferiores:
El origen de esa mezcla de razas se encontraba para él en la Reconquista, cuando el avance cristiano por tierras fiel a la religión del amoras motivó quelos únicos que no se contentan con pedir regeneración sino que siguen el verdadero camino para regenerarse, que es, adquirir personalidad propia, y, por tanto, proclamar su derecho á ser autónomos, son los de raza aria, ó los que no tienen mezcla de sangre semítica ó presemítica.10
De tal forma queAlgunos de éstos convirtiéronse al cristianismo, uniéronse delante del altar con mujeres castellanas, y los castellanos con mujeres jovenlandesas; así los hijos, ya cristianos, combatieron contra los que descendían de igual sangre que ellos. Hasta el siglo xi, los Árabes y los Persas predominaron en los ejércitos mahometanos peninsulares. Después de Almanzor éstos fueron casi exclusivamente jovenlandeses, jovenlandeses de raza Presemítica cruzada de de color, bárbaros completamente y de una inferioridad fisiológica y psicológica tremenda. Los cruces, pues, á partir de dicha época ya no se verificaron con una raza superior como la Semítica sino con una raza verdaderamente inferior.11
Y, en consecuencia,No sabemos ya si el intelecto español, en general, es capaz de progresar y civilizarse á la moderna, á causa de la larga serie de causas que han favorecido la aparición de atavismos inferiores. Hay demasiada sangre semítica y beréber esparramada por la Península para que pueda generalizarse en la mayoría de sus pueblos la Ciencia moderna, para que adquieran una conducta conforme á las universales relaciones de la Naturaleza.12
España está paralizada por una necrosis producida por la sangre de razas inferiores como la Semítica, la Beréber y la Mogólica, y por el espurgo que en sus razas fuertes hicieron la Inquisición y el Trono, seleccionando todos los que pensaban, dejando apenas como residuo más que fanáticos, serviles é fulastres. La compresión de la inteligencia ha producido aquí una parálisis agitante. Del Sur al Ebro los efectos son terribles; en Madrid la alteración morbosa es tal que casi todo su organismo es un cuerpo extraño al general organismo europeo. Y desgraciadamente la enfermedad ha vadeado ya el Ebro, haciendo terrible presa en las viriles razas del Norte de la Península.13