Simbología
Su cualidad de ser un árbol perenne, tanto en el sentido de su porte, como en su longevidad, le ha valido servir como marca fronteriza y como lugar de reunión. Un árbol que por su inmutable amaje verde oscuro puede ser localizado a gran distancia. En el mundo celta, de forma especial, se veneraba a los árboles que habían visto y vivido mucho, se tomaban como sabios testigos del mundo.
Los tejos son los ermitaños de los bosques, les gusta vivir en la soledad de las hondonadas sombrías, donde crecen lentamente durante siglos e incluso milenios.
Miguel Herrero Uceda, El alma de los árboles
Durante la cristianización, la veneración celta al tejo continuó, pasó de ser de un símbolo de fin y reencarnación a ser de fin y resurrección. Puede decirse que las primeras iglesias eran tejos. Las personas se reunían en torno a los árboles sagrados y podían estar en contacto con la atmósfera espiritual que rodeaba a estos árboles.
En estas pláticas iban, cuando vieron que, por la quiebra que dos altas montañas hacían, bajaban hasta veinte pastores, todos con pellicos de de color lana vestidos, y coronados con guirnaldas, que, a lo que después pareció, eran cuál de tejo y cuál de ciprés. Entre seis de ellos traían unas andas, cubiertas de mucha diversidad de flores y de ramos, lo cual visto por uno de los cabreros, dijo: –Aquellos que allí vienen son los que traen el cuerpo de Crisóstomo, y el pie de aquella montaña es el lugar donde él mandó que le enterrasen.