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Que ha sucedido con mi hilo sobre el mujeriego mas famoso de la literatura y de la historia canoniza
si dices que mandan un mensaje automatico cuando cambian de sub foro un hilo, pero el mensaje no me llega y era automatico, entonces no se trata de falta de consideracion, ni de los administradores sino de la CIA
Ya lo encontrè, los incoherentes del foro lo pusieron irracionalmente en papelera.
Digo razonablemente que son incoherentes en poner ese hilo en papelera porque de hecho es tremendo hilo, un hilo con sabiduria, y que conlleva conocimientos e investigaciones de historia, religion, humanidad. http://www.burbuja.info/inmobiliari...istoria-y-de-literatura-santo-canonizado.html
A menos que los administradores del foro no sean incoherentes sino anticatolicos, eso lo explicaria todo.
Tienen prejuicios llenos de ira y de rabia asesina contra de los catolicos y del catolicismo.
Es como el agua santa y el diablo, son el diablo dejenme decirles.
EL MUJERIEGO MÀS FAMOSO DE LA HISTORIA (y DE LA LITERATURA) ES UN SANTO CANONIZADO
Beatificación de Don Miguel
Decreto de Canonización
SAGRADA CONGREGACIÓN PARA LAS CAUSAS DE LOS SANTOS
DECRETO
DE SEVILLA
ACERCA DE LA CANONIZACIÓN
Del Venerable Siervo de Dios
MIGUEL MAÑARA
Caballero de Calatrava
Fundador del asilo vulgo “de la Santa Caridad”
En torno a la duda
Acerca de si existe constancia sobre las virtudes teologales Fe, Esperanza y Caridad ya hacia Dios, ya hacia el prójimo, y también sobre las cardinales, Prudencia, Justicia, Templanza y Fortaleza y sobre todo lo relacionado con éstas, en grado heroico, al efecto y cumplimiento de lo que se trata.
“Semejante es el reino de los cielos a un padre de familia que salió a primera hora a llevar operarios a su viña” (Mt 20, 1). Salió en torno a la hora tercia, después sobre la hora sexta, la nona y la undécima y encontró otros operarios que también envió a su viña.”
San Gregorio Magno, explicando esta parábola, afirma, entre otras cosas, que las edades de la vida humana pueden estar simbolizadas en las diversas horas del día. Por eso, lo mismo que los operarios son llamados a diversas horas, así también los hombres acceden al reino de los cielos, y el camino a la santidad lo comienzan, uno en la infancia, otro en la adolescencia, otro en la edad madura, otro en la vejez (cf. Hom XIX). Además San Juan Crisóstomo dice también que cada uno es llamado según esté preparado para oír la llamada. Eso mismo sucede al apóstol Pablo. Podía sin duda el Señor haberle llamado ya desde el principio de su vida, pero teniendo en cuenta que entonces Pablo no habría de darle crédito, esperó el momento en que estuviera preparado. Por esta misma causa llamó al ladrón al final; pues si le hubiera llamado en otro momento no hubiera respondido. Por todo ello la recompensa concedida es finalmente mayor que aquella que hubieran deseado o esperado. (cf. En Matth 64, 3 s.)
En lo que atañe al Siervo de Dios Miguel Mañara Vicentelo de Leca y Colona, parece que se puede afirmar que fue llamado a la hora nona, es decir, en la más avanzada edad, cuando su alma, tocada por la gracia divina, deja de ser un lugar pedregoso para llegar a convertirse en un campo fértil y dispuesto para recibir la semilla de la palabra de Dios. (cf. Mt 13,3 ss) Conmovido violentamente por la fin poco menos que súbita e inesperada de su querida esposa, con inquebrantable propósito se separó de todas las cosas en que hasta ese momento se había empeñado y había deseado; se hizo extraño a los encantos del mundo; se refugió lleno de confianza en la divina misericordia; dócil en todo a la acción del Espíritu Santo; recibió en su generoso pecho el reino de Dios y siguió a Cristo sirviendo a los pobres con todas las fuerzas de su alma y, después de haber recuperado en breve el tiempo consumido en cosas vanas, comenzó a producir abundantes frutos de caridad.
El Siervo de Dios nació el día 3 del mes de Marzo del año 1627, de Tomás Mañara y Jerónima Anfriano, que sobresalieron por la nobleza de su linaje, por su fe viva y una especial bondad con los pobres. El mismo día de su nacimiento fue también bautizado y el día 29 del mes de Julio del año 1629 fue robustecido con el sacramento de la Confirmación. Pasó los años de infancia, adolescencia y juventud en casa, formado en esa educación propia de su edad y de su rica y católica familia.
Con ocho años fue inscrito entre los caballeros de Calatrava, antiquísima Orden de Caballeros de España. Cuando tenía sólo trece años, muertos sus hermanos, comenzó a disfrutar de los más grandes bienes de fortuna, que provenían de las propiedades, adornos de oro y plata y también espléndidas rentas, por lo que tuvo posibilidad de vivir con enorme esplendidez y de sobresalir entre los jóvenes caballeros hispalenses más ricos y reconocidos.
En el año 1640 su padre le tras*mitió los derechos de primogenitura. Después, su progenitora le dio su legítima parte, puesto que ya, su hermana, monja profesa, le había cedido su parte de la herencia. En el año 1651 su progenitora, en trance de morir, le dejó todos sus bienes en herencia; que tiempo después él rehusó.
Pero no obstante no fue pareja la virtud a tan grandes riquezas. Como otros de su mismo orden y clase, llevó una vida suntuosa, elegante y llena de azares. Altanero y lleno de arrogancia, poco mesurado y fogoso, con afán, propio de jóvenes, intentó obtener las bagatelas y placeres del mundo; pero de ningún modo ni la nobleza de sentimientos, ni audacia, ni aceptación de las verdades de la fe, ni práctica alguna de la religión le faltaron nunca. Aun cuando estaba lejos de una loable disciplina cristiana, sin embargo los testimonios históricos que se refieren a él impiden que afirmemos que hubiera sido un pecador público y mucho más prohiben que creamos verdades lo que por un lado fue invención del pueblo, por otro lo que los escritores de los siglos siguientes entendieron que se debía decir acerca de sus costumbres.
Después de muerto su padre, tomó como esposa (en el día 31 del mes de Agosto de 1648) a Jerónima María Carrillo de Mendoza y Castrillo, de veinte años, hija de noble familia granadina. De este matrimonio no nacieron hijos. El grande y sincero amor de los cónyuges, al aumentar día a día, le fue de mucha utilidad al Siervo de Dios; a partir de este momento en efecto se esforzó en conducirse con ponderación y cristianamente, si bien prosiguiera en dejarse seducir por los asuntos terrenos.
En el año 1651 fue nombrado “provincial de la Santa Hermandad” y síndico hispalense.
El día 17 del mes de Septiembre del año 1661, una fin prematura le privó de su esposa. Conmocionado por este amargo suceso, el Siervo de Dios volvió sobre sí mismo, meditó sobre la fragilidad de esta vida y, cuando estaba atormentado por la aflicción de su espíritu, oyó la voz de su plegaria el Señor, que le manifestó su rostro liberándolo de su profunda tristeza y lo inclinó a hacer su voluntad.
Puesto que quien confesare sus delitos y los abandonare, alcanzará misericordia (cfr. Prov. 28,13), con sincera voluntad de cambiar sus costumbres confesó al sacerdote todos sus pecados perpetrados en este tiempo y desde entonces no deseó vivamente otra cosa que avanzar en amor de Dios y a Él y a sus asuntos, que tocaron su alma, se entregó por completo.
Los sevillanos que habían cambiado ante las cosas realizadas bien por él,se dieron cuenta en seguida de que sus costumbres habían variado por completo: y en efecto no usó ya por más tiempo de ropajes elegantes, no se hizo acompañar de criados, sino que pasaba austeros días en su casa, consagrándose a la meditación, a las plegarias y a la penitencia y sólo salía para visitar muchas iglesias y conventos.
Por demás se presentaba sencillo y modesto, pagaba deudas, más de lo que antes perdonaba copiosamente, y ante todo, puesto que pensaba de otra manera, inclinándose constantemente a la eternidad, movía a admiración; por ello no faltaron quienes consideraran que se había vuelto loco.
En un primer momento pensó en apartarse a un lugar apartado o convento para entregarse a la contemplación y la penitencia; pero después se dio cuenta de que realmente la voluntad de Dios no era que él se alejara del mundo, sino que permaneciera en el estado laico y más aún, en esta sociedad que antes por sus errores, ahora por su conversión había dirigido su mirada. Como no dudara que Cristo está presente en los pobres maltratados principalmente por la fortuna, quiso tomar sobre sí su causa. Por esto pidió que se le admitiera en la Hermandad de la Santa Caridad, antigua institución de beneficencia, que se ocupaba de enterrar a los condenados al suplicio y muertos, de lograr a los enfermos la salud, de pedir limosna con que ayudar a los pobres y afectados por algún mal, frecuentísimos en las calles de los arrabales sevillanos. Su petición fue tratada con bastante desconfianza, pero después, en el consejo celebrado el día 10 del mes de Diciembre del año 1662, su admisión fue aprobada.
Algunos días después, vencidos ya el amor de sí mismo y la innata da repelúsncia, obtuvo que se añadieran las sepulturas de los pobres de las calles y también de la puerta de la Catedral, habiéndose reunido fondos para ello.
La solicitud que manifestó en llevar a cabo estos trabajos suscitó constantemente admiración en los miembros de la Hermandad, quienes en el mes de Enero del año 1663 lo eligieron consiliario de la Hermandad por unanimidad y el día 27 del mes de Diciembre de ese mismo año Hermano Mayor de la misma; que fue su quehacer continuado todos los años mientras vivió.
En los años siguientes, deseando ser lo más útil posible, cuidó de la Hermandad, renovando su espíritu y fortaleciendo su estructura.
Hombre hábil y movido por una apasionadísima preocupación por los pobres, a los que llamaba señores y jefes suyos y a los que consideraba imágenes de Dios, entre otras cosas construyó un hospicio en el que los pobres, entregados al rigor del clima pudieran pasar la noche; comenzó una nueva iglesia terminada en el año 1674; cerca del hospicio edificó un asilo para los enfermos rechazados de los hospitales; en el año 1673 instituyó una Pía Hermandad de Penitencia, para que asistiera lo más eficazmente a los pobres y a los enfermos que vivían en el asilo; en el año 1675 redactó una nueva regla para la totalidad de la Hermandad; en ese mismo año inauguró otro asilo.
Su fama de ferviente diligencia en ejercer obras de caridad produjo tan gran prestigio a la Hermandad sevillana que otras hermandades de muchas ciudades se unieron a ella.
Para que se imitara perfectamente la sencillez y pobreza de Jesucristo quiso compartir condición con los pobres, a quienes denominaba “otros Cristos” y ya que es lo mismo no repartir sus bienes con aquellos y privarlos de sustento, donó a éstos sus bienes y se hizo uno de ellos; ciertamente consideró para sí una gloria convertirse en siervo de éstos cumpliendo la exhortación del Apóstol Pablo “Servid al Espíritu recíprocamente por medio del amor” ( Gál 5,13)
En el año 1674 dejó la casa paterna y se marchó a una vivienda pequeña junto a éstos a los que socorría. Después, en el año 1677, con gran humildad pidió que se le dejara habitar en una celda también muy pequeña, situada en el mismo hospicio, desde la cual día y noche, con gran despreocupación de sí mismo, atendía ala vida de esta numerosa multitud de pobres y enfermos, a los que él mismo servía con manifiesto ardor de caridad.
El Siervo de Dios, que había aprendido bien la doctrina evangélica, indicó que él había consagrado todas sus obras como un gran culto a la dignidad de los pobres, a los que no sólo cuidó el cuerpo con singulares consideraciones, sino también hasta el espíritu, y se dedicó afanosamente de muchas maneras a preservar las almas de éstos. Y no menos diligentes fueron sus trabajos para convertir herejes y pecadores.
El amor al prójimo al que éste casi con la actividad de una abeja tan vivamente, claramente y admirablemente se dedicó, extraía su fuerza e impulso de la fe viva y desbordante y del ardiente amor de Dios: cuanto más crecía en él el amor de Dios su corazón más paz hallaba y se elevaba y condujo su proyecto a término, porque Dios se había apoderado de él. En efecto, el amor construye al hombre (cfr. 1 Cor, 8,1) y al mismo tiempo también el reino de Dios y aviva todas las virtudes. Como anhelara el inestimable bien de la íntima unión con Dios, amó la oración, la meditación de las cosas divinas, el conocimiento de las Sagradas Escrituras, la devoción hacia la S. Eucaristía. Siempre fue atraído por el afán de soledad; nunca sin embargo lo que él deseaba lo antepuso a la voluntad de Dios, ni siquiera a estos a los que se dedicaba por consejo de la Providencia.
Así acomodó la vida activa a la contemplativa, la viva solicitud por la Hermandad al cuidado del alma, el silencio y la clausura a la laboriosa y dócil participación en el servicio a la Iglesia, la diligencia en las necesidades temporales de los pobres al apostolado ejercitado a favor de la eterna salvación de sus almas.
Cultivó en alto grado la humildad, progenitora y nodriza de la caridad, y fue generoso en la administración alegre y asidua de sus mortificaciones, penitencias, ayunos y vigilias; dio muchas pruebas de prudencia, sabiduría, juicio, fortaleza en el dominio de sí y en la conservación de la vocación recibida, de la justicia hacia Dios y hacia el prójimo, de obediencia a los preceptos de Dios y a los superiores eclesiásticos, de perfecto acuerdo con las inspiraciones divinas.
Por todo ello, el Siervo de Dios ya en vida apareció como esplendor y luz de laicos católicos: hoy de igual modo no sólo confirmamos este juicio, sino que añadimos que brilla aún en la Iglesia como una bellísima estrella.
Desde el año 1676 su salud comenzó a debilitarse y sin embargo no se turbó su espíritu, el cual, alejado del mundo, colocaba toda su esperanza en Dios y esperaba alegre la vida eterna. Otorgó testamento e hizo profesión de fe. Con gran devoción recibió los Santos Sacramentos y se encomendó a las plegarias de los monjes cartujos, con los que frecuentemente había dirigido súplicas a Dios. Entregó el alma el día 9 del mes de mayo del año 1679 en Sevilla.
Después de las exequias, a las que una gran multitud de fieles asistió, fue sepultado en la tierra desnuda, sin féretro, envuelto sólo con mortaja de pobre, como él mismo había establecido. En el mes de Diciembre del mismo año la Hermandad de la Santa Caridad, que veneraba mucho en vida a su hermano mayor difunto, trasladó su cuerpo, que fue encontrado incorrupto y en la Iglesia de la Santa Caridad lo deposita en un túmulo.
Movido por la fama de santidad por la que se distinguió vivo y muerto el Siervo de Dios, el Ordinario Hispalense instruyó el Proceso Informativo con una diligencia digna de alabanza (en los años 1680-1682). Largo tiempo de inactividad siguió después. Posteriormente, en los años 1749-1754 en esta misma Curia por error otro Proceso Ordinario se instruyó.
El día 18 del mes de Agosto del año 1770 fue publicado el Decreto sobre la Introducción de la Causa. Celebrado el Proceso de no culto (en los años 1771-1772) y publicado el Decreto sobre los escritos (en el año 1776), se instruyó el Proceso Apostólico sobre las virtudes, cuya abundancia y legítima forma fueron probadas en el año 1778.
Muchos azares comunes, extraños, provenientes de la Causa pareja a ésta interrumpieron el desarrollo de la presente Causa, hasta que el año 1978, por la solicitud del Servicio histórico-hagiográfico a favor de las causas de los Santos, fue emitida la Tesis sobre las virtudes que fue examinada por los Consultores de la Historia y aprobada en la sesión celebrada el día 20 del mes de Diciembre del año 1979. Los Consultores Teológicos, en reunión especial celebrada el día 12 del mes de marzo del año 1985, dirigiendo el Rev. Mo. Señor A. Petti, Promotor de la Fe, por unanimidad manifestaron que el Siervo de Dios Miguel Mañara había ejercido en modo heroico las virtudes teologales, cardinales y sus anexas. Lo mismo declararon los Padres Cardenales en la reunión ordinaria celebrada el día 8 del mes de junio del año 1985, siendo ponente de la Causa o relator Em.mo. Cardenal Mario Aloisio Ciappi.
De todos estos asuntos llevados a término fue enterado el Papa Juan Pablo II por medio del abajo firmante cardenal Prefecto; y su Santidad, recibiendo los votos de la Sagrada Congregación a favor de las Causas de los Santos, recomendó que el Decreto sobre las virtudes del Siervo de Dios fuera redactado.
Por lo cual, habiendo sido hecho todo conforme a lo reglamentado, mandados llamar, en el día de hoy, los Cardenales el Prefecto que suscribe y ponente y yo, Superior de los secretos de la Congregación, y los otros que han de ser convocados según la costumbre y estos presentes, el Beatísimo Padre solemnemente declaró:
Que existe constancia acerca de las virtudes teologales Fe, Esperanza y Caridad ya con Dios, ya con el prójimo y también sobre las cardinales Prudencia, Justicia, Fortaleza y Templanza y sus anexas del Venerable Siervo de Dios Miguel Mañara, en grado heroico, al efecto y cumplimiento de lo que se trata.
Y en efecto encomendó que este Decreto sea divulgado y sea consignado en acta de la Sagrada Congregación en favor de las Causas de los Santos.
Dado en Roma, el día 6 del mes de Julio del Año del Señor de 1985.
Pedro Card. Palazzini, Prefecto
L. + S.
+ Trajano Crisan. Arzobispo. Tit. Drivastense, de Secretos
Estamos hablando de la historia entera, no de la actualidad del Gossip
En la historia y en la literatura solo hay uno que es mas famoso que todos y es don Juan el don Juan Tenorio y el convidado de piedra son personajes inspirados en miguel Mañara caballero de Calatrava y Sevilla cuya estatua se aprecia en Sevilla.
Es cierto que se convirtiò y que hizo enmienda de sus crimenes anteriores, es cierto que hizo mucha santa caridad, es cierto que hasta se le atribuyò popularmente un milagro documentado.
Don Miguel: padre como cree usted que Dios me va a perdonar, sabe usted cuanto mal he cometido?
Confesor: Ya nada de eso existe, solo Èl Es
VIVA CRISTO REY
Nació Miguel Mañara en Sevilla, el 3 de marzo de 1627, hijo de una destacada familia, constituida por oriundos de Córcega.
Ascendencia
Su padre, Tomás Mañara Leca y Colona, nació en Calvi, perteneciente a la Señoría de Génova, hacia 1574 en el seno de una familia noble aunque venida a menos. Don Tomás había conseguido labrar una sólida fortuna dedicándose al comercio con América, en cuyas tierras pasó la etapa de juventud. Una vez de regreso en Sevilla ocupó destacados cargos y se convirtió en un hombre público ocupando altas magistraturas en la ciudad. Su progenitora, Jerónima Anfriano Vicentelo, también de familia oriunda de Córcega, nació en Sevilla hacia 1590. Sus padres contrajeron matrimonio a finales de 1611 o principios de 1612 en la sevillana parroquia de San Bartolomé. Vivieron en las collaciones de Santa María la Blanca y Santa Cruz. En 1616 pasaron a vivir a la de San Nicolás y en 1623 compraron la casa palacio de la calle Levíes, en San Bartolomé, donde nació Miguel Mañara y que llegaría a ser la mansión de la familia una vez encumbrada económica y socialmente. Esta casa ha sido propiedad de la Hermandad de la Santa Caridad hasta hace algunos años, siendo actualmente propiedad de la Junta de Andalucía.
[editar] Infancia
La infancia de Miguel Mañara es la propia de un niño que pertenece a una familia sevillana tocada por la fortuna, pues su padre llegó a desempeñar cargos como consiliario del consulado de Cargadores a Indias, familiar del Santo Oficio y hermano mayor de San Pedro Mártir, hermandad creada por miembros del Santo Oficio y que salía del convento dominico de San Pablo. En la procesión llevaba don Tomás el estandarte, como hermano mayor.
Desde muy niño recibió Miguel Mañara una educación propia del estado de caballero, pues su progenitor había logrado para él el hábito de caballero de la Orden de Calatrava, cuando contaba ocho años, siendo investido tras cumplir los diez. Debido al fallecimiento de sus dos hermanos varones mayores se vio con trece años como heredero del importante patrimonio que llevaba aparejado el mayorazgo conseguido por su padre en 1633. Estos años tras*currieron entre la educación que se debía inculcar a un miembro de la baja nobleza y la desgracia de contemplar el cerco de la fin en su propia familia.
Los historiadores que se han aproximado al personaje insisten en que Mañara creció en un ambiente de fe, como muestran los datos conocidos de su familia. En la casa paterna se contaba con un oratorio y con capellán. El entorno familiar era profundamente religioso, y sus padres tenían contacto con miembros del clero, especialmente de la Compañía de Jesús. Su progenitora, Doña Jerónima, tenía dos hermanas que habían profesado en el convento de Santa Clara.
Refiere el padre Cárdenas que no acudió a estudiar a lugar alguno, y que no aprendió latín, aunque su formación era sólida. No obstante, lo común en familias como la de Mañara era contar con preceptores o profesores en la propia casa, quienes velaban por la formación instrumental básica en un ambiente en el que se procuraba inculcar un conjunto de valores cristianos, de una jovenlandesal propia de quienes habían de blandir el honor como uno de los bastiones del comportamiento.
[editar] Juventud
Con poco más de veinte años le vemos como miembro de la junta de gobierno de La Hermandad de La Soledad de San Lorenzo (Sevilla), lo cual habla por si de un comportamiento acorde con la jovenlandesal católica, dado lo estricto que era figurar en tal oficio y las condiciones de buena vida cristiana exigidas. A los cuatro meses de la fin de su padre, con veintiún años, contrajo matrimonio por poderes, en agosto de 1648, con Doña Jerónima María Antonia Carrillo de Mendoza y Castrillo, nacida en Guadix en 1628, a quien se dedicó por entero, en total felicidad, al tiempo que ocupaba notables cargos en la municipalidad, el Concejo y la Universidad de Mercaderes. Aquí vemos a un Miguel Mañara dedicado a asuntos públicos y con un alto grado de compromiso con la ciudad de Sevilla y con la Iglesia. Tras el motín de la Feria, de 1652, no aparece su nombre entre los de los caballeros que intervinieron en el control del suceso. Mañara ocupaba desde el año anterior (1651) el cargo de provincial de la Santa Hermandad y era uno de los alcaldes mayores de Sevilla, por lo que cabría verle en la sofocación del motín. Sin embargo, hacía unos meses que su progenitora había fallecido y tal vez esto le llevó a ausentarse de Sevilla, pudiendo ser Montejaque el lugar de duelo.
A partir de 1649 -tenía Mañara 22 años-, aparece Don Miguel en diferentes documentos recogidos en los Archivos Municipal y de Protocolos Notariales de Sevilla, como persona pública, de autoridad, en negocios del Concejo y de la Universidad de Mercaderes, elegido diputado de la defensa de la tierra de Sevilla, de la Casa de la Moneda, de la visita de boticas, de las llaves del Archivo y del agua, de la guandoca Real y de la Casa de Inocentes, y diputado de los gremios de chapineros, guarnicioneros, roperos, olleros y peineros. Le encontramos como miembro en las juntas del Consulado de 1655 a 1666. En 1656 viajó a Madrid comisionado por el Consulado para realizar gestiones en la corte. En 1657, dio el pésame a la familia del duque de Osuna, muerto siendo virrey de Sicilia, en nombre de la ciudad. En enero de 1658 vuelve a Madrid como caballero veinticuatro de Sevilla, con otro tal y dos jurados para felicitar a los reyes por el nacimiento de Felipe Próspero, hijo de Felipe IV de España.
[editar] fin de su esposa
Al morir su esposa en Montejaque, el 17 de septiembre de 1661, sin haber tenido hijos, entró en un período de honda reflexión personal, planteándose incluso entrar en el estado religioso. Miguel Mañara se retiró, por espacio de cinco meses, al eremitorio carmelita del desierto de las Nieves. Nuestra Señora de las Nieves estaba dedicado a la contemplación pura. Los carmelitas descalzos denominaban desiertos a sus casas destinadas a tal fin, y en este caso se trataba de una fundación en un valle escondido en la serranía de Ronda, a dos leguas de Montejaque. Allí practicó Mañara la oración y la penitencia, y se produjo lo que se ha venido a llamar su conversión, es decir, orientar su vida hacia la entrega total a Jesucristo. No estando totalmente resuelto a entrar en religión y de vuelta a Sevilla, pasó varios meses en una completa desolación, intentando buscar un camino personal a seguir. Nada le consolaba y, a pesar de su posición y su riqueza, era un hombre sobre el que se cernía una abrumadora soledad.
Según su primer biógrafo, el padre Juan de Cárdenas, paseaba Miguel Mañara a caballo por las orillas del río Guadalquivir en una calurosa tarde del verano de 1662, cuando fue a encontrarse en las proximidades del actual emplazamiento de la iglesia del Señor San Jorge con un grupo de hombres, a cuyo frente se hallaba el entonces hermano mayor de la Hermandad de la Santa Caridad, don Diego de Mirafuentes, con quien entabló un diálogo que le llevaría a su ingreso como hermano en la misma. La corporación se dedicaba a enterrar a los ahogados que devolvía el río, los muertos que aparecían por las calles y a los ajusticiados. Mirafuentes sería un gran valedor de Miguel Mañara a partir de entonces.
[editar] Mañara y la Hermandad de la Santa Caridad
[editar] Comienzos
En la Hermandad de la Santa Caridad empezó ejerciendo el cargo de diputado de entierros y de limosnas, lo cual le dio la oportunidad de apreciar las terribles condiciones de vida de los pobres que morían en la calle, y esta contemplación de las miserias humanas debió llevar al Venerable a tomar posiciones a favor de ampliar las actividades de la Hermandad. Al año de hacer su prometimiento como hermano, propuso en el cabildo del 9 de diciembre de 1663 un conjunto de ideas para afrontar estas situaciones y recoger por las noches en un local a los pobres que vagaban por las calles de Sevilla. Ello equivalía a formular la creación del hospicio y, aunque tuvo eco la propuesta entre los hermanos, se salía de los fines y recursos de la corporación, por lo que recibió ánimos y estímulos pero no el beneplácito para que la Hermandad se hiciera cargo de tan importante empresa.
[editar] Nombramiento como hermano mayor
Unos días más tarde, en el cabildo de 27 de diciembre de 1663 fue elegido hermano mayor, responsabilidad que desempeñó hasta su fin.
En el tercer cabildo que presidiera como hermano mayor, el 17 de febrero de 1664, planteó de nuevo su idea, ahora ya como algo que saldría adelante con su trabajo y el apoyo de los hermanos. A partir de ese momento llevará a cabo una gran obra en cuanto crea el Hospicio primero, y más tarde lo tras*formará en Hospital de la Santa Caridad, construyendo un amplio edificio, al igual que la iglesia anexa.
[editar] El Hospital de la Caridad
Los inicios del Hospicio fueron humildes, como su persona, y con el propósito de salvar de las crudas noches en la calle a tantos pobres que vagaban por Sevilla, arrendó una dependencia de las antiguas atarazanas reales y en ella se dispuso un hogar donde calentarse. Se prestaba servicio solo por las noches y desde el día 14 de septiembre, festividad de la Exaltación de la Santa Cruz, hasta el 23 de abril, festividad de San Jorge, recogiéndose allí a un notable número de menesterosos. Posteriormente se ampliaría el concepto de Hospicio, con la fundación del Hospital, la construcción de las actuales edificaciones, y la fijación en la Regla de la Hermandad de unas pautas por las cuales se obligaban los hermanos a organizar y sostener la asistencia a los desvalidos.
Dándose cuenta de lo mucho que le exigía su dedicación a la Hermandad de la Santa Caridad, presentó su renuncia a los cargos públicos que ocupaba. Así lo haría, en 1666, con los de alcalde mayor y provincial de la Santa Hermandad, unas funciones de la máxima responsabilidad en la estructura administrativa del momento. Mañara se dispone a sufragar gran cantidad de los gastos generados en el Hospicio aportando de su propia fortuna. Contemplamos al caballero que ante la necesidad de los más pobres no duda en recurrir a su patrimonio personal, en un gesto de auténtica raíz evangélica. La Santa Caridad progresa y acomete tareas de caridad para con los enfermos e indefensos, aparte de enterrar a los pobres desamparados fallecidos: trasladar a los hospitales a los pobres enfermos en sillas de mano (dedicó a ello dos sillas y cuatro hombres, quienes trabajaban sin cesar); sustentar a los menesterosos en las riadas ocasionadas por el Guadalquivir; dar limosnas a los conventos pobres, hospitales, niños expósitos y presos de la guandoca; dádivas de ropas y dineros a los más necesitados, etc.
[editar] La obra de Mañara
En los primeros años de la obra de Miguel Mañara, hubo una intensa dedicación de la Hermandad a socorrer al pueblo de Sevilla ante las muchas calamidades que en aquella época le acechaban. Mañara, al frente de la Santa Caridad, se hizo conocido como personaje entrañable y caritativo para las gentes más sencillas. Acudía a sofocar los estragos de los desbordamientos del Guadalquivir, repartiendo toda clase de limosnas. Lo mismo se puede decir de las épocas en que, por diferentes causas, la ciudad y sus alrededores sufrían las embestidas de las crisis de subsistencias, epidemias, etc. La Hermandad recibía un importante flujo de limosnas que, a tenor de las necesidades más perentorias de los pobres, seguían el curso de la caridad. Así, fueron incluso llamativas las limosnas de pan, contándose por miles las personas socorridas en los momentos de mayor necesidad.
En distintas ocasiones se planteó, una vez realizada la gran obra de la reforma de la Regla de la Hermandad y la construcción del Hospital y la iglesia del Señor San Jorge, dejar su cargo desde una postura de absoluta humildad. Siempre fue disuadido por los hermanos, su confesor y por otros religiosos de sabio y recto proceder. Así, con la obra emprendida ya en marcha, sintió Miguel Mañara unos deseos intensos de buscar la soledad y dedicarse así a alabar a Dios. En 1668 experimentó tal inclinación y, según relata el padre Cárdenas, fue aconsejado por su confesor, el mercedario descalzo fray Juan de la Presentación, quien le instó a que siguiese su labor, y que para seguridad de la decisión a tomar, lo consultase con tres sacerdotes experimentados y prudentes. Todos mostraron a Mañara el camino de continuar al frente de la Hermandad de la Santa Caridad y de seguir siendo el modelo que había ejemplificado.
Las obras emprendidas exigían tanta dedicación que decidió solicitar permiso a la Hermandad para pasar a residir en la misma, en unas dependencias sencillas y de una rotunda austeridad, por las que cambió su anterior vivienda palaciega. Ese pequeño entorno muestra parte de los rasgos de personalidad de Mañara, ahora ya desprendido de todo lo materialmente prescindible.
En 1673 se instituyó en la Santa Caridad la figura de los Hermanos de Penitencia, que no eran sino hermanos de la corporación que se dedicaban por completo a los pobres, vistiendo un sayal pardo y una cruz. Fue aprobada esta innovación por el arzobispo Spínola, y no se trataba de religiosos ni de congregantes, sino de personas libres que optaban por el servicio a los pobres de esta manera.
El funcionamiento del Hospicio puso de manifiesto lo preciso que resultaba la atención a los pobres enfermos, lo cual derivó en la conversión en Hospital. Muchos indigentes enfermos eran rechazados en los hospitales por ser incurables, contagiosos o por otras causas, lo cual sugirió a Mañara la gran obra de amor de curar a los enfermos en la propia Hermandad de la Santa Caridad. Se inauguró la primera enfermería del Hospital en junio de 1674, contando con veinticuatro camas, que fueron ampliadas a cincuenta. Una segunda enfermería fue inaugurada en septiembre de 1677, y aún tuvo el fundador el firme propósito de continuar con esta obra, pues en el momento de su fallecimiento se labraba la tercera.
Se dedicó tanto a los pobres que puso su fortuna y sus recursos a disposición de la obra. Este ejemplo atrajo a una apreciable cantidad de caballeros y miembros de la aristocracia sevillana, que secundaron su labor. La Santa Caridad acudía no sólo a enterrar a los pobres difuntos y a acoger a los desheredados de la fortuna, sino que se distinguió también por las abundantes limosnas de pan, ropas y recursos económicos en momentos de gran desolación para la ciudad, como eran las riadas. El ejemplo que suponía Miguel Mañara era una guía para muchos sevillanos de las capas privilegiadas, si bien la Hermandad también estuvo abierta a honrados artesanos y hombres de bien que deseaban seguir un modelo de perfección espiritual. En el seno de la corporación impuso la igualdad entre los hermanos, con independencia de su ubicación social y de los cargos y honores que desempeñasen o de que fueran acreedores.
En la obra de Mañara destaca el tratamiento hacia los pobres, considerados como los amos y señores de la Casa que instauró, e imágenes vivas de Jesucristo, al tiempo que establecía un modo de ser de los hermanos de la Santa Caridad, caracterizado por el servicio a los más necesitados, la humildad en el comportamiento, la perseverancia en la vida de piedad, la discreción y la elevación al más alto grado de la caridad y el amor con que debían realizarse todas las labores en la Hermandad y fuera de ella. El estilo de búsqueda de perfección espiritual de Miguel Mañara fue imbuido a sus hermanos y, a través de la Hermandad de la Santa Caridad, a los sucesores en la ejecutoria por él comenzada.
La obra de Mañara se completó preparando a la Hermandad de la Santa Caridad para los fines que dictaba su Regla, escrita de nuevo de su mano. Junto a ésta, sobresale el Discurso de la Verdad (recientemente reeditado en edición facsímil, de la de 1778 en Sevilla en la imprenta de Don Luis Bexínez y Castilla, Mairena del Aljarafe, 2007, Extramuros Edición), considerado como su obra más conocida y que constituye un breve, aunque profundo, tratado de espiritualidad y reflexión del hombre ante la realidad de la vida y la fin. El modelo de perfección espiritual caló tan hondo que surgieron distintas hermandades que tomaron el nombre y las Reglas de la de Sevilla, por toda Andalucía, en ciudades y pueblos. Algunas de éstas mantuvieron durante siglos el espíritu de la Regla del Venerable Miguel Mañara.
[editar] Acción social
El modelo de la acción social que impulsó Mañara y el ejercicio de la caridad, a través de la Hermandad, nos sugiere que en él prevalecían unos rasgos de personalidad muy sólidos acompañados de una humildad y un amor casi desmedidos hacia los pobres, desvalidos o caídos en desgracia. No es ya sólo el tratamiento a los pobres lo que nos habla de la profundidad de su mensaje, amparado siempre en el Evangelio y las Sagradas Escrituras, sino cómo abordaba situaciones poco comunes en las cuales no ejerció ninguna posición de dominio. Así se cuentan los casos de su influencia en la conversión de fiel a la religión del amores o de corsarios ingleses, vencidos y ganados por el catolicismo a través del amor y del ejemplo de Don Miguel. Nunca se había negado a atender a quienes se acercaban al Hospital de la Santa Caridad a implorar una ayuda o a solicitar consejo, y esa disposición hacia los demás ta tuvo sin dejar de vivenciar una religiosidad de durísima mortificación personal y un hondo discurrir por el camino de una piedad tal vez demasiado compleja para las simplezas a que estaban acostumbrados los hombres de su tiempo.
[editar] fin
Murió Mañara el 9 de mayo de 1679, habiendo manifestado días antes su felicidad por saber que iba a ver a Dios. La noticia de su fallecimiento generó en Sevilla una verdadera conmoción, especialmente entre las personas más sencillas y los pobres, quienes perdían a una especie de padre en quien buscaban amparo en los momentos más difíciles. Para los sevillanos de entonces y los seguidores de la Regla en las diferentes Hermandades de la Santa Caridad que la adoptaron, Miguel Mañara era un santo. Declarado Venerable, se le puede considerar como un seglar de honda espiritualidad, y gran baluarte de la caridad y la acción social de la Iglesia. En este sentido, se trata de un adelantado en obras que darían cuerpo a la doctrina social de la Iglesia, encarnando los valores que hoy son asumidos ecuménicamente. El proceso seguido para su causa de beatificación se encuentra en curso, y su figura y ejemplo cuentan con gran número devotos, hijos y seguidores.
[editar] La fama errónea de seductor
Aunque no hay ningún testimonio contemporáneo de tal actitud en él, el nombre de Mañara ha pasado a ser sinónimo de seductor, como recogen los versos de Antonio Machado ni un seductor Mañara ni un Bradomín he sido / ya conocéis mi torpe aliño indumentario (Retrato, en Campos de Castilla) en que lo compara con el valleinclanesco marqués de Bradomín. La razón de ello procede de una campaña difamatoria que se suscitó como consecuencia del proceso de beatificación a comienzos del siglo XIX,1 explicable por el anticlericalismo de los ambientes liberales, que se cebaron en la barroca confesión que representa el testimonio del propio Miguel de Mañara (y que no deja de ser una autoflagelación tópica, no necesariamente una descripción de comportamientos concretos):
Yo, don Miguel Mañara, ceniza y polvo, pecador desdichado, pues lo más de mis logrados días ofendí a la Majestad altísima de Dios, mi Padre, cuya criatura y esclavo vil me confieso. Servía a Babilonia y al malo, su príncipe, con mil abominaciones, soberbias, adulterios, juramentos, escándalos y latrocinios; cuyos pecados y maldades no tienen número y sólo la gran sabiduría de Dios puede numerarlos, y su infinita paciencia sufrirlos, y su infinita misericordia perdonarlos.
Y yo que escribo esto (con dolor de mi corazón y lágrimas en mis ojos confieso), más de treinta años dejé el monte santo de Jesucristo y serví loco y ciego a Babilonia y su vicios. Bebí el sucio cáliz de sus deleites e ingrato a mi señor a su enemiga, no hartándome de beber en los sucios charcos de sus abominaciones.2
Se llegó a comparar la conversión de Mañara con el arrepentimiento final de Don Juan, el también sevillano personaje de Tirso de Molina (El Burlador de Sevilla) y José mujercita (Don Juan Tenorio). El ambiente del siglo XIX era muy propicio para ese tipo de ironía (por ejemplo, estos versos de Ramón de Campoamor: pues, después que se extinguen las pasiones, / yo he visto sorprendentes conversiones3 ). El mismo Machado retomó el tema en Don Guido: ese trueno / vestido de Nazareno.
Hace día que no tengo con Ud. conversación. Me alegro de que haya tenido una buena resurección y le doy la bienvenida entre estos foros infestados de réprobos. Igualmente le deseo que que no le impongan un nuevo calvario.
A mí me pasó lo mismo con un mensaje que creé en al guardería, y el cual ya ni siquiera aparece en mi historial. Y no tengo ni mensaje priovado ni nada....