¿Qué fue del hijo de María Antonieta?

Y tanto que lo dejamos aqui. Eres ridiculo llamando a todo comunista como los progres llamando a todo fascista.

Ay que pena que no volvieran Stalin y Hitler para daros un poco de mandanga a unos y otros.

Y por cierto, propocionalmente en poblacion fue bastante peor la caza de brujas alemana y la posterior "guerra" del campesinado. Todos commies!
 
Lo que querais, pero los objetivos se cumplieron. Geta tambien era un crio cuando se lo cargo Caracalla y como él hay cientos. Y dicho esto, hacerle daño a un niño me parece lo mas atroz que puede hacer el ser humano pero cada cosa en su contexto. Poner a ese crio en manos de España hubiese sido un peligro para las elites revolucionarias, cae de cajon y un encierro laxo podia llevar a un intento de huida como hizo su padre.

Nada justifica el maltrato. Primero, el niño declaró contra su progenitora y su tía, lo que demuestra que era fácilmente manipulable y hubiera sido bien fácil convertirlo en un revolucionario, en un símbolo vivo reciclado, como Eliancito para la revolución cubana.

Y segundo, era muy fácil haberlo tenido encerrado y protegido sin esas torturas. Su hermana mayor permaneció en el Temple hasta la fin del me gusta la fruta de Robespierre, pero su salud no se resintió. De hecho, vivió hasta la vejez.
 
Y tanto que lo dejamos aqui. Eres ridiculo llamando a todo comunista como los progres llamando a todo fascista.

Ay que pena que no volvieran Stalin y Hitler para daros un poco de mandanga a unos y otros.

Y por cierto, propocionalmente en poblacion fue bastante peor la caza de brujas alemana y la posterior "guerra" del campesinado. Todos commies!
Ya está el ridículo usando la "reductio ad hitlerum", y deseando la vuelta de Stalin, como todo comunista.

Los "Nancys" en vez de así, deberían llamarse "sozis", porque eran nacional SOCIALISTAS.

Ah, y nadie, en la historia del mundo, ha apiolado tanto como Lenin. El mayor malo de masas de la historia de la humanidad.

De nada, amigo de los asesinos de masas.
 
EL LINCHAMIENTO DE LA PRINCESA DE LAMBALLE

490px-Rioult_-_The_Princess_of_Lamballe.jpg


María Teresa Luisa de Saboya-Carignano, princesa de Lamballe (8 de septiembre de 1749 - 3 de septiembre de 1792), fue una aristócrata miembro de la Casa de Saboya. Contrajo matrimonio a los diecisiete años con Luis Alejandro, príncipe de Lamballe, heredero de la mayor fortuna de Francia, convirtiéndose poco después en amiga y confidente de la reina María Antonieta. Murió asesinada durante las masacres de septiembre en el marco de la Revolución francesa.

De Lamballe siguió al servicio de la reina hasta el asalto a las Tullerías el 10 de agosto de 1792, cuando la princesa y la marquesa de Tourzel, gobernanta de los hijos de los monarcas, acompañaron a la familia real con el fin de pedir asilo a la Asamblea Legislativa. Madame de la Rochefoucauld, testigo del acontecimiento, escribió: «Estaba en el jardín, lo suficientemente cerca para ofrecer mi brazo a Madame la princesa de Lamballe, quien era la más pesimista y asustada del grupo; lo tomó. [...] Madame la princesa de Lamballe me dijo: "no volveremos nunca al palacio"».

Durante su estancia en el habitáculo reservado para los escribanos en la Asamblea Nacional, la salud de la princesa empeoró y debió ser conducida al convento de los Feuillants; María Antonieta le pidió no regresar, si bien María Teresa decidió volver con la familia real tan pronto empezó a sentirse mejor. De Lamballe acompañó también a los monarcas cuando abandonaron la Asamblea y se dirigieron al convento, así como cuando partieron rumbo a la torre del Temple.

El 19 de agosto, la princesa de Lamballe, la marquesa de Tourzel y su hija Pauline fueron separadas de la familia real y tras*feridas a la prisión de La Force, donde se les permitió compartir una celda. Las tres mujeres fueron tras*feridas al mismo tiempo que dos valets y tres doncellas debido a la decisión de no permitir a la familia real disponer de servidumbre.

fin



Condena de la princesa de Lamballe. Grabado de Samuel Sartain a partir de una obra de Louise Desnos (1849)



Retrato de la princesa de Lamballe en la prisión de La Force el día de su fin, por Gabriel (3 de septiembre de 1792)

Durante las masacres de septiembre, las prisiones fueron atacadas por los habitantes, siendo los prisioneros conducidos ante tribunales improvisados compuestos por ciudadanos revolucionarios, quienes los juzgaron y ejecutaron sumariamente. A cada prisionero se le formulaban una serie de preguntas, tras lo cual era liberado con las palabras «vive la nation» («viva la nación») o sentenciado a fin con la expresión «conducidlo a la Abadía» o «dejadlo ir», tras lo cual el condenado era llevado a un patio y asesinado por una multitud compuesta por hombres, mujeres y niños. Las masacres contaron no obstante con la oposición de los trabajadores de las prisiones, quienes permitieron escapar a muchos de los presos, particularmente a las mujeres. De aproximadamente doscientas mujeres encarceladas, sólo dos fueron asesinadas en prisión.

El 3 de septiembre, de Lamballe y de Tourzel fueron llevadas a un patio junto con otros prisioneros a la espera de ser conducidas ante el tribunal. Tras ser llevada ante el mismo, a María Teresa se le pidió «jurar amar la libertad y la igualdad y jurar repruebo al rey, a la reina y a la monarquía». La princesa accedió a jurar libertad pero rechazó denunciar a los monarcas. En este punto, su juicio finalizó con las siguientes palabras: «Emmenez Madame» («llevaos a Madame»). El juicio consistió en el siguiente interrogatorio:


-¿Quién sois?
-María Teresa Luisa, princesa de Saboya.
-¿Vuestra ocupación?
-Superintendente del palacio de la reina.
-¿Tuvo algún conocimiento de las conspiraciones de la corte el 10 de agosto?
-No sé si hubo conspiraciones el 10 de agosto; pero sé que no tuve conocimiento de ellas.
-Jure la libertad y la igualdad, y repruebo al rey y a la reina.
-Fácilmente a lo primero; pero no puedo a lo último: no está en mi corazón.
Según informes, varios agentes enviados por su suegro deseaban que la princesa prestase juramento para salvar su vida, tras lo cual añadió:
-No tengo nada más que decir; me es indiferente morir un poco antes o después; he hecho el sacrificio de mi vida.
-Dejad a Madame ser puesta en libertad.

De Lamballe fue inmediatamente conducida a la calle, donde un grupo de hombres la asesinó en cuestión de minutos.




El suplicio de la princesa de Lamballe, por Gaetano Ferri (siglo XIX)

Existen diferentes versiones acerca de la forma exacta en que murió la princesa debido a que su asesinato fue un acontecimiento que atrajo gran atención y fue empleado como propaganda tras la Revolución, siendo los hechos modificados y exagerados. Algunos informes, por ejemplo, sostienen que María Teresa fue amada sin consentimiento y sus pechos cortados junto con otras mutilaciones corporales. No obstante, no existen evidencias que indiquen que la princesa fuese expuesta a ninguna mutilación u atrocidad de carácter sensual, algo que fue ampliamente difundido por historias sensacionalistas sobre su fin.

De Lamballe fue escoltada por dos guardias hasta la puerta del patio donde la masacre tuvo lugar; durante el trayecto, los agentes enviados por su suegro la siguieron y la alentaron nuevamente a prestar juramento, pero aparentemente sus palabras no fueron escuchadas. Cuando se abrió la puerta y la princesa vio varios cadáveres ensangrentados en el suelo del patio, gritó, según informes, «¡horror!» o «¡estoy perdida!», cayendo hacia atrás y siendo empujada por los guardias hacia la muchedumbre. Los agentes de su suegro, quienes se introdujeron entre la turbamulta, gritaron «¡clemencia!», pero sus palabras pronto fueron silenciadas por gritos de «¡fin a los lacayos disfrazados del duque de Penthièvre!».

Uno de los asesinos, quien sería juzgado años después, describió a la princesa como «una pequeña dama vestida de blanco». Según informes, fue inicialmente golpeada en la cabeza con una pica por un hombre, lo que provocó que su pelo cayese sobre sus hombros y dejase al descubierto una carta de María Antonieta que la princesa había ocultado entre sus cabellos; fue entonces golpeada en la frente, a consecuencia de lo cual empezó a sangrar, siendo rápidamente apuñalada hasta la fin por la turba.

Tratamiento de sus restos



fin de la princesa de Lamballe, por Leon Maxime Faivre (1908)

El tratamiento dado a sus restos ha sido también objeto de especulación. Tras su fin, su cadáver fue, según informes, desvestido, eviscerado y decapitado, siendo su cabeza clavada en la punta de una pica.

Un gran número de testigos confirmaron que su cabeza fue hecha desfilar por las calles en una pica mientras su cuerpo era arrastrado por la turbamulta al grito de «¡la Lamballe!». Esta procesión fue presenciada por Madame de Lamotte, quien se hizo con un mechón de su cabello el cual entregó posteriormente a su suegro.

Algunos informes sostienen que la cabeza fue llevada a una cafetería cercana y colocada frente a los clientes, a quienes se pidió brindar por la fin de la princesa. Algunos documentos afirman que la cabeza fue llevada a un peluquero para que arreglase su cabello con el fin de hacerla reconocible. Tras esto, la cabeza fue colocada nuevamente en la pica y situada frente a la ventana de María Antonieta en el Temple.

La reina y su familia no estaban presentes en la habitación desde la cual se podía divisar la cabeza, motivo por el cual no la vieron. No obstante, la esposa de uno de los oficiales de prisión, Madame Tison, la vio y profirió un grito el cual la muchedumbre asumió como de María Antonieta. Quienes portaban la cabeza deseaban que la reina se asomase y besase en los labios a su favorita debido a que durante años se había divulgado en los libelos que ambas eran amantes, si bien no se permitió que la cabeza fuese introducida en el interior del edificio.

En su biografía histórica sobre María Antonieta, Antonia Fraser sostiene que la reina no llegó a ver la cabeza de María Teresa, pero sí era consciente de lo que estaba ocurriendo. Según Fraser: «los oficiales municipales habían tenido la decencia de cerrar las persianas y los comisarios los mantuvieron lejos de las ventanas... uno de esos oficiales dijo al rey "están intentando mostraros la cabeza de Madame de Lamballe"... Afortunadamente, la reina se desmayó».

Tras esto, la cabeza y el cuerpo fueron llevados por la muchedumbre hasta el Palacio real, donde el duque de Orleans y su amante Madame de Buffon se encontraban celebrando una cena con un grupo de caballeros ingleses. Al ver la cabeza, el duque comentó: «Oh, es la cabeza de Lamballe: lo sé por su pelo largo. Sentémonos a cenar». Por su parte, de Buffon lloraba mientras decía: «¡Oh Dios! ¡Llevarán mi cabeza así algún día!».

Los agentes de su suegro, a quienes se había pedido recuperar los restos mortales para ser enterrados temporalmente hasta poder ser sepultados en Dreux, se introdujeron entre la multitud con el fin de poder tomar posesión de ellos. Lograron persuadir a la muchedumbre de no depositar los restos ante la casa de María Teresa y su suegro en el Hôtel de Toulouse argumentando que la princesa nunca había vivido allí, aunque sí en las Tullerías o en el Hôtel Louvois. Cuando el portador de la cabeza, Charlat, entró en una taberna dejando la cabeza fuera, un agente, Pointel, la tomó y la enterró en un cementerio próximo al Hôpital des Quinze-Vingts.

Sus restos, al igual que los de su cuñado el duque de Orleans, nunca fueron encontrados, motivo por el cual no se hallan sepultados en la necrópolis de la familia Orleans en Dreux.
 
Nunca entendí muy bien la glorificación de la Revolución Parisinofrancesa. Es qur vamos a ver, mucha igualité, fraternité y tal para luego acabar en una dictadura a manos de un orate como Robespierre, cambiar los meses del año, apiolar a todo Cristo al que el orate de turno señalase como rico, tirar al río a los campesinos de la Vendee y acabar volviendo con el regazo entre las piernas a pedir que volviesen los mismos monarcas a los que te habías tomado tantas molestias en masacrar...
 
EL LINCHAMIENTO DE LA PRINCESA DE LAMBALLE

490px-Rioult_-_The_Princess_of_Lamballe.jpg


María Teresa Luisa de Saboya-Carignano, princesa de Lamballe (8 de septiembre de 1749 - 3 de septiembre de 1792), fue una aristócrata miembro de la Casa de Saboya. Contrajo matrimonio a los diecisiete años con Luis Alejandro, príncipe de Lamballe, heredero de la mayor fortuna de Francia, convirtiéndose poco después en amiga y confidente de la reina María Antonieta. Murió asesinada durante las masacres de septiembre en el marco de la Revolución francesa.

De Lamballe siguió al servicio de la reina hasta el asalto a las Tullerías el 10 de agosto de 1792, cuando la princesa y la marquesa de Tourzel, gobernanta de los hijos de los monarcas, acompañaron a la familia real con el fin de pedir asilo a la Asamblea Legislativa. Madame de la Rochefoucauld, testigo del acontecimiento, escribió: «Estaba en el jardín, lo suficientemente cerca para ofrecer mi brazo a Madame la princesa de Lamballe, quien era la más pesimista y asustada del grupo; lo tomó. [...] Madame la princesa de Lamballe me dijo: "no volveremos nunca al palacio"».

Durante su estancia en el habitáculo reservado para los escribanos en la Asamblea Nacional, la salud de la princesa empeoró y debió ser conducida al convento de los Feuillants; María Antonieta le pidió no regresar, si bien María Teresa decidió volver con la familia real tan pronto empezó a sentirse mejor. De Lamballe acompañó también a los monarcas cuando abandonaron la Asamblea y se dirigieron al convento, así como cuando partieron rumbo a la torre del Temple.

El 19 de agosto, la princesa de Lamballe, la marquesa de Tourzel y su hija Pauline fueron separadas de la familia real y tras*feridas a la prisión de La Force, donde se les permitió compartir una celda. Las tres mujeres fueron tras*feridas al mismo tiempo que dos valets y tres doncellas debido a la decisión de no permitir a la familia real disponer de servidumbre.

fin



Condena de la princesa de Lamballe. Grabado de Samuel Sartain a partir de una obra de Louise Desnos (1849)



Retrato de la princesa de Lamballe en la prisión de La Force el día de su fin, por Gabriel (3 de septiembre de 1792)

Durante las masacres de septiembre, las prisiones fueron atacadas por los habitantes, siendo los prisioneros conducidos ante tribunales improvisados compuestos por ciudadanos revolucionarios, quienes los juzgaron y ejecutaron sumariamente. A cada prisionero se le formulaban una serie de preguntas, tras lo cual era liberado con las palabras «vive la nation» («viva la nación») o sentenciado a fin con la expresión «conducidlo a la Abadía» o «dejadlo ir», tras lo cual el condenado era llevado a un patio y asesinado por una multitud compuesta por hombres, mujeres y niños. Las masacres contaron no obstante con la oposición de los trabajadores de las prisiones, quienes permitieron escapar a muchos de los presos, particularmente a las mujeres. De aproximadamente doscientas mujeres encarceladas, sólo dos fueron asesinadas en prisión.

El 3 de septiembre, de Lamballe y de Tourzel fueron llevadas a un patio junto con otros prisioneros a la espera de ser conducidas ante el tribunal. Tras ser llevada ante el mismo, a María Teresa se le pidió «jurar amar la libertad y la igualdad y jurar repruebo al rey, a la reina y a la monarquía». La princesa accedió a jurar libertad pero rechazó denunciar a los monarcas. En este punto, su juicio finalizó con las siguientes palabras: «Emmenez Madame» («llevaos a Madame»). El juicio consistió en el siguiente interrogatorio:






De Lamballe fue inmediatamente conducida a la calle, donde un grupo de hombres la asesinó en cuestión de minutos.




El suplicio de la princesa de Lamballe, por Gaetano Ferri (siglo XIX)

Existen diferentes versiones acerca de la forma exacta en que murió la princesa debido a que su asesinato fue un acontecimiento que atrajo gran atención y fue empleado como propaganda tras la Revolución, siendo los hechos modificados y exagerados. Algunos informes, por ejemplo, sostienen que María Teresa fue amada sin consentimiento y sus pechos cortados junto con otras mutilaciones corporales. No obstante, no existen evidencias que indiquen que la princesa fuese expuesta a ninguna mutilación u atrocidad de carácter sensual, algo que fue ampliamente difundido por historias sensacionalistas sobre su fin.

De Lamballe fue escoltada por dos guardias hasta la puerta del patio donde la masacre tuvo lugar; durante el trayecto, los agentes enviados por su suegro la siguieron y la alentaron nuevamente a prestar juramento, pero aparentemente sus palabras no fueron escuchadas. Cuando se abrió la puerta y la princesa vio varios cadáveres ensangrentados en el suelo del patio, gritó, según informes, «¡horror!» o «¡estoy perdida!», cayendo hacia atrás y siendo empujada por los guardias hacia la muchedumbre. Los agentes de su suegro, quienes se introdujeron entre la turbamulta, gritaron «¡clemencia!», pero sus palabras pronto fueron silenciadas por gritos de «¡fin a los lacayos disfrazados del duque de Penthièvre!».

Uno de los asesinos, quien sería juzgado años después, describió a la princesa como «una pequeña dama vestida de blanco». Según informes, fue inicialmente golpeada en la cabeza con una pica por un hombre, lo que provocó que su pelo cayese sobre sus hombros y dejase al descubierto una carta de María Antonieta que la princesa había ocultado entre sus cabellos; fue entonces golpeada en la frente, a consecuencia de lo cual empezó a sangrar, siendo rápidamente apuñalada hasta la fin por la turba.

Tratamiento de sus restos



fin de la princesa de Lamballe, por Leon Maxime Faivre (1908)

El tratamiento dado a sus restos ha sido también objeto de especulación. Tras su fin, su cadáver fue, según informes, desvestido, eviscerado y decapitado, siendo su cabeza clavada en la punta de una pica.

Un gran número de testigos confirmaron que su cabeza fue hecha desfilar por las calles en una pica mientras su cuerpo era arrastrado por la turbamulta al grito de «¡la Lamballe!». Esta procesión fue presenciada por Madame de Lamotte, quien se hizo con un mechón de su cabello el cual entregó posteriormente a su suegro.

Algunos informes sostienen que la cabeza fue llevada a una cafetería cercana y colocada frente a los clientes, a quienes se pidió brindar por la fin de la princesa. Algunos documentos afirman que la cabeza fue llevada a un peluquero para que arreglase su cabello con el fin de hacerla reconocible. Tras esto, la cabeza fue colocada nuevamente en la pica y situada frente a la ventana de María Antonieta en el Temple.

La reina y su familia no estaban presentes en la habitación desde la cual se podía divisar la cabeza, motivo por el cual no la vieron. No obstante, la esposa de uno de los oficiales de prisión, Madame Tison, la vio y profirió un grito el cual la muchedumbre asumió como de María Antonieta. Quienes portaban la cabeza deseaban que la reina se asomase y besase en los labios a su favorita debido a que durante años se había divulgado en los libelos que ambas eran amantes, si bien no se permitió que la cabeza fuese introducida en el interior del edificio.

En su biografía histórica sobre María Antonieta, Antonia Fraser sostiene que la reina no llegó a ver la cabeza de María Teresa, pero sí era consciente de lo que estaba ocurriendo. Según Fraser: «los oficiales municipales habían tenido la decencia de cerrar las persianas y los comisarios los mantuvieron lejos de las ventanas... uno de esos oficiales dijo al rey "están intentando mostraros la cabeza de Madame de Lamballe"... Afortunadamente, la reina se desmayó».

Tras esto, la cabeza y el cuerpo fueron llevados por la muchedumbre hasta el Palacio real, donde el duque de Orleans y su amante Madame de Buffon se encontraban celebrando una cena con un grupo de caballeros ingleses. Al ver la cabeza, el duque comentó: «Oh, es la cabeza de Lamballe: lo sé por su pelo largo. Sentémonos a cenar». Por su parte, de Buffon lloraba mientras decía: «¡Oh Dios! ¡Llevarán mi cabeza así algún día!».

Los agentes de su suegro, a quienes se había pedido recuperar los restos mortales para ser enterrados temporalmente hasta poder ser sepultados en Dreux, se introdujeron entre la multitud con el fin de poder tomar posesión de ellos. Lograron persuadir a la muchedumbre de no depositar los restos ante la casa de María Teresa y su suegro en el Hôtel de Toulouse argumentando que la princesa nunca había vivido allí, aunque sí en las Tullerías o en el Hôtel Louvois. Cuando el portador de la cabeza, Charlat, entró en una taberna dejando la cabeza fuera, un agente, Pointel, la tomó y la enterró en un cementerio próximo al Hôpital des Quinze-Vingts.

Sus restos, al igual que los de su cuñado el duque de Orleans, nunca fueron encontrados, motivo por el cual no se hallan sepultados en la necrópolis de la familia Orleans en Dreux.
Lamballe tuvo 2 ovarios la verdad. Regresó a Francia cuando ya estaba en lugar seguro por su amistad con Ma Antonieta y la Monarquía. Otra que acabó fatal fue Madame Dubarry, y eso que ésta era muy querida entre el pueblo pues ayudaba bastante y tal.
 
Lamballe tuvo 2 ovarios la verdad. Regresó a Francia cuando ya estaba en lugar seguro por su amistad con Ma Antonieta y la Monarquía. Otra que acabó fatal fue Madame Dubarry, y eso que ésta era muy querida entre el pueblo pues ayudaba bastante y tal.

Y la dignidad y el honor de esa gente. La princesa podía haberse salvado simplemente con admitir que "odiaba a los reyes". Con esa declaración fingida ante unos brutos, hubiera bastado. Pero mentir le era imposible.
 
Y la dignidad y el honor de esa gente. La princesa podía haberse salvado simplemente con admitir que "odiaba a los reyes". Con esa declaración fingida ante unos brutos, hubiera bastado. Pero mentir le era imposible.
La hubieran acabado matando igual.

Estas pensando en personas, pero los "robolusionarios" eran animales a los que se les había soltado la correa.

fieras
 
Es curioso que jamás hayan hecho una peli a lo grande de la RF. Yo siempre me he imaginado que saldría una miniserie huevonudísima estilo The Crazies de George Romero pero poniendo a los jacobinos de zumbados destripadores y con un grupo de pequeños propietarios tratando de escapar de su terror.
 
Es curioso que jamás hayan hecho una peli a lo grande de la RF. Yo siempre me he imaginado que saldría una miniserie huevonudísima estilo The Crazies de George Romero pero poniendo a los jacobinos de zumbados destripadores y con un grupo de pequeños propietarios tratando de escapar de su terror.
Es imposible esconder las infinitas miserias de semejante locura.
Sería una serie, o bien muy anticomunista, o bien tan mentirosa que sería muy atacable.

Una de las primeras máximas de la propaganda zurdonazi es no apuntar los focos a donde no quieras que se mire demasiado.
Manteniéndolo en penumbra pueden seguir glorificando la epoca más de color, da repelúsnte, demencial y satánica de la historia de la humanidad.....el embrión del comunismo.
 
La hubieran acabado matando igual.

Estas pensando en personas, pero los "robolusionarios" eran animales a los que se les había soltado la correa.

fieras


Es posible. Pero ella no lo hizo porque pensase que no valía la pena, sino porque realmente le era imposible mentir para no condenar su alma.
 
Es curioso que jamás hayan hecho una peli a lo grande de la RF. Yo siempre me he imaginado que saldría una miniserie huevonudísima estilo The Crazies de George Romero pero poniendo a los jacobinos de zumbados destripadores y con un grupo de pequeños propietarios tratando de escapar de su terror.

Hay una miniserie rodada con motivo del bicentenario, que se llama La Revolución Francesa, --en español Historia de la Revolución Francesa - pero no tuvo mucho éxito. Y sin embargo, está muy bien ambientada. Sólo que claro, la óptica es la tradicional, considerar que los "buenos" son los revolucionarios, que, eso sí, se les fue un poco la mano.

Un versión crítica con el proceso nunca se ha realizado, una que exponga los salvajes crímenes del Terror contra personas comunes y el pueblo, no contra aristócratas.
 
Del tema leí la biografía escrita de Stefan Zweing y es un libro muy ameno y didáctico. No parece estar nada postulado hacia el progrerío (creo que es de los años 30). ¿Ha salido algún otro libro recomendable y crítico? Creo que Pedro J, el del Español, sacó algún tocho pero a saber desde qué óptica.
 
Del tema leí la biografía escrita de Stefan Zweing y es un libro muy ameno y didáctico. No parece estar nada postulado hacia el progrerío (creo que es de los años 30). ¿Ha salido algún otro libro recomendable y crítico? Creo que Pedro J, el del Español, sacó algún tocho pero a saber desde qué óptica.


El de Pedro J -que probablemente escribió un neցro, y sólo lo firmó Pedro J. a efectos comerciales-, es un tocho, pero muy informativo. Te explica muy bien el clima de locura generalizado, y también entra a contar todos los disparates económicos "de izquierdas" que se ensayaron por primera vez en aquella época, con las mismas nefastas consecuencias que hoy se conocen tan bien -control de precios, expropiaciones, etc. - produciendo desabastecimiento, destrucción de tejido económico, apropiación indebida por parte de funcionarios corruptos, etc.
 
Nunca entendí muy bien la glorificación de la Revolución Parisinofrancesa. Es qur vamos a ver, mucha igualité, fraternité y tal para luego acabar en una dictadura a manos de un orate como Robespierre, cambiar los meses del año, apiolar a todo Cristo al que el orate de turno señalase como rico, tirar al río a los campesinos de la Vendee y acabar volviendo con el regazo entre las piernas a pedir que volviesen los mismos monarcas a los que te habías tomado tantas molestias en masacrar...
La Revolución Francesa está sobrevalorada, santificada, glorificada y manipulada. No olvidemos que el genocida Napoleón fue un producto de ella cuya megalomania provocó la ruina de la incipiente industria española, el enfrentamiento entre españoles y la perdida del Imperio de la peor manera posible. Nuestros males del siglo XIX parten de esa revolución. A su vez, origen de los males posteriores.
 
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