Publicar y escribir libros ¿se gana uno la vida?

gaytasco

La PYME te EXPRYME
Desde
24 Sep 2024
Mensajes
484
Reputación
1.227
Tras una larga caminata fruto de una aventura senderistica en busca de cazar chumino de mqmf sesentona, agarré a doña inés de la cintura y le dije: 'anda pa que nos hacemos un selphy, que te como el shishi todo sudado'
Total que vamos a inclinarnos por el precipicio como buenos iluso npc y la muy estulto de Inés se tropieza con una piedra y se cae barranco abajo y posteriormente me caigo yo porque la tenía agarrada de la cintura pero con todo mi fuerza sobre mi entrepierna.

Caí barranco abajo partiéndome los 4 axiales de las extremidades y no puedo levantarme, ni escribir a teclado, ni siquiera hacerme una triste trabajo manual. Dice la OMCE que no puede darme trabajo, ni cobrar una minusvalía por haber chorizado banderillas del hospital para inyectarlas a los votantes del progreohez para verificar si eran seguras. Ah, y que me aguante

Pero he tenido suerte, a Inés se le salieron los sesos por fuera y parte de las tripas le quedaron colgadas de la rama de un árbol. Ha quedado irreconocible y la han recogido con una pala. La han puesto en bote de conservas para animales y guardado en una alacena como recuerdo.

Total que de herencia con mi noviazgo con Inés, me ha dejado a su hermana Leónides como asistenta personal.
Leonides me limpia el ojo ciego, me da de comer por cucharilla y está escribiendo ahora mismo este post.

Tanto yo como leonides estamos preocupados por nuestro devenir, somos una panda de inútiles, tanto que no nos dan ni paguita. Las facturas se acumulan y yo tengo que trabajar de lo que sea o nos jorobamos. Asique como no tengo estudios de ningún tipo pero si mucha imaginación y tiempo libre, tenía pensado pues dedicarme a la escritura. Si hace falta mejorar, se mejora.
No digo de llegar al nivel de Edgar Alan Poe, Cervantes, Stephen King o Pedro Sánchez, sino para que al menos entren en el hogar 600 euros y comer caliente.
Un saludo
 
Tras una larga caminata fruto de una aventura senderistica en busca de cazar chumino de mqmf sesentona, agarré a doña inés de la cintura y le dije: 'anda pa que nos hacemos un selphy, que te como el shishi todo sudado'
Total que vamos a inclinarnos por el precipicio como buenos iluso npc y la muy estulto de Inés se tropieza con una piedra y se cae barranco abajo y posteriormente me caigo yo porque la tenía agarrada de la cintura pero con todo mi fuerza sobre mi entrepierna.

Caí barranco abajo partiéndome los 4 axiales de las extremidades y no puedo levantarme, ni escribir a teclado, ni siquiera hacerme una triste trabajo manual. Dice la OMCE que no puede darme trabajo, ni cobrar una minusvalía por haber chorizado banderillas del hospital para inyectarlas a los votantes del progreohez para verificar si eran seguras. Ah, y que me aguante

Pero he tenido suerte, a Inés se le salieron los sesos por fuera y parte de las tripas le quedaron colgadas de la rama de un árbol. Ha quedado irreconocible y la han recogido con una pala. La han puesto en bote de conservas para animales y guardado en una alacena como recuerdo.

Total que de herencia con mi noviazgo con Inés, me ha dejado a su hermana Leónides como asistenta personal.
Leonides me limpia el ojo ciego, me da de comer por cucharilla y está escribiendo ahora mismo este post.

Tanto yo como leonides estamos preocupados por nuestro devenir, somos una panda de inútiles, tanto que no nos dan ni paguita. Las facturas se acumulan y yo tengo que trabajar de lo que sea o nos jorobamos. Asique como no tengo estudios de ningún tipo pero si mucha imaginación y tiempo libre, tenía pensado pues dedicarme a la escritura. Si hace falta mejorar, se mejora.
No digo de llegar al nivel de Edgar Alan Poe, Cervantes, Stephen King o Pedro Sánchez, sino para que al menos entren en el hogar 600 euros y comer caliente.
Un saludo
Prueba a escribir uno.... Tienes imaginacion y me gusta leerte...
 
Tras una larga caminata fruto de una aventura senderistica en busca de cazar chumino de mqmf sesentona, agarré a doña inés de la cintura y le dije: 'anda pa que nos hacemos un selphy, que te como el shishi todo sudado'
Total que vamos a inclinarnos por el precipicio como buenos iluso npc y la muy estulto de Inés se tropieza con una piedra y se cae barranco abajo y posteriormente me caigo yo porque la tenía agarrada de la cintura pero con todo mi fuerza sobre mi entrepierna.

Caí barranco abajo partiéndome los 4 axiales de las extremidades y no puedo levantarme, ni escribir a teclado, ni siquiera hacerme una triste trabajo manual. Dice la OMCE que no puede darme trabajo, ni cobrar una minusvalía por haber chorizado banderillas del hospital para inyectarlas a los votantes del progreohez para verificar si eran seguras. Ah, y que me aguante

Pero he tenido suerte, a Inés se le salieron los sesos por fuera y parte de las tripas le quedaron colgadas de la rama de un árbol. Ha quedado irreconocible y la han recogido con una pala. La han puesto en bote de conservas para animales y guardado en una alacena como recuerdo.

Total que de herencia con mi noviazgo con Inés, me ha dejado a su hermana Leónides como asistenta personal.
Leonides me limpia el ojo ciego, me da de comer por cucharilla y está escribiendo ahora mismo este post.

Tanto yo como leonides estamos preocupados por nuestro devenir, somos una panda de inútiles, tanto que no nos dan ni paguita. Las facturas se acumulan y yo tengo que trabajar de lo que sea o nos jorobamos. Asique como no tengo estudios de ningún tipo pero si mucha imaginación y tiempo libre, tenía pensado pues dedicarme a la escritura. Si hace falta mejorar, se mejora.
No digo de llegar al nivel de Edgar Alan Poe, Cervantes, Stephen King o Pedro Sánchez, sino para que al menos entren en el hogar 600 euros y comer caliente.
Un saludo
Aprende a absorber platanos sin que se te note el ardor de estomago.
 
buen estado, usalo como titulo de tu novela, y en el contenido de la misma, la frase contraria, como un zig-zag

aprovecha tus problemas de saluc mental, cuenta tu historia, que eso vende en la poblacion femenina de 20 a 60 años actual, estan todas empastilladas, con libros de autoayuda, frases de cosa autocompasivas en IG, y con sesiones de la psikoloka

de nada, cuando ganes pasta, al menos dedicame dicha novela en la cola de la feria del libro

PD: vale no eres atasco, me he entretenido mirando solo el estado y el avatar.
que te amen por usurparle
 
Última edición:
No te engañes. Toda la peña que escribe libros ahora lo hace para promocionar algo, igual con los canales de youtube.

Ejemplo: imagina que eres un abogado matrimonialista. Hoy en día antes de contratar cualquier servicio, todo dios mira referencias en google, cómo mejorar tu imagen? Escribes un libro contando cualquier obviedad que no va a leer nadie "el divorcio en España hoy". Cuando te viene un tío a hacer una consulta y está pensando si dejar que lleves tú su caso, mete tu nombre en google y ve que has escrito un libro. Entonces piensa "shishi! este tío controla la ostra!" y te contrata. Aunque el libro luego dentro sea de pegatinas.

El negocio no está en el libro, está en potenciar tu imagen profesional.
 
Sobre todo "ELLAS".

Da ardor de estomago y agonía comprobar que casi todas las nuevas ediciones son de autorAs.

Es una muestra más de esta da repelúsncia que vivimos.
 
chat gpt es tu aliado

escribe un capitulo de una novela donde un hombre y una mujer se enamoran

**Capítulo 7: El Refugio del Castaño**

El sol se desvanecía lentamente en el horizonte, tiñendo el cielo de tonos dorados y violetas. Clara se sentó en la banca de madera que había encontrado en el parque, un lugar donde a menudo iba a perderse en sus pensamientos. Los árboles, con sus hojas que comenzaban a caer, formaban un dosel perfecto, creando un refugio de calma en medio del bullicio de la ciudad.

Aquella tarde, sin embargo, no estaba sola. A su lado, Lucas se acomodó, sacando un libro de su mochila. Era un libro que Clara conocía bien, una novela que había leído en su adolescencia y que había dejado una huella en su corazón. Se miraron brevemente, y ella sonrió al reconocer el título.

—No puedo creer que lo lleves contigo —dijo Clara, su voz suave pero llena de entusiasmo—. Es uno de mis favoritos.

Lucas levantó la mirada, sorprendido. —¿De verdad? A mí también me encantó. La forma en que describe el amor es… —se detuvo un momento, como si buscara la palabra exacta—. Poética.

Clara asintió, sintiendo una conexión inmediata en esa simple coincidencia. Mientras él comenzaba a leer en voz alta, su voz resonaba entre las hojas, creando una atmósfera mágica. Las palabras parecían fluir entre ellos, llenando el aire con una energía que ambos podían sentir.

A medida que el relato avanzaba, Clara se dejó llevar por la narrativa, pero, en el fondo, su atención estaba fija en Lucas. Su cabello castaño, ligeramente despeinado por la brisa, y sus ojos pardoes que chisporroteaban con la luz del atardecer la hipnotizaban. Había algo en su forma de leer, en su pasión por la historia, que la hacía sentir viva.

—¿Qué te parece si hacemos algo? —sugirió Lucas, cerrando el libro tras leer un pasaje que hablaba sobre compartir momentos especiales—. ¿Por qué no buscamos ese lugar del que habla el autor? El bosque de castaños. He oído que hay uno cerca de aquí.

Clara lo miró, sorprendida pero emocionada. —Me encantaría. He soñado con ese lugar desde que leí el libro. ¿De verdad hay uno?

—Sí, creo que no está muy lejos. Podría ser nuestra pequeña aventura. —Su sonrisa era contagiosa, y Clara sintió cómo su corazón se aceleraba.

Se levantaron de la banca y, juntos, comenzaron a caminar. La conversación fluía con facilidad entre ellos, como si se conocieran de toda la vida. Hablaban de sus sueños, de sus miedos, de sus pasiones. Cada palabra compartida era un ladrillo más en el edificio de su conexión.

Tras unos minutos de caminata, llegaron a un claro donde un imponente castaño se erguía, sus ramas extendiéndose como brazos abiertos. Clara se acercó, admirando la majestuosidad del árbol. Era más hermoso de lo que había imaginado.

—Mira —dijo Lucas, apuntando hacia el tronco—. ¡Hay un corazón tallado aquí!

Clara se acercó, observando las iniciales grabadas dentro del corazón. —Esto es tan romántico —comentó, sonriendo. —Tal vez deberíamos grabar nuestras iniciales también.

Lucas se volvió hacia ella, una chispa de diversión en sus ojos. —¿Y si hacemos algo mejor? ¿Qué tal si escribimos una promesa?

Clara lo miró con curiosidad. —¿Una promesa?

—Sí, una promesa de regresar aquí, de seguir explorando juntos. —Se inclinó hacia ella, su mirada seria pero cálida—. Tal vez un día, este lugar sea nuestro refugio.

El corazón de Clara latía con fuerza. Las palabras de Lucas resonaban en su interior, llenándolo de significado. —Prometido —respondió, y ambos sonrieron, sintiendo la fuerza del momento.

La tarde se desvaneció en un suave crepúsculo, y mientras compartían risas y miradas cómplices, Clara supo que aquel encuentro no era casualidad. Era el inicio de algo hermoso. En ese castaño, bajo la promesa de un futuro, el amor comenzaba a florecer, como las hojas que en el otoño se preparan para renacer.

escribelo de nuevo como si fuera durante la dictadura franquista

**Capítulo 7: El Refugio del Castaño**

El sol se ocultaba tras los edificios grises de la ciudad, dejando una estela de sombras en el parque. Clara se sentó en una banca de madera, el aire cargado de un silencio denso, roto solo por el murmullo de las hojas al viento. Era un refugio, un pequeño oasis en medio de la opresión que se respiraba a su alrededor. Las libertades parecían un recuerdo distante, y las miradas se mantenían siempre cautelosas.

Aquella tarde, Lucas se unió a ella. Sus ojos, que antes habían brillado de manera traviesa, ahora se mostraban serenos, casi melancólicos. Llevaba un libro en la mano, uno que Clara había leído en secreto, escondido entre sus cosas, como un pequeño acto de rebeldía. Al verlo, su corazón dio un vuelco.

—No puedo creer que lo traigas —dijo Clara, bajando la voz, como si temiera ser escuchada. —Es un tesoro en tiempos como estos.

Lucas sonrió, su expresión iluminándose. —Es un acto de resistencia, ¿no? Las palabras son nuestra única arma.

Mientras él leía en voz baja, sus palabras parecían danzar entre ellos, creando un espacio donde el miedo y la vigilancia quedaban atrás. La historia hablaba de amores prohibidos, de esperanzas que florecen en la oscuridad, y Clara se sintió reflejada en cada palabra.

Al finalizar un pasaje, Lucas miró a su alrededor, como si buscara asegurarse de que nadie los estuviera observando. —¿Qué te parece si buscamos ese bosque del que habla el autor? El castaño que guarda secretos.

Clara sintió que el corazón le latía con fuerza. —¿De verdad existe?

—Sí, lo he oído. Es un lugar apartado, donde la dictadura parece no llegar —dijo, con un brillo de desafío en los ojos. —Podría ser nuestra pequeña aventura, lejos de todo esto.

Sin pensarlo, Clara se levantó, tomando la mano de Lucas. Juntos comenzaron a caminar, dejando atrás el parque y sus sombras. La conversación fluía con una naturalidad que desafiaba el ambiente de miedo que los rodeaba. Hablaban de sus sueños, de sus ansias de libertad, y de un futuro que deseaban construir, a pesar de las circunstancias.

Finalmente, tras un sendero cubierto de hojas secas, llegaron a un claro donde un robusto castaño se erguía, imponente y majestuoso. Sus ramas parecían abrazar el cielo, como si lucharan contra el peso de la opresión que ambos conocían tan bien.

—Mira —dijo Lucas, señalando el tronco—. Hay un corazón tallado aquí.

Clara se acercó, su corazón palpitando con fuerza al ver las iniciales grabadas en la corteza. Era un símbolo de amor en tiempos oscuros. —Es tan hermoso —susurró, con una mezcla de nostalgia y anhelo. —Quizás deberíamos hacer algo similar.

—¿Qué tal si escribimos nuestra propia promesa? —sugirió Lucas, su voz baja, como si el viento pudiera llevar sus palabras. —Una promesa de regresar aquí, de seguir luchando juntos.

Clara lo miró, sintiendo el peso de su mirada. —Prometido —respondió, y una chispa de esperanza brilló entre ellos.

El crepúsculo envolvió el claro en un manto de sombras suaves, mientras las risas y miradas cómplices de ambos creaban un mundo a su medida. En ese refugio, bajo el castaño, el amor empezaba a florecer, resistiendo a la dictadura y a las sombras que intentaban aplastar su luz. Era un pequeño acto de rebeldía, un gesto que prometía un futuro, un espacio donde sus corazones podrían latir con libertad.

Reescribelo, pero con escenas intimas

**Capítulo 7: El Refugio del Castaño**

El sol se ocultaba tras los edificios grises de la ciudad, dejando una estela de sombras en el parque. Clara se sentó en una banca de madera, el aire cargado de un silencio denso, roto solo por el murmullo de las hojas al viento. Era un refugio, un pequeño oasis en medio de la opresión que se respiraba a su alrededor. Las libertades parecían un recuerdo distante, y las miradas se mantenían siempre cautelosas.

Aquella tarde, Lucas se unió a ella. Sus ojos, que antes habían brillado de manera traviesa, ahora se mostraban serenos, casi melancólicos. Llevaba un libro en la mano, uno que Clara había leído en secreto, escondido entre sus cosas, como un pequeño acto de rebeldía. Al verlo, su corazón dio un vuelco.

—No puedo creer que lo traigas —dijo Clara, bajando la voz, como si temiera ser escuchada. —Es un tesoro en tiempos como estos.

Lucas sonrió, su expresión iluminándose. —Es un acto de resistencia, ¿no? Las palabras son nuestra única arma.

Mientras él leía en voz baja, sus palabras parecían danzar entre ellos, creando un espacio donde el miedo y la vigilancia quedaban atrás. La historia hablaba de amores prohibidos, de esperanzas que florecen en la oscuridad, y Clara se sintió reflejada en cada palabra.

Al finalizar un pasaje, Lucas miró a su alrededor, como si buscara asegurarse de que nadie los estuviera observando. —¿Qué te parece si buscamos ese bosque del que habla el autor? El castaño que guarda secretos.

Clara sintió que el corazón le latía con fuerza. —¿De verdad existe?

—Sí, lo he oído. Es un lugar apartado, donde la dictadura parece no llegar —dijo, con un brillo de desafío en los ojos. —Podría ser nuestra pequeña aventura, lejos de todo esto.

Sin pensarlo, Clara se levantó, tomando la mano de Lucas. Juntos comenzaron a caminar, dejando atrás el parque y sus sombras. La conversación fluía con una naturalidad que desafiaba el ambiente de miedo que los rodeaba. Hablaban de sus sueños, de sus ansias de libertad, y de un futuro que deseaban construir, a pesar de las circunstancias.

Finalmente, tras un sendero cubierto de hojas secas, llegaron a un claro donde un robusto castaño se erguía, imponente y majestuoso. Sus ramas parecían abrazar el cielo, como si lucharan contra el peso de la opresión que ambos conocían tan bien.

—Mira —dijo Lucas, señalando el tronco—. Hay un corazón tallado aquí.

Clara se acercó, su corazón palpitando con fuerza al ver las iniciales grabadas en la corteza. Era un símbolo de amor en tiempos oscuros. —Es tan hermoso —susurró, con una mezcla de nostalgia y anhelo. —Quizás deberíamos hacer algo similar.

—¿Qué tal si escribimos nuestra propia promesa? —sugirió Lucas, su voz baja, como si el viento pudiera llevar sus palabras. —Una promesa de regresar aquí, de seguir luchando juntos.

Clara lo miró, sintiendo el peso de su mirada. —Prometido —respondió, y una chispa de esperanza brilló entre ellos.

Mientras el crepúsculo envolvía el claro en un manto de sombras suaves, un silencio compartido se instaló entre ellos. Las risas se desvanecieron y el aire se cargó de una tensión palpable. Lucas se acercó, sus ojos profundos buscando los de Clara. Sin pensarlo, la besó con suavidad, y Clara sintió que el mundo exterior se desvanecía.

El beso se intensificó, lleno de anhelos reprimidos y deseos ocultos. Clara, sintiendo el roce de sus labios, respondió a su beso con fervor, mientras las manos de Lucas encontraban su cintura, atrayéndola más cerca. El latido de sus corazones resonaba en el silencio, un eco de una libertad que parecía imposible.

Bajo el castaño, se dejaron llevar por la pasión, buscando un rincón escondido entre las raíces del árbol. La naturaleza los rodeaba, creando un mundo donde el miedo y la vigilancia no podían llegar. Cada roce, cada susurro, era un acto de rebeldía, una celebración de su amor prohibido.

Mientras las sombras se alargaban, el deseo se convertía en una danza suave, unirse en un abrazo que desafiaba las normas de la sociedad. Clara sintió cómo el calor de Lucas la envolvía, y en ese refugio, todo parecía posible.

El mundo exterior se desvanecía por completo, y en ese momento, el amor florecía con la fuerza del castaño, desafiando la opresión que los rodeaba. Era un pequeño acto de resistencia, un gesto que prometía un futuro, un espacio donde sus corazones latían libres, en un refugio de pasión y esperanza.

Reescribelo cuando ya tengan una familia formada

**Capítulo 15: Raíces de Libertad**

El sol se filtraba a través de las hojas del castaño, ahora más grande y frondoso que nunca. Clara observaba desde la ventana de su casa, donde el eco de risas infantiles resonaba en el aire. La vida había cambiado tanto desde aquel primer beso en aquel claro; ahora era progenitora de dos pequeños, Valeria y Hugo, quienes jugaban en el jardín, persiguiéndose entre las sombras de los árboles.

El aroma del pan recién horneado llenaba la casa, un pequeño refugio que Lucas había construido con sus propias manos, siempre recordando la promesa que hicieron bajo el castaño: un hogar donde pudieran vivir y amar sin temor.

Clara se giró, encontrando a Lucas en la cocina, su cabello ligeramente despeinado y una sonrisa serena en su rostro. —¿Sabías que Valeria quiere hacer un picnic hoy? —dijo ella, mientras colocaba una bandeja en la mesa.

—¿Un picnic? ¡Eso suena perfecto! —Lucas respondió, su voz llena de entusiasmo. —Podemos llevar las mantas y las galletas que hiciste. Será una forma genial de disfrutar el día.

La idea de regresar al castaño siempre le llenaba de nostalgia. Recordaba el amor que había florecido en aquellos momentos robados y cómo habían construido su vida juntos, desafiando las sombras del pasado.

Poco después, Clara y Lucas llevaron a los niños al parque, la risa de Valeria y Hugo resonando como música en sus oídos. Al llegar al claro, el castaño se erguía orgulloso, testigo de su historia y de las promesas que habían hecho.

—Mira, mamá, ¡el árbol! —gritó Hugo, corriendo hacia el tronco.

—¡Vamos a buscar nuestro corazón! —dijo Valeria, mientras su mirada brillaba con la emoción de lo que estaba por venir.

Clara sonrió, sintiéndose afortunada de poder compartir este lugar con sus hijos. Era un legado, un símbolo de la libertad que habían cultivado. Al acercarse al castaño, Clara se arrodilló junto a ellos.

—¿Sabéis qué? —comenzó, su voz suave—. Este árbol ha visto muchos momentos importantes para nuestra familia. Es nuestro lugar especial.

Lucas se unió a ellos, colocándose a su lado. —Y cada vez que venimos aquí, estamos recordando que el amor y la esperanza siempre deben prevalecer, sin importar lo que pase fuera de este refugio.

Valeria miró a su padre, con curiosidad. —¿Y qué hay del corazón?

Clara sonrió, recordando aquel primer momento. —El corazón que tallamos representa nuestra promesa de amor y libertad. ¿Qué les parece si tallamos uno nuevo? Esta vez, con nuestras iniciales y las de ustedes.

Los niños asintieron, emocionados. Con la ayuda de Lucas, encontraron un pequeño cuchillo y se pusieron a trabajar en el tronco. Clara miraba, su corazón lleno de orgullo mientras observaba cómo sus hijos, en su inocencia, comprendían la importancia de lo que estaban haciendo.

Mientras tallaban, Lucas tomó la mano de Clara, y se quedaron mirando, recordando aquellos días de juventud, la pasión que había crecido entre ellos y la familia que habían construido a pesar de todo. Las miradas se encontraron y un silencioso acuerdo pasó entre ellos: el amor había superado las adversidades y había florecido en una nueva generación.

Con el corazón tallado, Clara sintió una profunda conexión con sus raíces, con el lugar que habían elegido para formar su familia. El viento soplaba suavemente, y en el murmullo de las hojas, sentía las voces del pasado y del presente entrelazadas.

Al terminar, los niños se echaron a reír, emocionados por su obra. Clara y Lucas se unieron a ellos, disfrutando de ese momento simple pero lleno de significado. Comieron, jugaron y se contaron historias bajo la sombra del castaño, su refugio.

A medida que el sol comenzaba a ponerse, la luz dorada iluminaba el claro, creando un ambiente mágico. Clara sabía que esos instantes, llenos de amor y risa, eran la verdadera resistencia. La vida continuaba, y con cada nuevo recuerdo, las raíces de su familia se profundizaban, fuertes y libres como el castaño que los había visto crecer.

haz otro capitulo,cuando sus hijos ven acabar la dictadura franquista
**Capítulo 20: El Eco de la Libertad**

La primavera había llegado al parque, y el castaño se llenaba de hojas verdes y flores que prometían vida. Clara se encontraba sentada en la misma banca de madera donde tantas veces había soñado con un futuro diferente. A su lado, Valeria y Hugo jugaban a correr, sus risas resonando en el aire fresco. El ambiente estaba cargado de una emoción palpable, un susurro en el aire que hablaba de cambios inminentes.

La noticia había llegado como un torrente de esperanza: la dictadura franquista estaba llegando a su fin. Clara recordaba los días oscuros de su juventud, el miedo que había acechado cada rincón de su vida. Ahora, sus hijos estaban creciendo en un mundo donde la libertad parecía al alcance de la mano.

—¡Mamá! ¡Mira! —gritó Valeria, señalando hacia la plaza donde un grupo de personas se había reunido, ondeando banderas y cantando. La emoción de la multitud era contagiosa.

Clara se puso de pie, su corazón latiendo con fuerza. —Vamos a ver qué pasa —dijo, tomando la mano de Lucas mientras se unían a sus hijos.

A medida que se acercaban, la energía de la multitud les envolvió. Gente de todas las edades se había reunido para celebrar, y los rostros estaban iluminados por sonrisas de esperanza. Clara sintió una oleada de emoción al ver a sus hijos absorbidos por la euforia que les rodeaba.

—¿Por qué están tan felices? —preguntó Hugo, mirando a su progenitora con curiosidad.

—Están celebrando la libertad, cariño —respondió Lucas, agachándose para hablar con él—. Es un momento histórico. Significa que las cosas van a cambiar para mejor.

Valeria, con sus ojos brillantes, miró a su padre. —¿Podemos unirnos a ellos?

—Por supuesto —dijo Clara, sintiendo que era un momento crucial para sus hijos. Era la primera vez que experimentaban algo tan significativo.

Mientras se unían a la multitud, la música y el canto llenaban el aire. Clara tomó un profundo respiro, recordando aquellos días en los que todo parecía imposible. Pero hoy, el cambio estaba en el aire, y la esperanza resplandecía en cada rostro. Valeria y Hugo comenzaron a saltar y bailar al ritmo de la música, completamente ajenos a la historia que se tejía a su alrededor.

—Este es nuestro momento, Clara —susurró Lucas, su mano entrelazada con la de ella—. Por fin, nuestros hijos crecerán en un país donde podrán expresarse libremente.

Clara asintió, una lágrima de alegría surcando su mejilla. La lucha había valido la pena. Cada sacrificio, cada momento de miedo, ahora estaba siendo tras*formado en una celebración de vida y libertad.

Un grupo de jóvenes empezó a corear consignas de esperanza, y las palabras resonaban en el corazón de todos. Clara miró a sus hijos, que sonreían, sintiendo la energía de la libertad a su alrededor. El castaño, que había sido testigo de su amor y sus luchas, parecía bailar al compás de la música, como si también celebrara.

—Mamá, ¡vamos a bailar! —gritó Valeria, tirando de su mano.

Sin pensarlo, Clara se unió a ellos. Juntos, comenzaron a saltar y a reír, atrapados en la magia del momento. Lucas se unió, y pronto los cuatro formaron un pequeño círculo, riendo y disfrutando de la alegría que les rodeaba.

Mientras bailaban, Clara sintió que el peso del pasado se desvanecía. La dictadura había terminado, pero lo más importante era que la esperanza había renacido en sus hijos. Ellos llevarían adelante el legado de amor y resistencia que habían cultivado, y el futuro parecía brillante.

A medida que la tarde avanzaba, la multitud continuaba celebrando, y las risas de Valeria y Hugo se mezclaban con los gritos de júbilo de los adultos. Era un día que quedaría grabado en sus corazones, un símbolo de la libertad que habían esperado durante tanto tiempo.

El eco de la celebración resonaría en su hogar, en su vida, en la historia que juntos continuarían escribiendo. El castaño, firme y sabio, seguía siendo su refugio, pero ahora también era un símbolo de un nuevo comienzo, de un futuro lleno de posibilidades y de amor.

(SIGUE ABAJO)
 
Última edición:
Sobre todo "ELLAS".

Da ardor de estomago y agonía comprobar que casi todas las nuevas ediciones son de autorAs.

Es una muestra más de esta da repelúsncia que vivimos.
vas a instagram, pones #booklovers y vomitas con empoderaditas y charos y sus cosa libros actuales
 
Otro capitulo en el que los hijos se decepcionan con el R78

**Capítulo 25: Dudas en el Cambio**

La tarde se llenaba de un aire fresco y renovado, pero en el hogar de Clara y Lucas, una tensión palpable flotaba en el ambiente. Valeria y Hugo, ahora adolescentes, estaban sentados en la mesa de la cocina, sus rostros serios mientras revisaban un artículo de periódico que hablaba sobre la nueva monarquía en España. A pesar de los avances, la sensación de insatisfacción crecía en sus corazones.

—No entiendo cómo podemos celebrar la democracia y al mismo tiempo mantener la monarquía —dijo Valeria, frunciendo el ceño. —Es como si estuviéramos atrapados en el pasado.

Clara, que estaba preparando la cena, se detuvo y miró a sus hijos. —Es un cambio complicado, cariño. La tras*ición ha sido difícil, y muchos creen que la monarquía puede ser un símbolo de estabilidad.

Hugo, con la mirada fija en el periódico, interrumpió. —¿Estabilidad? ¿A costa de ignorar lo que representa? La monarquía es parte de lo que nos oprimió durante tanto tiempo. ¿Por qué deberíamos aceptarla ahora?

Lucas se unió a la conversación, apoyándose en la mesa. —Entiendo lo que sientes. La monarquía puede parecer un retroceso, pero hay quienes creen que es mejor tener un sistema de gobierno que ya conocemos que arriesgarnos a algo más inestable.

Valeria sacudió la cabeza, claramente frustrada. —Pero es injusto. ¿Cómo puede ser que, después de todo lo que hemos luchado, todavía tengamos que aceptar a alguien que no hemos elegido?

Clara se acercó a ellos, buscando un punto medio. —Es natural cuestionar lo que está sucediendo. Ustedes son la nueva generación, y tienen derecho a querer un país que refleje sus valores y aspiraciones. La democracia no se trata solo de elegir, sino también de debatir y buscar lo que es mejor para todos.

—Pero, ¿cómo podemos cambiar algo tan grande? —preguntó Hugo, su voz llena de desánimo. —Siento que nuestras voces no importan.

—No digas eso —respondió Lucas con firmeza—. Cada voz cuenta. La historia ha demostrado que el cambio es posible, pero requiere esfuerzo y valentía. Deben encontrar maneras de hacerse escuchar.

Valeria miró a su padre, sintiendo un destello de esperanza. —¿Y qué podemos hacer?

Clara sonrió, reconociendo la chispa de determinación en su hija. —Podrían unirse a grupos de jóvenes que defienden sus ideas. Hay muchos movimientos que luchan por una república y un sistema más justo. Ustedes tienen el poder de hacer ruido.

Hugo pareció pensativo, y finalmente preguntó: —¿Ustedes se sintieron así cuando eran jóvenes?

Lucas asintió, su mirada nostálgica. —Sí. Había muchas cosas que no entendíamos y que nos preocupaban. Pero al final, cada pequeño paso cuenta. Nunca subestimen el poder de la acción colectiva.

Valeria tomó un respiro profundo, sus pensamientos agitados comenzando a organizarse. —Tal vez deberíamos hablar con otros, organizar algo en el instituto. No podemos quedarnos de brazos cruzados.

—Exacto —dijo Clara, sintiendo que sus corazones se alineaban—. La juventud es el motor del cambio. Nunca pierdan de vista lo que realmente quieren.

La conversación continuó, llena de ideas y planes. Clara y Lucas vieron cómo sus hijos comenzaban a formar sus propias opiniones, desafiando el legado que ellos habían construido con tanto esfuerzo. Aunque les preocupaba el rumbo que tomarían, también sentían un profundo orgullo. Valeria y Hugo estaban tomando la antorcha, dispuestos a luchar por un futuro que creían justo.

Cuando la cena estuvo lista, se sentaron juntos, aún hablando sobre cómo podrían dar sus primeros pasos hacia el cambio. El hogar, que había sido un refugio de amor y resistencia, ahora se convertía en un espacio de debate y reflexión. Mientras compartían risas y sueños, Clara y Lucas sabían que, a pesar de las dificultades, la lucha por un futuro mejor continuaría a través de sus hijos.

Y así, bajo la sombra del castaño, la historia de su familia seguía escribiéndose, tejida por las esperanzas y anhelos de una nueva generación dispuesta a desafiar lo establecido.

un capitulo en el que sigan el acontecimiento del 23f
**Capítulo 30: Ecos de la Historia**

La tarde del 23 de febrero de 1981, Clara y Lucas se encontraban en el salón, sentados en el viejo sofá de su hogar. Las noticias en la televisión llenaban el ambiente con un tono de urgencia que se había apoderado del país. Valeria y Hugo, aún adolescentes, estaban en la mesa, con los ojos fijos en la pantalla, un aire de inquietud palpable en sus rostros.

—¿Qué está pasando? —preguntó Valeria, su voz temblando ligeramente.

Lucas apretó la mano de Clara, que también se sentía ansiosa. —Parece que hay un intento de golpe de estado. Están tratando de tomar el control del Parlamento.

El corazón de Clara se aceleró. Recordaba los ecos del pasado, los años oscuros, y la lucha que había costado tanto alcanzar la democracia. No podía creer que algo así estuviera sucediendo de nuevo. La voz del periodista resonaba en la sala, describiendo la situación en tiempo real, y los rostros de los políticos aparecían en la pantalla, reflejando el miedo y la incertidumbre.

—¡No puede ser! —exclamó Hugo, sacudiendo la cabeza. —¿Por qué la gente no aprende de la historia?

—Esto es una prueba de nuestra democracia —dijo Lucas, su voz firme—. Debemos permanecer unidos y defender lo que hemos conseguido.

Clara se levantó, moviéndose hacia la ventana. Afuera, la ciudad parecía normal, ajena a lo que estaba sucediendo en el Parlamento. Pero dentro de ella, la tensión crecía. Era como si un fantasma del pasado hubiera regresado, amenazando la estabilidad que habían luchado por construir.

—Mamá, ¿qué vamos a hacer? —preguntó Valeria, buscando su mirada. La preocupación en su rostro era evidente.

—Debemos seguir informándonos y estar atentos —respondió Clara, volviendo al sofá y sentándose junto a sus hijos—. Es un momento crítico. La historia se está escribiendo frente a nosotros, y nuestra voz es importante.

La tras*misión continuó, mostrando imágenes de soldados tomando posiciones y de la confusión que reinaba en las calles. Clara sentía que el tiempo se detenía mientras observaba. A su alrededor, Lucas y los niños compartían miradas de angustia, pero también de determinación.

—No podemos permitir que el miedo nos paralice —dijo Lucas, rompiendo el silencio—. Debemos ser conscientes de lo que está en juego y no dejar que la historia se repita.

Hugo se inclinó hacia adelante, absorbiendo cada palabra. —¿Y si esto se convierte en algo más grave? ¿Qué pasará con nosotros, con nuestra generación?

Clara respiró hondo, reconociendo el peso de la preocupación de su hijo. —Nosotros hemos aprendido de nuestros padres y abuelos. Sabemos lo que significa luchar por la libertad. No estamos solos; hay millones de personas que quieren lo mismo.

Valeria asintió, un destello de determinación surgiendo en sus ojos. —Si esto se vuelve más serio, debemos hacer que nuestras voces se escuchen. No podemos quedarnos callados.

Lucas sonrió con orgullo, reconociendo el fuego en sus hijos. —Eso es, Valeria. Es momento de actuar, pero también de mantener la calma y ser responsables. La violencia no es el camino.

Las horas pasaron, y el ambiente en la casa se volvió más tenso a medida que los acontecimientos se desarrollaban. Finalmente, la televisión mostró la llegada del entonces rey, Juan Carlos I, apareciendo en un mensaje dirigido a la nación. Clara sintió un nudo en el estómago mientras lo escuchaba.

—“La democracia es el único sistema político que debemos aceptar” —repitió Lucas, y Clara notó cómo su voz se llenaba de emoción.

—¿Lo escucharon? —preguntó Clara, mirando a sus hijos. —Es un momento crucial. El rey está apoyando la democracia.

Hugo sonrió, aunque la preocupación seguía en su mirada. —¿Significa eso que podemos confiar en que todo va a estar bien?

—No hay garantías, pero es un paso importante —respondió Clara, sintiendo que la esperanza comenzaba a germinar en sus corazones.

A medida que la noche avanzaba, las tensiones comenzaron a disminuir. La noticia del fracaso del golpe de estado se propagó rápidamente, y una oleada de alivio recorrió el país. Clara y Lucas se abrazaron, sintiendo la carga que se levantaba de sus hombros, mientras Valeria y Hugo se unían a ellos, sintiendo el peso de la historia en sus corazones.

—Hoy hemos sido testigos de la importancia de permanecer alertas y luchar por nuestra libertad —dijo Clara, su voz firme y llena de convicción.

—Y de recordar que la historia no se repite sin que nosotros lo permitamos —agregó Lucas, mirando a sus hijos.

Bajo la sombra del castaño, Clara sintió que la lucha por la democracia no solo era un legado del pasado, sino también una responsabilidad del presente. La familia se unió en un abrazo, unida por la promesa de seguir defendiendo sus ideales en un mundo que, aunque incierto, siempre valdría la pena pelear.

un capitulo final, en el que el matrimonio muere en el 11m
**Capítulo 35: Sombras de la Tragedia**

El 11 de marzo de 2004 comenzó como un día cualquiera en Madrid. Clara y Lucas se despertaron con la luz del sol entrando por la ventana, llenando su hogar de calidez. Era un día de primavera, y la ciudad vibraba con la energía habitual. Valeria y Hugo, ahora jóvenes adultos, estaban en la universidad y trabajando, ocupados con sus propias vidas y sueños.

—Hoy creo que podríamos ir al castaño después del trabajo —sugirió Clara mientras preparaba el desayuno. —Hemos tenido tantas cosas en mente últimamente; sería bueno desconectar un poco.

—Suena perfecto —respondió Lucas, sonriendo. Pero había un brillo de preocupación en su mirada. La situación en el país era tensa, y los ecos del pasado siempre parecían acechar. La sensación de inseguridad había crecido en los últimos meses, y la memoria del 23-F todavía estaba fresca en sus corazones.

Mientras desayunaban, encendieron la televisión para escuchar las noticias. Clara frunció el ceño al ver imágenes de manifestaciones y disturbios. Lucas se inclinó hacia adelante, su expresión grave.

—Esto no es bueno, Clara. La situación se ha vuelto más volátil de lo que pensaba.

—Lo sé —respondió ella, con un nudo en el estómago—. Pero tenemos que seguir adelante. No podemos permitir que el miedo nos paralice.

Ambos compartieron un silencio reflexivo, recordando su lucha por la libertad y cómo habían sobrevivido a tantas adversidades. Pero el aire de tensión era innegable. Después de despedirse de sus hijos, Clara y Lucas salieron de casa, sintiendo una mezcla de esperanza y temor.

Al mediodía, mientras se dirigían a la estación de tren, el sonido de la ciudad resonaba a su alrededor. Las risas, los gritos de los vendedores y el bullicio de la gente creaban una atmósfera vibrante, pero Clara no podía sacudir la sensación de que algo no estaba bien.

—Vamos a hacer lo que siempre hacemos —dijo Lucas, tomando su mano. —Debemos confiar en que el amor y la esperanza prevalecerán.

Pero en ese mismo instante, un estruendo ensordecedor rompió la calma. Clara sintió que la tierra temblaba bajo sus pies. El sonido de cristales rompiéndose y gritos de pánico resonaron en el aire. Una nube de polvo y humo se alzó en el aire, envolviendo todo en una oscuridad repentina.

—¡Clara! —gritó Lucas, sujetándola con fuerza, pero en medio del caos, la multitud comenzó a dispersarse. Las voces se convirtieron en un coro de terror.

A medida que intentaban encontrar refugio, el caos se desató a su alrededor. La estación de tren se tras*formó en un laberinto de confusión y miedo. Clara y Lucas se aferraron el uno al otro, pero el pánico de la gente los separó momentáneamente.

—¡Lucas! —gritó Clara, sintiendo el miedo calar en su corazón. A su alrededor, las sombras de la tragedia comenzaban a dibujarse.

Finalmente, logró encontrarlo en medio de la multitud, pero el terror aún no había terminado. Un segundo estallido resonó, y el caos se intensificó. El tiempo parecía detenerse mientras el mundo se desmoronaba a su alrededor.

—Debemos salir de aquí, ahora —dijo Lucas, su voz temblando, pero llena de determinación.

Clara asintió, y juntos comenzaron a correr hacia la salida. Pero la tragedia estaba en sus talones. En un instante de horror inimaginable, el destino se cernió sobre ellos. La explosión dejó un vacío oscuro, y en medio de la confusión, Clara sintió un golpe contundente.

La oscuridad los envolvió.

Más tarde, Valeria y Hugo, al recibir la noticia, sintieron que el suelo se desvanecía bajo sus pies. El amor y el sacrificio de sus padres habían sido una constante en sus vidas, un faro en medio de la tormenta. Pero esa mañana, la luz se había apagado de manera brutal.

En el castaño, los ecos de risas y sueños compartidos se convirtieron en susurros de tristeza. La lucha por la libertad y la esperanza que Clara y Lucas habían defendido ahora se convertía en un legado que sus hijos debían llevar adelante.

Con el tiempo, la memoria de sus padres viviría en cada palabra, en cada acción y en cada sueño que Valeria y Hugo decidieran perseguir. La tragedia había marcado un capítulo final, pero el amor que habían cultivado perduraría, resonando a través de los años, como un eco de resistencia ante la adversidad.

Flashback de lucas implicado en politica clandestina antifranquista

**Capítulo 5: Nuevos Horizontes**

El otoño de 1936 trajo consigo una brisa fría que susurraba cambios en el aire. Lucas se encontraba en la biblioteca del barrio, rodeado de libros y ***etos, su mente bullendo de ideas y emociones. Había escuchado sobre las Juventudes Socialistas Unificadas y, a medida que se adentraba en la lectura de los textos sobre sus principios, se sentía cada vez más atraído por el ideal de justicia social y la lucha por un futuro mejor.

Aquella tarde, Clara lo acompañó. Ella se sentó a su lado, observando cómo él leía con tanta intensidad. La luz del sol se filtraba a través de las ventanas, iluminando su rostro decidido.

—¿Qué te preocupa tanto? —preguntó Clara, curiosa.

—Estoy pensando en unirme a las Juventudes Socialistas —respondió Lucas, dejando el ***eto a un lado. —Creo que es hora de involucrarse, de hacer algo por la gente que realmente lo necesita.

Clara se quedó en silencio, sopesando sus palabras. Sabía lo apasionado que era Lucas en sus convicciones, pero también comprendía los riesgos que implicaba.

—Es un gran compromiso —dijo finalmente—. ¿Estás preparado para eso?

—No es solo un compromiso —contestó Lucas, su mirada brillante—. Es una oportunidad para ser parte del cambio. Este país necesita voces que defiendan la igualdad y la justicia.

El corazón de Clara latía con fuerza, sabiendo que sus caminos podrían divergir. Pero en lugar de sentir miedo, se sintió inspirada por su determinación. —Si eso es lo que quieres, entonces debes hacerlo. Pero prometeme que siempre estarás atento a lo que sucede a tu alrededor.

Lucas sonrió, y en su mirada había una mezcla de amor y desafío. —Siempre. Pero me gustaría que me acompañaras, que formemos parte de esto juntos.

Esa noche, en la reunión de la Juventud Socialista, el ambiente estaba lleno de entusiasmo. Los jóvenes se congregaban en un pequeño local, discutiendo sobre los problemas sociales, la situación del país y la necesidad de unir fuerzas para luchar por un futuro diferente. Lucas, emocionado, observó cómo las ideas florecían en un ambiente de camaradería y determinación.

—Hoy más que nunca necesitamos un cambio —dijo un joven orador, su voz resonando con fervor—. Este país ha sufrido demasiado. Las luchas de nuestros padres no pueden ser en vano. Juntos, somos la fuerza que puede tras*formar nuestra realidad.

Lucas se sintió inspirado. Cada palabra resonaba en su interior, empujándolo hacia adelante. A su lado, otros jóvenes asentían con fervor, y él se sintió parte de algo más grande, un movimiento que podía marcar la diferencia.

Al final de la reunión, Lucas se acercó al grupo que organizaba la afiliación. Con el corazón latiendo con fuerza, llenó el formulario, firmando su nombre con determinación.

Cuando regresó a casa, Clara lo esperaba con una taza de té caliente. Sus ojos brillaban con curiosidad. —¿Cómo te fue?

—Increíble —dijo Lucas, sin poder ocultar la emoción en su voz—. He decidido unirme. Es un paso importante, y siento que estoy haciendo lo correcto.

Clara lo miró con una mezcla de admiración y preocupación. Y así, con cada reunión y cada manifestación, Lucas se adentraba más en un camino de lucha y esperanza, mientras Clara se mantenía a su lado, fortaleciendo sus raíces en medio de la tormenta que se avecinaba.

un epilogo, donde la pareja se conoce por primera vez en 1936
**Epílogo: Raíces de un Amor**

En una cálida tarde de verano de 1936, el aire estaba impregnado de la fragancia de las flores en el jardín de la abuela de Clara, quien celebraba un cumpleaños en su casa de campo. La risa y el bullicio de los familiares llenaban el ambiente, y la música sonaba alegremente de fondo. Clara, apenas diecisiete años, paseaba por el jardín, disfrutando del sol y la compañía.

Fue entonces cuando lo vio. Lucas, un joven de mirada intensa y sonrisa sincera, se acercó al grupo de niños que jugaban a la pelota. Era el primo de una amiga, recién llegado de la ciudad. Clara sintió una chispa en el aire, una conexión instantánea que la hizo olvidar el bullicio a su alrededor.

—¿Te gustaría jugar? —le preguntó Lucas, lanzando la pelota hacia ella.

Clara sonrió, sorprendida por su audacia. —¡Claro! Pero no esperes que sea fácil.

A medida que la tarde avanzaba, la competición se convirtió en risas y juegos. Lucas tenía un espíritu libre, y Clara se sentía viva y libre a su lado. En cada mirada intercambiada, en cada risa compartida, el mundo que los rodeaba desaparecía.

Aquel día, mientras el sol comenzaba a ponerse, Clara y Lucas se encontraron en un rincón del jardín, alejados del bullicio de la fiesta. La luz dorada iluminaba sus rostros, y el aire parecía vibrar con una energía mágica.

—¿Qué piensas del mundo que nos rodea? —preguntó Lucas, su mirada profunda y seria.

Clara, sorprendida por la intensidad de la pregunta, pensó en los rumores de tensiones políticas que empezaban a dominar la conversación en los hogares. —Me gustaría que todos pudieran vivir en paz, sin miedo. Pero siento que algo está cambiando.

—Yo también —respondió Lucas, inclinándose un poco más cerca. —Pero creo que lo más importante es no perder la esperanza.

En ese instante, el tiempo se detuvo. Clara sintió un impulso irresistible y, casi sin pensarlo, se acercó más. Sus labios se encontraron en un suave beso, un primer contacto que encendió algo profundo en sus corazones.

Ese beso marcó el comienzo de una historia que enfrentaría tempestades y adversidades. A pesar de los tiempos difíciles que se avecinaban, su amor floreció, convirtiéndose en un refugio en medio de la tormenta.

Años después, mientras Clara y Lucas miraban hacia atrás, en los momentos de crisis y dolor, se recordaban a sí mismos cómo todo había comenzado en aquel jardín. El amor había sido su resistencia, su fuerza. Aunque la vida los había llevado por caminos inesperados, su encuentro había sembrado las semillas de un legado que continuaría más allá de su propia existencia.

Y ahora, en la memoria de sus hijos, ese amor perduraba, un testamento de esperanza y valentía en tiempos de oscuridad. La historia de Clara y Lucas no solo era un relato de dos almas que se encontraron, sino también de un amor que se convirtió en un faro para las generaciones futuras. En cada lágrima y en cada sonrisa, en cada acto de resistencia, su espíritu vivía, recordando que, aunque la vida podía ser cruel, el amor siempre hallaría su camino.

hay que matizar, es un poco retarted (cree que el 23F y el 11m pasan en unos pocos meses, entre otros errores) ESTO SE LO VENDES A RTVE y te hace un Amar en tiempos revueltos/cuentame, y te forras con los derechos de autor
 
Última edición:
ponle titulo a esta historia
"Raíces de Libertad"

Escribeme el inicio de esta historia

**Capítulo 1: Un Verano de Cambio**

Era el verano de 1936 en un pequeño pueblo de la costa española, donde el sol dorado bañaba las calles empedradas y el aire estaba impregnado del aroma a mar. Clara, una joven de diecisiete años, pasaba sus días entre la playa y la biblioteca del pueblo, sumergiéndose en novelas que alimentaban su espíritu soñador. Pero más allá de sus lecturas, un susurro de cambio comenzaba a flotar en el aire, una corriente de inquietud que inquietaba a los mayores y despertaba la curiosidad de los jóvenes.

Aquella mañana, Clara había decidido pasear por el mercado, donde los colores vibrantes de las frutas y verduras se mezclaban con las voces de los vendedores. Mientras se movía entre las multitudes, su mirada se posó en un grupo de jóvenes que discutían animadamente en una esquina. Sus gestos eran apasionados, sus risas, contagiosas. Clara sintió una extraña atracción hacia ellos, un deseo de entender lo que estaba en juego.

Fue entonces cuando lo vio. Lucas, un joven alto y de cabello oscuro, se destacaba entre el grupo, su sonrisa iluminando el lugar. Clara se sintió intrigada. La energía que emanaba de él era magnética, como si su presencia pudiera encender una chispa en el corazón de quienes lo rodeaban.

Sin pensarlo, se acercó al grupo. A medida que se unía a la conversación, la curiosidad se apoderó de ella. Lucas estaba hablando sobre la situación política del país, de la creciente tensión y de las injusticias que afectaban a los más desfavorecidos. Sus palabras resonaban en el corazón de Clara, despertando un deseo profundo de involucrarse, de luchar por un mundo mejor.

—¡La revolución está en marcha! —exclamó Lucas, sus ojos brillando de pasión—. Es momento de que los jóvenes se levanten y exijan lo que es justo. No podemos quedarnos de brazos cruzados.

Clara, sorprendida por la fuerza de sus palabras, sintió un hormigueo en el estómago. La idea de cambio, de ser parte de algo más grande, la cautivaba. En ese instante, Lucas se volvió hacia ella, y sus miradas se encontraron. Había una conexión instantánea, una promesa de que sus vidas estaban a punto de entrelazarse de maneras que nunca habrían imaginado.

—¿Te gustaría unirte a nosotros? —preguntó Lucas, con una sonrisa que desarmaba.

Clara asintió, sintiendo que aquel encuentro marcaría el inicio de una nueva etapa en su vida. Aquella tarde, mientras el sol se ocultaba en el horizonte, Clara no solo descubrió el fervor de sus ideales, sino también el destello de un amor que estaba destinado a crecer en medio de la tormenta que se avecinaba. El verano de 1936 sería recordado no solo por el calor del sol, sino por el fuego que empezaba a arder en sus corazones.

capitulo de la detencion de lucas
**Capítulo 8: La Noche de la Desaparición**


La luna llena iluminaba las calles desiertas de Madrid, mientras Clara y Lucas caminaban de regreso a casa tras una reunión clandestina de las Juventudes Socialistas. El aire frío de la noche llevaba consigo el murmullo de la resistencia, pero también una sensación de inquietud que se había vuelto familiar en aquellos días oscuros.

—No sé cuánto más podemos seguir así —dijo Clara, con un tono de preocupación en su voz. —La presión está aumentando, y cada vez hay más redadas.

Lucas, con una mirada decidida, tomó su mano. —No podemos rendirnos, Clara. Cada acción cuenta, y debemos seguir luchando. La libertad no se obtiene sin sacrificio.

Mientras cruzaban una plaza vacía, Clara sintió un escalofrío recorrer su espalda. La tensión en el aire era palpable, como si la ciudad misma estuviera conteniendo el aliento. Fue entonces cuando escucharon el sonido de botas pesadas acercándose.

Antes de que pudieran reaccionar, un grupo de policías franquistas apareció de la nada, bloqueando su camino. Sus rostros estaban enmascarados por la oscuridad, pero Clara pudo ver el destello de las armas en sus manos.

—¡Deténganse! —gritó uno de los oficiales, avanzando hacia ellos.

El corazón de Clara se aceleró. —Lucas, ¡ten cuidado! —susurró, sintiendo el pánico apoderarse de ella.

Los policías rodearon a la pareja, y Lucas se puso frente a Clara, protegiéndola. —No hemos hecho nada. Solo estábamos regresando a casa.

—No nos importa —respondió uno de los oficiales, con un tono amenazador—. Ustedes están en el lugar equivocado a la hora equivocada.

Antes de que Clara pudiera comprender la situación, uno de los policías se abalanzó sobre Lucas, empujándolo contra la pared. —¡Identificación! —ordenó.

Lucas, aún intentando mantener la calma, sacó su documento de identidad. Clara observaba con horror, sintiendo que el mundo se desmoronaba a su alrededor.

—¿Y qué es esto? —preguntó el policía, mirando el documento con desdén—. Actividades subversivas, ¿eh? Vamos, esto no va a terminar bien para ti.

Clara dio un paso adelante, la voz temblorosa. —Por favor, no lo hagan. Solo está defendiendo sus ideales. No ha hecho nada malo.

—Cállate, mujer —gruñó otro de los oficiales, mirándola con desprecio—. Esto no es asunto tuyo.

Lucas fue arrastrado hacia un furgón policial, su mirada se encontró con la de Clara, y en ese instante, ella sintió un torbellino de emociones: miedo, impotencia y un profundo amor.

—¡Lucas! —gritó, extendiendo la mano, pero un oficial la empujó hacia atrás.

—No te preocupes, Clara. Volveré —le aseguró Lucas, su voz firme a pesar de la situación.

La puerta del furgón se cerró de golpe, y el sonido resonó como un eco de la desesperanza. Clara se quedó paralizada, con lágrimas en los ojos, mientras el vehículo se alejaba rápidamente, llevándose consigo a la persona que más amaba.

La noche se volvió más oscura y fría a su alrededor. Clara se abrazó a sí misma, tratando de encontrar consuelo, pero la realidad la golpeó con fuerza. Lucas estaba detenido, y ella no sabía si volvería a verlo.

Mientras caminaba sola por las calles vacías, Clara se sintió como un ave atrapada en una jaula, pero en su interior, una chispa de determinación comenzó a encenderse. La lucha de Lucas no podía ser en vano. No se rendiría, no permitiría que el miedo la paralizara.

Esa noche, en su corazón, Clara tomó una decisión. Lucharía por su amor y por todos los que, como Lucas, habían sido silenciados. La resistencia debía continuar, y su voz se alzaría, aún en medio de la tormenta.

escribe un capitulo en el que clara acaba en una carcel franquista en 1939
**Capítulo 9: Tras las Rejas**

El frío de la mañana se colaba por las rendijas de la pequeña celda, despertando a Clara de un sueño inquieto. Había pasado semanas encerrada en esa prisión, un lugar donde el eco de las voces de los guardias resonaba con una autoridad que oprimía aún más su espíritu. A través de la pequeña ventana, la luz del sol apenas lograba entrar, como si la libertad misma estuviera en una lucha constante por atravesar las sombras.

Clara se sentó en el borde de su estrecha cama, recordando el día en que todo cambió. La vida que había conocido, llena de promesas y sueños, se desvaneció rápidamente cuando el conflicto estalló y las fuerzas franquistas comenzaron a aplastar cualquier atisbo de resistencia. Fue en medio de una manifestación pacífica, una de tantas en las que ella había creído que su voz podría marcar la diferencia, donde fue arrestada. La brutalidad con la que la trataron dejó una marca imborrable en su alma.

La celda estaba fría y húmeda, con el olor a moho y desesperanza impregnando el aire. Clara miró a su alrededor, sus compañeras de prisión reflejaban en sus rostros el mismo desasosiego que sentía. Algunas hablaban en susurros, compartiendo historias de sus vidas antes de la guerra, mientras que otras simplemente miraban al suelo, perdidas en sus pensamientos.

—Clara, ¿cómo te sientes hoy? —preguntó una voz suave a su lado. Era Ana, una mujer que había sido arrestada por sus actividades políticas. Habían formado un lazo en esos días oscuros, unidas por la misma lucha y el mismo destino.

—No lo sé, Ana —respondió Clara, sintiendo que la tristeza la abrumaba—. A veces creo que el mundo allá afuera ha olvidado que existimos.

Ana asintió, su mirada llena de comprensión. —Pero no podemos perder la esperanza. La lucha sigue, incluso aquí. Cada día que sobrevivimos es un acto de resistencia.

Clara sonrió débilmente, reconociendo la verdad en las palabras de su amiga. Sin embargo, el peso de la realidad seguía presionando sobre su pecho. Las noches eran las más difíciles, cuando los gritos de otros prisioneros resonaban en los pasillos, recordándole que la violencia y la opresión nunca estaban lejos.

En la celda, las horas se deslizaban lentamente. Clara pasaba el tiempo tratando de recordar los momentos felices que había compartido con Lucas, las risas, los sueños de un futuro juntos. Esa memoria se convirtió en su refugio, un lugar al que podía escapar de las paredes de la prisión.

Una tarde, mientras los guardias patrullaban los pasillos, Clara se armó de valor y preguntó a una de las mujeres que había sido liberada recientemente. —¿Qué está pasando allá afuera? ¿La lucha continúa?

La mujer miró a su alrededor, asegurándose de que nadie la escuchara, y susurró: —Las cosas están cambiando, pero es lento. La resistencia no se detiene. Hay quienes aún luchan por nuestra libertad.

Esas palabras resonaron en Clara como un faro de esperanza. A pesar de la opresión, la llama de la resistencia seguía viva. Con cada día que pasaba, su determinación crecía. No podía rendirse. No solo por ella, sino por todos aquellos que habían luchado y sufrido.

Esa noche, mientras las estrellas titilaban en el cielo oscuro más allá de su ventana, Clara cerró los ojos y se imaginó corriendo junto a Lucas, riendo y soñando con un futuro en libertad. La prisión podía encerrarla físicamente, pero su espíritu seguía en lucha, un grito silenciado pero poderoso en su interior.

Y así, en las sombras de la celda, Clara decidió que no permitiría que su historia terminara en olvido. Su voz seguiría resonando, y aunque las circunstancias eran sombrías, el amor y la esperanza que había cultivado en su corazón serían su verdadera libertad.

capitulo en el que lucas se enfada porque valeria sale con un ultraderechista
**Capítulo 31: Un Corazón Roto**


La tarde de otoño trajo consigo un aire fresco y crujiente, mientras las hojas caídas cubrían las calles de Madrid. Lucas se encontraba en la sala de estar, sumido en la lectura de un libro sobre la historia reciente de España, cuando Valeria entró en casa, radiante y con una sonrisa que iluminaba su rostro.

—¡Papá! —exclamó, con una emoción contagiosa—. Quiero que conozcas a alguien.

Lucas levantó la vista, sintiendo un escalofrío de anticipación. Había algo en su tono que lo intrigaba y, al mismo tiempo, lo llenaba de inquietud. —¿A quién has conocido? —preguntó, intentando ocultar su nerviosismo.

—Se llama Javier. Es un chico increíble, y creo que podrías llevarte bien con él.

—¿Javier? —repetió Lucas, su corazón comenzando a latir con fuerza—. ¿Y qué hace? ¿Qué le gusta?

—Es estudiante de Derecho, y... bueno, está involucrado en un grupo de jóvenes que promueven valores tradicionales —dijo Valeria, notando la expresión de su padre—. ¡Es muy apasionado por lo que hace!

Lucas sintió una punzada en el estómago. —¿Valores tradicionales? ¿Qué tipo de valores?

—Ya sabes, cosas como la familia y la patria. No es nada malo —se apresuró a decir Valeria, viendo la expresión de descontento en el rostro de su padre.

—Valeria, eso suena como algo más que solo "valores tradicionales". ¿Te has dado cuenta de a qué grupo pertenece? —preguntó Lucas, intentando mantener la calma.

—No es un grupo extremista, papá. Es solo un grupo que cree en la unidad del país —respondió ella, defensiva.

Lucas se levantó, sintiendo cómo la decepción lo invadía. —¿Unidad? ¿A costa de quién? Sabes lo que esos ideales han causado en nuestra historia. Tu progenitora y yo hemos luchado para que no volvamos a caer en esas ideologías.

Valeria frunció el ceño, sintiéndose herida. —No estoy diciendo que esté de acuerdo con todo lo que ellos creen. Solo que me gusta Javier. Es inteligente y tiene sus propias ideas.

—¿Y esas ideas incluyen el desprecio por aquellos que piensan diferente? —Lucas no podía ocultar su frustración—. Me duele saber que estás saliendo con alguien que podría representar lo que más hemos tratado de combatir.

La conversación se tornó más tensa. Valeria se sintió atrapada entre el amor por su padre y la atracción hacia un chico que le hacía sentir viva. —Papá, no puedes juzgar a alguien solo por su afiliación política. La vida es más compleja que eso.

—Tal vez, pero a veces la complejidad es peligrosa —respondió Lucas, su voz temblando—. Quiero que estés con alguien que respete los valores por los que hemos luchado, no con alguien que los pone en tela de juicio.

Valeria, con lágrimas en los ojos, sintió que el dolor de la decepción comenzaba a ahogar su alegría. —No entiendo por qué no puedes confiar en mí. No soy una niña, papá. Puedo tomar mis propias decisiones.

—No se trata de confianza, se trata de preocupación —dijo Lucas, su voz más suave—. Me preocupa que no veas las implicaciones de estar con alguien así. Quiero que seas feliz, pero también quiero que estés informada.

La sala se llenó de un silencio incómodo. Valeria se giró hacia la ventana, luchando por contener las lágrimas. Lucas, por su parte, sintió que su corazón se rompía al ver a su hija tan dolida. La decepción lo abrumaba, pero sabía que su amor por ella siempre sería más fuerte que cualquier desacuerdo.

—Valeria, solo quiero lo mejor para ti. —dijo finalmente—. ¿Puedes prometerme que seguirás cuestionando todo lo que te dicen?

Ella asintió lentamente, con la voz entrecortada. —Lo prometo, papá. Pero también necesito que entiendas que tengo derecho a explorar mi propia vida, incluso si eso significa salir con alguien con quien no estás de acuerdo.

Lucas se dio cuenta de que su hija estaba creciendo y tomando decisiones que podrían no alinearse con sus propios valores. Aunque la decepción lo consumía, también entendía que parte de ser padre era permitir que sus hijos se enfrentaran al mundo y aprendieran por sí mismos.

Esa tarde, en medio de la tensión, ambos se dieron cuenta de que el amor que se tenían debía ser el hilo conductor en sus vidas, incluso cuando el camino se tornara espinoso. Aunque Lucas no podía aceptar la elección de Valeria, se prometió a sí mismo que no dejaría que esa diferencia se interpusiera entre ellos.

capitulo en el que lucas se disgusta porque su hija valeria vota al PP

**Capítulo 33: La Desilusión de un Padre**


Era una tarde soleada de mayo en Madrid, y el bullicio de la ciudad se sentía vibrante. La gente caminaba con prisa, y las terrazas de los cafés estaban llenas de risas y conversaciones animadas. Sin embargo, en el pequeño apartamento de Clara y Lucas, una nube de tensión comenzaba a cernirse.

Valeria, ahora una joven adulta y con un fuerte sentido de independencia, entró en casa con un brillo en los ojos. Había estado esperando este día, el día de las elecciones. Sin embargo, la alegría en su rostro se desvaneció cuando vio la expresión grave de su padre.

—Papá, ¡ya he votado! —anunció Valeria, casi con orgullo.

—Eso es genial, Valeria —respondió Lucas, aunque su voz carecía de entusiasmo—. ¿A quién votaste?

—Al PP —dijo ella, sin dudarlo.

La respuesta cayó como un jarro de agua fría. Lucas sintió que un torrente de emociones lo invadía: decepción, tristeza y una chispa de rabia. Se quedó en silencio, buscando las palabras adecuadas para expresar lo que sentía.

—Valeria, ¿por qué? —preguntó finalmente, su voz temblando—. Sabes lo que ese partido representa. Lo que ha hecho a nuestro país.

Valeria frunció el ceño, sintiéndose atacada. —Papá, no todo es blanco o neցro. He estado leyendo y creo que tienen buenas propuestas para el futuro. No podemos quedarnos atrapados en el pasado.

—¿El pasado? —replicó Lucas, levantando la voz sin querer—. El pasado es lo que ha moldeado nuestras vidas. Es lo que nos ha enseñado sobre la lucha, sobre la justicia. No puedes ignorar eso.

—No estoy ignorando nada —respondió Valeria, con determinación—. Simplemente creo que necesitamos un enfoque diferente. La política no es solo sobre ideales; también se trata de pragmatismo.

Clara, que había estado en la cocina, sintió la tensión y decidió intervenir. —Chicos, tal vez deberíamos calmarnos. Valeria tiene derecho a sus propias opiniones.

—¡No se trata solo de opiniones! —exclamó Lucas, exasperado—. Se trata de principios. Y lo que más me duele es que parece que no entiendes de dónde ven esos principios.

Valeria respiró hondo, sintiendo que las lágrimas comenzaban a asomarse a sus ojos. —¿Y qué pasa si quiero construir mi propio camino? Siempre he admirado tu lucha, papá, pero yo tengo mis propias ideas. ¿Por qué no puedes aceptarlo?

Lucas, al ver la angustia en el rostro de su hija, se sintió culpable por haber elevado la voz. —No se trata de no aceptarlo. Solo quiero que entiendas las implicaciones de tu decisión. Quiero que recuerdes las historias que te conté sobre nuestra lucha, sobre cómo el poder puede corromperse.

—Lo sé, y siempre lo recordaré —respondió Valeria, su voz más suave—. Pero necesito encontrar mi propia voz, mis propias convicciones.

La habitación se llenó de un silencio pesado. Lucas sintió una punzada de tristeza al ver que su hija estaba creciendo y forjando su propio camino, un camino que no necesariamente se alineaba con el suyo. Clara miró a ambos, comprendiendo la profundidad del momento.

—Quizás lo que deberíamos hacer es hablar de esto en lugar de pelear —sugirió Clara—. Podríamos discutir nuestras diferencias y aprender unos de otros.

Valeria asintió, apreciando el intento de su progenitora de mediar. —Me gustaría eso. Quiero que me cuenten más sobre por qué creen que mis decisiones están equivocadas, pero también me gustaría compartir por qué creo que estoy en lo correcto.

Lucas respiró hondo, sintiendo que el amor por su hija superaba cualquier desacuerdo político. —Está bien. Hablemos. Pero debes prometerme que siempre cuestionarás lo que escuchas y que no dejarás que nadie te diga qué pensar.

Valeria sonrió, aliviada. —Prometido. Y lo mismo va para ustedes. Nunca dejen de cuestionar lo que piensan.

Así, en medio de una tarde soleada, la familia comenzó a abrir un espacio para la conversación, un puente entre generaciones que, aunque marcado por diferencias, también estaba cimentado en el amor y el respeto. Aunque Lucas sentía una desilusión profunda, también sabía que este era un paso necesario en la evolución de su hija, una joven que estaba lista para encontrar su propia voz en el mundo.
 
Última edición:
Volver