Que un belga o un árabe no compre un piso de 3 millones en el barrio de Salamanca, no implica que vaya a haber más oferta de pisos de 150.000 euros en Vallecas. Tan sencillo como eso.
Si limitas artificialmente la demanda de pisos de alto coste, lo único que provocas es que no se construyan pisos de lujos, y que se pierdan esos puestos de trabajo, ese PIB y esa recaudación fiscal.
Distinto es si me dices que se están construyendo viviendas baratas en barrios obreros y algún extraño fondo se dedica a comprarlas todas para mantenerlas vacías esperando que suban. Ese caso es totalmente inverosímil y no ocurre. La oferta, en condiciones no intervenidad, sigue a la demanda. Si eso no es así, pregúntate cuál es la razón, y terminarás por darte cuenta que es el intervencionismo del Estado el que provoca el problema. Impuestos y suelo caro que impide producir viviendas en precios asequibles, por lo que los promotores se dirigen al sector del lujo que tiene más márgen de beneficios.
Otra vez una serie de afirmaciones que no se ajustan a la verdad. Pero no dejemos que la realidad demonte la teoría falaz...
1. Se construye vivienda en barrios obreros con precios disparados, como sucede en la periferia de Barcelona, desde más allá de Hospitalet hasta Badalona, Sabadell o Barberá; y la mayor parte de esos pisos están vendidos antes de terminar la promoción a fondos, que compran varios de la misma promoción, que luego encuentras por alquileres de 1.400 donde hace 10-15 años los alquileres estaban a 400 o 500 euros. Pondría veinte enlaces, pero no me voy a molestar. La tarea de saber debe de venir impulsado del mismo deseo de conocer.
Hablo de barrios incluso colindantes con San Roque o La Mina.
2. Con urbanizaciones nuevas, y muchas, que se están construyendo en algunas de las poblaciones que he mencionado, sucede más de lo mismo. Se están levantando edificios enormes en grandes extensiones de suelo,
suelo barato de antiguas naves industriales abandonadas que no justifica el precio final de los pisos levantados. Los promotores construyen relativamente barato y venden a precios muy caros en zonas en las que no hay nada. El resto de los servicios corren a cuenta del Estado: carreteras, centros de salud, etc. Es decir, los constructores se llevan una buena tajada y es el contribuyente el que hace todo lo demás. Luego nos quejamos de los impuestos...
Hay que construir, construir, construir, como si esto abaratara algo, cuando lo único que hace es elevar el gasto público en infraestructuras mucho más caras que lo que realmente se ha construido, y que no sirve más que para acoger a gente que no puede vivir ya en la ciudad porque está infestada de delicuentes, pisos turísticos, etc., con precios elevadísimos porque a unos señores extranjeros les ha dado en convertir Barcelona y Madrid en la nueva Londres.
Mucho quejarse del intervencionismo del Estado, pero cuando es el Estado el que se tiene que encargar de conectar esos barrios entonces callamos.
En otros países, las constructoras ofrecen todo tipo de servicios: estaciones de tren, centros comerciales, autobuses, etc... Solo en España y países semejantes se deja a los promotores levantar un piso a precio de risa y venderlo a precio de diamantes a cambio de a
bsolutamente nada más.
3. Promover la construcción de vivienda, a la vez que se trae a millones de personas, y con un Estado megaendeudado, es un suicidio.
En los 70 fue posible construir vivienda después de ese gran desplazamiento de gente a las ciudades (vivienda que por cierto construyó el Estado), porque no existía deuda y, además, porque la calidad de lo que se construía era ínfima. La inversión que hubo de hacerse en los 80 y aun en los 90 para comunicar barriadas enteras con decenas de miles de personas fue inmensa... Y todo se hubo de pagar con impuestos y deuda. Al menos en aquel entonces la economía española vivía de lo que producía, que no eran construir pisos, sino de industria y poco a poco más turismo. Con todo, muchos de esos barrios que se construyeron entonces ahora se caen literalmente a pedazos, de los que no se encarga nadie.
¿Ahora qué? ¿Hay que regalar el suelo a promotoras y permitirles construir con unos estándares de calidad tan ínfimos como los de antaño? ¿Y que luego tenga que venir al rescate el Estado? Y esta vez no para dar cobijo a trabajadores que se desplazan del campo a la ciudad, sino a inmi gración ilegal, a turista y a pasapiseros extranjeros a los que un IBI del 300% más les hace cosquillas. Vamos, a gente que no produce absolutamente nada.
En fin, a seguir soñando y a creerse las patrañas de literatura del siglo XIX.