Llevo tiempo observando en mi entorno el aumento de repentinazos, cánceres y escacharramientos varios, pero este caso que estaban comentando hoy los compañeros del curro es quizás el más deliciosamente cômico.
El repentinado, en un gesto conmovedor de solidaridad ha palmado con 65 recién cumplidos, dando así algo de cuartel a la gente joven y productiva.
Además, el langosto se infartó en su misma comida de jubilación, y tuvo el detalle de esperar a los cafés, permitiendo que los invitados comieran agusto y sin malos rollos.
A la hora del café se desplomó de cara sobre la taza y ahí se quedó.
El compañero que lo contaba no se explicaba cómo podía haber sido, ni el recién jubilado ni su familia tenían antecedentes de enfermedad cardíaca. Nadie conecta, nadie relaciona (bueno, yo sí, pero bastante tenía con aguantarme la risa).
El repentinado, en un gesto conmovedor de solidaridad ha palmado con 65 recién cumplidos, dando así algo de cuartel a la gente joven y productiva.
Además, el langosto se infartó en su misma comida de jubilación, y tuvo el detalle de esperar a los cafés, permitiendo que los invitados comieran agusto y sin malos rollos.
A la hora del café se desplomó de cara sobre la taza y ahí se quedó.
El compañero que lo contaba no se explicaba cómo podía haber sido, ni el recién jubilado ni su familia tenían antecedentes de enfermedad cardíaca. Nadie conecta, nadie relaciona (bueno, yo sí, pero bastante tenía con aguantarme la risa).
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