Japón formó parte de la Alianza durante la Primera Guerra Mundial, negándole el Pacifico a los barcos alemanes.
Cuando se empezó a negociar el Tratado de Londres, que limitaba el tamaño de barcos y de flotas, el Reino Unido y Estados Unidos, trataron al Imperio Japones de potencia menor.
Ahí empieza todo el conflicto del Pacifico en años venideros.
El Tratado de Washington de 1922, no el de Londres de 1930.
Que a Japón se la tratara de potencia menor, es lo que motivó que Japón se acabara aliando con Gran Bretaña en 1902, porque Gran Bretaña fue la única que no la trató como a una potencia menor.
Sin embargo, en los años 20, el problema no era que a Japón se la tratara como potencia menor, si no que EEUU la trataba como a su enemigo estratégico.
El tratado de 1922 humilló a la opinión pública japonesa porque asignaba a Japón una proporción de 5:3 respecto a EEUU y a Gran Bretaña, dejándola como una segundona. Sin embargo, los negociadores japoneses consideraron el tratado como beneficioso para Japón, ya que por capacidad industrial EEUU podía superar a Japón en producción naval por bastante mas de 5 a 3, por lo que el tratado limitaba la superioridad que EEUU podía establecer sobre Japón.
Yamamoto en los años 30 también opinaba, por los mismos motivos, que el tratado era beneficioso para Japón. Y además él apostaba por la superioridad aérea naval, no por la superioridad en tonelaje, por lo que el tratado no perjudicaba a su concepción de cómo iba a ser la Gran Batalla por el Pacífico.
La planificación japonesa tenía en cuenta la vasta superioridad industrial estadounidense, y por eso su plan era tomar todo el cinturón de islas del Pacífico y convertirlas en fortalezas navales para que actuaran como Portaaviones de Tierra desde los que machacar a la armada yanki desde el aire, desgastándola como paso previo a La Batalla Decisiva en la que la armada imperial japonesa derrotaría a la useña por superioridad de habilidad y de espíritu, igual que habían derrotado a la armada rusa en Tsushima.
En conclusión, las proporciones asignadas en el Tratado de 1922, aunque humillantes de cara a la galería, eran beneficiosas para Japón, y los japoneses que entendían del asunto lo sabían. Si EEUU solo podía establecer una ventaja de 5 a 3, los japoneses podían tumbar fácilmente esa ventaja con el anillo de islotes-fortaleza y con su (asumida) superior habilidad y espíritu. Sin el tratado, EEUU se podía ir fácilmente a una superioridad de 5:1 o incluso 10:1 sobre Japón y convertir la futura guerra en totalmente imposible de ganar para los japoneses.
El plan no les funcionó, pero respondía a una lógica, no fue simplemente que estuvieran locos porque les habían picado en el orgullo.