El Führer comenzó diciendo que el tema de la presente conferencia era de tal importancia que, en otros países, su discusión sería seguramente un asunto para una reunión del Gabinete en pleno, pero él -el Führer- había rechazado la idea de convertirlo en tema de discusión ante el círculo más amplio del Gabinete del Reich simplemente por la importancia del asunto. Su exposición que siguió fue el fruto de una deliberación exhaustiva y de las experiencias de sus cuatro años y medio en el poder. Quería explicar a los caballeros presentes sus ideas básicas sobre las oportunidades de desarrollo de nuestra posición en el campo de los asuntos exteriores y sus necesidades, y pidió, en interés de una política alemana a largo plazo, que su exposición fuera considerada, en caso de su fin, como su última voluntad y testamento.
El Führer continuó diciendo:
El objetivo de la política alemana era asegurar, preservar y ampliar la comunidad racial. Se trataba, por tanto, de una cuestión de espacio.
La comunidad racial alemana comprendía más de 85 millones de personas y, debido a su número y a los estrechos límites del espacio habitable en Europa, constituía un núcleo racial densamente poblado, como no se encontraba en ningún otro país y que implicaba el derecho a un espacio vital mayor que en el caso de otros pueblos. Si, en términos territoriales, no existía un resultado político correspondiente a este núcleo racial alemán, esto era consecuencia de siglos de desarrollo histórico, y en la continuación de estas condiciones políticas residía el mayor peligro para la conservación de la raza alemana en su apogeo actual. Detener la decadencia del germanismo en Austria y Checoslovaquia era tan poco posible como mantener el nivel actual en la propia Alemania. En lugar de aumentar, se estaba instalando la esterilidad, y con el tiempo debían surgir desórdenes de carácter social, ya que las ideas políticas e ideológicas siguen siendo efectivas mientras proporcionan la base para la realización de las demandas vitales esenciales de un pueblo. El futuro de Alemania dependía, pues, totalmente de la solución de su necesidad de espacio, y esa solución sólo podía buscarse, por supuesto, durante un período previsible de una a tres generaciones.
Antes de abordar la cuestión de cómo resolver la necesidad de espacio, había que considerar si una solución prometedora para el futuro se alcanzaría mediante la autarquía o mediante una mayor participación en la economía mundial.
Autarquía:
Este logro sólo es posible bajo un estricto liderazgo nacionalsocialista del Estado, lo cual se presupone; aceptando su logro como posible, se podrían enunciar como resultados los siguientes:
A. En el campo de las materias primas sólo hay autarquía limitada, no total.
1) En lo que respecta al carbón, en la medida en que podía considerarse como fuente de materias primas, era posible la autarquía;
2) Pero también en lo que se refiere a los minerales, la situación era mucho más difícil. Las necesidades de hierro se podían satisfacer con recursos nacionales, y lo mismo con los metales ligeros, pero no así con otras materias primas (cobre, estaño).
3) Las necesidades de textiles sintéticos pueden satisfacerse con recursos propios hasta el límite de los suministros de madera. Una solución permanente es imposible.
4) Grasas comestibles-posibles.
B. En el ámbito de la alimentación, la cuestión de la autarquía debía responderse con un rotundo "no".
El aumento general del nivel de vida en comparación con el de hace treinta o cuarenta años ha ido acompañado de un aumento de la demanda y del consumo doméstico, incluso por parte de los productores, de los agricultores. Los frutos de la mayor producción agrícola se han destinado en su totalidad a satisfacer la mayor demanda, por lo que no han representado un aumento absoluto de la producción. Era casi imposible aumentar aún más la producción exigiendo más a la tierra, que ya mostraba signos de agotamiento a causa del uso de fertilizantes artificiales, y era seguro, por tanto, que incluso con el máximo aumento de la producción, era inevitable participar en el comercio mundial. El gasto nada desdeñable de divisas para asegurar el abastecimiento de alimentos mediante importaciones, incluso cuando las cosechas eran buenas, alcanzó proporciones catastróficas cuando las cosechas eran malas. La posibilidad de una catástrofe aumentó en proporción al aumento de la población, en la que, además, el exceso de nacimientos de 560.000 personas al año produjo, como consecuencia, un aumento aún mayor del consumo de pan, ya que un niño consumía más pan que un adulto.
En un continente que disfrutaba de un nivel de vida prácticamente común, no era posible, a largo plazo, hacer frente a las dificultades de abastecimiento de alimentos mediante la reducción de dicho nivel y la racionalización. Puesto que, una vez resuelto el problema del desempleo, se había alcanzado el nivel máximo de consumo, sin duda todavía podían ser posibles algunas modificaciones menores en nuestra producción agrícola interna, pero no era posible ninguna alteración fundamental en nuestra situación alimentaria básica. Por lo tanto, la autarquía era insostenible tanto en lo que respecta a los alimentos como a la economía en su conjunto.
Participación en la economía mundial:
En este sentido, existían limitaciones que no pudimos eliminar. Las fluctuaciones del mercado impedían que Alemania estableciera una posición sólida y segura, y los tratados comerciales no ofrecían garantías de que se llevaran a cabo. En particular, había que recordar que, desde la Segunda Guerra Mundial, los mismos países que antes habían sido exportadores de alimentos se habían industrializado. Vivíamos en una época de imperios económicos en la que se estaba manifestando de nuevo el afán primitivo de colonización; en los casos de Japón e Italia, los motivos económicos subyacían al afán de expansión, y en el caso de Alemania, también, la necesidad económica proporcionaría el estímulo. Para los países que no pertenecían a los grandes imperios económicos, las oportunidades de expansión económica se veían gravemente obstaculizadas.
El auge de la economía mundial, provocado por los efectos económicos del rearme, nunca pudo constituir la base de una economía sana durante un largo período, y ésta se vio obstaculizada sobre todo por las perturbaciones económicas resultantes del bolchevismo. Había una pronunciada debilidad militar en los Estados que dependían para su existencia del comercio exterior. Como nuestro comercio exterior se realizaba por las rutas marítimas dominadas por Gran Bretaña, era más una cuestión de seguridad del tras*porte que de divisas, lo que revelaba, en tiempo de guerra, la debilidad total de nuestra situación alimentaria. El único remedio, que podría parecernos visionario, consistía en la adquisición de mayor espacio vital, una búsqueda que siempre ha sido el origen de la formación de Estados y de la migración de pueblos. Es comprensible que esta búsqueda no haya suscitado interés en Ginebra o entre las naciones saciadas. Si, pues, aceptamos la seguridad de nuestra situación alimentaria como la cuestión principal, el espacio necesario para asegurarla sólo puede buscarse en Europa, no, como en la concepción liberal-capitalista, en la explotación de las colonias. No se trata de aumentar la población, sino de ganar espacio para la agricultura. Además, es más útil buscar zonas de producción de materias primas en la Europa de proximidad inmediata al Reich que en ultramar; la solución así obtenida debe ser suficiente para una o dos generaciones. Lo que pueda resultar necesario más adelante debe dejarse a las generaciones siguientes. El desarrollo de las grandes constelaciones políticas mundiales avanzó, después de todo, pero lentamente, y el pueblo alemán, con su fuerte núcleo racial, encontraría las condiciones más favorables para tal logro en el corazón del continente europeo. La historia de todas las épocas -el Imperio Romano y el Imperio Británico- había demostrado que la expansión sólo podía llevarse a cabo rompiendo la resistencia y asumiendo riesgos; los reveses eran inevitables. Nunca antes hubo espacios sin dueño, y no los hay hoy; el atacante siempre se topa con un poseedor.