Ramiro garcia
Madmaxista
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¿Por qué aún Isabel la Católica no es santa? (1-7)
PARTE 1 de 7
PARTE 2 de 7
PARTE 3 de 7
¿Por qué aún Isabel la Católica no es santa? El problema judío y la causa de canonización (3-7)
---------- Post added 17-may-2017 at 19:13 ----------
PARTE 4 de 7
¿Por qué aún Isabel la Católica no es santa? La posición del cardenal Lustiger (4-7)
PARTE 1 de 7
Sin duda que Isabel la Católica debería gozar desde hace rato de la gloria de los altares. Sobre su vida y su obra algo ya hemos escrito aquí y aquí.
Ahora, ¿a qué tanta demora para poder honrarla como se debe?
Hace unos días, con ocasión del aniversario del nacimiento de esta mujer ejemplar (22 de abril de 1451), aquí y aquí, han comenzado una campaña para pedir la continuación de su proceso de beatificación, hoy estancado.
Con el permiso de su autora, nuestra amiga y ex-alumna, la Prof. Magdalena Ale, damos a conocer ahora un excelente trabajo de investigación donde se responde a este interrogante, rogándole a Dios que prontamente esta reina santa pueda ocupar el lugar que le corresponde para edificación de la Iglesia militante.
Que no te la cuenten…
P. Javier Olivera Ravasi
HISTORIA DE LA CAUSA DE CANONIZACIÓN DE ISABEL LA CATÓLICA
Prof. Magdalena Ale
Introducción
Hace sesenta años una joven argentina llamada, Bertha Bilbao Richter, escribía una carta a Su Santidad Pío XII, en donde expresaba: “El Cristianismo lo llevo profundamente arraigado en el corazón. Hace muchos años que pienso, medito y pido a Dios… para que se cumpla un acto de justicia con la mujer que mayor gravitación ha tenido en los destinos de la Humanidad, me refiero a la Reina Isabel la Católica cuyo solo recuerdo, estoy segura, conmoverá las fibras más delicadas de su corazón. Quedo en paz con mi conciencia al implorar este mi pedido”.
Dicha carta fue el puntapié inicial para abrir el proceso de canonización de Isabel la Católica. Las líneas que citamos han sido reenviadas a diversos Papas por diferentes personas en petición de la canonización de la mujer que hoy invade estas líneas.
El sinuoso camino de su canonización: sus avances y estancamientos, sus esperanzas y frustraciones, son los temas que colmarán los párrafos del presente artículo, que no tiene otro fin que el de promover la devoción de tan egregia reina y aportar un poco más de luz a la historia de su beatificación.
Un gran devoto de la reina supo escribir:
“Sabemos, porque fuimos promotores de ello, que en la Postulación de la Causa en Roma, se almacenan miles y miles de cartas de todo el mundo cristiano que piden al Santo Padre la beatificación de la Sierva de Dios Isabel la Católica. También nosotros mediante esta publicación queremos unirnos a tantos miles de hermanos nuestros y pedir, rogar y suplicar hasta de rodillas si preciso fuere al Santo Padre, que ordene el estudio de esta Causa y la Reina pueda ser elevada al honor de los altares. Las Causas de otros posibles santos están respaldadas por Institutos y otras órdenes religiosas que apoyan y prestan calor en todo momento, que oran y suplican… Esta Causa quizá no tienen esos respaldos tan valiosos. Somos cristianos anónimos los que oramos, pedimos, y suplicamos a Dios…”[1]
A todas aquellas personas que alberguen en su corazón sentimientos para con la Reina Católica, a todos los interesados en la historia de su proceso canónico, a todos aquellos que alguna vez elevaron una plegaria a reina de España, aquende y allende el mar; los invitamos a leer estas páginas.
I PARTE
LA CAUSA DE CANONIZACIÓN DE ISABEL LA CATÓLICA
Historia de la Causa
La protesta judía
Motivos y protagonistas del congelamiento del Proceso
La Causa de Isabel la Católica
Desde la fin de la Reina hasta el inicio de la causa
“Desaparece una Reina que no ha de tener semejante en la tierra por su grandeza de alma y pureza de corazón”[2].
Corría el año 1504 y en Medina del Campo la fin jugaba con el mundo una partida definitoria. Ésta pretendía llevarse a una mujer que desde hacía unos años marcaba el sendero de casi toda Europa y comenzaba a esbozar el de América. Larga y dura fue la contienda, y en noviembre de ese año la fin jugó su última carta resultando victoriosa. Se llevó así a “la mujer que desde su lecho de fin gobernaba al mundo”[3], según comentó un visitante venido desde Italia para los funerales de la Reina.
Apenas muerta Isabel la Católica, comenzó a correr a diestra y siniestra por todos los caminos de Europa, la voz de su santidad de vida, y la constancia y heroicidad con que practicaba sus virtudes.
Los testimonios de las personas que escribieron o hablaron al respecto conforman lo que se llama la “fama de santidad”, un elemento fundamental para la canonización de cualquier hombre.
Pues bien, la fama de santidad de la ya portadora del nombre de “Católica” comenzó el día mismo de su fallecimiento. Dicen los que vivieron en esa época que no hubo bueno que no la llorase ni malo que no se alegrase por la fin de la Reina. Todo el mundo la proclamaba santa, y sin embargo pasados quinientos años desde su fin el mundo todavía no la reconoce como tal.
Podríamos entonces decir, que la causa de canonización de la Reina Católica, halla sus comienzos en aquella alcoba del palacio de Medina del Campo en donde nuestra protagonista dejaba este mundo para siempre. Hasta ese triste 26 de noviembre hay que remontarse para comenzar a recoger los testimonios de su santidad y comprobar cómo la gente la consideró santa desde aquel mismo día.
Pero, ¿quiénes fueron los que hablaron de su santidad? La mayoría de las personas que estuvieron cerca de ella lo hicieron; como por ejemplo su esposo, sus hijos, sus confesores y los nobles más allegados. Pero también, grandes políticos; ajenos a los intereses españoles y también los Papas. Los poetas la cantaron como a una santa y los sabios han elogiado su vida y la propusieron como modelo para las juventudes.
Citaremos a continuación algunos de los testimonios que nos parecen de un valor inestimable:
Fernando el Católico
...viendo que ella murió tan santa y católicamente como vivió, de que es de esperar que Nuestro Señor la tiene en su gloria, que para ella es mejor y más perpetuo Reyno que los que acá tenía[4].
Cardenal Cisneros
Pues en cuanto Cisneros fue advertido, aunque era varón ejercitado en disimular toda tristeza de ánimo, comenzó a derramar lágrimas de piedad por su Majestad y con voz tan desconsolada como extraña que le era, dijo que el sol jamás volvería a ver una Reina como la que había muerto ese día. Nadie podría, agregó, admirar suficientemente semejante grandeza de ánimo, semejante pureza y pudor, tal fomento de la religión cristiana, semejante diligencia como la que tributaba equitativamente a todos, tal conservación de las leyes antiguas y afán por los deberes temporales, y semejante abundancia de pan como la que su prudencia suscitó en todas partes, primer deber de los reyes para con su pueblo. Luego de haber pronunciado este pequeño discurso sobre sus virtudes, devolvió a su alma la aflicción que el tristísimo anuncio le había producido[5].
Hernando de Talavera (confesor de la Reina)
…tan perfecta y tan llena de toda virtud, como entre las aves el águila[6]. Adornada con los siete dones del Espíritu Santo, brilló sobre todas las mujeres de nuestro tiempo. No hubo efectivamente en nuestra época una mujer como ella en toda la tierra[7].
Cristóbal Colón
Su alma fue siempre católica y santa, y presta a todas las cosas de su santo servicio; por esta razón podemos estar seguros de que está ya en el seno de la gloria de Dios y lejos de los cuidados de este mundo agrio y fatigante[8].
Bartolomé de las Casas
Pluguiese a Dios que todos los católicos Reyes, sus sucesores, tengan la mitad del santo celo y cuidado infatigable que de estos divinos y celestiales bienes (los ha enumerado),Su Alteza la Católica Reyna tenía… Deste santo celo, deste intenso cuidado, deste continuo sospiro, desta grande y meritoria voluntad de la dicha Señora muy alta Reina Doña Isabel, darán testimonio las proviciones reales…”[9] .
Este es un testimonio valiosísimo, tanto más por ser Bartolomé de las Casas quien inició la leyenda de color en torno al descubrimiento de América, que más tarde envolverá también a Isabel la Católica.
El papa Sixto IV (carta a la Reina)
Realmente, en todo cuanto atiene al cuidado de quienes son nuevos en la fe…, hemos visto que escribiste con corrección y prudencia. Las cartas están llenas de tu piedad y de tu singular devoción a Dios… Por tanto, hija carísima, cuando conozcamos tu persona, adornada de regias virtudes y signada por divina tarea, nada más te encomendaremos que esta misma devoción en Dios y este mismo afecto y constancia por la fe ortodoxa. Bendiciendo y aprobando este santo propósito tuyo en el Señor… abrazas la causa de Dios…[10].
El papa Inocencio VIII (carta a la Reina)
Queridísima hija nuestra en Cristo. Con nuestro saludo y bendición apostólica. Cuando por primera vez recibimos tus cartas… nos vino gran satisfacción por tan feliz anuncio. Y si con mayor motivo nos alegramos Nos, para quienes siempre es de sumo gozo la victoria de los cristianos sobre los bárbaros, también deben alegrarse con ello todos los católicos, siendo que tales hechos tanto atañen a la gloria y el honor de nuestra Religión… Sabiendo que en esta materia vuestras Majestades siempre han trabajado con sumo afán y supremo celo de la fe católica, no podemos dejar de alabaros y juzgaros dignos de gran alabanza, pues con tanto ardor os afanáis por la fe cristiana. Os exhortamos para que hagáis igual en el futuro, con la ayuda de Dios… Nos, sin embargo, no pudimos contenernos con esta feliz noticia de celebrar públicamente esta victoria y dedicarla a vuestras Majestades para que, en cuanto podamos, vuestra elogio beneficiemos. Esperamos que más seguidamente debamos hacer esto, en honor de vuestras Serenidades, que continuando con tales victorias, ganarán para sí fama y gloria en todo el orbe cristiano[11].
El papa Julio II
Partes hacia España… Allí intentarás demostrar cuán paternalmente y desde el alma apreciamos su Excelencia [de los reyes católicos]… Advertimos, pues, que no hay Reyes ni Príncipes más religiosos que ellos en fomentando a Dios y a la persona de la Iglesia entre los de nuestro tiempo. Han purgado su reino de herejes, errores y vicios todos. Ellos son quienes mejor y de manera más justa han gobernado en nombre de Cristo y quienes más han propagado la verdad, con sumo peligro y trabajo. Ellos son, en fin, quienes con mayor piedad y reverencia han tratado a la Santa Sede Apostólica. Por esta razón han adoptado con justicia el nombre de Católicos, y de esta manera se han procurado para sí suma gloria entre los mortales, gran dignidad a nuestros ojos, y mayor gracia de cara a Dios[12].
El papa León XIII (S. XIX-XX)
…[que el principio y fin de la empresa fue siempre y sólo el incremento de la religión cristiana] fue bien manifiesto para Isabel, quien había penetrado la mente de este gran hombre mejor que nadie: incluso mucho consta que ella misma, mujer de ingenio viril y grande ánimo, claramente tuvo el mismo propósito[13].
Francisco Franco
En la vida de la Reina Isabel tenéis todas un libro para el estudio. Ella conoció también los tiempos turbulentos y materialistas; ella se vio abandonada también a la corrupción y al vicio. Pero supo mantener la pureza de fe y la pureza de sus virtudes[14].
* * *
La Positio canónica de la Reina al hablar de la fama de santidad de Isabel la Católica cita a 45 personas contemporáneas de la Reina, 17 de los siglos XVII y XVIII y 31 de los siglos XIX y XX; llegando a un total de 93 citas, todas con la autoridad y seriedad que merecen para ser citadas en un documento que intenta probar la santidad de una persona.
Cabe entonces preguntarnos: ¿Qué sucedió desde la fin de Isabel la Católica hasta el siglo XX, que no fue siquiera iniciada la causa para su canonización? Miles de personas de todas las épocas y desde distintos lugares del mundo han llenado de elogios a su persona… pero ¿nadie tuvo intención de canonizarla?
La Positio nos aporta una breve explicación del porqué del retraso. Lo primero que afirman los autores al respecto es: “¿Cómo se explica tanto retraso en introducir su Causa de Beatificación? No nos parece posible dar una respuesta satisfactoria a esta pregunta”[15]. Y luego continúan:
Tal vez la misma grandeza de la Sierva de Dios y las extraordinarias implicaciones de todo género de su prodigiosa actividad, pudo frenar en un primer momento lo que debería haber sido el deseo espontáneo de un proceso canónico. Pasados después los tiempos inmediatos a la fin, es claro que el proceso tenía que resultar mucho más complejo, a causa de las obvias dificultades del estudio de las fuentes históricas[16].
Es decir, que durante el tiempo inmediato a la fin de la Reina y la generación siguiente de testigos directos fue una causa prudencial la que estorbó el inicio de la causa; o al decir del postulador de la Reina, Anastasio Gutiérrez: “Evidentemente el tiempo inmediato después de su fin no era el más oportuno para proponer una causa de santidad; había que dejar pasar tiempo para que las aguas se calmasen y dar lugar a una decantación de pasiones y sentimientos”[17]. Y pasada esta generación, parece ser que un motivo burocrático habría impedido su llegada a los altares, pues “La causa se hacía cada día más difícil por la necesidad de depurar la inmensa documentación del reinado”[18].
Estas conclusiones del postulador coinciden con la opinión de los peritos históricos en el proceso diocesano, que atribuyen la demora del inicio de la causa al cambio de dinastía (de los Trastámara a los Austrias), a la gran masa de documentos que había que estudiar, a la situación política nacional e internacional respecto a la Santa Sede, la necesidad de sedimentar los sentimientos y pasiones, etc.
Si bien todos estos argumentos no terminan de darnos una respuesta satisfactoria, pues el mismo postulador afirma que no la ha hallado, tenemos aquí la respuesta que nos dan los actuales valedores de la Reina respecto al retraso de la causa que nos entretiene.
¿Hubo otros motivos que frenaron el inicio del proceso? No podemos confirmarlo, pero algo intuimos. ¿El motivo prudencial, que afirma que hay que esperar a que decanten los sentimientos y pasiones que la Reina Castellana despierta, subsistió después de la primera generación y llega hasta el siglo XXI? Veremos…
Lo que sí sabemos y podemos estar seguros de ello, es que ni bien empezado el siglo XX la Reina Católica será recordada y se iniciará su proceso de canonización, en gran parte con la ayuda de América. ¿Cómo comenzó el proceso? ¿Cómo fue su evolución? ¿Fue apoyado por la gente? Estos son algunos de los temas que hablaremos en el presente capítulo.
* * *
[1] Vidal Gonzáles Sánchez, Isabel la Católica y su fama de santidad ¿Mito o realidad? Madrid, Ediciones Internacionales Universitarias, 2006. P. 24.
[2] Cardenal Cisneros. Positio historica super vita, virtutibus et fama sanctitatis ex officio concinnata» en el Officium Historicum de la Congregación para las Causas de los Santos (1074 páginas, más CXXXIX de introducción, en formato mayor), Sever-Cuesta, Valladolid 1990. P. LII.
[3] Próspero Colonna. Cfr. Walsh, T. William. Isabel la Cruzada. Madrid: Espasa-Calpe, S. A., 1963. P. 212.
[4]Medina del Campo, 26 Nov. 1504. Positio historica super vita, P. 879. La mayoría de estas citas han sido extraídas por el postulador de Vicente Rodríguez Valencia, Isabel la Católica en la opinión de españoles y extranjeros, Valladolid, 1970. Este historiador ha recogido en dos gruesos volúmenes toda la tradición histórica que corrobora la fama de santidad de la Reina. Estos volúmenes figuran en la documentación de la causa (CIC) como vols. XV y XVI, de 566 y 678 páginas respectivamente.
[5] Ibídem, P. 880.
[6] Supra, pp. CIC, III, doc. 228, 105ss. P. 14-38Ibídem, P. 882.
[7] Ibídem, P. LIII.
[8] Walsh, Th. William. Isabel de España. Madrid: Palabra, 2005.
[9]Positio historica super vita, P. 883.
[10] Ibídem, P. 901.
[11]Ibídem, P. 901.
[12]Ibídem, P. 902.
[13]Ibídem, P. 924.
[14] En un discurso pronunciado en Medina del Campo, con motivo de la inauguración de “La Escuela de Mandos” de la sección femenina de la Falange Española y de las JONS; 16 de febrero de 1967. En: Ibídem, P. 931.
[15]Ibídem, P. XX.
[16]Ibídem, P. XX.
[17] Ibídem, P. XX.
[18] Ibídem, P. XX.
Ahora, ¿a qué tanta demora para poder honrarla como se debe?
Hace unos días, con ocasión del aniversario del nacimiento de esta mujer ejemplar (22 de abril de 1451), aquí y aquí, han comenzado una campaña para pedir la continuación de su proceso de beatificación, hoy estancado.
Con el permiso de su autora, nuestra amiga y ex-alumna, la Prof. Magdalena Ale, damos a conocer ahora un excelente trabajo de investigación donde se responde a este interrogante, rogándole a Dios que prontamente esta reina santa pueda ocupar el lugar que le corresponde para edificación de la Iglesia militante.
Que no te la cuenten…
P. Javier Olivera Ravasi
HISTORIA DE LA CAUSA DE CANONIZACIÓN DE ISABEL LA CATÓLICA
Prof. Magdalena Ale
Introducción
Hace sesenta años una joven argentina llamada, Bertha Bilbao Richter, escribía una carta a Su Santidad Pío XII, en donde expresaba: “El Cristianismo lo llevo profundamente arraigado en el corazón. Hace muchos años que pienso, medito y pido a Dios… para que se cumpla un acto de justicia con la mujer que mayor gravitación ha tenido en los destinos de la Humanidad, me refiero a la Reina Isabel la Católica cuyo solo recuerdo, estoy segura, conmoverá las fibras más delicadas de su corazón. Quedo en paz con mi conciencia al implorar este mi pedido”.
Dicha carta fue el puntapié inicial para abrir el proceso de canonización de Isabel la Católica. Las líneas que citamos han sido reenviadas a diversos Papas por diferentes personas en petición de la canonización de la mujer que hoy invade estas líneas.
El sinuoso camino de su canonización: sus avances y estancamientos, sus esperanzas y frustraciones, son los temas que colmarán los párrafos del presente artículo, que no tiene otro fin que el de promover la devoción de tan egregia reina y aportar un poco más de luz a la historia de su beatificación.
Un gran devoto de la reina supo escribir:
“Sabemos, porque fuimos promotores de ello, que en la Postulación de la Causa en Roma, se almacenan miles y miles de cartas de todo el mundo cristiano que piden al Santo Padre la beatificación de la Sierva de Dios Isabel la Católica. También nosotros mediante esta publicación queremos unirnos a tantos miles de hermanos nuestros y pedir, rogar y suplicar hasta de rodillas si preciso fuere al Santo Padre, que ordene el estudio de esta Causa y la Reina pueda ser elevada al honor de los altares. Las Causas de otros posibles santos están respaldadas por Institutos y otras órdenes religiosas que apoyan y prestan calor en todo momento, que oran y suplican… Esta Causa quizá no tienen esos respaldos tan valiosos. Somos cristianos anónimos los que oramos, pedimos, y suplicamos a Dios…”[1]
A todas aquellas personas que alberguen en su corazón sentimientos para con la Reina Católica, a todos los interesados en la historia de su proceso canónico, a todos aquellos que alguna vez elevaron una plegaria a reina de España, aquende y allende el mar; los invitamos a leer estas páginas.
I PARTE
LA CAUSA DE CANONIZACIÓN DE ISABEL LA CATÓLICA
Historia de la Causa
La protesta judía
Motivos y protagonistas del congelamiento del Proceso
La Causa de Isabel la Católica
Desde la fin de la Reina hasta el inicio de la causa
“Desaparece una Reina que no ha de tener semejante en la tierra por su grandeza de alma y pureza de corazón”[2].
Corría el año 1504 y en Medina del Campo la fin jugaba con el mundo una partida definitoria. Ésta pretendía llevarse a una mujer que desde hacía unos años marcaba el sendero de casi toda Europa y comenzaba a esbozar el de América. Larga y dura fue la contienda, y en noviembre de ese año la fin jugó su última carta resultando victoriosa. Se llevó así a “la mujer que desde su lecho de fin gobernaba al mundo”[3], según comentó un visitante venido desde Italia para los funerales de la Reina.
Apenas muerta Isabel la Católica, comenzó a correr a diestra y siniestra por todos los caminos de Europa, la voz de su santidad de vida, y la constancia y heroicidad con que practicaba sus virtudes.
Los testimonios de las personas que escribieron o hablaron al respecto conforman lo que se llama la “fama de santidad”, un elemento fundamental para la canonización de cualquier hombre.
Pues bien, la fama de santidad de la ya portadora del nombre de “Católica” comenzó el día mismo de su fallecimiento. Dicen los que vivieron en esa época que no hubo bueno que no la llorase ni malo que no se alegrase por la fin de la Reina. Todo el mundo la proclamaba santa, y sin embargo pasados quinientos años desde su fin el mundo todavía no la reconoce como tal.
Podríamos entonces decir, que la causa de canonización de la Reina Católica, halla sus comienzos en aquella alcoba del palacio de Medina del Campo en donde nuestra protagonista dejaba este mundo para siempre. Hasta ese triste 26 de noviembre hay que remontarse para comenzar a recoger los testimonios de su santidad y comprobar cómo la gente la consideró santa desde aquel mismo día.
Pero, ¿quiénes fueron los que hablaron de su santidad? La mayoría de las personas que estuvieron cerca de ella lo hicieron; como por ejemplo su esposo, sus hijos, sus confesores y los nobles más allegados. Pero también, grandes políticos; ajenos a los intereses españoles y también los Papas. Los poetas la cantaron como a una santa y los sabios han elogiado su vida y la propusieron como modelo para las juventudes.
Citaremos a continuación algunos de los testimonios que nos parecen de un valor inestimable:
Fernando el Católico
...viendo que ella murió tan santa y católicamente como vivió, de que es de esperar que Nuestro Señor la tiene en su gloria, que para ella es mejor y más perpetuo Reyno que los que acá tenía[4].
Cardenal Cisneros
Pues en cuanto Cisneros fue advertido, aunque era varón ejercitado en disimular toda tristeza de ánimo, comenzó a derramar lágrimas de piedad por su Majestad y con voz tan desconsolada como extraña que le era, dijo que el sol jamás volvería a ver una Reina como la que había muerto ese día. Nadie podría, agregó, admirar suficientemente semejante grandeza de ánimo, semejante pureza y pudor, tal fomento de la religión cristiana, semejante diligencia como la que tributaba equitativamente a todos, tal conservación de las leyes antiguas y afán por los deberes temporales, y semejante abundancia de pan como la que su prudencia suscitó en todas partes, primer deber de los reyes para con su pueblo. Luego de haber pronunciado este pequeño discurso sobre sus virtudes, devolvió a su alma la aflicción que el tristísimo anuncio le había producido[5].
Hernando de Talavera (confesor de la Reina)
…tan perfecta y tan llena de toda virtud, como entre las aves el águila[6]. Adornada con los siete dones del Espíritu Santo, brilló sobre todas las mujeres de nuestro tiempo. No hubo efectivamente en nuestra época una mujer como ella en toda la tierra[7].
Cristóbal Colón
Su alma fue siempre católica y santa, y presta a todas las cosas de su santo servicio; por esta razón podemos estar seguros de que está ya en el seno de la gloria de Dios y lejos de los cuidados de este mundo agrio y fatigante[8].
Bartolomé de las Casas
Pluguiese a Dios que todos los católicos Reyes, sus sucesores, tengan la mitad del santo celo y cuidado infatigable que de estos divinos y celestiales bienes (los ha enumerado),Su Alteza la Católica Reyna tenía… Deste santo celo, deste intenso cuidado, deste continuo sospiro, desta grande y meritoria voluntad de la dicha Señora muy alta Reina Doña Isabel, darán testimonio las proviciones reales…”[9] .
Este es un testimonio valiosísimo, tanto más por ser Bartolomé de las Casas quien inició la leyenda de color en torno al descubrimiento de América, que más tarde envolverá también a Isabel la Católica.
El papa Sixto IV (carta a la Reina)
Realmente, en todo cuanto atiene al cuidado de quienes son nuevos en la fe…, hemos visto que escribiste con corrección y prudencia. Las cartas están llenas de tu piedad y de tu singular devoción a Dios… Por tanto, hija carísima, cuando conozcamos tu persona, adornada de regias virtudes y signada por divina tarea, nada más te encomendaremos que esta misma devoción en Dios y este mismo afecto y constancia por la fe ortodoxa. Bendiciendo y aprobando este santo propósito tuyo en el Señor… abrazas la causa de Dios…[10].
El papa Inocencio VIII (carta a la Reina)
Queridísima hija nuestra en Cristo. Con nuestro saludo y bendición apostólica. Cuando por primera vez recibimos tus cartas… nos vino gran satisfacción por tan feliz anuncio. Y si con mayor motivo nos alegramos Nos, para quienes siempre es de sumo gozo la victoria de los cristianos sobre los bárbaros, también deben alegrarse con ello todos los católicos, siendo que tales hechos tanto atañen a la gloria y el honor de nuestra Religión… Sabiendo que en esta materia vuestras Majestades siempre han trabajado con sumo afán y supremo celo de la fe católica, no podemos dejar de alabaros y juzgaros dignos de gran alabanza, pues con tanto ardor os afanáis por la fe cristiana. Os exhortamos para que hagáis igual en el futuro, con la ayuda de Dios… Nos, sin embargo, no pudimos contenernos con esta feliz noticia de celebrar públicamente esta victoria y dedicarla a vuestras Majestades para que, en cuanto podamos, vuestra elogio beneficiemos. Esperamos que más seguidamente debamos hacer esto, en honor de vuestras Serenidades, que continuando con tales victorias, ganarán para sí fama y gloria en todo el orbe cristiano[11].
El papa Julio II
Partes hacia España… Allí intentarás demostrar cuán paternalmente y desde el alma apreciamos su Excelencia [de los reyes católicos]… Advertimos, pues, que no hay Reyes ni Príncipes más religiosos que ellos en fomentando a Dios y a la persona de la Iglesia entre los de nuestro tiempo. Han purgado su reino de herejes, errores y vicios todos. Ellos son quienes mejor y de manera más justa han gobernado en nombre de Cristo y quienes más han propagado la verdad, con sumo peligro y trabajo. Ellos son, en fin, quienes con mayor piedad y reverencia han tratado a la Santa Sede Apostólica. Por esta razón han adoptado con justicia el nombre de Católicos, y de esta manera se han procurado para sí suma gloria entre los mortales, gran dignidad a nuestros ojos, y mayor gracia de cara a Dios[12].
El papa León XIII (S. XIX-XX)
…[que el principio y fin de la empresa fue siempre y sólo el incremento de la religión cristiana] fue bien manifiesto para Isabel, quien había penetrado la mente de este gran hombre mejor que nadie: incluso mucho consta que ella misma, mujer de ingenio viril y grande ánimo, claramente tuvo el mismo propósito[13].
Francisco Franco
En la vida de la Reina Isabel tenéis todas un libro para el estudio. Ella conoció también los tiempos turbulentos y materialistas; ella se vio abandonada también a la corrupción y al vicio. Pero supo mantener la pureza de fe y la pureza de sus virtudes[14].
* * *
La Positio canónica de la Reina al hablar de la fama de santidad de Isabel la Católica cita a 45 personas contemporáneas de la Reina, 17 de los siglos XVII y XVIII y 31 de los siglos XIX y XX; llegando a un total de 93 citas, todas con la autoridad y seriedad que merecen para ser citadas en un documento que intenta probar la santidad de una persona.
Cabe entonces preguntarnos: ¿Qué sucedió desde la fin de Isabel la Católica hasta el siglo XX, que no fue siquiera iniciada la causa para su canonización? Miles de personas de todas las épocas y desde distintos lugares del mundo han llenado de elogios a su persona… pero ¿nadie tuvo intención de canonizarla?
La Positio nos aporta una breve explicación del porqué del retraso. Lo primero que afirman los autores al respecto es: “¿Cómo se explica tanto retraso en introducir su Causa de Beatificación? No nos parece posible dar una respuesta satisfactoria a esta pregunta”[15]. Y luego continúan:
Tal vez la misma grandeza de la Sierva de Dios y las extraordinarias implicaciones de todo género de su prodigiosa actividad, pudo frenar en un primer momento lo que debería haber sido el deseo espontáneo de un proceso canónico. Pasados después los tiempos inmediatos a la fin, es claro que el proceso tenía que resultar mucho más complejo, a causa de las obvias dificultades del estudio de las fuentes históricas[16].
Es decir, que durante el tiempo inmediato a la fin de la Reina y la generación siguiente de testigos directos fue una causa prudencial la que estorbó el inicio de la causa; o al decir del postulador de la Reina, Anastasio Gutiérrez: “Evidentemente el tiempo inmediato después de su fin no era el más oportuno para proponer una causa de santidad; había que dejar pasar tiempo para que las aguas se calmasen y dar lugar a una decantación de pasiones y sentimientos”[17]. Y pasada esta generación, parece ser que un motivo burocrático habría impedido su llegada a los altares, pues “La causa se hacía cada día más difícil por la necesidad de depurar la inmensa documentación del reinado”[18].
Estas conclusiones del postulador coinciden con la opinión de los peritos históricos en el proceso diocesano, que atribuyen la demora del inicio de la causa al cambio de dinastía (de los Trastámara a los Austrias), a la gran masa de documentos que había que estudiar, a la situación política nacional e internacional respecto a la Santa Sede, la necesidad de sedimentar los sentimientos y pasiones, etc.
Si bien todos estos argumentos no terminan de darnos una respuesta satisfactoria, pues el mismo postulador afirma que no la ha hallado, tenemos aquí la respuesta que nos dan los actuales valedores de la Reina respecto al retraso de la causa que nos entretiene.
¿Hubo otros motivos que frenaron el inicio del proceso? No podemos confirmarlo, pero algo intuimos. ¿El motivo prudencial, que afirma que hay que esperar a que decanten los sentimientos y pasiones que la Reina Castellana despierta, subsistió después de la primera generación y llega hasta el siglo XXI? Veremos…
Lo que sí sabemos y podemos estar seguros de ello, es que ni bien empezado el siglo XX la Reina Católica será recordada y se iniciará su proceso de canonización, en gran parte con la ayuda de América. ¿Cómo comenzó el proceso? ¿Cómo fue su evolución? ¿Fue apoyado por la gente? Estos son algunos de los temas que hablaremos en el presente capítulo.
* * *
[1] Vidal Gonzáles Sánchez, Isabel la Católica y su fama de santidad ¿Mito o realidad? Madrid, Ediciones Internacionales Universitarias, 2006. P. 24.
[2] Cardenal Cisneros. Positio historica super vita, virtutibus et fama sanctitatis ex officio concinnata» en el Officium Historicum de la Congregación para las Causas de los Santos (1074 páginas, más CXXXIX de introducción, en formato mayor), Sever-Cuesta, Valladolid 1990. P. LII.
[3] Próspero Colonna. Cfr. Walsh, T. William. Isabel la Cruzada. Madrid: Espasa-Calpe, S. A., 1963. P. 212.
[4]Medina del Campo, 26 Nov. 1504. Positio historica super vita, P. 879. La mayoría de estas citas han sido extraídas por el postulador de Vicente Rodríguez Valencia, Isabel la Católica en la opinión de españoles y extranjeros, Valladolid, 1970. Este historiador ha recogido en dos gruesos volúmenes toda la tradición histórica que corrobora la fama de santidad de la Reina. Estos volúmenes figuran en la documentación de la causa (CIC) como vols. XV y XVI, de 566 y 678 páginas respectivamente.
[5] Ibídem, P. 880.
[6] Supra, pp. CIC, III, doc. 228, 105ss. P. 14-38Ibídem, P. 882.
[7] Ibídem, P. LIII.
[8] Walsh, Th. William. Isabel de España. Madrid: Palabra, 2005.
[9]Positio historica super vita, P. 883.
[10] Ibídem, P. 901.
[11]Ibídem, P. 901.
[12]Ibídem, P. 902.
[13]Ibídem, P. 924.
[14] En un discurso pronunciado en Medina del Campo, con motivo de la inauguración de “La Escuela de Mandos” de la sección femenina de la Falange Española y de las JONS; 16 de febrero de 1967. En: Ibídem, P. 931.
[15]Ibídem, P. XX.
[16]Ibídem, P. XX.
[17] Ibídem, P. XX.
[18] Ibídem, P. XX.
PARTE 2 de 7
“Confesamos no comprender cómo no está la Reina Isabel la Católica en la nómina de los escogidos”[1]
Parece que el siglo XX removió las conciencias españolas y americanas, y recordó que la mujer gracias a la cual España podía aún santiguarse no había llegado a los Altares.
¿Por qué el primer siglo del nuevo milenio abriría de este modo los brazos a la Reina Católica? ¿Acaso se acabaron de golpe los motivos prudenciales y burocráticos? No lo creemos así.
Para poder responder a nuestra pregunta, recuramos a la Historia, ¿qué sucedía en la Península Ibérica para aquella época?
El proceso de Isabel la Católica se abrió en el año 1958. Para entonces España vivía una época de reencuentro con ella misma. ¿Reencuentro con ella misma? ¿Qué significa esto?
El siglo XVIII, significó para España un cambio esencial. Hasta ese momento había sido gobernada por diferentes dinastías, cada una con sus matices y sus características propias, pero todas españolas y, sobre todo, cristianas. En este siglo llegará al trono de España una dinastía que no será española y tampoco será del todo cristiana. Hablamos de la casa de Borbón.
Esta casta se asentó en trono de España trayendo una gran influencia de las ideas liberales que por entonces rebullían en Francia. Así, no es de sorprender que cuando en el país vecino estallara la Revolución Francesa a fines del siglo, los borbones hicieron su máximo esfuerzo por empapar a España de las nuevas ideas. Y así poco a poco, España se fue olvidando de sí misma. Se volvió en contra de su rey y de su Dios. El siglo XX la sorprenderá borracha de ideologías y falta de sentido.
Sobrevino para el mundo la Primera Gran Guerra, y con ella la decepción del liberalismo. La realidad había dado por tierra las absurdas ideas de libertad, igualdad y fraternidad. El hambre, la miseria, la fin diaria eran las “ideas” que ahora reinaban. Con la caída del liberalismo, otro enemigo de la fe (y por lo tanto de España) surgiría: en Rusia las ideas de Marx se hacían carne en una cruenta revolución que dejaría secuelas en todo el mundo. Estas ideas llegaron hasta la hispánica Península y entonces parecía que los españoles iban a renegar por completo de su Patria.
Y así es como, cuando España parecía tocar fondo; cuando se insultaba por las calles públicamente a Dios y a la Patria; cuando ridículamente, aquel país que había dado a luz a tantos santos se ponía de rodillas ante el mundo, olvidando a su Dios; surgió un movimiento desde el subsuelo español. Había algo, que hasta entonces dormitaba en las entrañas del otrora Imperio Español. La España de Isabel y Fernando, nunca había muerto y despertaba de a poco, ahora con el nombre de Falange y vestida con una camisa azul.
¿Qué fue la Falange Española? Fue un movimiento, iniciado por José Antonio Primo de Rivera, desde el corazón de la Patria que rescataba nuevamente los valores de la España cristiana. Este movimiento tomaba el mismo símbolo que anteriormente usaran los Reyes Católicos: el yugo y las flechas, indicando así, la verdadera esencia de España.
La Falange logró, junto con otros movimientos nacionalistas y auténticamente españoles, evitar que el marxismo se asentase en el gobierno de España y puso en su lugar a un hombre llamado Francisco Franco, quien en calidad de dictador, llevará a cabo una recuperación material, jovenlandesal y espiritual de España. Esto sucedía en el año 1939 y su estabilidad en el poder duró hasta 1973.
Pues bien, es durante su gobierno que se abre la causa de beatificación de Isabel I, de España.
¿Casualidad? No lo creemos así. Muchas canonizaciones, a lo largo de la historia han estado íntimamente relacionadas con la política. Con la política de los países y con la política de la Iglesia.
¿Política de la Iglesia? Por supuesto. No cualquier Papa hubiera dado inicio a la causa que tantos retrasos prudenciales y burocráticos había tenido. Pío XII lo hizo. Un Papa profundamente enamorado de su fe y de su Dios, que condujo la barca de Pedro por las borrascosas aguas del siglo XX. Fue este Papa quien, poco tiempo antes de morir, quiso reconocer la santidad de la mujer con culpa original más grande que cielo haya dado a la tierra; y así dio inicio a esta causa, que hacía siglos debería haber terminado.
Dos datos fundamentales: la causa de Isabel la Católica fue iniciada durante el gobierno de Franco y bajo el pontificado de Pío XII. A no olvidar las circunstancias, pues, que nos arrojan un rayo de luz bastante clarificador.
Pero dejémonos ya de explicaciones y pasemos a conocer cómo es que la causa de nuestra Reina fue iniciada.
* * *
Estábamos iniciando el siglo XX…
En el año 1904 tenemos la primera noticia de la causa de beatificación. En la ciudad de Santiago de Compostela, el entonces Arzobispo, fray Zacarías Martínez, sugirió (no sabemos si por vez primera)[2] que se abra la causa de beatificación de Isabel la Católica.
La Real Academia de Historia y de la Universidad de Madrid le brindaron su apoyo incondicional. De manera especial lo hicieron el rector, Pío Zabala y el catedrático de Historia, don Fernando Brieva.
La ciudad de Granada, no podía permanecer indiferente ante semejante iniciativa. Quien recibiera por parte de la Reina la libertad de persignarse no podía menos que acudir y rogar para que su progenitora fuera subida a los altares. Es por esto que Monseñor Casanova, cardenal-arzobispo de la susodicha ciudad, se encargó de los sondeos diplomáticos con Roma, que duraron casi 20 años.
Recién en 1929, con ocasión de celebrarse el Congreso Mariano Hispanoamericano en Sevilla, se planteó de forma pública la beatificación de la Reina Isabel I, de Castilla.
Veinte años más tras*currieron hasta que la causa logró un nuevo avance. En 1951, don José Ibáñez Martínez, ministro de educación para la fecha, viajó al Vaticano para entrevistarse con monseñor Tardini y con monseñor Montini (futuro Pablo VI), a quienes presenta las actas del Congreso Femenino Hispanoamericano, en las cuales numerosas asociaciones de mujeres católicos de los dos continentes comprometidos, pedían la beatificación de la Reina Isabel[3].
Todos estos pedidos llegaban a Roma desde el continente que viera nacer a la Reina que proclamaban santa. Sin embargo, Europa no iba a poder por sí sola alcanzar la quimera que se proponía. Posiblemente si América no se hubiese plegado a la iniciativa, poco y nada se hubiese logrado.
Cinco años más tarde (1956), en la ciudad de Metán, (provincia de Salta, Argentina) una joven scout llamada Bertha Bilbao Richter, comenzó las gestiones burocráticas para pedir desde la Argentina la beatificación de Isabel la Católica.
La muchacha estudiante de Filosofía y Letras, que contaba tan solo con dieciocho años, escribió en la fecha del aniversario de la llegada de Colón a América una extensa carta al entonces Sumo Pontífice, Pío XII, rogando se diera inicio al proceso de beatificación de la Católica Reina Española. En ella expresaba:
El cristianismo lo llevo profundamente arraigado en el corazón (…) hace muchos años que pienso, medito y pido a Dios… para que se cumpla un acto de justicia con la mujer que mayor gravitación ha tenido en los destinos de la Humanidad; me refiero a la Reina Isabel la Católica, cuyo solo recuerdo, estoy segura, conmoverá las fibras más delicadas de su corazón (…) quedo en paz con mi conciencia al implorar este mi pedido[4].
El Papa envió esta carta a Valladolid escribiendo al dorso de la misma: “Postulatoria per Regna Isabella d’Spagna”. El proceso comenzaría.
Los primeros meses de 1957 llegarían sonrientes a Valladolid y febrero traería una magnífica carta desde Roma para el Sr. Arzobispo de la ciudad, Mons. José María Goldázar, en la cual Su Santidad le manifestaba:
…después de haber sondeado ante diversas Cancillerías hispanoamericanas y por indicación de la Cancillería Argentina, tengo el alto honor de dirigirme a su Ilustrísima, para pedirle muy respetuosamente, quiera iniciar los trámites legales para la canonización (…) puede decirse que un Continente ha sido producto de la fe de la Reina Isabel y que veintiuna Naciones libres, soberanas e independientes y democráticas… han heredado su religión y la veneran como a la Reina progenitora de América[5].
Así es como por fin, el 03 de mayo de 1958, se abrió el proceso en Valladolid, por ser éste el lugar de su fin y de esta forma se establece que sea, nombrando a Don Vicente Rodríguez Valencia (canónigo, archivero de Valladolid) postulador oficial de la Causa.
Queremos resaltar y aclarar que sin la carta de la señorita argentina Bilbao, el proceso de beatificación difícilmente hubiese sido abierto[6]. El entonces postulador es quien dio testimonio de ello:
El Sr. Arzobispo, don José García Goldáraz, nos dijo particularmente varias veces, y públicamente en Medina del Campo en 1966, que a pesar de las instancias que estaba recibiendo por entonces en España con este mismo fin, la carta de la señorita argentina Bertha Bilbao, le había inclinado definitivamente a iniciar esta Causa; es decir, a hacer los sondeos que hizo en Roma ese mismo año de 1957 con motivo de su visita “ad Limina” que dieron por resultado la apertura de la Causa en Valladolid, en mayo de 1958[7].
Ese mismo año se constituyó un cuerpo de investigación histórica para examinar todos los documentos necesarios. En total ocho miembros especialistas en historia trabajaron arduamente para revisar todas las fuentes necesarias. Para ello se investigó el Archivo General de la Corona de Castilla, el Archivo de la Corona de Aragón, el Archivo Histórico Nacional de Madrid, el Archivo General de las Indias, Archivos Municipales (Ávila, Burgos, Sevilla, Murcia, Cáceres, etc.), dos especiales archivos del “Patronato Nacional”, el archivo particular de la fortaleza del Duque de Frías, el Archivo Secreto del Vaticano, y se ha indagado en toda aquella documentación dispersa no registrada en archivo alguno, sino en posesión de particulares.
En total se examinaron más de 100.000 documentos, de los cuales 3.160 fueron seleccionados y encuadernados en 27 tomos[8], el primero de ellos con dos volúmenes, que conforman la Documentación de la Causa. Los peritos encargados de la investigación han declarado que si bien puede hallarse nueva documentación sobre la Reina, están seguros de que ésta no afectaría en lo más mínimo el contenido de la pesquisa realizada. Los demás colaboradores también dan testimonio de la seriedad con que se ha trabajado en la investigación, resultando ésta auténtica, íntegra, no adulterada ni interpolada y digna de fe.
El trabajo de los historiadores se vio terminado en el año 1970, (en total duró doce años) dando como resultado los 27 volúmenes ya mencionados. El 26 de noviembre del siguiente año, se constituyó el tribunal diocesano (en Valladolid) y se abrió el llamado Proceso Diocesano. Al año siguiente se concluyó dicho proceso y el postulador, junto con el Dr. Vidal Gonzáles Sánchez, secretario del proceso diocesano, entregaron el Trasunto del Proceso y la documentación histórica a monseñor Frutaz, entonces rector general de la Congregación para las Causas de los Santos.
El 20 de noviembre de 1972 se abrió el Proceso Canónico Apostólico. Unos días antes el Revmo. P. Anastasio Gutierrez (C.M.F) es nombrado Postulador de la Causa. Éste, junto con el R.P. José María Gil, será el autor de la Positio super vita, virtutibus et fama sanctitatis ex officio concinnata[9]. Esta Posición histórica, será realizada a raíz de la extensísima masa documental que rodea la causa de nuestra Sierva de Dios. Ante la imposibilidad de exponer a los miembros de la Congragación los 27 volúmenes que la conforman, es que se ha realizado este “resumen” de los mismos, exponiendo en capítulos el contenido de cada volumen e incluyendo al final de cada uno un apéndice con los documentos más importantes del tema.[10]
El 30 de marzo de 1974 se aprobó la “Positio super scriptis”. Así la Reina es felizmente declarada “Sierva de Dios”.
En 1990 se presentó la Positio histórica super vita, virtutibus et fama sanctitatis ex officio concinnata, y la misma es aprobada como “auténtica, completa y apta para juzgar sobre las virtudes y fama de santidad”, y es elogiada unánimemente por los consultores de la Sección Histórica de la Congregación para las Causas de los Santos.
Desde entonces nuestra causa sufrirá el ostracismo. En 1991 el Arzobispado de Valladolid pidió que se impulsara la causa y lo mismo hizo dos años más tarde el Cardenal Ángel Suquía, presidente de la Conferencia Episcopal Española. Ese mismo año, 22.000 cartas postulatorias de instituciones y particulares llegaron a Roma con el mismo fin. Como respuesta, el postulador recibió una desalentadora carta de la Secretaría de Estado, diciendo: “Por lo que hace a la causa en cuestión, las circunstancias (no aclara cuáles) aconsejan profundizar algunos aspectos del problema, tomando un tiempo conveniente de estudio y reflexión”[11].
En 1997 se reiteró la petición para agilizar la causa de Isabel la Católica. Monseñor Delicado Baeza envío una carta al papa Juan Pablo II en la que “ruega humildemente a V. Santidad que sean reconsideradas las razonas por las que se llegó a la suspensión de la Causa (…), sin tener noticia alguna sobre los motivos de dicha suspensión”[12].
La respuesta que se recibió no fue más alentadora que la anterior: “Debo comunicarle que actualmente subsisten aún los motivos que en su momento aconsejaron posponer por ahora la prosecución de dicha Causa”[13].
Llegó para el mundo un nuevo siglo y la forjadora de cultura Hispanoamericana aún aguardaba su más que merecida beatificación. Las peticiones hacia Roma se renovaron. En el año 2001, con motivo de aproximarse el quinto centenario del fallecimiento de la Reina, el ruego se volvió más insistente. El Arzobispo de Madrid, monseñor Antonio María Rouco Varela, dirigió una nueva carta al Santo Padre: “si lo considera oportuno, tenga a bien ordenar la prosecución de la Causa de canonización de la Sierva de Dios, Isabel I, Reina de Castilla y León”[14] .
Esta vez, la respuesta fue algo más prometedora: “Una vez vista por Su Santidad, ha sido solícitamente tras*mitida a la Congregación para las Causas de los Santos para el conveniente examen”[15].
La última noticia significativa sobre la Causa vino de Roma por el Vicario General del Arzobispado de Valladolid, Vicente Vara Sanz y el nuevo postulador de la causa, el Padre Rafael Serra Bover, a quienes se les aseguró en su visita a la Congregación de las Causas de los Santos, por boca del cardenal prefecto, Mons. José Saraiva Martins, que la Causa de la Reina Isabel “no está parada, camina”[16].
La Causa, que se encuentra en la página 82 del Index ac Status Causarum se halla pendiente del dictamen de la Comisión Teológica. Si éste fuera favorable, pasaría a la Congregación de Cardenales y Prelados, la cual informaría al Papa para su decisión final[17].
Ni la Positio de la Reina, ni la página web de la Comisión “Isabel la Católica” para la Causa de Beatificación de la Reina, ofrecen noticias recientes acerca del avance o retroceso de la Causa de nuestra Reina.
Considerando que nos hallamos a quince años de distancia de la última noticia, hemos recurrido a diarios, artículos de opinión y diferentes entrevistas para averiguar los interrogantes que fueron planteados como nuestra hipótesis: ¿Qué ha sucedido desde el año 2002 hasta la fecha con la Causa? ¿Qué sucedió en el año 2004, al celebrarse el quinto centenario de la fin de la Reina? ¿Cuáles son los motivos de que el Proceso avance tan lentamente? ¿Avanza el Proceso?
Es a raíz de estas preguntas que nos encontraremos con los hombres pertenecientes a la raza escogida por Dios. El pueblo judío nunca logró entender ni perdonar el accionar de Isabel para con ellos en Castilla.
El resentimiento hacia la Reina, fue trasmitido de generación en generación, y así es que cinco siglos después de tal hecho, se opusieron abiertamente a la canonización de Isabel la Católica, culpándola de antisemita y xenofóbica.
¿Es realmente la opinión del pueblo judío respecto a Nuestra Sierva de Dios el impedimento fundamental para su causa de canonización? ¿Todavía no olvidan los hebreos su expulsión de España en 1492? De estos temas nos ocuparemos en el siguiente capítulo, al tratar de dar respuesta a las preguntas que nos desvelan.
Prof. Magdalena Ale
continuará
[1] Modesto Lafuente. Cfr. Vizcaíno Casas, Fernando. Op. Cit., P. 185.
[2] Posiblemente en los siglos anteriores haya habido intentos de llevar la Reina a los altares, pero no tenemos ninguna noticia sobre esto.
[3] Conf. Vizcaíno Casas, Fernando Op. Cit. P. 185.
[4]Extraído de: Rodríguez Valencia, Vicente. (Octubre, 2012). Así comenzó el proceso. Boletín digital Reina Católica, 31, P. 1.
[5] Ibídem, P. 1-2.
[6] Sin embargo en la Positio Canónica de Isabel la Católica, no se hace mención a la carta al comentar el inicio del proceso. Quizá el actual postulador Anastasio Gutiérrez no la consideró de mayor importancia. El afirma que “el Arzobispo de Valladolid (…) consulta al prefecto de la S. Congregación de Ritos (…) sobre la eventual introducción de la causa de la Reina Católica”. Cf. Positio historica super vita, P. XXI.
[7] Rodríguez Valencia, Vicente. Op Cit. P. 2.
[8] Los tomos I, II, III y XXIV recogen los escritos de la Reina; el tomo IV contiene la documentación de la vida de la Infanta Isabel hasta su casamiento; el tomo V, el matrimonio, la proclamación como Reina y la guerra de sucesión contra Portugal, el tomo VI se trata la paz con Portugal y el perdón a los vencidos castellanos, en el tomo VII las declaratorias hechas por mandato de la Reina en las cortes de Toledo (la recuperación del Patrimonio Real); en el tomo VIII, la reforma religiosa del episcopado, la cruzada de granada y el establecimiento de la Inquisición en Castilla; en el tomo IX, la expulsión de los judíos de Castilla; en el tomo X, la reforma de las Órdenes Religiosas; en el tomo XI, se vuelve al tema de Granada; en el tomo XII, los mudéjares de Castilla; en el tomo XIII, la evangelización del Nuevo Mundo; en el tomo XIV, la libertad del aborigen; en los tomos XV y XVI, la fama de Santidad; en el tomo XVI, la audiencia de los descargos de la conciencia de la Reina; en el tomo XVIII, la austeridad de la corte y de la misma Reina; en el tomo XIX, las cédulas de la Cámara (libros 1-5); en el tomo XX, las cédulas de la Cámara (libro 6); en el tomo XXI, la Corte de Isabel la Católica; en el tomo XXII, la fin de la Reina; en el tomo XXIII, la testamentaría de Isabel la Católica; en el tomo XXIV, el testamento, codicilo y capitulaciones de Santa Fe con Cristóbal Colón; en los tomos XXV y XXVI, las caridades y limosnas de la Reina; y en el tomo XXVII, la política internacional de la Reina.
[9] En un primer momento esta fue encargada al primer postulador, don Vicente Rodríguez Valencia, pero al fallecer en 1982 deja el trabajo en el segundo postulador y el ayudante mencionado, quienes hicieron la mayor parte de la labor.
[10] Este es el documento al cual hemos accedido y del cual nos hemos servido para toda nuestra investigación.
[11] www.reinacatolica.com (página web de la Comisión Isabel la Católica para la Causa de Beatificación de la Reina) Fecha de consulta: 29/01/2015. Las negritas nos pertenecen.
[12] Ibídem.
[13] Ibídem.
[14] Ibídem.
[15] Ibídem.
[16] Ibídem.
[17] Religión en Libertad | Noticias de Religión Fecha de Publicación: 04 de junio del 2014. Fecha de consulta: 29/01/2015.
Parece que el siglo XX removió las conciencias españolas y americanas, y recordó que la mujer gracias a la cual España podía aún santiguarse no había llegado a los Altares.
¿Por qué el primer siglo del nuevo milenio abriría de este modo los brazos a la Reina Católica? ¿Acaso se acabaron de golpe los motivos prudenciales y burocráticos? No lo creemos así.
Para poder responder a nuestra pregunta, recuramos a la Historia, ¿qué sucedía en la Península Ibérica para aquella época?
El proceso de Isabel la Católica se abrió en el año 1958. Para entonces España vivía una época de reencuentro con ella misma. ¿Reencuentro con ella misma? ¿Qué significa esto?
El siglo XVIII, significó para España un cambio esencial. Hasta ese momento había sido gobernada por diferentes dinastías, cada una con sus matices y sus características propias, pero todas españolas y, sobre todo, cristianas. En este siglo llegará al trono de España una dinastía que no será española y tampoco será del todo cristiana. Hablamos de la casa de Borbón.
Esta casta se asentó en trono de España trayendo una gran influencia de las ideas liberales que por entonces rebullían en Francia. Así, no es de sorprender que cuando en el país vecino estallara la Revolución Francesa a fines del siglo, los borbones hicieron su máximo esfuerzo por empapar a España de las nuevas ideas. Y así poco a poco, España se fue olvidando de sí misma. Se volvió en contra de su rey y de su Dios. El siglo XX la sorprenderá borracha de ideologías y falta de sentido.
Sobrevino para el mundo la Primera Gran Guerra, y con ella la decepción del liberalismo. La realidad había dado por tierra las absurdas ideas de libertad, igualdad y fraternidad. El hambre, la miseria, la fin diaria eran las “ideas” que ahora reinaban. Con la caída del liberalismo, otro enemigo de la fe (y por lo tanto de España) surgiría: en Rusia las ideas de Marx se hacían carne en una cruenta revolución que dejaría secuelas en todo el mundo. Estas ideas llegaron hasta la hispánica Península y entonces parecía que los españoles iban a renegar por completo de su Patria.
Y así es como, cuando España parecía tocar fondo; cuando se insultaba por las calles públicamente a Dios y a la Patria; cuando ridículamente, aquel país que había dado a luz a tantos santos se ponía de rodillas ante el mundo, olvidando a su Dios; surgió un movimiento desde el subsuelo español. Había algo, que hasta entonces dormitaba en las entrañas del otrora Imperio Español. La España de Isabel y Fernando, nunca había muerto y despertaba de a poco, ahora con el nombre de Falange y vestida con una camisa azul.
¿Qué fue la Falange Española? Fue un movimiento, iniciado por José Antonio Primo de Rivera, desde el corazón de la Patria que rescataba nuevamente los valores de la España cristiana. Este movimiento tomaba el mismo símbolo que anteriormente usaran los Reyes Católicos: el yugo y las flechas, indicando así, la verdadera esencia de España.
La Falange logró, junto con otros movimientos nacionalistas y auténticamente españoles, evitar que el marxismo se asentase en el gobierno de España y puso en su lugar a un hombre llamado Francisco Franco, quien en calidad de dictador, llevará a cabo una recuperación material, jovenlandesal y espiritual de España. Esto sucedía en el año 1939 y su estabilidad en el poder duró hasta 1973.
Pues bien, es durante su gobierno que se abre la causa de beatificación de Isabel I, de España.
¿Casualidad? No lo creemos así. Muchas canonizaciones, a lo largo de la historia han estado íntimamente relacionadas con la política. Con la política de los países y con la política de la Iglesia.
¿Política de la Iglesia? Por supuesto. No cualquier Papa hubiera dado inicio a la causa que tantos retrasos prudenciales y burocráticos había tenido. Pío XII lo hizo. Un Papa profundamente enamorado de su fe y de su Dios, que condujo la barca de Pedro por las borrascosas aguas del siglo XX. Fue este Papa quien, poco tiempo antes de morir, quiso reconocer la santidad de la mujer con culpa original más grande que cielo haya dado a la tierra; y así dio inicio a esta causa, que hacía siglos debería haber terminado.
Dos datos fundamentales: la causa de Isabel la Católica fue iniciada durante el gobierno de Franco y bajo el pontificado de Pío XII. A no olvidar las circunstancias, pues, que nos arrojan un rayo de luz bastante clarificador.
Pero dejémonos ya de explicaciones y pasemos a conocer cómo es que la causa de nuestra Reina fue iniciada.
* * *
Estábamos iniciando el siglo XX…
En el año 1904 tenemos la primera noticia de la causa de beatificación. En la ciudad de Santiago de Compostela, el entonces Arzobispo, fray Zacarías Martínez, sugirió (no sabemos si por vez primera)[2] que se abra la causa de beatificación de Isabel la Católica.
La Real Academia de Historia y de la Universidad de Madrid le brindaron su apoyo incondicional. De manera especial lo hicieron el rector, Pío Zabala y el catedrático de Historia, don Fernando Brieva.
La ciudad de Granada, no podía permanecer indiferente ante semejante iniciativa. Quien recibiera por parte de la Reina la libertad de persignarse no podía menos que acudir y rogar para que su progenitora fuera subida a los altares. Es por esto que Monseñor Casanova, cardenal-arzobispo de la susodicha ciudad, se encargó de los sondeos diplomáticos con Roma, que duraron casi 20 años.
Recién en 1929, con ocasión de celebrarse el Congreso Mariano Hispanoamericano en Sevilla, se planteó de forma pública la beatificación de la Reina Isabel I, de Castilla.
Veinte años más tras*currieron hasta que la causa logró un nuevo avance. En 1951, don José Ibáñez Martínez, ministro de educación para la fecha, viajó al Vaticano para entrevistarse con monseñor Tardini y con monseñor Montini (futuro Pablo VI), a quienes presenta las actas del Congreso Femenino Hispanoamericano, en las cuales numerosas asociaciones de mujeres católicos de los dos continentes comprometidos, pedían la beatificación de la Reina Isabel[3].
Todos estos pedidos llegaban a Roma desde el continente que viera nacer a la Reina que proclamaban santa. Sin embargo, Europa no iba a poder por sí sola alcanzar la quimera que se proponía. Posiblemente si América no se hubiese plegado a la iniciativa, poco y nada se hubiese logrado.
Cinco años más tarde (1956), en la ciudad de Metán, (provincia de Salta, Argentina) una joven scout llamada Bertha Bilbao Richter, comenzó las gestiones burocráticas para pedir desde la Argentina la beatificación de Isabel la Católica.
La muchacha estudiante de Filosofía y Letras, que contaba tan solo con dieciocho años, escribió en la fecha del aniversario de la llegada de Colón a América una extensa carta al entonces Sumo Pontífice, Pío XII, rogando se diera inicio al proceso de beatificación de la Católica Reina Española. En ella expresaba:
El cristianismo lo llevo profundamente arraigado en el corazón (…) hace muchos años que pienso, medito y pido a Dios… para que se cumpla un acto de justicia con la mujer que mayor gravitación ha tenido en los destinos de la Humanidad; me refiero a la Reina Isabel la Católica, cuyo solo recuerdo, estoy segura, conmoverá las fibras más delicadas de su corazón (…) quedo en paz con mi conciencia al implorar este mi pedido[4].
El Papa envió esta carta a Valladolid escribiendo al dorso de la misma: “Postulatoria per Regna Isabella d’Spagna”. El proceso comenzaría.
Los primeros meses de 1957 llegarían sonrientes a Valladolid y febrero traería una magnífica carta desde Roma para el Sr. Arzobispo de la ciudad, Mons. José María Goldázar, en la cual Su Santidad le manifestaba:
…después de haber sondeado ante diversas Cancillerías hispanoamericanas y por indicación de la Cancillería Argentina, tengo el alto honor de dirigirme a su Ilustrísima, para pedirle muy respetuosamente, quiera iniciar los trámites legales para la canonización (…) puede decirse que un Continente ha sido producto de la fe de la Reina Isabel y que veintiuna Naciones libres, soberanas e independientes y democráticas… han heredado su religión y la veneran como a la Reina progenitora de América[5].
Así es como por fin, el 03 de mayo de 1958, se abrió el proceso en Valladolid, por ser éste el lugar de su fin y de esta forma se establece que sea, nombrando a Don Vicente Rodríguez Valencia (canónigo, archivero de Valladolid) postulador oficial de la Causa.
Queremos resaltar y aclarar que sin la carta de la señorita argentina Bilbao, el proceso de beatificación difícilmente hubiese sido abierto[6]. El entonces postulador es quien dio testimonio de ello:
El Sr. Arzobispo, don José García Goldáraz, nos dijo particularmente varias veces, y públicamente en Medina del Campo en 1966, que a pesar de las instancias que estaba recibiendo por entonces en España con este mismo fin, la carta de la señorita argentina Bertha Bilbao, le había inclinado definitivamente a iniciar esta Causa; es decir, a hacer los sondeos que hizo en Roma ese mismo año de 1957 con motivo de su visita “ad Limina” que dieron por resultado la apertura de la Causa en Valladolid, en mayo de 1958[7].
Ese mismo año se constituyó un cuerpo de investigación histórica para examinar todos los documentos necesarios. En total ocho miembros especialistas en historia trabajaron arduamente para revisar todas las fuentes necesarias. Para ello se investigó el Archivo General de la Corona de Castilla, el Archivo de la Corona de Aragón, el Archivo Histórico Nacional de Madrid, el Archivo General de las Indias, Archivos Municipales (Ávila, Burgos, Sevilla, Murcia, Cáceres, etc.), dos especiales archivos del “Patronato Nacional”, el archivo particular de la fortaleza del Duque de Frías, el Archivo Secreto del Vaticano, y se ha indagado en toda aquella documentación dispersa no registrada en archivo alguno, sino en posesión de particulares.
En total se examinaron más de 100.000 documentos, de los cuales 3.160 fueron seleccionados y encuadernados en 27 tomos[8], el primero de ellos con dos volúmenes, que conforman la Documentación de la Causa. Los peritos encargados de la investigación han declarado que si bien puede hallarse nueva documentación sobre la Reina, están seguros de que ésta no afectaría en lo más mínimo el contenido de la pesquisa realizada. Los demás colaboradores también dan testimonio de la seriedad con que se ha trabajado en la investigación, resultando ésta auténtica, íntegra, no adulterada ni interpolada y digna de fe.
El trabajo de los historiadores se vio terminado en el año 1970, (en total duró doce años) dando como resultado los 27 volúmenes ya mencionados. El 26 de noviembre del siguiente año, se constituyó el tribunal diocesano (en Valladolid) y se abrió el llamado Proceso Diocesano. Al año siguiente se concluyó dicho proceso y el postulador, junto con el Dr. Vidal Gonzáles Sánchez, secretario del proceso diocesano, entregaron el Trasunto del Proceso y la documentación histórica a monseñor Frutaz, entonces rector general de la Congregación para las Causas de los Santos.
El 20 de noviembre de 1972 se abrió el Proceso Canónico Apostólico. Unos días antes el Revmo. P. Anastasio Gutierrez (C.M.F) es nombrado Postulador de la Causa. Éste, junto con el R.P. José María Gil, será el autor de la Positio super vita, virtutibus et fama sanctitatis ex officio concinnata[9]. Esta Posición histórica, será realizada a raíz de la extensísima masa documental que rodea la causa de nuestra Sierva de Dios. Ante la imposibilidad de exponer a los miembros de la Congragación los 27 volúmenes que la conforman, es que se ha realizado este “resumen” de los mismos, exponiendo en capítulos el contenido de cada volumen e incluyendo al final de cada uno un apéndice con los documentos más importantes del tema.[10]
El 30 de marzo de 1974 se aprobó la “Positio super scriptis”. Así la Reina es felizmente declarada “Sierva de Dios”.
En 1990 se presentó la Positio histórica super vita, virtutibus et fama sanctitatis ex officio concinnata, y la misma es aprobada como “auténtica, completa y apta para juzgar sobre las virtudes y fama de santidad”, y es elogiada unánimemente por los consultores de la Sección Histórica de la Congregación para las Causas de los Santos.
Desde entonces nuestra causa sufrirá el ostracismo. En 1991 el Arzobispado de Valladolid pidió que se impulsara la causa y lo mismo hizo dos años más tarde el Cardenal Ángel Suquía, presidente de la Conferencia Episcopal Española. Ese mismo año, 22.000 cartas postulatorias de instituciones y particulares llegaron a Roma con el mismo fin. Como respuesta, el postulador recibió una desalentadora carta de la Secretaría de Estado, diciendo: “Por lo que hace a la causa en cuestión, las circunstancias (no aclara cuáles) aconsejan profundizar algunos aspectos del problema, tomando un tiempo conveniente de estudio y reflexión”[11].
En 1997 se reiteró la petición para agilizar la causa de Isabel la Católica. Monseñor Delicado Baeza envío una carta al papa Juan Pablo II en la que “ruega humildemente a V. Santidad que sean reconsideradas las razonas por las que se llegó a la suspensión de la Causa (…), sin tener noticia alguna sobre los motivos de dicha suspensión”[12].
La respuesta que se recibió no fue más alentadora que la anterior: “Debo comunicarle que actualmente subsisten aún los motivos que en su momento aconsejaron posponer por ahora la prosecución de dicha Causa”[13].
Llegó para el mundo un nuevo siglo y la forjadora de cultura Hispanoamericana aún aguardaba su más que merecida beatificación. Las peticiones hacia Roma se renovaron. En el año 2001, con motivo de aproximarse el quinto centenario del fallecimiento de la Reina, el ruego se volvió más insistente. El Arzobispo de Madrid, monseñor Antonio María Rouco Varela, dirigió una nueva carta al Santo Padre: “si lo considera oportuno, tenga a bien ordenar la prosecución de la Causa de canonización de la Sierva de Dios, Isabel I, Reina de Castilla y León”[14] .
Esta vez, la respuesta fue algo más prometedora: “Una vez vista por Su Santidad, ha sido solícitamente tras*mitida a la Congregación para las Causas de los Santos para el conveniente examen”[15].
La última noticia significativa sobre la Causa vino de Roma por el Vicario General del Arzobispado de Valladolid, Vicente Vara Sanz y el nuevo postulador de la causa, el Padre Rafael Serra Bover, a quienes se les aseguró en su visita a la Congregación de las Causas de los Santos, por boca del cardenal prefecto, Mons. José Saraiva Martins, que la Causa de la Reina Isabel “no está parada, camina”[16].
La Causa, que se encuentra en la página 82 del Index ac Status Causarum se halla pendiente del dictamen de la Comisión Teológica. Si éste fuera favorable, pasaría a la Congregación de Cardenales y Prelados, la cual informaría al Papa para su decisión final[17].
Ni la Positio de la Reina, ni la página web de la Comisión “Isabel la Católica” para la Causa de Beatificación de la Reina, ofrecen noticias recientes acerca del avance o retroceso de la Causa de nuestra Reina.
Considerando que nos hallamos a quince años de distancia de la última noticia, hemos recurrido a diarios, artículos de opinión y diferentes entrevistas para averiguar los interrogantes que fueron planteados como nuestra hipótesis: ¿Qué ha sucedido desde el año 2002 hasta la fecha con la Causa? ¿Qué sucedió en el año 2004, al celebrarse el quinto centenario de la fin de la Reina? ¿Cuáles son los motivos de que el Proceso avance tan lentamente? ¿Avanza el Proceso?
Es a raíz de estas preguntas que nos encontraremos con los hombres pertenecientes a la raza escogida por Dios. El pueblo judío nunca logró entender ni perdonar el accionar de Isabel para con ellos en Castilla.
El resentimiento hacia la Reina, fue trasmitido de generación en generación, y así es que cinco siglos después de tal hecho, se opusieron abiertamente a la canonización de Isabel la Católica, culpándola de antisemita y xenofóbica.
¿Es realmente la opinión del pueblo judío respecto a Nuestra Sierva de Dios el impedimento fundamental para su causa de canonización? ¿Todavía no olvidan los hebreos su expulsión de España en 1492? De estos temas nos ocuparemos en el siguiente capítulo, al tratar de dar respuesta a las preguntas que nos desvelan.
Prof. Magdalena Ale
continuará
[1] Modesto Lafuente. Cfr. Vizcaíno Casas, Fernando. Op. Cit., P. 185.
[2] Posiblemente en los siglos anteriores haya habido intentos de llevar la Reina a los altares, pero no tenemos ninguna noticia sobre esto.
[3] Conf. Vizcaíno Casas, Fernando Op. Cit. P. 185.
[4]Extraído de: Rodríguez Valencia, Vicente. (Octubre, 2012). Así comenzó el proceso. Boletín digital Reina Católica, 31, P. 1.
[5] Ibídem, P. 1-2.
[6] Sin embargo en la Positio Canónica de Isabel la Católica, no se hace mención a la carta al comentar el inicio del proceso. Quizá el actual postulador Anastasio Gutiérrez no la consideró de mayor importancia. El afirma que “el Arzobispo de Valladolid (…) consulta al prefecto de la S. Congregación de Ritos (…) sobre la eventual introducción de la causa de la Reina Católica”. Cf. Positio historica super vita, P. XXI.
[7] Rodríguez Valencia, Vicente. Op Cit. P. 2.
[8] Los tomos I, II, III y XXIV recogen los escritos de la Reina; el tomo IV contiene la documentación de la vida de la Infanta Isabel hasta su casamiento; el tomo V, el matrimonio, la proclamación como Reina y la guerra de sucesión contra Portugal, el tomo VI se trata la paz con Portugal y el perdón a los vencidos castellanos, en el tomo VII las declaratorias hechas por mandato de la Reina en las cortes de Toledo (la recuperación del Patrimonio Real); en el tomo VIII, la reforma religiosa del episcopado, la cruzada de granada y el establecimiento de la Inquisición en Castilla; en el tomo IX, la expulsión de los judíos de Castilla; en el tomo X, la reforma de las Órdenes Religiosas; en el tomo XI, se vuelve al tema de Granada; en el tomo XII, los mudéjares de Castilla; en el tomo XIII, la evangelización del Nuevo Mundo; en el tomo XIV, la libertad del aborigen; en los tomos XV y XVI, la fama de Santidad; en el tomo XVI, la audiencia de los descargos de la conciencia de la Reina; en el tomo XVIII, la austeridad de la corte y de la misma Reina; en el tomo XIX, las cédulas de la Cámara (libros 1-5); en el tomo XX, las cédulas de la Cámara (libro 6); en el tomo XXI, la Corte de Isabel la Católica; en el tomo XXII, la fin de la Reina; en el tomo XXIII, la testamentaría de Isabel la Católica; en el tomo XXIV, el testamento, codicilo y capitulaciones de Santa Fe con Cristóbal Colón; en los tomos XXV y XXVI, las caridades y limosnas de la Reina; y en el tomo XXVII, la política internacional de la Reina.
[9] En un primer momento esta fue encargada al primer postulador, don Vicente Rodríguez Valencia, pero al fallecer en 1982 deja el trabajo en el segundo postulador y el ayudante mencionado, quienes hicieron la mayor parte de la labor.
[10] Este es el documento al cual hemos accedido y del cual nos hemos servido para toda nuestra investigación.
[11] www.reinacatolica.com (página web de la Comisión Isabel la Católica para la Causa de Beatificación de la Reina) Fecha de consulta: 29/01/2015. Las negritas nos pertenecen.
[12] Ibídem.
[13] Ibídem.
[14] Ibídem.
[15] Ibídem.
[16] Ibídem.
[17] Religión en Libertad | Noticias de Religión Fecha de Publicación: 04 de junio del 2014. Fecha de consulta: 29/01/2015.
PARTE 3 de 7
¿Por qué aún Isabel la Católica no es santa? El problema judío y la causa de canonización (3-7)
“De entre los obstáculos para la beatificación de la reina Isabel, la mal llamada expulsión de los judíos tal vez sea el principal”[1].
En la Posición Histórica de la vida de la Reina Isabel, el postulador Anastasio Gutiérrez, analiza seis hechos que podrían resultar “posibles impedimentos” para la Causa: la legitimidad de la sucesión al trono, la dispensa para el matrimonio, las capitulaciones de paz con Alfonso V, la fundación de la Inquisición Española, la expulsión de los judíos y las contiendas con los papas Sixto IV, Inocencio VIII y Alejandro VI. [2]
Luego de explicar brevemente cómo han sido aclarados a través de estudios rigurosos cada uno de estos posibles impedimentos, el P. Anastasio Gutiérrez afirma:
“En conclusión, según la Comisión histórica vallisoletana, no parece encontrarse hecho alguno de la vida pública de la Reina Isabel que pueda entenderse o apreciarse biográfica o históricamente como efecto de una consciente incorrección jovenlandesal. La línea jovenlandesal de sus hechos se perfila paso a paso en el examen serio y conjunto de toda la amplísima y críticamente bien cimentada documentación”[3].
Es decir, que todos estos temas han sido esclarecidos y no se ha encontrado en ninguna de estas acciones faltas jovenlandesales de la Reina que puedan frenar su Causa. Y sin embargo, cinco siglos después de su fin se continúa cuestionando su santidad.
Pero… ¿Por qué? ¿Por qué, si ya está todo aclarado, la figura de la Reina sigue siendo tan controvertida?
De las seis acusaciones que el postulador dice que podrían hacérsele a Isabel, dos son las que han perdurado en el tiempo, pues solo las cuestiones relacionadas con los judíos son las que conforman hoy los impedimentos para que Isabel la Católica sea canonizada, a saber: la instauración del Tribunal de la Inquisición y la mal llamada expulsión de los judíos.
Para explicar esto vamos a tener que regresar a la historia de la Causa, que habíamos dejado en el año 2002, con las alentadoras palabras de Mons. José Saraiva Martins, cardenal prefecto de la Congregación de las Causas de los Santos: “la Causa no está frenada, camina” y el inquietante suspenso subsiguiente.
Pero para entender este suspenso, debemos volver el tiempo un poco hacia atrás. Revivamos el año 1991.
1991 y la suspensión del proceso de Isabel la Católica
En el año mencionado muchos valientes y sinceros señores dieron a conocer su opinión acerca de la Reina Isabel:
“El judaísmo no perdonará nunca a la reina el exilio forzado de la gran comunidad de judíos de España, las amenazas y las brutalidades que se cometieron para obligar a los judíos a convertirse y, como corolario los crímenes de la Inquisición”[4], declaraba Jean Kahn, presidente del Consejo representativo de las instituciones judías de Francia en Tribune juive.
Samuel Toledano, portavoz de las comunidades judías de España para la promoción de la tolerancia religiosa expresaba en un artículo del Times, que “la reina de Castilla es un símbolo de intolerancia”[5].
En el mismo artículo el representante de la Sociedad Islámica decía que: “Isabel se parece más a un malo que a un santo”[6].
Le Monde hacía a Isabel “responsable de la persecución de miles de judíos y fiel a la religión del amores”[7].
Mientras tanto, La Croix, ese mismo año quitaba a Isabel su título de “Católica” mencionándola en adelante sólo como Isabel I de Castilla, llamada Católica[8].
¿Qué sucedía ese año para que tantos se envalentonaran contra el silencio en el que dormía Isabel de Castilla?
El historiador francés Jean Dumont nos trae la noticia:
“Todas estas denuncias, degradaciones e ignorancias tuvieron, por desgracia, el apoyo de una decisión romana, que se conoció el 28 de marzo de 1991, el día de jueves santo: la decisión secreta que tomó la Congregación para las Causas de los Santos de “suspender” el proceso de beatificación de Isabel”[9].
Y en otra ocasión comenta:
Una violenta campaña judía y pro-judía ha logrado de Roma la «suspensión» del proceso de beatificación de Isabel la Católica. Suspensión anunciada por el cardenal Felici, Prefecto de la Congregación romana para la causa de los santos, el día 28 de marzo de 1991 y, que inmediatamente, ha motivado las felicitaciones (dirigidas el mismo día o el siguiente) de la célebre organización mundial del lobby judío, la Anti-Diffamation League of B’nai Brith[10].
Sí, el historiador francés nos dice que la causa de Isabel la Católica fue suspendida eternamente en 1991. En esta fecha, al acercarse el cuarto centenario del descubrimiento de América, las expectativas de la Iglesia Española respecto a la beatificación de la Reina Isabel eran notables. Pero pronto se verían frustradas, por obra insistente de judíos y pro-judíos.
Poco tiempo después de que se diera por suspendido el proceso, el Arzobispo de Valladolid escribía a Roma pidiendo que la Causa se acelerase. Lo mismo hará el Cardenal presidente de la Conferencia Episcopal Española.
Como respuesta a estos insistentes pedidos, vendrá desde Roma una vaga explicación en aquella carta de la Secretaría de Estado que ya mencionamos donde expresaba: “Por lo que hace a la Causa en cuestión, las circunstancias aconsejan profundizar algunos aspectos del problema, tomando un tiempo conveniente de estudio y reflexión”[11].
La Causa se había suspendido para siempre.
2002: La Causa de la Reina Isabel “¡no está parada, camina!” o las declaraciones de Flavio Capucci.
Las últimas noticias oficiales que tenemos del proceso
El sueño de ver canonizada, para el aniversario del descubrimiento de América (1492-1992), a la Reina más santa que cualquier siglo ha tenido, había desaparecido. Pero un nuevo aniversario se acercaba y en los corazones españoles e hispanoamericanos la ilusión volvió a renacer. Se aproximaba el año 2004, y con él el quinto centenario de la fin de Doña Isabel. Las tentativas de canonizar a la Reina Católica volvían a aparecer.
Con este objetivo en el año 2001 el Cardenal Presidente de la CEE, Antonio María Rouco Varela escribió al Santo Padre rogando: “solicito de V. Santidad que, si lo considera oportuno, tenga a bien ordenar la prosecución de la Causa de Canonización de la sierva de Dios Isabel I, Reina de Castilla y León”[12].
Al año siguiente el mismo cardenal visitó al Santo Padre para su cumpleaños y le llevó de regalo una copia fiel del Testamento y el Codicilo de la Reina Isabel con los comentarios del Dr. Vidal González Sánchez.
Y ya estamos en el año 2002. Una nueva visita se realizó a la Sede de Pedro con el mismo pedido de siempre: La canonización de Isabel la Católica. El Vicario General del Arzobispado de Valladolid, Vicente Vara Sanz y el nuevo postulador de la Causa, el Padre Rafael Serra Bover, junto con el Dr. Vidal González Sánchez visitaron la Sagrada Comisión y pudieron escuchar de labios del Cardenal Prefecto de la Sagrada Congregación para las Causas de los Santos que la Causa de la Reina Isabel “non é fermata, cammina”[13].
Y después de la promesa… el silencio, el olvido, la indiferencia consiente, el ostracismo.
La página oficial de la Comisión para la beatificación de Isabel no publicó una sola línea más.
Hoy hace trece años de esa declaración y la Causa sigue varada en el mismo lugar que en 1991. ¿Camina la Causa?
Las declaraciones de Mons. Flavio Capucci
Alguien más habló sobre la Causa de Isabel la Católica en el año 2002. Fue Mons. Flavio Capucci, conocido por estar a la cabeza de causa de canonización de José María Escrivá[14] durante 25 años. Él no fue tan optimista con lo que respecta a la Causa de la Reina. Varios diarios esparcieron sus declaraciones:
“El Vaticano desoye la petición del episcopado español ante el rechazo frontal de los judíos. El letrado de la causa de Escrivá cree «muy poco probable» que la reina castellana llegue a santa.”[15].
Comentaba el diario español, El Periódico.
El diario ABC, de España publicó la siguiente declaración de nuestro obispo en cuestión:
…en el trasfondo de la polémica, parece que ciertos sectores judíos habían presionado a la Iglesia católica para paralizar dicho proceso, dos años antes de que se cumpla el V centenario de la fin de la Reina Católica. Algunos apuntan a la negativa del arzobispo de París, cardenal Lustiger (de ascendencia judía) como uno de los motivos principales de este parón[16].
Y en el popular diario El País, se leía:
La parafernalia con que los obispos españoles querían celebrar en 2004 el quinto centenario de la fin de Isabel la Católica acaba de apagarse por donde más quería alumbrar: la beatificación de tan famosa reina y señora. Roma ha dicho que no, al menos de momento, a la causa de beatificación promovida desde el Arzobispado de Valladolid en 1952 y reactivada por la Conferencia Episcopal Española en el plenario de los prelados de marzo pasado. Las causas de este bloqueo, que parece definitivo, las explicó en Madrid este jueves el monseñor romano Flavio Capucci, durante una cena con varios periodistas. (…)Comprometida la Conferencia Episcopal en esa causa, parecía que la polémica beatificación de Isabel la Católica sería imparable y rápida, pero ya entonces el 25% de los obispos se opuso a avivar el proceso. ¿Motivos? Los mismos que ahora insinúa el eficaz postulador del Opus: evitar polémicas con la comunidad judía, que no perdona a la reina bajo cuyo mandato se produjo la expulsión de España de ese pueblo en unas condiciones consideradas ahora como insoportables[17].
Los diarios son lo suficientemente claros: Monseñor Flavio Capucci, en una entrevista que se le realizó en el año 2002, cuando las esperanzas de la posible beatificación se despertaba nuevamente por acercarse el quinto centenario de la fin de la Reina, da por tierra todas las esperanzas.
El diario digital El Periódico es quien publicó de forma más completa las declaraciones de Capucci, que reproduce textualmente: “el Vaticano considera a Isabel I de Castilla un buen ejemplo de reina católica, pero no tiene intención de elevarla a los altares ante el rechazo frontal del lobi judío y del sector más progresista de los católicos. Un santo es un modelo para todos los cristianos, nunca una figura problemática y conflictiva”[18].
Y luego explican los periodistas:
Capucci, (…) cree «muy improbable» que la Santa Sede atienda la reciente solicitud de la Conferencia Episcopal Española y reabra el proceso iniciado en 1958 para elevar a los altares a Isabel la Católica. El 75% de los prelados empujaron esta causa el pasado febrero con el objetivo de que la polémica soberana subiese a los altares coincidiendo con la celebración del quinto centenario de su fin, en el 2004[19].
El obispo, afirma en la misma entrevista: “Si a mí me encargaran este proceso, el único punto en el que creo que habría que concentrar la atención es el de asegurarse de que hay devoción popular. Si ésta no existe la causa no tiene posibilidad de comenzar”[20].
Además remarcó la necesidad de la “existencia de la fama de santidad documentalmente”: “A falta de eso, se juzga con criterios ajenos a una causa de beatificación, bajo criterios espirituales, culturales o de oportunidad pastoral. No sé cuál es el criterio de los obispos españoles para promover este proceso”[21].
La devoción popular.
¿Por qué remarca el cardenal la falta de devoción popular? ¿Es qué no hay un fervor hacia la Reina Católica? Cierto es, que no existe actualmente en nuestra protagonista un halo de popularidad que la rodee, como ocurría, por ejemplo, con San Juan Pablo II, antes de ser beatificado o canonizado. Absurdo sería afirmar tal cosa.
Sin embargo hay algo que se debe recordar: “No se ama lo que no se conoce”. ¿Cómo es posible pretender que la Reina Isabel la Católica goce de una ferviente devoción popular cuando durante cinco siglos su nombre ha sido manchado por mentirosas leyendas ideológicas? ¿Cómo gozará nuestra soberana de un “fervor popular” si los intelectuales, los medios y muchas veces los mismos miembros de la Iglesia Católica se han esforzado por borrar su nombre, o por convertirlo en casi una mala palabra, o reducirlo a su acción como reina, sin destacar su santidad de vida? Teniendo al mundo, a todo el mundo en contra, ¿es posible tener “devoción popular”?
No desatinó Jean Dumont, en llamarla “la Incomparable”. Pese a la anti-propaganda, pese a la leyenda de color, pese a sus poderosos y muchos enemigos, el nombre de la “incomparable” después de cinco siglos de su fallecimiento continúa clamando ser elevado a los Santos Altares de la mano de numerosos cardenales, obispos y fieles. ¿Acaso no decía el diario el Periódico que el 75% de los prelados de la Conferencia Episcopal Española esperaban para el año 2004 la beatificación? ¿Y antes de cerrarse? El proceso estaba
“particionado por un gran número de obispos y cardenales: (…) Castrillón Hoyos, presidente del CELAM (Comité Episcopal de América Latina),(…)López Rodríguez, arzobispo de Santo Domingo, primado de América y sucesor de Mons. Castrillón en la presidencia del CELAM; López Trujillo, prefecto del Consejo Pontificio de Familia; Castillo Lara prefecto de la Administración del Patrimonio de la Santa Sede; Aponte Martínez, arzobispo de Puerto Rico (…);Mons. Law, cardenal de Boston; Mons. Álvaro Potrillo, prelado del Opus Die, Mons. Amigo, arzobispo de Sevilla”[22].
Y todos ellos sin contar a los postuladores y promovedores de la Causa en la misma España.
Pero… ¿Y antes de abrirse el proceso? ¿Nadie reclamaba la subida de nuestra Reina al más que justo y bien merecido Altar de los Santos?
Parece que sí. Ya en el s. XIX un reconocido teólogo e historiador, Don Modesto Lafuente, reprochaba a la Iglesia española:
Confesamos no comprender cómo no se halla el nombre de Isabel de Castilla entre la nómina de los escogidos, al lado de San Hermenegildo y San Fernando, mayormente cuando, a la luz de la más escrupulosa investigación, no se descubre un solo acto de su vida pública y privada que no sea de piedad y virtud; el no poder venerar a esta Reina en los altares, canonizada por la Iglesia, es cosa que sentimos de corazón[23].
Los pedidos por la beatificación de Isabel fueron constantes durante todo el siglo XX. En 1904, con ocasión del cuarto centenario de la fin de la Reina el fervor popular se reavivó desde varios sectores de la sociedad:
- Desde los púlpitos de las iglesias: El arzobispo de Santiago de Compostela, Fray Zacarías Martínez, predicaría ese año en Medina del Campo:
Me veo en la precisión de hacer un panegírico y no una oración fúnebre, porque Isabel la Católica fue una Santa, aunque por designios inescrutables de Dios, no la veneramos en los altares…Esta mujer descuella entre todas las Reinas que no fueron santas, por las virtudes de su santidad; y entre todas las santas que no fueron reinas por las proezas de su reinado…
Cuando dentro de cien años otro orador suba a esta cátedra sagrada ¿quién sabe si en vez de una oración fúnebre tendrá que tejer el panegírico de una Reina Santa que nació en Madrigal y murió en Medina del Campo?[24]
- Desde las cátedras Universitarias: Fue en este caso el preceptor del entonces rey Alfonso XIII, quien por ser catedrático de la Universidad de Madrid, estuvo a cargo del discurso realizado en homenaje a Isabel la Católica. En él decía:
Saludemos como a progenitora a la mujer gloriosa, cuyo amor vive en el alma encendido y vivirá en las generaciones; y saludémosla así todos los españoles, los de aquende el mar y los de allende, porque a unos y a otros estando para morir nos dejó el corazón como lo más que podía dejarnos[25].
- Desde la academia de Historia: Se celebró aquí un acto público para la fecha de fallecimiento de nuestra Reina. El Conde de Cedillo fue quien estuvo a cargo de los festejos. Él mismo confesaba que al momento de preparar el discurso lo hizo obedeciendo: “de una parte, mi amor, o mejor dicho diré, veneración, a la gran Reina española; y de otra, el mandato de la Academia”[26].
Es cierto, todos estos nombres y discursos que hemos citado, provienen de estudiosos, de historiadores o desde el clero. Por razones obvias estas personas pueden estar más inclinadas a venerar y recordar a la Reina Castellana. Sin embargo el pueblo, la gente sencilla, los simples laicos tanto de España como de Hispanoamérica, también han profesado una ardiente devoción hacia la Reina y han clamado por su subida a los Altares.
Veamos algunos ejemplos…
Allá por el año 1929, se celebró en Sevilla el Congreso Mariano Ibero-Americano. El postulador Anastasio Gutiérrez nos cuenta que allí “al verse juntos en Sevilla los españoles e iberoamericanos, surge espontáneamente entre ellos la idea de plantear ante los prelados allí asistentes, la canonización de la Reina Católica. Como escribió el periódico El Debate, en el congreso de Sevilla resonó sobre todos los nombres de héroes y misioneros del Nuevo Mundo el de Isabel la Católica”[27]. Allí, don Narciso de Estégana y Echeverría, prior de las Órdenes Militares, hizo suyo el clamor de la gente y expuso “su autorizado parecer de que Isabel la Católica merece el honor de los Altares”[28].
Un nuevo congreso sería reflejo de la devoción popular. En el año 1951, durante el Congreso Femenino Latinoamericano se redactó un acta en el cual numerosas asociaciones de damas católicas de España, Argentina, Bolivia, Brasil, Colombia, Cuba, Chile, Ecuador, Méjico, Perú, Uruguay y también Filipinas; rogaban por la beatificación de la Reina. Las actas fueron elevadas al Vaticano por el entonces ministro de Educación, Don José Ibáñez Martín[29].
En el año 1956 llegaba a Roma desde la Argentina la carta de la señorita Bilbao (de la que ya hemos hablado) que daría el puntapié final para la apertura de la Causa. Una joven laica y universitaria. ¿Qué es sino devoción hacia la Reina lo que movió a la muchacha a escribir su carta?
En Norteamérica también hallamos ecos del fervor de la gente hacia la Santa Reina. En 1962 la asociación estadounidense Daugthers of Isabella (Hijas de Isabel) en su International Convention Daugthers of Isabella, realizado ese año en Monreal (Canadá) expuso en la resolución nº 2 del Congreso la solicitud de la beatificación de la Reina Isabel de España. A esta resolución se le unieron los cuarenta y cinco grupos de esta misma organización norteamericana.
Desde Méjico llegó a Valladolid en 1964 una carta de un “Caballero de Colón” expresando su deseo de ver beatificada a nuestra protagonista, expresando: “Ninguna mujer desde tiempos pasados hasta nuestros días es tan merecedora a tan alta distinción. Fue una heroína y una santa. Justísima beatificación”[30].
En Ecuador, en el año 1967 el “Instituto Ecuatoriano de Cultura Hispánica” y “El círculo femenino de Cultura Hispánica” clamaron también a Roma por la beatificación de Isabel la Católica.
El año anterior Estados Unidos había declarado el 22 de abril el día de la Reina Isabel como fiesta nacional.
El postulador de la Reina, quien nos ofrece todos estos datos afirma: “Imposible detenerse en el mundo hispanoamericano, porque aquí la ambientación de la Causa es tan desbordante, que sería cosa fácil de empezar pero nunca de acabar”[31].
Un nuevo siglo llegó y con él nuevas peticiones de reavivar el proceso de la Sierva de Dios.
En el 2002, El Mundo trae noticias: “Isabel de Castilla podría ascender a los altares. Venerada dentro y fuera de nuestro país, la Conferencia Episcopal ha reactivado su proceso de beatificación. Se le atribuyen dos milagros, pero haber expulsado a jovenlandeses y judíos y rescatado la Inquisición son episodios que podrían aguar su causa”[32].
En el año 2003, el periódico El País nos trae una noticia contundente: “105.600 católicos remitieron cartas al Papa entre 1993 y 1995 (dos años) pidiendo la beatificación de Isabel la Católica, según los archivos de la causa de beatificación de esta reina, cuyo quinto centenario de la fin se celebra el próximo año”[33].
Otro dato: en el año 2006, la página web de la Comisión para la beatificación de Isabel la Católica comenzó a publicar boletines digitales tratando diferentes aspectos de la vida de la Reina. Al final de la revista adjuntan algunos comentarios que la gente les envía agradeciendo favores a la Reina o simplemente comentando su devoción hacia ella. En la actualidad se han publicado 32 boletines. Cada boletín publica de dos a cuatro favores hacia la Reina. Asimismo la revista publica noticias sobre estudios que se llevan a cabo acerca de Isabel, ya sea por grandes historiadores o por simples estudiantes universitarios que se comunican con la página. Como se ve, la devoción existe. La gente visita la página y se interesa, y sobre todo la gente le reza a Isabel la Católica, pues comunican pequeños favores obtenidos por su intercesión.[34]
¿Es la falta de devoción popular la verdadera causa de la suspensión de su proceso?…
No, parece que no; pero también reclamaba Capucci “existencia de la fama de santidad documentalmente”.
Fama de Santidad
Si hay en la Causa de nuestra soberana un terreno firme es justamente la fama de santidad. Si hay en la Causa de la Reina, cuestiones que estudiar más a fondo por no estar del todo claras, no conforma el tema de la fama de santidad precisamente uno de ellos. Ésta, como dijimos al comienzo del trabajo, comenzó incluso antes de su fin.
En la Positio Histórica de la Reina se introduce el capítulo dedicado a su fama de santidad del siguiente modo:
La fama de santidad de la Reina Católica viene corroborada por el testimonio fehaciente de una ininterrumpida tradición histórica recogida en dos gruesos volúmenes por Vicente Rodríguez Valencia, Isabel la Católica en la opinión de españoles y extranjeros, Valladolid, 1970; que figuran en la documentación de la Causa (CIC) como vols. XV y XVI, de 566 y 678 páginas respectivamente[35].
¡Mil doscientas cuarenta y cuatro páginas para recoger su fama de santidad!
No tras*cribiremos aquí ningún testimonio de la santidad de la reina, puesto que lo hicimos en el capítulo anterior; pero sí nombraremos a todos los testigos de la santidad de Isabel la Católica que el postulador escogió de la investigación de Rodríguez Valencia para la Positio Histórica.
Quizá verlo así, en bruto, en un denso párrafo nos disipe cualquier duda y nos prevenga de malas interpretaciones acerca de los motivos por los cuales la Causa se cierra.
Hablan de su fama de santidad:
Coetáneos españoles: Fernando el Católico, Juan II de Aragón, el Cardenal Cisneros, Carlos V, Hernando de Talavera, Cristóbal Colón, el Dr. Toledo, Gonzalo Fernández de Oviedo, Andrés Bernáldez, Andrés Cabrera, un consejero real, Anónimo franciscano, Fernando de Lucena, Alvar Gómez de Castro, Hernando del Pulgar, Continuador anónimo del Pulgar, Diego Valera, la Crónica Incompleta, Lorenzo Ganíldez de Carvajal, Maese Rodrigo Santaella, Pedro Mexía, Alonzo de Santa Cruz, Jerónimo Zurita, Esteban de Garibay y Zamalloa, Fr. Luis de León, Fr. José de Sigüenza, P. Juan de Mriana, Testimonios de Guadalupe y S. Benito de Valladolid, Fr. Gabriel de Talavera, Pedro de Cartagena, Gómez Manrrique y Diego de S. Pedro, Juan de Encina.
Coetáneos italianos y Papas: Lucio Marineo Sículo, Pedro Mártir de Anglería, El papa Sixto IV, el papa Inocencio VIII, Alejandro VI, Julio II, Andrea Navaggiero, Francesco Guicciardini, Il Conte di Castiglione y Fr. Gilberto Nicolai.
Coetáneos alemanes: Jerónimo Münzer y Fr. Erhard Boppenberger.
Durante los siglos XVII y XVIII: Juan de Palafox, José de Palafox, Francisco Bermúdez Pedraza, Gil Gonzáles Dávila, Anónimo: Biografía de la Reina, Diego de Colmenares, Diego de Saavedra Fajardo, Baltasar Gracián, Francisco Pinel y Monroy, Prudencio de Sandoval, Diego Ortiz de Zúñiga, Monseñor Esprit Flechier, Bernardo Giusyiniani, Santiago Roil, Enrique Flórez, Rafael Floranes, Juan de Ferreras.
Durante los siglos XIX y XX: Juan Antonio Llorente, José Amador de los Ríos, Diego Clemencín, Modesto Lafuente, Vicente de La Fuente, Mariano ****rías, Cánovas del Castillo, Emilio Castelar, Joaquín Costa, William Prescott, Washingtong Irving, León XIII, Marcelino Méndez Pelayo, Alejandro Pidal y Mons. Pío Zabala Lera, Ramón Menéndez Pidal, Gregorio Marañón, Salvador de Lara, Antonio Ballesteros Beretta, Marqués de Lozoya, D. Juan de Contreras, Antonio Rumeu de Armas, Blas Piñar, Francisco Franco, un carmelita descalzo, biografía, P. Tarsicio de Azcona, P. Feliciano Ceredera, Monseñor Rafael García y García de Castro, P. Venancio Carro, William Thomas Walsh, Gabriel y Galán y L. Vázquez de Mella y A. Ballesteros.
No; efectivamente, no ha sido falta de documentación sobre su fama de santidad la tara del proceso.
Prof. Magdalena Ale
continuará
[1]Zavala, José María. Op. Cit., P. 101.
[2] Positio histórica super vita, P. XXXVII- XXXVIII.
[3] Ibídem, P. XXXVIII.
[4] Jean Kahn, presidente del Consejo representativo de las instituciones judías de Francia (Crif) en Trbune juive. En Dumont, Jean. Op. Cit., P. 9 Las negritas son nuestras.
[5] Ibídem P. 9.
[6] Ibídem P. 9.
[7] Ibídem P. 9.
[8] Ibídem P. 9 Todas estas declaraciones son también recopiladas por: Zavala, José María. Op. Cit, P. 101.
[9] Íbidem P.10. Las negritas nos pertenecen.
[10] Jean Dumont, Reconquista de la historia. Santa Isabel la Católica. www infocatolica.com. (19/02/2015). Las negritas nos pertenecen.
[11] Ver P. 12. Las negritas nos pertenecen.
[12] Ver P. 18.
[13] No está parada, camina.
[14] José María Escrivá es el fundador de la congregación “Opus Dei”.
[15] El Periódico, 28 de septiembre de 2002. Fecha de consulta: 30/05/14.
[16] ABC, El Gran Periódico Español, 28 de septiembre de 2002 Fecha de consulta: 30/05/14.
[17]Juan G. Bedoya, Isabel la Católica tendrá que esperar. El país. Madrid, 28 de septiembre de 2002.
[18] El Periódico, 28 de septiembre de 2002. Fecha de consulta: 30/05/14. Las negritas son nuestras.
[19] Ibídem.
[20] Ibídem.
[21] Ibídem.
[22] Jean Dumont, Op. Cit. P. 10.
[23] Modesto Lafuente. Cfr. Positio historica super vita, P. 937.
[24] Fray Zacarías Martínez, Oración fúnebre con motivo del cuarto centenario de la fin de Isabel la Católica, en Medina del Campo, 26 de Noviembre de 1904. Impreso en Madrid, 1904, P. 8 y 57. (CIC, tomo XVI, doc. 1944, P. 321 y 323) Cfr. Ibídem, P. 938. Las negritas nos pertenecen.
[25] Discurso leído en la Universidad central, en solemne inauguración del curso académico (1904-1905). Madrid, Imprenta Colonial, 1904 (BN. V/154-10) CIC, tomo XVI, doc. 1943, P. 318-320. Cfr. Ibídem, P. 938.
[26] Conde de Cedillo. Cfr. Ibídem, P. 939. Las negritas nos pertenecen.
[27]Positio historica super vita, P. 940.
[28]Ibídem, P. 940.
[29] Vizcaíno Casas, Fernando. Op. Cit. P. 185.
[30] Positio historica super vita, P. 942.
[31] Ibídem, P. 943.
[32] El Mundo, domingo 03 de marzo de 2002. Las negritas nos pertenecen.
[33] El País, 23 de abril del 2003.
[34] Confr. www.reinacatolica.com.
[35] Positio historica super vita, P. 877 y 878.
En la Posición Histórica de la vida de la Reina Isabel, el postulador Anastasio Gutiérrez, analiza seis hechos que podrían resultar “posibles impedimentos” para la Causa: la legitimidad de la sucesión al trono, la dispensa para el matrimonio, las capitulaciones de paz con Alfonso V, la fundación de la Inquisición Española, la expulsión de los judíos y las contiendas con los papas Sixto IV, Inocencio VIII y Alejandro VI. [2]
Luego de explicar brevemente cómo han sido aclarados a través de estudios rigurosos cada uno de estos posibles impedimentos, el P. Anastasio Gutiérrez afirma:
“En conclusión, según la Comisión histórica vallisoletana, no parece encontrarse hecho alguno de la vida pública de la Reina Isabel que pueda entenderse o apreciarse biográfica o históricamente como efecto de una consciente incorrección jovenlandesal. La línea jovenlandesal de sus hechos se perfila paso a paso en el examen serio y conjunto de toda la amplísima y críticamente bien cimentada documentación”[3].
Es decir, que todos estos temas han sido esclarecidos y no se ha encontrado en ninguna de estas acciones faltas jovenlandesales de la Reina que puedan frenar su Causa. Y sin embargo, cinco siglos después de su fin se continúa cuestionando su santidad.
Pero… ¿Por qué? ¿Por qué, si ya está todo aclarado, la figura de la Reina sigue siendo tan controvertida?
De las seis acusaciones que el postulador dice que podrían hacérsele a Isabel, dos son las que han perdurado en el tiempo, pues solo las cuestiones relacionadas con los judíos son las que conforman hoy los impedimentos para que Isabel la Católica sea canonizada, a saber: la instauración del Tribunal de la Inquisición y la mal llamada expulsión de los judíos.
Para explicar esto vamos a tener que regresar a la historia de la Causa, que habíamos dejado en el año 2002, con las alentadoras palabras de Mons. José Saraiva Martins, cardenal prefecto de la Congregación de las Causas de los Santos: “la Causa no está frenada, camina” y el inquietante suspenso subsiguiente.
Pero para entender este suspenso, debemos volver el tiempo un poco hacia atrás. Revivamos el año 1991.
1991 y la suspensión del proceso de Isabel la Católica
En el año mencionado muchos valientes y sinceros señores dieron a conocer su opinión acerca de la Reina Isabel:
“El judaísmo no perdonará nunca a la reina el exilio forzado de la gran comunidad de judíos de España, las amenazas y las brutalidades que se cometieron para obligar a los judíos a convertirse y, como corolario los crímenes de la Inquisición”[4], declaraba Jean Kahn, presidente del Consejo representativo de las instituciones judías de Francia en Tribune juive.
Samuel Toledano, portavoz de las comunidades judías de España para la promoción de la tolerancia religiosa expresaba en un artículo del Times, que “la reina de Castilla es un símbolo de intolerancia”[5].
En el mismo artículo el representante de la Sociedad Islámica decía que: “Isabel se parece más a un malo que a un santo”[6].
Le Monde hacía a Isabel “responsable de la persecución de miles de judíos y fiel a la religión del amores”[7].
Mientras tanto, La Croix, ese mismo año quitaba a Isabel su título de “Católica” mencionándola en adelante sólo como Isabel I de Castilla, llamada Católica[8].
¿Qué sucedía ese año para que tantos se envalentonaran contra el silencio en el que dormía Isabel de Castilla?
El historiador francés Jean Dumont nos trae la noticia:
“Todas estas denuncias, degradaciones e ignorancias tuvieron, por desgracia, el apoyo de una decisión romana, que se conoció el 28 de marzo de 1991, el día de jueves santo: la decisión secreta que tomó la Congregación para las Causas de los Santos de “suspender” el proceso de beatificación de Isabel”[9].
Y en otra ocasión comenta:
Una violenta campaña judía y pro-judía ha logrado de Roma la «suspensión» del proceso de beatificación de Isabel la Católica. Suspensión anunciada por el cardenal Felici, Prefecto de la Congregación romana para la causa de los santos, el día 28 de marzo de 1991 y, que inmediatamente, ha motivado las felicitaciones (dirigidas el mismo día o el siguiente) de la célebre organización mundial del lobby judío, la Anti-Diffamation League of B’nai Brith[10].
Sí, el historiador francés nos dice que la causa de Isabel la Católica fue suspendida eternamente en 1991. En esta fecha, al acercarse el cuarto centenario del descubrimiento de América, las expectativas de la Iglesia Española respecto a la beatificación de la Reina Isabel eran notables. Pero pronto se verían frustradas, por obra insistente de judíos y pro-judíos.
Poco tiempo después de que se diera por suspendido el proceso, el Arzobispo de Valladolid escribía a Roma pidiendo que la Causa se acelerase. Lo mismo hará el Cardenal presidente de la Conferencia Episcopal Española.
Como respuesta a estos insistentes pedidos, vendrá desde Roma una vaga explicación en aquella carta de la Secretaría de Estado que ya mencionamos donde expresaba: “Por lo que hace a la Causa en cuestión, las circunstancias aconsejan profundizar algunos aspectos del problema, tomando un tiempo conveniente de estudio y reflexión”[11].
La Causa se había suspendido para siempre.
2002: La Causa de la Reina Isabel “¡no está parada, camina!” o las declaraciones de Flavio Capucci.
Las últimas noticias oficiales que tenemos del proceso
El sueño de ver canonizada, para el aniversario del descubrimiento de América (1492-1992), a la Reina más santa que cualquier siglo ha tenido, había desaparecido. Pero un nuevo aniversario se acercaba y en los corazones españoles e hispanoamericanos la ilusión volvió a renacer. Se aproximaba el año 2004, y con él el quinto centenario de la fin de Doña Isabel. Las tentativas de canonizar a la Reina Católica volvían a aparecer.
Con este objetivo en el año 2001 el Cardenal Presidente de la CEE, Antonio María Rouco Varela escribió al Santo Padre rogando: “solicito de V. Santidad que, si lo considera oportuno, tenga a bien ordenar la prosecución de la Causa de Canonización de la sierva de Dios Isabel I, Reina de Castilla y León”[12].
Al año siguiente el mismo cardenal visitó al Santo Padre para su cumpleaños y le llevó de regalo una copia fiel del Testamento y el Codicilo de la Reina Isabel con los comentarios del Dr. Vidal González Sánchez.
Y ya estamos en el año 2002. Una nueva visita se realizó a la Sede de Pedro con el mismo pedido de siempre: La canonización de Isabel la Católica. El Vicario General del Arzobispado de Valladolid, Vicente Vara Sanz y el nuevo postulador de la Causa, el Padre Rafael Serra Bover, junto con el Dr. Vidal González Sánchez visitaron la Sagrada Comisión y pudieron escuchar de labios del Cardenal Prefecto de la Sagrada Congregación para las Causas de los Santos que la Causa de la Reina Isabel “non é fermata, cammina”[13].
Y después de la promesa… el silencio, el olvido, la indiferencia consiente, el ostracismo.
La página oficial de la Comisión para la beatificación de Isabel no publicó una sola línea más.
Hoy hace trece años de esa declaración y la Causa sigue varada en el mismo lugar que en 1991. ¿Camina la Causa?
Las declaraciones de Mons. Flavio Capucci
Alguien más habló sobre la Causa de Isabel la Católica en el año 2002. Fue Mons. Flavio Capucci, conocido por estar a la cabeza de causa de canonización de José María Escrivá[14] durante 25 años. Él no fue tan optimista con lo que respecta a la Causa de la Reina. Varios diarios esparcieron sus declaraciones:
“El Vaticano desoye la petición del episcopado español ante el rechazo frontal de los judíos. El letrado de la causa de Escrivá cree «muy poco probable» que la reina castellana llegue a santa.”[15].
Comentaba el diario español, El Periódico.
El diario ABC, de España publicó la siguiente declaración de nuestro obispo en cuestión:
…en el trasfondo de la polémica, parece que ciertos sectores judíos habían presionado a la Iglesia católica para paralizar dicho proceso, dos años antes de que se cumpla el V centenario de la fin de la Reina Católica. Algunos apuntan a la negativa del arzobispo de París, cardenal Lustiger (de ascendencia judía) como uno de los motivos principales de este parón[16].
Y en el popular diario El País, se leía:
La parafernalia con que los obispos españoles querían celebrar en 2004 el quinto centenario de la fin de Isabel la Católica acaba de apagarse por donde más quería alumbrar: la beatificación de tan famosa reina y señora. Roma ha dicho que no, al menos de momento, a la causa de beatificación promovida desde el Arzobispado de Valladolid en 1952 y reactivada por la Conferencia Episcopal Española en el plenario de los prelados de marzo pasado. Las causas de este bloqueo, que parece definitivo, las explicó en Madrid este jueves el monseñor romano Flavio Capucci, durante una cena con varios periodistas. (…)Comprometida la Conferencia Episcopal en esa causa, parecía que la polémica beatificación de Isabel la Católica sería imparable y rápida, pero ya entonces el 25% de los obispos se opuso a avivar el proceso. ¿Motivos? Los mismos que ahora insinúa el eficaz postulador del Opus: evitar polémicas con la comunidad judía, que no perdona a la reina bajo cuyo mandato se produjo la expulsión de España de ese pueblo en unas condiciones consideradas ahora como insoportables[17].
Los diarios son lo suficientemente claros: Monseñor Flavio Capucci, en una entrevista que se le realizó en el año 2002, cuando las esperanzas de la posible beatificación se despertaba nuevamente por acercarse el quinto centenario de la fin de la Reina, da por tierra todas las esperanzas.
El diario digital El Periódico es quien publicó de forma más completa las declaraciones de Capucci, que reproduce textualmente: “el Vaticano considera a Isabel I de Castilla un buen ejemplo de reina católica, pero no tiene intención de elevarla a los altares ante el rechazo frontal del lobi judío y del sector más progresista de los católicos. Un santo es un modelo para todos los cristianos, nunca una figura problemática y conflictiva”[18].
Y luego explican los periodistas:
Capucci, (…) cree «muy improbable» que la Santa Sede atienda la reciente solicitud de la Conferencia Episcopal Española y reabra el proceso iniciado en 1958 para elevar a los altares a Isabel la Católica. El 75% de los prelados empujaron esta causa el pasado febrero con el objetivo de que la polémica soberana subiese a los altares coincidiendo con la celebración del quinto centenario de su fin, en el 2004[19].
El obispo, afirma en la misma entrevista: “Si a mí me encargaran este proceso, el único punto en el que creo que habría que concentrar la atención es el de asegurarse de que hay devoción popular. Si ésta no existe la causa no tiene posibilidad de comenzar”[20].
Además remarcó la necesidad de la “existencia de la fama de santidad documentalmente”: “A falta de eso, se juzga con criterios ajenos a una causa de beatificación, bajo criterios espirituales, culturales o de oportunidad pastoral. No sé cuál es el criterio de los obispos españoles para promover este proceso”[21].
La devoción popular.
¿Por qué remarca el cardenal la falta de devoción popular? ¿Es qué no hay un fervor hacia la Reina Católica? Cierto es, que no existe actualmente en nuestra protagonista un halo de popularidad que la rodee, como ocurría, por ejemplo, con San Juan Pablo II, antes de ser beatificado o canonizado. Absurdo sería afirmar tal cosa.
Sin embargo hay algo que se debe recordar: “No se ama lo que no se conoce”. ¿Cómo es posible pretender que la Reina Isabel la Católica goce de una ferviente devoción popular cuando durante cinco siglos su nombre ha sido manchado por mentirosas leyendas ideológicas? ¿Cómo gozará nuestra soberana de un “fervor popular” si los intelectuales, los medios y muchas veces los mismos miembros de la Iglesia Católica se han esforzado por borrar su nombre, o por convertirlo en casi una mala palabra, o reducirlo a su acción como reina, sin destacar su santidad de vida? Teniendo al mundo, a todo el mundo en contra, ¿es posible tener “devoción popular”?
No desatinó Jean Dumont, en llamarla “la Incomparable”. Pese a la anti-propaganda, pese a la leyenda de color, pese a sus poderosos y muchos enemigos, el nombre de la “incomparable” después de cinco siglos de su fallecimiento continúa clamando ser elevado a los Santos Altares de la mano de numerosos cardenales, obispos y fieles. ¿Acaso no decía el diario el Periódico que el 75% de los prelados de la Conferencia Episcopal Española esperaban para el año 2004 la beatificación? ¿Y antes de cerrarse? El proceso estaba
“particionado por un gran número de obispos y cardenales: (…) Castrillón Hoyos, presidente del CELAM (Comité Episcopal de América Latina),(…)López Rodríguez, arzobispo de Santo Domingo, primado de América y sucesor de Mons. Castrillón en la presidencia del CELAM; López Trujillo, prefecto del Consejo Pontificio de Familia; Castillo Lara prefecto de la Administración del Patrimonio de la Santa Sede; Aponte Martínez, arzobispo de Puerto Rico (…);Mons. Law, cardenal de Boston; Mons. Álvaro Potrillo, prelado del Opus Die, Mons. Amigo, arzobispo de Sevilla”[22].
Y todos ellos sin contar a los postuladores y promovedores de la Causa en la misma España.
Pero… ¿Y antes de abrirse el proceso? ¿Nadie reclamaba la subida de nuestra Reina al más que justo y bien merecido Altar de los Santos?
Parece que sí. Ya en el s. XIX un reconocido teólogo e historiador, Don Modesto Lafuente, reprochaba a la Iglesia española:
Confesamos no comprender cómo no se halla el nombre de Isabel de Castilla entre la nómina de los escogidos, al lado de San Hermenegildo y San Fernando, mayormente cuando, a la luz de la más escrupulosa investigación, no se descubre un solo acto de su vida pública y privada que no sea de piedad y virtud; el no poder venerar a esta Reina en los altares, canonizada por la Iglesia, es cosa que sentimos de corazón[23].
Los pedidos por la beatificación de Isabel fueron constantes durante todo el siglo XX. En 1904, con ocasión del cuarto centenario de la fin de la Reina el fervor popular se reavivó desde varios sectores de la sociedad:
- Desde los púlpitos de las iglesias: El arzobispo de Santiago de Compostela, Fray Zacarías Martínez, predicaría ese año en Medina del Campo:
Me veo en la precisión de hacer un panegírico y no una oración fúnebre, porque Isabel la Católica fue una Santa, aunque por designios inescrutables de Dios, no la veneramos en los altares…Esta mujer descuella entre todas las Reinas que no fueron santas, por las virtudes de su santidad; y entre todas las santas que no fueron reinas por las proezas de su reinado…
Cuando dentro de cien años otro orador suba a esta cátedra sagrada ¿quién sabe si en vez de una oración fúnebre tendrá que tejer el panegírico de una Reina Santa que nació en Madrigal y murió en Medina del Campo?[24]
- Desde las cátedras Universitarias: Fue en este caso el preceptor del entonces rey Alfonso XIII, quien por ser catedrático de la Universidad de Madrid, estuvo a cargo del discurso realizado en homenaje a Isabel la Católica. En él decía:
Saludemos como a progenitora a la mujer gloriosa, cuyo amor vive en el alma encendido y vivirá en las generaciones; y saludémosla así todos los españoles, los de aquende el mar y los de allende, porque a unos y a otros estando para morir nos dejó el corazón como lo más que podía dejarnos[25].
- Desde la academia de Historia: Se celebró aquí un acto público para la fecha de fallecimiento de nuestra Reina. El Conde de Cedillo fue quien estuvo a cargo de los festejos. Él mismo confesaba que al momento de preparar el discurso lo hizo obedeciendo: “de una parte, mi amor, o mejor dicho diré, veneración, a la gran Reina española; y de otra, el mandato de la Academia”[26].
Es cierto, todos estos nombres y discursos que hemos citado, provienen de estudiosos, de historiadores o desde el clero. Por razones obvias estas personas pueden estar más inclinadas a venerar y recordar a la Reina Castellana. Sin embargo el pueblo, la gente sencilla, los simples laicos tanto de España como de Hispanoamérica, también han profesado una ardiente devoción hacia la Reina y han clamado por su subida a los Altares.
Veamos algunos ejemplos…
Allá por el año 1929, se celebró en Sevilla el Congreso Mariano Ibero-Americano. El postulador Anastasio Gutiérrez nos cuenta que allí “al verse juntos en Sevilla los españoles e iberoamericanos, surge espontáneamente entre ellos la idea de plantear ante los prelados allí asistentes, la canonización de la Reina Católica. Como escribió el periódico El Debate, en el congreso de Sevilla resonó sobre todos los nombres de héroes y misioneros del Nuevo Mundo el de Isabel la Católica”[27]. Allí, don Narciso de Estégana y Echeverría, prior de las Órdenes Militares, hizo suyo el clamor de la gente y expuso “su autorizado parecer de que Isabel la Católica merece el honor de los Altares”[28].
Un nuevo congreso sería reflejo de la devoción popular. En el año 1951, durante el Congreso Femenino Latinoamericano se redactó un acta en el cual numerosas asociaciones de damas católicas de España, Argentina, Bolivia, Brasil, Colombia, Cuba, Chile, Ecuador, Méjico, Perú, Uruguay y también Filipinas; rogaban por la beatificación de la Reina. Las actas fueron elevadas al Vaticano por el entonces ministro de Educación, Don José Ibáñez Martín[29].
En el año 1956 llegaba a Roma desde la Argentina la carta de la señorita Bilbao (de la que ya hemos hablado) que daría el puntapié final para la apertura de la Causa. Una joven laica y universitaria. ¿Qué es sino devoción hacia la Reina lo que movió a la muchacha a escribir su carta?
En Norteamérica también hallamos ecos del fervor de la gente hacia la Santa Reina. En 1962 la asociación estadounidense Daugthers of Isabella (Hijas de Isabel) en su International Convention Daugthers of Isabella, realizado ese año en Monreal (Canadá) expuso en la resolución nº 2 del Congreso la solicitud de la beatificación de la Reina Isabel de España. A esta resolución se le unieron los cuarenta y cinco grupos de esta misma organización norteamericana.
Desde Méjico llegó a Valladolid en 1964 una carta de un “Caballero de Colón” expresando su deseo de ver beatificada a nuestra protagonista, expresando: “Ninguna mujer desde tiempos pasados hasta nuestros días es tan merecedora a tan alta distinción. Fue una heroína y una santa. Justísima beatificación”[30].
En Ecuador, en el año 1967 el “Instituto Ecuatoriano de Cultura Hispánica” y “El círculo femenino de Cultura Hispánica” clamaron también a Roma por la beatificación de Isabel la Católica.
El año anterior Estados Unidos había declarado el 22 de abril el día de la Reina Isabel como fiesta nacional.
El postulador de la Reina, quien nos ofrece todos estos datos afirma: “Imposible detenerse en el mundo hispanoamericano, porque aquí la ambientación de la Causa es tan desbordante, que sería cosa fácil de empezar pero nunca de acabar”[31].
Un nuevo siglo llegó y con él nuevas peticiones de reavivar el proceso de la Sierva de Dios.
En el 2002, El Mundo trae noticias: “Isabel de Castilla podría ascender a los altares. Venerada dentro y fuera de nuestro país, la Conferencia Episcopal ha reactivado su proceso de beatificación. Se le atribuyen dos milagros, pero haber expulsado a jovenlandeses y judíos y rescatado la Inquisición son episodios que podrían aguar su causa”[32].
En el año 2003, el periódico El País nos trae una noticia contundente: “105.600 católicos remitieron cartas al Papa entre 1993 y 1995 (dos años) pidiendo la beatificación de Isabel la Católica, según los archivos de la causa de beatificación de esta reina, cuyo quinto centenario de la fin se celebra el próximo año”[33].
Otro dato: en el año 2006, la página web de la Comisión para la beatificación de Isabel la Católica comenzó a publicar boletines digitales tratando diferentes aspectos de la vida de la Reina. Al final de la revista adjuntan algunos comentarios que la gente les envía agradeciendo favores a la Reina o simplemente comentando su devoción hacia ella. En la actualidad se han publicado 32 boletines. Cada boletín publica de dos a cuatro favores hacia la Reina. Asimismo la revista publica noticias sobre estudios que se llevan a cabo acerca de Isabel, ya sea por grandes historiadores o por simples estudiantes universitarios que se comunican con la página. Como se ve, la devoción existe. La gente visita la página y se interesa, y sobre todo la gente le reza a Isabel la Católica, pues comunican pequeños favores obtenidos por su intercesión.[34]
¿Es la falta de devoción popular la verdadera causa de la suspensión de su proceso?…
No, parece que no; pero también reclamaba Capucci “existencia de la fama de santidad documentalmente”.
Fama de Santidad
Si hay en la Causa de nuestra soberana un terreno firme es justamente la fama de santidad. Si hay en la Causa de la Reina, cuestiones que estudiar más a fondo por no estar del todo claras, no conforma el tema de la fama de santidad precisamente uno de ellos. Ésta, como dijimos al comienzo del trabajo, comenzó incluso antes de su fin.
En la Positio Histórica de la Reina se introduce el capítulo dedicado a su fama de santidad del siguiente modo:
La fama de santidad de la Reina Católica viene corroborada por el testimonio fehaciente de una ininterrumpida tradición histórica recogida en dos gruesos volúmenes por Vicente Rodríguez Valencia, Isabel la Católica en la opinión de españoles y extranjeros, Valladolid, 1970; que figuran en la documentación de la Causa (CIC) como vols. XV y XVI, de 566 y 678 páginas respectivamente[35].
¡Mil doscientas cuarenta y cuatro páginas para recoger su fama de santidad!
No tras*cribiremos aquí ningún testimonio de la santidad de la reina, puesto que lo hicimos en el capítulo anterior; pero sí nombraremos a todos los testigos de la santidad de Isabel la Católica que el postulador escogió de la investigación de Rodríguez Valencia para la Positio Histórica.
Quizá verlo así, en bruto, en un denso párrafo nos disipe cualquier duda y nos prevenga de malas interpretaciones acerca de los motivos por los cuales la Causa se cierra.
Hablan de su fama de santidad:
Coetáneos españoles: Fernando el Católico, Juan II de Aragón, el Cardenal Cisneros, Carlos V, Hernando de Talavera, Cristóbal Colón, el Dr. Toledo, Gonzalo Fernández de Oviedo, Andrés Bernáldez, Andrés Cabrera, un consejero real, Anónimo franciscano, Fernando de Lucena, Alvar Gómez de Castro, Hernando del Pulgar, Continuador anónimo del Pulgar, Diego Valera, la Crónica Incompleta, Lorenzo Ganíldez de Carvajal, Maese Rodrigo Santaella, Pedro Mexía, Alonzo de Santa Cruz, Jerónimo Zurita, Esteban de Garibay y Zamalloa, Fr. Luis de León, Fr. José de Sigüenza, P. Juan de Mriana, Testimonios de Guadalupe y S. Benito de Valladolid, Fr. Gabriel de Talavera, Pedro de Cartagena, Gómez Manrrique y Diego de S. Pedro, Juan de Encina.
Coetáneos italianos y Papas: Lucio Marineo Sículo, Pedro Mártir de Anglería, El papa Sixto IV, el papa Inocencio VIII, Alejandro VI, Julio II, Andrea Navaggiero, Francesco Guicciardini, Il Conte di Castiglione y Fr. Gilberto Nicolai.
Coetáneos alemanes: Jerónimo Münzer y Fr. Erhard Boppenberger.
Durante los siglos XVII y XVIII: Juan de Palafox, José de Palafox, Francisco Bermúdez Pedraza, Gil Gonzáles Dávila, Anónimo: Biografía de la Reina, Diego de Colmenares, Diego de Saavedra Fajardo, Baltasar Gracián, Francisco Pinel y Monroy, Prudencio de Sandoval, Diego Ortiz de Zúñiga, Monseñor Esprit Flechier, Bernardo Giusyiniani, Santiago Roil, Enrique Flórez, Rafael Floranes, Juan de Ferreras.
Durante los siglos XIX y XX: Juan Antonio Llorente, José Amador de los Ríos, Diego Clemencín, Modesto Lafuente, Vicente de La Fuente, Mariano ****rías, Cánovas del Castillo, Emilio Castelar, Joaquín Costa, William Prescott, Washingtong Irving, León XIII, Marcelino Méndez Pelayo, Alejandro Pidal y Mons. Pío Zabala Lera, Ramón Menéndez Pidal, Gregorio Marañón, Salvador de Lara, Antonio Ballesteros Beretta, Marqués de Lozoya, D. Juan de Contreras, Antonio Rumeu de Armas, Blas Piñar, Francisco Franco, un carmelita descalzo, biografía, P. Tarsicio de Azcona, P. Feliciano Ceredera, Monseñor Rafael García y García de Castro, P. Venancio Carro, William Thomas Walsh, Gabriel y Galán y L. Vázquez de Mella y A. Ballesteros.
No; efectivamente, no ha sido falta de documentación sobre su fama de santidad la tara del proceso.
Prof. Magdalena Ale
continuará
[1]Zavala, José María. Op. Cit., P. 101.
[2] Positio histórica super vita, P. XXXVII- XXXVIII.
[3] Ibídem, P. XXXVIII.
[4] Jean Kahn, presidente del Consejo representativo de las instituciones judías de Francia (Crif) en Trbune juive. En Dumont, Jean. Op. Cit., P. 9 Las negritas son nuestras.
[5] Ibídem P. 9.
[6] Ibídem P. 9.
[7] Ibídem P. 9.
[8] Ibídem P. 9 Todas estas declaraciones son también recopiladas por: Zavala, José María. Op. Cit, P. 101.
[9] Íbidem P.10. Las negritas nos pertenecen.
[10] Jean Dumont, Reconquista de la historia. Santa Isabel la Católica. www infocatolica.com. (19/02/2015). Las negritas nos pertenecen.
[11] Ver P. 12. Las negritas nos pertenecen.
[12] Ver P. 18.
[13] No está parada, camina.
[14] José María Escrivá es el fundador de la congregación “Opus Dei”.
[15] El Periódico, 28 de septiembre de 2002. Fecha de consulta: 30/05/14.
[16] ABC, El Gran Periódico Español, 28 de septiembre de 2002 Fecha de consulta: 30/05/14.
[17]Juan G. Bedoya, Isabel la Católica tendrá que esperar. El país. Madrid, 28 de septiembre de 2002.
[18] El Periódico, 28 de septiembre de 2002. Fecha de consulta: 30/05/14. Las negritas son nuestras.
[19] Ibídem.
[20] Ibídem.
[21] Ibídem.
[22] Jean Dumont, Op. Cit. P. 10.
[23] Modesto Lafuente. Cfr. Positio historica super vita, P. 937.
[24] Fray Zacarías Martínez, Oración fúnebre con motivo del cuarto centenario de la fin de Isabel la Católica, en Medina del Campo, 26 de Noviembre de 1904. Impreso en Madrid, 1904, P. 8 y 57. (CIC, tomo XVI, doc. 1944, P. 321 y 323) Cfr. Ibídem, P. 938. Las negritas nos pertenecen.
[25] Discurso leído en la Universidad central, en solemne inauguración del curso académico (1904-1905). Madrid, Imprenta Colonial, 1904 (BN. V/154-10) CIC, tomo XVI, doc. 1943, P. 318-320. Cfr. Ibídem, P. 938.
[26] Conde de Cedillo. Cfr. Ibídem, P. 939. Las negritas nos pertenecen.
[27]Positio historica super vita, P. 940.
[28]Ibídem, P. 940.
[29] Vizcaíno Casas, Fernando. Op. Cit. P. 185.
[30] Positio historica super vita, P. 942.
[31] Ibídem, P. 943.
[32] El Mundo, domingo 03 de marzo de 2002. Las negritas nos pertenecen.
[33] El País, 23 de abril del 2003.
[34] Confr. www.reinacatolica.com.
[35] Positio historica super vita, P. 877 y 878.
---------- Post added 17-may-2017 at 19:13 ----------
PARTE 4 de 7
¿Por qué aún Isabel la Católica no es santa? La posición del cardenal Lustiger (4-7)
Isabel la Católica ha sido durante siglos la mujer más elogiada de la historia. Su belleza, sus virtudes, su santidad han sido cantadas por millones de poetas y resaltadas por todo tipo de estudiosos. América toda la considera su progenitora y España la aclama como su primera reina. Desde las dos Españas los clamores para que sea elevada a los altares han sido constantes durante cinco siglos.
No. No nos confundamos. No es la falta de devoción popular, ni la falta de fama de santidad lo que impide que la Reina Católica sea proclamada santa.
El hecho que ha impedido que Isabel la Católica sea elevada a los Santos Altares no es sino la presión eficacísima que las comunidades judías han ejercido en las más altas esferas de la Iglesia Católica. Los motivos los hemos dado anteriormente. ¿Qué mayor prueba que desde la B’nai B’rith se hayan congratulado con Roma por suspender el proceso?
Jean Marie Lustiger
“Era el converso más famoso de la cristiandad. Amigo íntimo del Papa Wojtyla, defensor del diálogo hebreo-católico y, por eso, mismo, acérrimo opositor a la beatificación de Isabel la Católica, el cardenal Jean Marie Lustiger murió el domingo [o5 de agosto del 2007] en París, a los 80 años, víctima de un cáncer”[9].
Habíamos mencionado anteriormente al cardenal de origen judío. Jean Dumont, al escribir en 1991 sobre la congelación de la Causa de Isabel, nos habla también de él:
Hasta hoy, el mismo Le Monde no ha revelado entre los prela*dos promotores de la «suspensión» del proceso de beatificación re*ligiosa de «la católica» por título de la Iglesia, más que al carde*nal Lustiger, que no ha cesado de referirse él mismo a su nacimiento judío. «Monseñor Lustiger ha intervenido ante el arzo*bispo de Madrid. Parece que sin éxito» (Le Monde, 7 de diciem*bre de 1990). La primera causa de esta insólita intervención de monseñor Lustiger lejos de su sede, en los asuntos de otra igle*sia y de otro pueblo, es en él, ciertamente, una conjunción: la de su conmovedora pasión, la más importante, por sus orígenes, y la de la deficiencia de su información histórica, que le han hecho tomar el bello rostro y el alma hermosa de Isabel por sedes de abominaciones, golpeando, por maldad, al judaísmo[10].
Antes de seguir adelante, es necesaria una aclaración: No es nuestra intención difamar a un cardenal de la Iglesia Católica fallecido recientemente, y quien realizó en su diócesis una amplia obra pastoral. Simplemente nos estamos deteniendo en la figura de este cardenal, porque es el único que sabemos a ciencia cierta que se opuso a la elevación de Isabel la Católica a los Altares. Esto nos ayuda a corroborar nuestra doble tesis: en primer lugar que la causa de Isabel la Católica está parada, y en segundo lugar que la causa de la suspensión del proceso es la protesta judía.
Simplemente diremos que fue él el representante mayor de la oposición judía en 1991, y que por obra de su oposición, Isabel la Católica no pudo ser beatificada en dicha fecha.
No fue necesario indagar demasiado acerca del cardenal para obtener la noticia. La biblioteca digital Wikipedia (que no es garantía de ninguna autoridad, pero a la cual recurrimos habitualmente cuando buscamos un pantallazo general acerca de un tema) nombra, en su artículo sobre Lustiger, su abierta oposición a la beatificación de Isabel la Católica. Así dice el artículo: “Él contrajo la enemistad de muchos de la Iglesia Española por su fuerte oposición al proyecto de canonizar a la Reina Isabel I de Castilla. (…) La oposición de Lustiger fue debido a que Isabel y su esposo Fernando de Aragón expulsaron a los judíos de sus dominios en 1492”[11].
Pero no nos quedaremos con estos informales datos que nos otorga cualquier página virtual. El diario El País publicó en 1991:
Algunas acciones de Isabel la Católica iban en contra de la enseñanza de la Iglesia, y en concreto, de la libertad de conciencia, manifestó ayer Jean Marie Lustiger, cardenal arzobispo de París. Lustiger (…) ha desempeñado un importante papel en la congelación del proceso de beatificación de Isabel de Castilla. No en vano, el cardenal se convirtió al catolicismo a los 14 años y cambió su nombre judío de Aaron por el de Jean Marie.
El cardenal de París, que participó ayer en un seminario organizado por la Universidad Complutense en El guanol, se ha caracterizado por una especial sensibilidad hacia los temas judíos desde el catolicismo. Ha defendido la acción de los cazadores de nazis, y recientemente se ha opuesto activamente al proceso de beatificación de Isabel la Católica, bajo cuyo mandato fueron expulsados los judíos de España[12].
El diario Periodista digital con motivo del fallecimiento del cardenal en el año 2007 también mencionó su oposición a la beatificación de Isabel: “Aunque convertido, el purpurado francés nunca cortó con sus raíces judías. Tanto que algunos le llamaban el gran rabino de París. Por eso nunca quiso que Isabel la Católica, a la que reprochaba la expulsión de los judíos, subiese a los altares. Y de hecho, consiguió bloquear su proceso en Roma, donde duerme el sueño de los justos”[13].
¿Quién es este cardenal que se opuso de forma tan abierta a la beatificación de Isabel la Católica?
Jean Marie Lustiger nació en París en el año 1926. Sus padres, judíos, vivían en Francia, y cuando los nazis la invadieron, ambos fueron deportados. Su progenitora moriría en 1943, en Auschwitz.
El pequeño, que por entonces se llamaba Aron, fue acogido por una familia de Orleans, y allí se convirtió al catolicismo. Realizó sus estudios en el Liceo Montaigne (París) y luego en Orleans. Una vez egresado de dicha institución, entró en el seminario carmelita de París y en 1954 fue ordenado sacerdote.
En el año 1979, nuestro cardenal sufre una crisis espiritual, provocada por el “antisemitismo francés”. Considera entonces la idea de dejar Francia para conducirse a Israel. Comienza a estudiar hebreo, pero es entonces cuando el Sumo Pontífice lo nombra obispo de Orleans. La idea de migrar desapareció entonces.
En 1981 se hizo cargo de la arquidiócesis de París y en ese puesto permaneció hasta su fallecimiento el 06 de agosto de 2007.
Durante toda su vida hizo alarde de su ascendencia judía, defendiendo a su pueblo muchas veces más que a los mismos cristianos, a quienes a menudo trataba de “ellos”.
Veamos algunos testimonios de él mismo:
“Nací judío y permanezco judío, incluso si esto es inaceptable para muchos”[14].
“La vocación de Israel es traer luz a los no judíos. Esa es mi esperanza y creo que el cristianismo es el medio para lograrlo”[15].
“Soy tan judío como todos los otros miembros de mi familia que fueron asesinados en Auschwitz y otros campos de concentración”[16].
“A ellos no les gusta admitirlo pero la creencia de los cristianos, las obtuvieron de los judíos”[17].
El día de su fallecimiento, en el atrio de Nôtre Dame, se escuchó la siguiente oración fúnebre:
Exaltado y santificado sea su gran nombre, Amén.
En este mundo de Su creación que creó conforme a Su voluntad; llegue su reino pronto, germine la salvación y se aproxime la llegada del Mesías, Amén.
En vuestra vida, y en vuestros días y en vida de toda la casa de Israel, pronto y en vuestro tiempo cercano y decid: Amén.
Bendito sea Su gran Nombre para siempre, por toda la eternidad; sea bendito, elogiado, glorificado, exaltado, ensalzado, magnificado, enaltecido y alabado Su gran Nombre (Amén), por encima de todas las bendiciones, de los cánticos, de las alabanzas y consuelos que pueden expresarse en el mundo y decid: Amén.
Por Israel y por nuestros maestros y sus alumnos, y por todos los alumnos de los alumnos, que se ocupan de la sagrada Torá, tanto en esta tierra como en cada nación y nación. Recibamos nosotros y todos ellos la gracia, bondad y misericordia del Amo del cielo y de la tierra, y decid: Amén. (Amén)
Descienda del Cielo una paz grande, vida, abundancia, salvación, consuelo, liberación, salud, redención, perdón, expiación, amplitud, y libertad, para nosotros y para todo Su pueblo Israel y decid: Amén. (Amén)
El que establece la armonía en Sus alturas, nos dé con sus piedades paz a nosotros y a todo el pueblo de Israel y decid: Amén.
Es la oración llamada kadish, una plegaria judía para celebraciones fúnebres. De este modo se abrieron los funerales del cardenal judío-francés Jean Marie Lustiger.
Los actos hablan por sí solos. Imposible es negar el gran acercamiento de nuestro cardenal a la religión judía.
Para concluir, tras*cribiremos una cita del historiador y periodista José María Zavala, quien recientemente ha publicado una hermosa biografía de la Reina Isabel. La cita es de una entrevista que se le hizo en ocasión de la presentación de su libro.
“Cuando la beatificación estaba a punto de salir adelante, el cardenal francés Jean Marie Lustiger, amigo del Papa Wojtyla y defensor del diálogo hebreo-cristiano como judío converso que era, se opuso de forma decisiva”[18].
Consideraciones parciales
Tristes páginas nos ha tocado escribir. Tristes, emocionantes e incomprensibles. Mientras el cielo entero se alegra por la presencia de la santa entre los ángeles, los hombres que hemos recibido los privilegios de sus obras nos empeñamos por esconderla, calumniarla y repudiarla.
¿Qué palabras hay para hacer justicia a nuestra Reina? ¿Qué palabras hay para devolverle a Nuestra progenitora todos los beneficios que nos aportó? ¿Con qué ojos la mirará América el día de la Ira del Señor? No hay palabras que hagan justicia ya a su nombre ultrajado.
Quizá Dios quiso premiarla doblemente en el cielo haciendo que sus obras permanezcan en silencio en la tierra. ¿No fue acaso Él quien dijo: “tu Padre que ve en lo secreto te recompensará”. Quizá Dios recompensa en el cielo la obra evangelizadora y purificadora que Isabel realizó en la España de aquende y allende el mar. Quizá quiere Él guardar en silencio las obras más grandes de la historia. Quizá, quizá Dios lo quiso; pero los hombres hemos colaborado para ello.
Y es que los hombres solemos hacer este tipo de cosas. Dios nos dio a su hijo y nosotros lo crucificamos. Así también nos dio a esta magnífica hechura de sus manos como progenitora a los americanos, como reina a los españoles, y como figura egregia que dignifica la raza humana, a todo el mundo. ¿Qué ha hecho el mundo con semejante regalo? Silenciarlo, esconderlo, cuidar que no se vea demasiado o peor aún, denunciarlo falsamente.
Tristes páginas nos tocan escribir. Ojalá hubiéramos podido obviarlas. Ojalá la historia hubiera sido distinta. Ojalá hoy pudiéramos hablar de Santa Isabel la Católica, contar las hazañas de su vida y su gloriosa y merecida llegada al Altar de los Santos. Podríamos también simplemente hablar de la santidad de su vida y de sus virtudes. Podríamos hacerlo y sería algo muy bueno.
Pero hay algo que golpea nuestra conciencia y nos obliga a gritar la injusticia que se comete con nuestra heroína. La indignación que surge de la injusticia que se le hace a Isabel la Católica nos ha llevado a escoger estos avatares que entre lágrimas, emociones y un amor profundo hacia la Reina hemos derramado en estas páginas.
De este torpe modo hemos querido disminuir un poco el vergonzoso ostracismo en que vive desde su tumba la Reina que supo unir las coronas de Castilla y Aragón; que supo luchar contra una niña que tenía las espaldas reforzadas por los nobles más poderosos de Castilla y por los reyes portugueses y que pasó a la historia como “La Beltraneja”, sin padre ni trono.
Queremos, de este modo, recordar a la Reina Católica que purificó a los religiosos y sacerdotes relajados de su reino, predicando con su ejemplo de virtud. A la santa inquisidora. A la heroína de la epopeya de Granada. Al temor de los jovenlandeses. A la jueza más justa y misericordiosa. A la beata más piadosa. A la reina victoriosa. A la doncella a quien su caballero le ha ofrecido las victorias del Rosellón y el abatimiento del poder francés en Italia y en el Pirineo. A la hacedora de la hegemonía española que triunfó en Europa, y surgió luego del mar de Occidente disfrazada de islas incógnitas.
A ella, a quien indignos nos sentimos de mencionarla en este mundo ingrato e impío, rogamos interceda ante Dios para aplacar su ira hacia los hombres que han menospreciado de tal forma su regalo.
Isabel la Católica, ruega por nosotros.
Prof. Magdalena Ale
continuará
[1] José Antonio Primo de Rivera, Discurso de Fundación de la Falange. Obras Completas. Madrid: Ediciones de la Vicesecretaría de Educación Popular, 1945. Pág. 25.
[2] Positio historica super vita, P.894.
[3] Ibídem, P. 896.
[4] Pedro de Cartagena escribió esta copla reprendiendo (un poco exageradamente) a Iñigo de Mendoza, OFM (1420-1490) por haber dedicado a Isabel unas coplas a manera de justas con el título: Historia de la question y diferencia que hay entre la razón y la sensualidad. Cfr. Ibídem, P. 896.
[5] Ibídem, P. 897.
[6] Ibídem, P. 897.
[7] Íbidem, P. 937.
[8] Manuel Sánchez Márquez. Vida sintética de Isabel la Católica en verso romance. Buenos Aires: Gladius, 1999. P. 167.
[9] Periodista Digital, 09 de agosto del 2007. Fecha de consulta el 04/ 02/2015.
[10] Jean Dumont, Op.Cit.
[11] es.wikipedia.org. Fecha de consulta el 20/02/15.
[12] El País, 06 de julio de 1991.
[13] Periodista Digital, 09 de agosto del 2007. Consultado el 04/ 02/2015.
[14] Enlace judío, 06 de mayo de 2011.
[15] Ibídem.
[16] Ibídem.
[17] Ibídem.
[18] Religión en libertad, 14 de marzo del 2014.
No. No nos confundamos. No es la falta de devoción popular, ni la falta de fama de santidad lo que impide que la Reina Católica sea proclamada santa.
El hecho que ha impedido que Isabel la Católica sea elevada a los Santos Altares no es sino la presión eficacísima que las comunidades judías han ejercido en las más altas esferas de la Iglesia Católica. Los motivos los hemos dado anteriormente. ¿Qué mayor prueba que desde la B’nai B’rith se hayan congratulado con Roma por suspender el proceso?
Jean Marie Lustiger
“Era el converso más famoso de la cristiandad. Amigo íntimo del Papa Wojtyla, defensor del diálogo hebreo-católico y, por eso, mismo, acérrimo opositor a la beatificación de Isabel la Católica, el cardenal Jean Marie Lustiger murió el domingo [o5 de agosto del 2007] en París, a los 80 años, víctima de un cáncer”[9].
Habíamos mencionado anteriormente al cardenal de origen judío. Jean Dumont, al escribir en 1991 sobre la congelación de la Causa de Isabel, nos habla también de él:
Hasta hoy, el mismo Le Monde no ha revelado entre los prela*dos promotores de la «suspensión» del proceso de beatificación re*ligiosa de «la católica» por título de la Iglesia, más que al carde*nal Lustiger, que no ha cesado de referirse él mismo a su nacimiento judío. «Monseñor Lustiger ha intervenido ante el arzo*bispo de Madrid. Parece que sin éxito» (Le Monde, 7 de diciem*bre de 1990). La primera causa de esta insólita intervención de monseñor Lustiger lejos de su sede, en los asuntos de otra igle*sia y de otro pueblo, es en él, ciertamente, una conjunción: la de su conmovedora pasión, la más importante, por sus orígenes, y la de la deficiencia de su información histórica, que le han hecho tomar el bello rostro y el alma hermosa de Isabel por sedes de abominaciones, golpeando, por maldad, al judaísmo[10].
Antes de seguir adelante, es necesaria una aclaración: No es nuestra intención difamar a un cardenal de la Iglesia Católica fallecido recientemente, y quien realizó en su diócesis una amplia obra pastoral. Simplemente nos estamos deteniendo en la figura de este cardenal, porque es el único que sabemos a ciencia cierta que se opuso a la elevación de Isabel la Católica a los Altares. Esto nos ayuda a corroborar nuestra doble tesis: en primer lugar que la causa de Isabel la Católica está parada, y en segundo lugar que la causa de la suspensión del proceso es la protesta judía.
Simplemente diremos que fue él el representante mayor de la oposición judía en 1991, y que por obra de su oposición, Isabel la Católica no pudo ser beatificada en dicha fecha.
No fue necesario indagar demasiado acerca del cardenal para obtener la noticia. La biblioteca digital Wikipedia (que no es garantía de ninguna autoridad, pero a la cual recurrimos habitualmente cuando buscamos un pantallazo general acerca de un tema) nombra, en su artículo sobre Lustiger, su abierta oposición a la beatificación de Isabel la Católica. Así dice el artículo: “Él contrajo la enemistad de muchos de la Iglesia Española por su fuerte oposición al proyecto de canonizar a la Reina Isabel I de Castilla. (…) La oposición de Lustiger fue debido a que Isabel y su esposo Fernando de Aragón expulsaron a los judíos de sus dominios en 1492”[11].
Pero no nos quedaremos con estos informales datos que nos otorga cualquier página virtual. El diario El País publicó en 1991:
Algunas acciones de Isabel la Católica iban en contra de la enseñanza de la Iglesia, y en concreto, de la libertad de conciencia, manifestó ayer Jean Marie Lustiger, cardenal arzobispo de París. Lustiger (…) ha desempeñado un importante papel en la congelación del proceso de beatificación de Isabel de Castilla. No en vano, el cardenal se convirtió al catolicismo a los 14 años y cambió su nombre judío de Aaron por el de Jean Marie.
El cardenal de París, que participó ayer en un seminario organizado por la Universidad Complutense en El guanol, se ha caracterizado por una especial sensibilidad hacia los temas judíos desde el catolicismo. Ha defendido la acción de los cazadores de nazis, y recientemente se ha opuesto activamente al proceso de beatificación de Isabel la Católica, bajo cuyo mandato fueron expulsados los judíos de España[12].
El diario Periodista digital con motivo del fallecimiento del cardenal en el año 2007 también mencionó su oposición a la beatificación de Isabel: “Aunque convertido, el purpurado francés nunca cortó con sus raíces judías. Tanto que algunos le llamaban el gran rabino de París. Por eso nunca quiso que Isabel la Católica, a la que reprochaba la expulsión de los judíos, subiese a los altares. Y de hecho, consiguió bloquear su proceso en Roma, donde duerme el sueño de los justos”[13].
¿Quién es este cardenal que se opuso de forma tan abierta a la beatificación de Isabel la Católica?
Jean Marie Lustiger nació en París en el año 1926. Sus padres, judíos, vivían en Francia, y cuando los nazis la invadieron, ambos fueron deportados. Su progenitora moriría en 1943, en Auschwitz.
El pequeño, que por entonces se llamaba Aron, fue acogido por una familia de Orleans, y allí se convirtió al catolicismo. Realizó sus estudios en el Liceo Montaigne (París) y luego en Orleans. Una vez egresado de dicha institución, entró en el seminario carmelita de París y en 1954 fue ordenado sacerdote.
En el año 1979, nuestro cardenal sufre una crisis espiritual, provocada por el “antisemitismo francés”. Considera entonces la idea de dejar Francia para conducirse a Israel. Comienza a estudiar hebreo, pero es entonces cuando el Sumo Pontífice lo nombra obispo de Orleans. La idea de migrar desapareció entonces.
En 1981 se hizo cargo de la arquidiócesis de París y en ese puesto permaneció hasta su fallecimiento el 06 de agosto de 2007.
Durante toda su vida hizo alarde de su ascendencia judía, defendiendo a su pueblo muchas veces más que a los mismos cristianos, a quienes a menudo trataba de “ellos”.
Veamos algunos testimonios de él mismo:
“Nací judío y permanezco judío, incluso si esto es inaceptable para muchos”[14].
“La vocación de Israel es traer luz a los no judíos. Esa es mi esperanza y creo que el cristianismo es el medio para lograrlo”[15].
“Soy tan judío como todos los otros miembros de mi familia que fueron asesinados en Auschwitz y otros campos de concentración”[16].
“A ellos no les gusta admitirlo pero la creencia de los cristianos, las obtuvieron de los judíos”[17].
El día de su fallecimiento, en el atrio de Nôtre Dame, se escuchó la siguiente oración fúnebre:
Exaltado y santificado sea su gran nombre, Amén.
En este mundo de Su creación que creó conforme a Su voluntad; llegue su reino pronto, germine la salvación y se aproxime la llegada del Mesías, Amén.
En vuestra vida, y en vuestros días y en vida de toda la casa de Israel, pronto y en vuestro tiempo cercano y decid: Amén.
Bendito sea Su gran Nombre para siempre, por toda la eternidad; sea bendito, elogiado, glorificado, exaltado, ensalzado, magnificado, enaltecido y alabado Su gran Nombre (Amén), por encima de todas las bendiciones, de los cánticos, de las alabanzas y consuelos que pueden expresarse en el mundo y decid: Amén.
Por Israel y por nuestros maestros y sus alumnos, y por todos los alumnos de los alumnos, que se ocupan de la sagrada Torá, tanto en esta tierra como en cada nación y nación. Recibamos nosotros y todos ellos la gracia, bondad y misericordia del Amo del cielo y de la tierra, y decid: Amén. (Amén)
Descienda del Cielo una paz grande, vida, abundancia, salvación, consuelo, liberación, salud, redención, perdón, expiación, amplitud, y libertad, para nosotros y para todo Su pueblo Israel y decid: Amén. (Amén)
El que establece la armonía en Sus alturas, nos dé con sus piedades paz a nosotros y a todo el pueblo de Israel y decid: Amén.
Es la oración llamada kadish, una plegaria judía para celebraciones fúnebres. De este modo se abrieron los funerales del cardenal judío-francés Jean Marie Lustiger.
Los actos hablan por sí solos. Imposible es negar el gran acercamiento de nuestro cardenal a la religión judía.
Para concluir, tras*cribiremos una cita del historiador y periodista José María Zavala, quien recientemente ha publicado una hermosa biografía de la Reina Isabel. La cita es de una entrevista que se le hizo en ocasión de la presentación de su libro.
“Cuando la beatificación estaba a punto de salir adelante, el cardenal francés Jean Marie Lustiger, amigo del Papa Wojtyla y defensor del diálogo hebreo-cristiano como judío converso que era, se opuso de forma decisiva”[18].
Consideraciones parciales
Tristes páginas nos ha tocado escribir. Tristes, emocionantes e incomprensibles. Mientras el cielo entero se alegra por la presencia de la santa entre los ángeles, los hombres que hemos recibido los privilegios de sus obras nos empeñamos por esconderla, calumniarla y repudiarla.
¿Qué palabras hay para hacer justicia a nuestra Reina? ¿Qué palabras hay para devolverle a Nuestra progenitora todos los beneficios que nos aportó? ¿Con qué ojos la mirará América el día de la Ira del Señor? No hay palabras que hagan justicia ya a su nombre ultrajado.
Quizá Dios quiso premiarla doblemente en el cielo haciendo que sus obras permanezcan en silencio en la tierra. ¿No fue acaso Él quien dijo: “tu Padre que ve en lo secreto te recompensará”. Quizá Dios recompensa en el cielo la obra evangelizadora y purificadora que Isabel realizó en la España de aquende y allende el mar. Quizá quiere Él guardar en silencio las obras más grandes de la historia. Quizá, quizá Dios lo quiso; pero los hombres hemos colaborado para ello.
Y es que los hombres solemos hacer este tipo de cosas. Dios nos dio a su hijo y nosotros lo crucificamos. Así también nos dio a esta magnífica hechura de sus manos como progenitora a los americanos, como reina a los españoles, y como figura egregia que dignifica la raza humana, a todo el mundo. ¿Qué ha hecho el mundo con semejante regalo? Silenciarlo, esconderlo, cuidar que no se vea demasiado o peor aún, denunciarlo falsamente.
Tristes páginas nos tocan escribir. Ojalá hubiéramos podido obviarlas. Ojalá la historia hubiera sido distinta. Ojalá hoy pudiéramos hablar de Santa Isabel la Católica, contar las hazañas de su vida y su gloriosa y merecida llegada al Altar de los Santos. Podríamos también simplemente hablar de la santidad de su vida y de sus virtudes. Podríamos hacerlo y sería algo muy bueno.
Pero hay algo que golpea nuestra conciencia y nos obliga a gritar la injusticia que se comete con nuestra heroína. La indignación que surge de la injusticia que se le hace a Isabel la Católica nos ha llevado a escoger estos avatares que entre lágrimas, emociones y un amor profundo hacia la Reina hemos derramado en estas páginas.
De este torpe modo hemos querido disminuir un poco el vergonzoso ostracismo en que vive desde su tumba la Reina que supo unir las coronas de Castilla y Aragón; que supo luchar contra una niña que tenía las espaldas reforzadas por los nobles más poderosos de Castilla y por los reyes portugueses y que pasó a la historia como “La Beltraneja”, sin padre ni trono.
Queremos, de este modo, recordar a la Reina Católica que purificó a los religiosos y sacerdotes relajados de su reino, predicando con su ejemplo de virtud. A la santa inquisidora. A la heroína de la epopeya de Granada. Al temor de los jovenlandeses. A la jueza más justa y misericordiosa. A la beata más piadosa. A la reina victoriosa. A la doncella a quien su caballero le ha ofrecido las victorias del Rosellón y el abatimiento del poder francés en Italia y en el Pirineo. A la hacedora de la hegemonía española que triunfó en Europa, y surgió luego del mar de Occidente disfrazada de islas incógnitas.
A ella, a quien indignos nos sentimos de mencionarla en este mundo ingrato e impío, rogamos interceda ante Dios para aplacar su ira hacia los hombres que han menospreciado de tal forma su regalo.
Isabel la Católica, ruega por nosotros.
Prof. Magdalena Ale
continuará
[1] José Antonio Primo de Rivera, Discurso de Fundación de la Falange. Obras Completas. Madrid: Ediciones de la Vicesecretaría de Educación Popular, 1945. Pág. 25.
[2] Positio historica super vita, P.894.
[3] Ibídem, P. 896.
[4] Pedro de Cartagena escribió esta copla reprendiendo (un poco exageradamente) a Iñigo de Mendoza, OFM (1420-1490) por haber dedicado a Isabel unas coplas a manera de justas con el título: Historia de la question y diferencia que hay entre la razón y la sensualidad. Cfr. Ibídem, P. 896.
[5] Ibídem, P. 897.
[6] Ibídem, P. 897.
[7] Íbidem, P. 937.
[8] Manuel Sánchez Márquez. Vida sintética de Isabel la Católica en verso romance. Buenos Aires: Gladius, 1999. P. 167.
[9] Periodista Digital, 09 de agosto del 2007. Fecha de consulta el 04/ 02/2015.
[10] Jean Dumont, Op.Cit.
[11] es.wikipedia.org. Fecha de consulta el 20/02/15.
[12] El País, 06 de julio de 1991.
[13] Periodista Digital, 09 de agosto del 2007. Consultado el 04/ 02/2015.
[14] Enlace judío, 06 de mayo de 2011.
[15] Ibídem.
[16] Ibídem.
[17] Ibídem.
[18] Religión en libertad, 14 de marzo del 2014.
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