A Alfredo Landa lo vi varios años en la sociedad Gaztelubide en la víspera del día de San Sebastián (no soy miembro ni cenaba allí). Entrábamos a última hora, invitados por un amigo.
Lo veía hablar con una o dos personas, a dos metros de donde yo me encontraba, cuando el local estaba lleno de gente. Siempre parecía que estaba "actuando", es decir, ese hombre siempre era Alfredo Landa. Tenía una forma de hablar muy característica y reconocible.
Siempre quise saludarlo y estoy seguro de que me hubiera atendido con mucho gusto, pero nunca lo hice. No quería molestarlo y tampoco quería arriesgarme a que una posible inoportunidad por mi parte hiciera añicos los buenos recuerdos que tengo de sus películas.