Saturnin
Madmaxista
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En 6 días habrá de ocurrir la segunda ronda del proceso electoral iniciado el 11 de abril pasado. En tal circunstancia, la ciudadanía, habrá de optar por una de las dos opciones en pugna. En manos de ella está la decisión, y seguramente ella será bien tomada en función de los verdaderos intereses nacionales.
La mejor financiada de las campañas registradas en esta etapa de la vida nacional, corresponde a Keiko Fujimori. En un inicio, ella pretendió convencer a los peruanos que no debía producirse ningún cambio: no hay que cambiar de Constitución, de régimen económico, ni de “modelo de desarrollo”.
La ruta está trazada, dijo, y hay que marchar por ella “superando las administraciones que hicieron mala gestión”. La culpa fue de personas, y no del sistema, pretendió asegurarnos, y la gente le dio la espalda.
Para la segunda vuelta modificó su opción. Reconoció expresamente que era inevitable admitir un cambio. Pero dijo que él, debía ser “adelante”. Ocurre, sin embargo, que el régimen Neo Liberal que impuso su padre y fuera seguido después, dejo al Perú al borde del acantilado. Su “paso adelante”, nos precipitaría a un abismo sin fondo.
Consciente de eso, Pedro Castillo asegura que el cambio debe ser otro. No hay que marchar “adelante”, ni “atrás”, Hay que cambiar de rumbo. Vale decir, hacer un cambio verdadero. Marchar por otra ruta. Buscar un rumbo distinto que nos permita construir un futuro digno para todos los peruanos.
Esa es, finalmente, la disyuntiva en la que estamos hoy todos los peruanos.
El Keiskismo encarna el pasado. Un pasado de crisis y de derrota, de corrupción y de crimen, de terror y de violencia, la latrocinios constantes y de procesos judiciales incoados por sucesivas denuncias hechas contra gobernantes y políticos que envilecieron la vida nacional.
Elegir la opción por ella, implicaría encumbrar ese “modelo” asegurando que es consustancial a la “democracia” y a la “libertad”. Como si fuera un deber escoger personajes siniestros, si lo que queremos es simplemente vivir.
Por eso la elección de ese “modelo” sería incompatible con el sentido de la dignidad y de la justicia. Y eso, se percibe en el ambiente. Y ha sido proclamado por pueblos que se han negado a recibir a la promotora de lo que sería una verdadera afrenta a la más elemental decencia política.
En esta campaña, Keiko Fujimori ha dado muestras de tener a su lado a toda la politiquería criolla responsable del desgobierno que hoy impera. Y ha hecho gala de muchísimo dinero. Y ha contado con el apoyo de la “Prensa Grande”, del empresariado corrupto, de los peor de la clase dominante.
Ella ha mostrado que puede domesticar a algunos, que fueron feroces críticos de ella en el pasado. Los ha envilecido, y mostrado sus rostros como una piltrafa.
Keiko ha recorrido el país mirando con desprecio al pueblo y atacando a Castillo y a Cerrón, vomitando fuego contra Cuba y Venezuela, denigrando al socialismo y a la protesta popular. “Terruqueando” la protesta popular. En el extremo, sus “veterinarias” se han negado atender a perros comunistas.
Pero Castillo solo ha tenido pueblo. Ha recorrido el país hablando con la gente. Si algún mérito podría rescatar hacia el futuro, es el haber despertado la esperanza en millones; rescatado la voluntad de lucha de hombres y mujeres aletargados por muchos años de derrotas y frustraciones; recuperado la fuerza de la unidad, la organización, y la conciencia de organizaciones y segmentos sociales secularmente vencidos.
Po eso, mientras a Keiko la han seguido caravanas de lujosos vehículos con manifestantes importados, y bien remunerados; a Castillo lo han recibido multitudes en todos los rincones del país por donde ha estado.
Según lo confirman las encuestas, el apoyo a Castillo se registra en todas las ciudades del Perú, menos en Lima. Si creyéramos a pie juntillas ese pronóstico, la victoria de Perú Libre sería la expresión natural de una verdadera voluntad nacional.
Aunque plaza difícil, Lima no es irreductible, pero aunque no gane en la capital, podrá alcanzar la victoria porque el resto del Perú sustenta su empeño.
La desesperación de la derecha más reaccionaria, es ostensible. Cada noche ladran en los programas de la TV los Beto Ortiz, los Phillips Butthers y las Milagros Leiva. Pero el miedo se expresa también en diabólicas acciones. Lo ocurrido en el VRAEM es una expresión de ello. Pero otras cosas aún peores, podrían suceder.
Por lo pronto, manipula las encuestas e inventa un “empate técnico” de última hora. Busca crear las condiciones para decir al final, que Keiko “ganó por un pelo”. Eso, sólo sería posible con un fraude descomunal, y encumbraría a un gobierno usurpador que la población no aceptaría.
Siguiendo a quienes supieron liberar a los pueblos- debemos actuar ante ese reto, con “la cabeza fría, y el corazón ardiendo”.
Nadie podrá arrebatar a los peruanos una victoria que luce al alcance de la mano. Sin falsas ilusiones, hay que incubar el optimismo. Y, sobre todo, otorgar un Voto de Confianza al pueblo.
Gustavo Espinoza M.
La mejor financiada de las campañas registradas en esta etapa de la vida nacional, corresponde a Keiko Fujimori. En un inicio, ella pretendió convencer a los peruanos que no debía producirse ningún cambio: no hay que cambiar de Constitución, de régimen económico, ni de “modelo de desarrollo”.
La ruta está trazada, dijo, y hay que marchar por ella “superando las administraciones que hicieron mala gestión”. La culpa fue de personas, y no del sistema, pretendió asegurarnos, y la gente le dio la espalda.
Para la segunda vuelta modificó su opción. Reconoció expresamente que era inevitable admitir un cambio. Pero dijo que él, debía ser “adelante”. Ocurre, sin embargo, que el régimen Neo Liberal que impuso su padre y fuera seguido después, dejo al Perú al borde del acantilado. Su “paso adelante”, nos precipitaría a un abismo sin fondo.
Consciente de eso, Pedro Castillo asegura que el cambio debe ser otro. No hay que marchar “adelante”, ni “atrás”, Hay que cambiar de rumbo. Vale decir, hacer un cambio verdadero. Marchar por otra ruta. Buscar un rumbo distinto que nos permita construir un futuro digno para todos los peruanos.
Esa es, finalmente, la disyuntiva en la que estamos hoy todos los peruanos.
El Keiskismo encarna el pasado. Un pasado de crisis y de derrota, de corrupción y de crimen, de terror y de violencia, la latrocinios constantes y de procesos judiciales incoados por sucesivas denuncias hechas contra gobernantes y políticos que envilecieron la vida nacional.
Elegir la opción por ella, implicaría encumbrar ese “modelo” asegurando que es consustancial a la “democracia” y a la “libertad”. Como si fuera un deber escoger personajes siniestros, si lo que queremos es simplemente vivir.
Por eso la elección de ese “modelo” sería incompatible con el sentido de la dignidad y de la justicia. Y eso, se percibe en el ambiente. Y ha sido proclamado por pueblos que se han negado a recibir a la promotora de lo que sería una verdadera afrenta a la más elemental decencia política.
En esta campaña, Keiko Fujimori ha dado muestras de tener a su lado a toda la politiquería criolla responsable del desgobierno que hoy impera. Y ha hecho gala de muchísimo dinero. Y ha contado con el apoyo de la “Prensa Grande”, del empresariado corrupto, de los peor de la clase dominante.
Ella ha mostrado que puede domesticar a algunos, que fueron feroces críticos de ella en el pasado. Los ha envilecido, y mostrado sus rostros como una piltrafa.
Keiko ha recorrido el país mirando con desprecio al pueblo y atacando a Castillo y a Cerrón, vomitando fuego contra Cuba y Venezuela, denigrando al socialismo y a la protesta popular. “Terruqueando” la protesta popular. En el extremo, sus “veterinarias” se han negado atender a perros comunistas.
Pero Castillo solo ha tenido pueblo. Ha recorrido el país hablando con la gente. Si algún mérito podría rescatar hacia el futuro, es el haber despertado la esperanza en millones; rescatado la voluntad de lucha de hombres y mujeres aletargados por muchos años de derrotas y frustraciones; recuperado la fuerza de la unidad, la organización, y la conciencia de organizaciones y segmentos sociales secularmente vencidos.
Po eso, mientras a Keiko la han seguido caravanas de lujosos vehículos con manifestantes importados, y bien remunerados; a Castillo lo han recibido multitudes en todos los rincones del país por donde ha estado.
Según lo confirman las encuestas, el apoyo a Castillo se registra en todas las ciudades del Perú, menos en Lima. Si creyéramos a pie juntillas ese pronóstico, la victoria de Perú Libre sería la expresión natural de una verdadera voluntad nacional.
Aunque plaza difícil, Lima no es irreductible, pero aunque no gane en la capital, podrá alcanzar la victoria porque el resto del Perú sustenta su empeño.
La desesperación de la derecha más reaccionaria, es ostensible. Cada noche ladran en los programas de la TV los Beto Ortiz, los Phillips Butthers y las Milagros Leiva. Pero el miedo se expresa también en diabólicas acciones. Lo ocurrido en el VRAEM es una expresión de ello. Pero otras cosas aún peores, podrían suceder.
Por lo pronto, manipula las encuestas e inventa un “empate técnico” de última hora. Busca crear las condiciones para decir al final, que Keiko “ganó por un pelo”. Eso, sólo sería posible con un fraude descomunal, y encumbraría a un gobierno usurpador que la población no aceptaría.
Siguiendo a quienes supieron liberar a los pueblos- debemos actuar ante ese reto, con “la cabeza fría, y el corazón ardiendo”.
Nadie podrá arrebatar a los peruanos una victoria que luce al alcance de la mano. Sin falsas ilusiones, hay que incubar el optimismo. Y, sobre todo, otorgar un Voto de Confianza al pueblo.
Gustavo Espinoza M.