rush81
Madmaxista
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En las tripas del maltrato: una de cada cuatro embarazadas sufre violencia de género en España | Sociedad Home | EL MUNDO
«Me empezó a hacer llaves de kárate para tirarme al suelo y sujetarme. Me daba cabezazos, me gritaba y me insultaba. Me llamaba fruta, loca, enferma... Fue la primera paliza que me dio. Yo estaba embarazada de dos meses».
Se llama Teresa y ya no llora. Hace tiempo que es «una mujer libre». Al menos, mientras dure la orden de alejamiento del hombre del que sobrevivió. «Sí, tengo miedo de que se acabe su orden, pero ahora soy más fuerte que antes».
Teresa pertenece a un grupo que no tiene nombre porque nunca había sido medido, un mundo inimaginable y real, un equipo de mujeres secuestradas hormonas adentro. Es el club de las embarazadas víctimas de violencia de género.
Una matrona andaluza ha decidido calcular lo que había oído toda su vida entre parto y parto, tirar de la Universidad de Granada para investigarlo y construir con todo ello una tesis doctoral que se ha llevado un sobresaliente 'cum laude', el primer estudio sobre violencia machista en gestantes que se haya realizado nunca en España. Y ahora sí sabemos cuántas son: casi una de cada cuatro mujeres (22,7%) sufre agresiones de género verbales, físicas o sensuales durante el embarazo.
En el informe, obtenido sobre los testimonios de 779 mujeres, 26 de ellas contaron haber recibido bofetadas y empujones; 28 revelaron también abrazos, patadas, heridas y dolor prolongado; 14 admitieron palizas, quemaduras o fracturas de huesos. Y una refirió heridas internas en la cabeza que le acarrearon una lesión permamente. Y añadiendo espanto a las preguntas planteadas por las investigadoras de este trabajo inaudito, las embarazadas hablaron de tirones del cabello, lanzamiento de objetos, golpes en el cuerpo «por donde pillaba» -incluido el abdomen-, cortes del pelo y hasta una silla volando directa a la cabeza.
Y todas ellas, junto a otras muchas hasta sumar 177, también desvelaron los insultos, desprecios, humillaciones y palabras vejatorias que les inyectaron sus agresores, tipos ajenos a una compañera de pareja y a su tripa latente. Al hijo en ciernes. A la vida por venir.
«Me pedía constantemente que abortara, decía que yo si tenía al niño no le haría caso a él. Nunca tenía cuidado con los golpes, me empujaba, me sujetaba, me daba abrazos... Un día, a los cuatro meses de embarazo, sentí un dolor muy fuerte en la tripa. Estuve siete días ingresada en el hospital y conté que me había caído. Pero los médicos no eran orates y le prohibieron la entrada. Yo traía gemelos y... perdí a uno».
Y Teresa, pese a los puntos suspensivos, lo cuenta sin lágrimas. «Es la primera vez que hablo de todo esto sin llorar».
La tesis se llama Violencia de pareja durante el embarazo en mujeres que dan a luz en hospitales públicos de Andalucía. Es un rastreo sobre 779 gestantes que parieron en 15 hospitales y que respondieron de forma anónima y confidencial a varias matronas. Una de ellas, Casilda Velasco Juez, comadre veterana y experta en una vida de partos, es la alumna del premio final, la autora de esta radiografía inquietante sobre una violencia que cuesta idear.
Las 530 páginas de la investigación revelan que el 21% de las mujeres sufrió «violencia emocional» y el 3,6%, «física y/o sensual» durante la gestación. De éstas, el 36% contó que la violencia física acontecía «muy a menudo» o «diariamente». Y en eso, el 20% de ellas, concretando hematomas severos, quemaduras, huesos rotos...
El perfil sociodemográfico hallado desvela que ni la edad ni la nacionalidad están relacionadas con esta violencia.Pero otras cosas sí. Por ejemplo, mantener una relación sin compromiso, no tener el apoyo del entorno o continuar un embarazo no deseado aumentaron la probabilidad de sufrir violencia. En cambio, tener trabajo apareció como un factor de protección.
«Él tenía mucho dinero y yo estaba aislada. Dejé de ver a mi familia. Me llegaba a tener en casa metida porque a veces mi cara era un poema. Tenía los ojos jovenlandesados, cardenales en la cara... Me compró unas gafas de sol para que la gente no me viera la cara. Yo no tenía trabajo y muchas veces estaba en shock; quería llamar a mi familia pero me daba vergüenza».
Teresa no está en la tesis doctoral que nos ocupa. No es andaluza, ni estaba embarazada cuando la Universidad de Granada dirigió el trabajo. Pero su historia es la prueba de que lo estudiado en Andalucía durante 779 testimonios vale para todo un país. ¿Y la salud de la mujer y del feto? El pionero trabajo universitario y de hospital señala que el 6% de las mujeres que no padecen violencia machista durante el embarazo presentan riesgo de parto prematuro. Pero si son víctimas de sus verdugos de género, la amenaza se dispara: 15%. Más del doble.
La tesis doctoral de Casilda Velasco cuenta que la anemia está presente en el 38% de las embarazadas que no sufren violencia y en el 45% si son víctimas. En las infecciones del tracto urinario y vaginales, las diferencias crecen: aparecen en el 39% de mujeres libres frente al 56% de las sometidas por la violencia psicológica, y en el 41% frente al 69% de las víctimas de la violencia física.
«En nuestra investigación hemos visto que las mujeres que sufren violencia acuden más a urgencias e ingresan más durante el embarazo.Tienen 3,4 veces más posibilidades de ser ingresadas y 4 veces más si su edad está entre los 20 y 24 años», ilustra Casilda Velasco. Y fuman más y han tenido peor control de su embarazo.
El trabajo recoge datos sobre 60 agresores. La edad media es de 31 años. Casi la mitad están casados. La mayoría estudió hasta el Bachillerato y siete de cada 10 tiene trabajo. Y casi todos, el 88%, son españoles.
«A veces, él venía borracho a las siete de la mañana y me obligaba a planchar, a hacer cosas de la casa. Si yo lloraba me decía: 'Llora, hija de fruta'. Cuando nació el niño, me dijo que no nos quería ni a mí ni al crío. Y las palizas fueron haciéndose más graves. Me pegaba en mis genitales y me decía: 'Así no amas por ahí'. Me daba abrazos, golpes en el estómago... Si me hacía sangre, me decía: 'Sangra, hija de fruta'. Él ni miraba al niño y me decía que nadie me iba a querer. Una noche me pegó con el niño en brazos. Estábamos en la calle, vino la Guardia Civil y por fin le denuncié. Pero me convenció para que no declarara contra él, retiré la denuncia y todo volvió a ser lo mismo: me escupía, me insultaba... Una pesadilla». Y Teresa sigue entera, empoderada por la separación, el paso del tiempo, las psicólogas y su valentía.
Inspirada en algunas de las conclusiones de la tesis doctoral, la ONG medicusmundi, con la que Casilda Velasco colabora desde hace 30 años, el colectivo humanitario propone que en los centros sanitarios se incluya «de manera rutinaria» la detección de la violencia en el control del embarazo y, en los casos necesarios, se activen protocolos específicos de actuación.
«El personal sanitario no dispone de armas para abordar el asunto. Existe falta de recursos, conocimientos, habilidades y tiempo para preguntar. Es fundamental la implicación de los profesionales, sobre todo las matronas, las mayores responsables del seguimiento de los embarazos», sostiene medicusmundi, con la que Casilda colabora. - Cierra esta historia, Teresa.- Ahora vivo sola con mi hijo, tengo mi propia casa y mi trabajo. Me siento bien, aunque no pierdo de vista el mes de enero, cuando termina su orden de alejamiento. Sé cómo es. Sé que durante las visitas pregunta al niño si tengo novio y que le machaca con malas palabras sobre mí. Pero soy más fuerte que antes. Y ya no me callo.
«Me empezó a hacer llaves de kárate para tirarme al suelo y sujetarme. Me daba cabezazos, me gritaba y me insultaba. Me llamaba fruta, loca, enferma... Fue la primera paliza que me dio. Yo estaba embarazada de dos meses».
Se llama Teresa y ya no llora. Hace tiempo que es «una mujer libre». Al menos, mientras dure la orden de alejamiento del hombre del que sobrevivió. «Sí, tengo miedo de que se acabe su orden, pero ahora soy más fuerte que antes».
Teresa pertenece a un grupo que no tiene nombre porque nunca había sido medido, un mundo inimaginable y real, un equipo de mujeres secuestradas hormonas adentro. Es el club de las embarazadas víctimas de violencia de género.
Una matrona andaluza ha decidido calcular lo que había oído toda su vida entre parto y parto, tirar de la Universidad de Granada para investigarlo y construir con todo ello una tesis doctoral que se ha llevado un sobresaliente 'cum laude', el primer estudio sobre violencia machista en gestantes que se haya realizado nunca en España. Y ahora sí sabemos cuántas son: casi una de cada cuatro mujeres (22,7%) sufre agresiones de género verbales, físicas o sensuales durante el embarazo.
En el informe, obtenido sobre los testimonios de 779 mujeres, 26 de ellas contaron haber recibido bofetadas y empujones; 28 revelaron también abrazos, patadas, heridas y dolor prolongado; 14 admitieron palizas, quemaduras o fracturas de huesos. Y una refirió heridas internas en la cabeza que le acarrearon una lesión permamente. Y añadiendo espanto a las preguntas planteadas por las investigadoras de este trabajo inaudito, las embarazadas hablaron de tirones del cabello, lanzamiento de objetos, golpes en el cuerpo «por donde pillaba» -incluido el abdomen-, cortes del pelo y hasta una silla volando directa a la cabeza.
Y todas ellas, junto a otras muchas hasta sumar 177, también desvelaron los insultos, desprecios, humillaciones y palabras vejatorias que les inyectaron sus agresores, tipos ajenos a una compañera de pareja y a su tripa latente. Al hijo en ciernes. A la vida por venir.
«Me pedía constantemente que abortara, decía que yo si tenía al niño no le haría caso a él. Nunca tenía cuidado con los golpes, me empujaba, me sujetaba, me daba abrazos... Un día, a los cuatro meses de embarazo, sentí un dolor muy fuerte en la tripa. Estuve siete días ingresada en el hospital y conté que me había caído. Pero los médicos no eran orates y le prohibieron la entrada. Yo traía gemelos y... perdí a uno».
Y Teresa, pese a los puntos suspensivos, lo cuenta sin lágrimas. «Es la primera vez que hablo de todo esto sin llorar».
La tesis se llama Violencia de pareja durante el embarazo en mujeres que dan a luz en hospitales públicos de Andalucía. Es un rastreo sobre 779 gestantes que parieron en 15 hospitales y que respondieron de forma anónima y confidencial a varias matronas. Una de ellas, Casilda Velasco Juez, comadre veterana y experta en una vida de partos, es la alumna del premio final, la autora de esta radiografía inquietante sobre una violencia que cuesta idear.
Las 530 páginas de la investigación revelan que el 21% de las mujeres sufrió «violencia emocional» y el 3,6%, «física y/o sensual» durante la gestación. De éstas, el 36% contó que la violencia física acontecía «muy a menudo» o «diariamente». Y en eso, el 20% de ellas, concretando hematomas severos, quemaduras, huesos rotos...
El perfil sociodemográfico hallado desvela que ni la edad ni la nacionalidad están relacionadas con esta violencia.Pero otras cosas sí. Por ejemplo, mantener una relación sin compromiso, no tener el apoyo del entorno o continuar un embarazo no deseado aumentaron la probabilidad de sufrir violencia. En cambio, tener trabajo apareció como un factor de protección.
«Él tenía mucho dinero y yo estaba aislada. Dejé de ver a mi familia. Me llegaba a tener en casa metida porque a veces mi cara era un poema. Tenía los ojos jovenlandesados, cardenales en la cara... Me compró unas gafas de sol para que la gente no me viera la cara. Yo no tenía trabajo y muchas veces estaba en shock; quería llamar a mi familia pero me daba vergüenza».
Teresa no está en la tesis doctoral que nos ocupa. No es andaluza, ni estaba embarazada cuando la Universidad de Granada dirigió el trabajo. Pero su historia es la prueba de que lo estudiado en Andalucía durante 779 testimonios vale para todo un país. ¿Y la salud de la mujer y del feto? El pionero trabajo universitario y de hospital señala que el 6% de las mujeres que no padecen violencia machista durante el embarazo presentan riesgo de parto prematuro. Pero si son víctimas de sus verdugos de género, la amenaza se dispara: 15%. Más del doble.
La tesis doctoral de Casilda Velasco cuenta que la anemia está presente en el 38% de las embarazadas que no sufren violencia y en el 45% si son víctimas. En las infecciones del tracto urinario y vaginales, las diferencias crecen: aparecen en el 39% de mujeres libres frente al 56% de las sometidas por la violencia psicológica, y en el 41% frente al 69% de las víctimas de la violencia física.
«En nuestra investigación hemos visto que las mujeres que sufren violencia acuden más a urgencias e ingresan más durante el embarazo.Tienen 3,4 veces más posibilidades de ser ingresadas y 4 veces más si su edad está entre los 20 y 24 años», ilustra Casilda Velasco. Y fuman más y han tenido peor control de su embarazo.
El trabajo recoge datos sobre 60 agresores. La edad media es de 31 años. Casi la mitad están casados. La mayoría estudió hasta el Bachillerato y siete de cada 10 tiene trabajo. Y casi todos, el 88%, son españoles.
«A veces, él venía borracho a las siete de la mañana y me obligaba a planchar, a hacer cosas de la casa. Si yo lloraba me decía: 'Llora, hija de fruta'. Cuando nació el niño, me dijo que no nos quería ni a mí ni al crío. Y las palizas fueron haciéndose más graves. Me pegaba en mis genitales y me decía: 'Así no amas por ahí'. Me daba abrazos, golpes en el estómago... Si me hacía sangre, me decía: 'Sangra, hija de fruta'. Él ni miraba al niño y me decía que nadie me iba a querer. Una noche me pegó con el niño en brazos. Estábamos en la calle, vino la Guardia Civil y por fin le denuncié. Pero me convenció para que no declarara contra él, retiré la denuncia y todo volvió a ser lo mismo: me escupía, me insultaba... Una pesadilla». Y Teresa sigue entera, empoderada por la separación, el paso del tiempo, las psicólogas y su valentía.
Inspirada en algunas de las conclusiones de la tesis doctoral, la ONG medicusmundi, con la que Casilda Velasco colabora desde hace 30 años, el colectivo humanitario propone que en los centros sanitarios se incluya «de manera rutinaria» la detección de la violencia en el control del embarazo y, en los casos necesarios, se activen protocolos específicos de actuación.
«El personal sanitario no dispone de armas para abordar el asunto. Existe falta de recursos, conocimientos, habilidades y tiempo para preguntar. Es fundamental la implicación de los profesionales, sobre todo las matronas, las mayores responsables del seguimiento de los embarazos», sostiene medicusmundi, con la que Casilda colabora. - Cierra esta historia, Teresa.- Ahora vivo sola con mi hijo, tengo mi propia casa y mi trabajo. Me siento bien, aunque no pierdo de vista el mes de enero, cuando termina su orden de alejamiento. Sé cómo es. Sé que durante las visitas pregunta al niño si tengo novio y que le machaca con malas palabras sobre mí. Pero soy más fuerte que antes. Y ya no me callo.
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