morenillocam
Madmaxista
- Desde
- 14 Mar 2011
- Mensajes
- 1.355
- Reputación
- 1.210
Francisco Franco Bahamonde
(Francisco Franco Bahamonde) Jefe del Estado español durante la dictadura de 1939-75 (El Ferrol, 1892 - Madrid, 1975). Nacido en una familia de clase media de tradición marinera, Francisco Franco eligió la carrera militar, terminando en 1910 sus estudios en la Academia de Infantería de Toledo.
Ascendió rápidamente por méritos de guerra, aprovechando la situación bélica de jovenlandia, en donde permaneció destinado entre 1912 y 1926, con breves interrupciones: en 1923 era ya jefe de la Legión, y en 1926 se convirtió en el general más joven de Europa.
La brillante carrera de Francisco Franco continuó bajo distintos regímenes políticos: con la dictadura de Primo de Rivera llegó a dirigir la Academia General Militar de Zaragoza (1928); con la Segunda República participó en la represión de la Revolución de Asturias (1934), fue comandante en jefe del ejército español en jovenlandia (1935) y jefe del Estado Mayor Central (1936). El gobierno del Frente Popular le alejó a la Comandancia de Canarias, puesto que ocupaba al estallar la guerra civil.
Francisco Franco en 1923
De ideas conservadoras, Franco valoraba sobre todo el orden y la autoridad. Desconfiaba del régimen parlamentario, del liberalismo y de la democracia, a los que creía causantes de la «decadencia» de España en el siglo xx; su postura era representativa del grupo de militares «africanistas» que veían en el ejército la quintaesencia del patriotismo y la garantía de la unidad nacional.
Por tales razones Franco se sumó, aunque a última hora, a la conspiración preparada por varios militares para sublevarse contra la República en julio de 1936 (el día 17 en la Península y el 18 en África, donde estaba Franco, razón por la que el régimen identificó más tarde esta última fecha -el Alzamiento- como su momento fundacional).
Fracasado el golpe de Estado, se abrió una guerra civil que duraría tres años y que llevaría a Franco al poder. Tras pasar el estrecho de Gibraltar al frente del ejército de África, Franco avanzó por la Península hacia el norte. El 1 de octubre de 1936, sus compañeros de armas, reunidos en una Junta de Defensa Nacional en Burgos, le eligieron jefe político y militar del bando sublevado.
Franco dirigió la guerra con criterios conservadores, muy alejados de la guerra rápida que propugnaban las doctrinas estratégicas modernas. La unidad impuesta en su bando contrastaba con los enfrentamientos que desangraban al bando leal a la República; la disciplina y la profesionalidad de sus fuerzas, con la politización y el voluntarismo de sus enemigos; si a esto se une la ayuda militar que le prestaron la Alemania nancy y la Italia fascista, puede explicarse la victoria que Franco consiguió en 1939 (1 de abril).
Terminada la guerra civil, Franco impuso en toda España un régimen de nuevo cuño, inicialmente alineado con los fascismos de Hitler y Mussolini, que eran sus aliados e inspiradores. A pesar de ello, no comprometió del todo a España en la Segunda Guerra Mundial (1939-45), pues, dada la debilidad en que se encontraba el país, no consiguió de Hitler las desmesuradas compensaciones que pretendía por su apoyo (entrevista de Hendaya); tan sólo envió tropas voluntarias a combatir junto a los alemanes contra la Unión Soviética (la División Azul). Terminada la guerra con la derrota de las fuerzas del Eje, aliadas de Franco, su régimen sufrió un cierto aislamiento diplomático, pero consiguió mantenerse, rentabilizando su anticomunismo radical en el contexto de la «guerra fría».
Franco y Eisenhower en Madrid, 1959
En lo político, Franco instauró desde el principio una dictadura personal de carácter autoritario, sin una ideología definida más allá de su carácter confesional (católico integrista), unitario y centralista (contra toda autonomía regional o reconocimiento de peculiaridades culturales), reaccionario y conservador (los partidos y los sindicatos de clase fueron prohibidos). Copió de sus modelos fascistas la idea de una jefatura carismática unipersonal (con el apelativo de Caudillo), de un partido único (el Movimiento Nacional) y de un vago corporativismo (sindicato vertical). La represión de la oposición fue feroz (con unos 60.000 ejecutados sólo entre 1939 y 1945, continuando las ejecuciones políticas hasta 1975).
En lo económico, optó por una política de autarquía que hundió a España en el estancamiento y el atraso, en contraste con la recuperación que vivía el resto de Europa; sin embargo, la necesidad de homologarse con los países occidentales y de reforzar la alianza con Estados Unidos le llevó a una progresiva liberalización económica a partir del Plan de Estabilización de 1959.
Los años sesenta -con los «planes de desarrollo» y la influencia política del Opus Dei- fueron de rápido crecimiento económico, industrialización, apertura y urbanización: las mejoras materiales facilitaron el mantenimiento de Franco en el poder, a pesar del creciente anacronismo de su régimen; pero también produjeron cambios sociales que hicieron inviable su continuidad una vez muerto el general.
Desde 1969 Francisco Franco había institucionalizado como sucesor al príncipe Juan Carlos, nieto del último rey de España (Alfonso XIII); tal previsión sucesoria se cumplió tras la fin de Franco el 20 de noviembre de 1975, pero no fue acompañada de una continuidad política, ya que, sin romper con la legalidad vigente, el nuevo rey promovió una tras*ición pacífica a la democracia.
Biografia de Francisco Franco Bahamonde
Nacido en el seno de una familia de tradición militar, su primera intención fue ingresar en la Academia Naval. El cierre temporal de ingreso en ésta hizo que el joven Franco dirigiera sus pasos hacia infantería, en cuya Academia de Toledo ingresó en 1907. Su paso por la academia marcó profundamente su personalidad, tanto en la instrucción técnica y la influencia filosófica recibida, como por el trato con los otros cadetes. Su escasa estatura, la voz aflautada y una mínima brillantez académica le hicieron objeto de algunas bromas que, lejos de apaciguar su inquieta y ambiciosa vida interior, sirvieron de acicate superador. Al ser graduado en la Academia solicitó como destino jovenlandia, donde, de hecho, acabó formándose como soldado y donde consiguió buena aparte de sus ascensos, tanto por antigüedad como por méritos de guerra, además de ser herido de gravedad.
Al alcanzar el grado de comandante fue destinado a Oviedo (1916), donde tuvo un puesto destacado en la represión de la huelga revolucionaria del año siguiente. Su estancia en la capital asturiana le permitió alternar por primera vez con la alta burguesía local, entre la que encontró a la que sería años después su esposa: Carmen Polo. La creación del famoso Tercio de la Legión Extranjera (1920) al mando de Queipo de Llano hizo que éste solicitara el concurso de Franco, quien en su segundo destino en jovenlandia dirigió la primera bandera del Tercio. De su experiencia bélica en el Protectorado dejó constancia en su obra Diario de una bandera (1922). Sus actuaciones en maniobras militares despertaron el interés del rey Alfonso XIII, quien lo nombró "gentilhombre de cámara" y apadrinó su boda en 1923. Este acercamiento a la corona le posibilitó un destino en la Península, pero tras alcanzar el grado de teniente coronel y ante la grave situación del ejército en jovenlandia retornó al mando del Tercio. Las intervenciones para derrotar la oposición cabileña emprendidas por el nuevo gobierno de Primo de Rivera (desembarco de Alhucemas, ocupación de Axdir...) tuvieron en Franco uno de sus más brillantes y fríos ejecutores, lo que le catapultó al grado de general de división a la corta edad de treinta y tres años, el más joven militar europeo de su época. Pacificado el Protectorado y dada por concluida la guerra, Primo de Rivera le designó director de la Academia de Zaragoza (1928) con el encargo de reorganizar y tecnificar la carrera militar.
En ese puesto le sorprendió la proclamación de la II República Española. El ministro de la Guerra, Manuel Azaña, clausuró la Academia en su programa de reforma militar (1931); en su significativo discurso de cierre Franco evidenció (contrariamente a la mesura y precaución que siempre utilizó) el profundo malestar que le producía la medida, los nuevos dirigentes y el mismo régimen. Esto hizo que permaneciera durante un año en expectativa de destino hasta que fue finalmente emplazado primero en La Coruña y posteriormente a la comandancia de las Baleares (1933). La pérdida de las elecciones posibilitó el acceso al gobierno del bloque radical-cedista,lo que permitió el inicio de una contrarreforma militar. Fue nombrado asesor militar del gobierno de Lerroux y en calidad de ello dirigió la represión de la revolución de Asturias (octubre de 1934) y fue nombrado Comandante en Jefe del ejército en jovenlandia. De allí fue llamado por el nuevo ministro de la Guerra, Gil Robles, para ponerlo al frente del Estado Mayor Central (1935). Tras el triunfo del Frente Popular en febrero de 1936, las nuevas autoridades tuvieron noticias de conjuras militares golpistas, por lo que practicaron una política de traslados de los principales jefes sospechosos. Franco fue destinado a la comandancia de Canarias, desde donde participó, si bien de modo secundario, en la preparación de un golpe militar. Las dudas de Franco sobre sumarse o no de modo activo al movimiento conspirador persistieron hasta fechas muy avanzadas: a finales de junio de 1936 envió una carta al presidente Casares Quiroga exortándole a que utilizara el ejército para frenar la descomposición de la grave situación social.
El asesinato del dirigente ultraderechista alopécico Sotelo sirvió de pretexto y señal definitiva para poner en marcha el golpe de estado. El papel reservado a Franco era trascendental: un avión fletado en Londres debía llevarlo al frente del ejército en jovenlandia. El 17 de julio las tropas en Melilla se alzaron en armas e inmediatamente, tras sumarse desde su comandancia al pronunciamiento, voló clandestinamente hasta Tetuán y en el Protectorado se puso al mando del cuerpo del ejército más determinante en los comienzos de la guerra: la Legión. El primer obstáculo fue el traslado de los efectivos a la Península, lo que consiguió con la ayuda logística alemana e italiana, iniciando a continuación un rápido despliegue por la vega del Guadalquivir y Extremadura en el que consiguió liberar la asediada Academia de Infantería en el Alcázar de Toledo y llegar a las puertas de Madrid.
Pero lo que debía ser una rápido y contundente golpe de estado se convirtió en una larga guerra civil. El llamado a ser jefe de las fuerzas sublevadas, el general Sanjurjo, exiliado en Portugal, sufrió un accidente de aviación que acabó con su vida. Debido a ello, los dirigentes militares formaron una Junta de Defensa al frente de la cual debía situarse el general responsable del mando supremo. La elección recayó en Franco (29 de septiembre de 1936) debido a ser el jefe de la unidad militar más poderosa en ese momento, además de que contaba con las simpatías personales de Hitler y Mussolini, los principales apoyos internacionales de los sublevados. A partir de ese momento, la historia personal de Franco y la historia de España corren en paralelo.
Franco aprovechó su situación privilegiada al frente del autocalificado ejército nacional para afianzar su puesto en el nuevo estado en formación. En octubre de 1936 fue proclamado Generalísimo de los ejércitos, en abril del año siguiente se situó al frente del nuevo partido único, FET de las JONS, y en enero de 1938 se proclamó Jefe de Estado. La tenencia del poder supremo del ejército, el gobierno y el estado quedó ratificada simbólicamente con la adopción oficial del título de Caudillo de España. Franco contaba cuarenta y cinco años.
La figura de Franco salió de la Guerra Civil elevada a la máxima categoría. Su liderazgo militar, político e institucional era absoluto y a partir de ese momento puso en marcha un régimen dictatorial que conservó hasta su fin.
Personalidad política de Franco
"Hágame caso: no se meta en política". Esta frase, que Franco repitió a numerosos contertulios, refleja toda una concepción de su personalidad y el modo en que vio el devenir de la historia de España en su juventud, además de su propia práctica política durante más de tres décadas.
La personalidad política de Franco estuvo condicionada por su rango militar, por la preparación humanística y por la filosofía corporativa que a principios de siglo tenía la pertenencia al ejército. En sus sucesivos destinos marroquíes acabó por formar su vocación y dedicación militar: él mismo confesó que no comprendía su vida sin la experiencia del sur muy sur. Su apuesta por la dura disciplina la aplicó en su paso por el mando de la Legión y de ella extrajo importantes enseñanzas: más que geniales planteamientos estratégicos, la guerra en jovenlandia exigía orden sistemático, ciega determinación y paciente tenacidad, virtudes que luego aplicaría en la represión asturiana y en la Guerra Civil. Además, Franco hacía ostentación en el frente de un desprecio absoluto por la vida humana, un ensañamiento que resguardaba bajo el imperio del reglamento y una defensa absoluta de la obediencia jerárquica.
Toda esta experiencia acumulada en el frente y los rasgos fundamentales de su condición militar fueron vertidos sobre su personalidad política, lo que tuvo trascendentales consecuencias en su imposición al frente del Alzamiento, en su estilo de gobierno y en su punto de vista sobre la realidad sociopolítica española. Aparte de reiteradas quejas sobre la falta de respaldo de las fuerzas políticas al ejército en jovenlandia, Franco había permanecido totalmente ajeno al ámbito político hasta los años treinta. Era un convencido monárquico y la proclamación de la República le disgustó; pero, más allá del cambio de régimen, sobre todo le afectaban las actuaciones de algunos dirigentes gubernamentales, el jacobinismo de algunos parlamentarios y el crecimiento del poder de las fuerzas sindicales y los partidos revolucionarios.
Durante los años treinta, Franco fortaleció las bases doctrinales que había recibido en su período educativo y la vivencia en el círculo cerrado del ejército. La creencia en el papel director de ejército, la acendrada religiosidad y el antiobrerismo presentes en el conjunto de ideas de la derecha española de la época, fueron integradas durante los años treinta en una visión historicista, radical e integrista. Se sumaron, además, dos ideas que vertebraron con posterioridad su concepción política: la primera fue el anticomunismo, al que respondió integrándose en un ultranacionalismo de características totalitarias y militaristas; el segundo fue el antimasonismo que, en ocasiones, identificó con la degradación de las prácticas democráticas y las instituciones parlamentarias. A este concepto respondió con un reforzamiento de la religiosidad, cuyos principios debían ser mantenidos desde la instituciones e impregnar todo el entramado social. La fusión del ultranacionalismo y el integrismo religioso perfiló definitivamente la personalidad mesiánica de Franco, de ahí su creencia en la provindencialidad de su aparición y haber sido llamado a llenar una de las páginas más gloriosas de la historia de España. Simbólicamente, esta fusión de características encuentra su mejor concreción en la leyenda que hizo grabar en las monedas que llevaban su efigie: Caudillo de España por la gracia de Dios.
Franco y su régimen
La característica esencial del régimen franquista fue su identidad dictatorial y la ausencia de un Estado de Derecho que defendiera a los ciudadanos y les garantizara el ejercicio de sus libertades.
La dictadura franquista debe ser analizada desde distintos puntos de vista.
En primer lugar, es necesario destacar el carácter personal de la dictadura: fue la figura de Franco la que dio unidad a este larga etapa de la historia de España, cuya evolución ideológica, planteamientos económicos y sociales y respaldo social cambiaron profundamente a lo largo de los años. La personalidad de Franco engloba toda estos cambios, integrándolos en una especie de evolución que, en realidad, encubrió fuertes contradicciones internas dentro del régimen
La dictadura franquista fue consciente y, en ocasiones, vocacionalmente una dictadura militar, aunque, a diferencia de otras dictaduras coetáneas, no por ser el ejército como corporación quien dirigiera el régimen sino por ser el dictador un militar y trasladar los usos castrenses a esferas administrativas y gubernamentales. En muchos discursos de Franco estaba presente la metáfora de España como cuartel. Por parte del ejército, cuya actuación posibilitó la implantación del régimen franquista y siempre fue un respaldo básico del mismo, no siempre tuvo un fácil influencia sobre las decisiones de la cúpula gubernamental, en especial desde finales de los años cincuenta.
El régimen franquista fue también una dictadura de partido único. En plena Guerra Civil Franco ordenó la unificación forzosa decretada de todas las fuerzas y partidos políticos que respaldaban el Alzamiento, creando con todo el conjunto la FET de las JONS como único partido reconocido (179 de abril de 1937). En su seno convivieron posicionamientos ideológicos muy distintos en principio conocidos como las familias del régimen: falangistas. monárquicos, carlistas, católicos..., aunque la evolución del régimen y, en especial, el sometimiento de las fuerzas políticas internas a los dictados de Franco difuminó de hecho los extremos más contradictorios. La redacción de los Estatutos de Falange (1939) y la constitución del Consejo Nacional de Falange (1942) fundamentaron la pretensión totalitaria del partido (y por tanto del régimen que respaldaba), no sólo sobre la política nacional sino sobre la propia vida cotidiana de los ciudadanos. Esta división de origen dentro del partido único dio al franquismo un peculiar sentido de pluralidad, utilizado por Franco como ejercicio de arbitraje entre las diversas familias para mantener sin contrapartidas su liderazgo indiscutido.
Por último, es necesario señalar la importancia del respaldo otorgado a la dictadura franquista por la Iglesia. La jerarquía eclesiástica dio su beneplácito al golpe de estado de julio de 1936, identificó el movimiento insurgente como Cruzada e, incluso, llegó a recibir la bendición papal, además de ser el Vaticano uno de los primeros estados, junto con Alemania e Italia, en reconocer el Estado Nacional dirigido por Franco. Los cardenales Segura, Gomá y Pla y Deniel, junto con numerosos intelectuales religiosos, legitimaron el Alzamiento y el régimen implantado por los vencedores de la Guerra Civil suministrando al mismo considerables fuentes argumentales e ideológicas en las décadas posteriores. La influencia de la Iglesia se aprecia también en la presencia en altos cargos de la administración de personalidades dirigentes de movimientos católicos seglares, en especial de la Organización Nacional de Propagandistas en los años cuarenta-cincuenta y del Opus Dei en los sesenta y setenta.
Francisco Franco Bahamonde.
(Francisco Franco Bahamonde) Jefe del Estado español durante la dictadura de 1939-75 (El Ferrol, 1892 - Madrid, 1975). Nacido en una familia de clase media de tradición marinera, Francisco Franco eligió la carrera militar, terminando en 1910 sus estudios en la Academia de Infantería de Toledo.
Ascendió rápidamente por méritos de guerra, aprovechando la situación bélica de jovenlandia, en donde permaneció destinado entre 1912 y 1926, con breves interrupciones: en 1923 era ya jefe de la Legión, y en 1926 se convirtió en el general más joven de Europa.
La brillante carrera de Francisco Franco continuó bajo distintos regímenes políticos: con la dictadura de Primo de Rivera llegó a dirigir la Academia General Militar de Zaragoza (1928); con la Segunda República participó en la represión de la Revolución de Asturias (1934), fue comandante en jefe del ejército español en jovenlandia (1935) y jefe del Estado Mayor Central (1936). El gobierno del Frente Popular le alejó a la Comandancia de Canarias, puesto que ocupaba al estallar la guerra civil.
Francisco Franco en 1923
De ideas conservadoras, Franco valoraba sobre todo el orden y la autoridad. Desconfiaba del régimen parlamentario, del liberalismo y de la democracia, a los que creía causantes de la «decadencia» de España en el siglo xx; su postura era representativa del grupo de militares «africanistas» que veían en el ejército la quintaesencia del patriotismo y la garantía de la unidad nacional.
Por tales razones Franco se sumó, aunque a última hora, a la conspiración preparada por varios militares para sublevarse contra la República en julio de 1936 (el día 17 en la Península y el 18 en África, donde estaba Franco, razón por la que el régimen identificó más tarde esta última fecha -el Alzamiento- como su momento fundacional).
Fracasado el golpe de Estado, se abrió una guerra civil que duraría tres años y que llevaría a Franco al poder. Tras pasar el estrecho de Gibraltar al frente del ejército de África, Franco avanzó por la Península hacia el norte. El 1 de octubre de 1936, sus compañeros de armas, reunidos en una Junta de Defensa Nacional en Burgos, le eligieron jefe político y militar del bando sublevado.
Franco dirigió la guerra con criterios conservadores, muy alejados de la guerra rápida que propugnaban las doctrinas estratégicas modernas. La unidad impuesta en su bando contrastaba con los enfrentamientos que desangraban al bando leal a la República; la disciplina y la profesionalidad de sus fuerzas, con la politización y el voluntarismo de sus enemigos; si a esto se une la ayuda militar que le prestaron la Alemania nancy y la Italia fascista, puede explicarse la victoria que Franco consiguió en 1939 (1 de abril).
Terminada la guerra civil, Franco impuso en toda España un régimen de nuevo cuño, inicialmente alineado con los fascismos de Hitler y Mussolini, que eran sus aliados e inspiradores. A pesar de ello, no comprometió del todo a España en la Segunda Guerra Mundial (1939-45), pues, dada la debilidad en que se encontraba el país, no consiguió de Hitler las desmesuradas compensaciones que pretendía por su apoyo (entrevista de Hendaya); tan sólo envió tropas voluntarias a combatir junto a los alemanes contra la Unión Soviética (la División Azul). Terminada la guerra con la derrota de las fuerzas del Eje, aliadas de Franco, su régimen sufrió un cierto aislamiento diplomático, pero consiguió mantenerse, rentabilizando su anticomunismo radical en el contexto de la «guerra fría».
Franco y Eisenhower en Madrid, 1959
En lo político, Franco instauró desde el principio una dictadura personal de carácter autoritario, sin una ideología definida más allá de su carácter confesional (católico integrista), unitario y centralista (contra toda autonomía regional o reconocimiento de peculiaridades culturales), reaccionario y conservador (los partidos y los sindicatos de clase fueron prohibidos). Copió de sus modelos fascistas la idea de una jefatura carismática unipersonal (con el apelativo de Caudillo), de un partido único (el Movimiento Nacional) y de un vago corporativismo (sindicato vertical). La represión de la oposición fue feroz (con unos 60.000 ejecutados sólo entre 1939 y 1945, continuando las ejecuciones políticas hasta 1975).
En lo económico, optó por una política de autarquía que hundió a España en el estancamiento y el atraso, en contraste con la recuperación que vivía el resto de Europa; sin embargo, la necesidad de homologarse con los países occidentales y de reforzar la alianza con Estados Unidos le llevó a una progresiva liberalización económica a partir del Plan de Estabilización de 1959.
Los años sesenta -con los «planes de desarrollo» y la influencia política del Opus Dei- fueron de rápido crecimiento económico, industrialización, apertura y urbanización: las mejoras materiales facilitaron el mantenimiento de Franco en el poder, a pesar del creciente anacronismo de su régimen; pero también produjeron cambios sociales que hicieron inviable su continuidad una vez muerto el general.
Desde 1969 Francisco Franco había institucionalizado como sucesor al príncipe Juan Carlos, nieto del último rey de España (Alfonso XIII); tal previsión sucesoria se cumplió tras la fin de Franco el 20 de noviembre de 1975, pero no fue acompañada de una continuidad política, ya que, sin romper con la legalidad vigente, el nuevo rey promovió una tras*ición pacífica a la democracia.
Biografia de Francisco Franco Bahamonde
Nacido en el seno de una familia de tradición militar, su primera intención fue ingresar en la Academia Naval. El cierre temporal de ingreso en ésta hizo que el joven Franco dirigiera sus pasos hacia infantería, en cuya Academia de Toledo ingresó en 1907. Su paso por la academia marcó profundamente su personalidad, tanto en la instrucción técnica y la influencia filosófica recibida, como por el trato con los otros cadetes. Su escasa estatura, la voz aflautada y una mínima brillantez académica le hicieron objeto de algunas bromas que, lejos de apaciguar su inquieta y ambiciosa vida interior, sirvieron de acicate superador. Al ser graduado en la Academia solicitó como destino jovenlandia, donde, de hecho, acabó formándose como soldado y donde consiguió buena aparte de sus ascensos, tanto por antigüedad como por méritos de guerra, además de ser herido de gravedad.
Al alcanzar el grado de comandante fue destinado a Oviedo (1916), donde tuvo un puesto destacado en la represión de la huelga revolucionaria del año siguiente. Su estancia en la capital asturiana le permitió alternar por primera vez con la alta burguesía local, entre la que encontró a la que sería años después su esposa: Carmen Polo. La creación del famoso Tercio de la Legión Extranjera (1920) al mando de Queipo de Llano hizo que éste solicitara el concurso de Franco, quien en su segundo destino en jovenlandia dirigió la primera bandera del Tercio. De su experiencia bélica en el Protectorado dejó constancia en su obra Diario de una bandera (1922). Sus actuaciones en maniobras militares despertaron el interés del rey Alfonso XIII, quien lo nombró "gentilhombre de cámara" y apadrinó su boda en 1923. Este acercamiento a la corona le posibilitó un destino en la Península, pero tras alcanzar el grado de teniente coronel y ante la grave situación del ejército en jovenlandia retornó al mando del Tercio. Las intervenciones para derrotar la oposición cabileña emprendidas por el nuevo gobierno de Primo de Rivera (desembarco de Alhucemas, ocupación de Axdir...) tuvieron en Franco uno de sus más brillantes y fríos ejecutores, lo que le catapultó al grado de general de división a la corta edad de treinta y tres años, el más joven militar europeo de su época. Pacificado el Protectorado y dada por concluida la guerra, Primo de Rivera le designó director de la Academia de Zaragoza (1928) con el encargo de reorganizar y tecnificar la carrera militar.
En ese puesto le sorprendió la proclamación de la II República Española. El ministro de la Guerra, Manuel Azaña, clausuró la Academia en su programa de reforma militar (1931); en su significativo discurso de cierre Franco evidenció (contrariamente a la mesura y precaución que siempre utilizó) el profundo malestar que le producía la medida, los nuevos dirigentes y el mismo régimen. Esto hizo que permaneciera durante un año en expectativa de destino hasta que fue finalmente emplazado primero en La Coruña y posteriormente a la comandancia de las Baleares (1933). La pérdida de las elecciones posibilitó el acceso al gobierno del bloque radical-cedista,lo que permitió el inicio de una contrarreforma militar. Fue nombrado asesor militar del gobierno de Lerroux y en calidad de ello dirigió la represión de la revolución de Asturias (octubre de 1934) y fue nombrado Comandante en Jefe del ejército en jovenlandia. De allí fue llamado por el nuevo ministro de la Guerra, Gil Robles, para ponerlo al frente del Estado Mayor Central (1935). Tras el triunfo del Frente Popular en febrero de 1936, las nuevas autoridades tuvieron noticias de conjuras militares golpistas, por lo que practicaron una política de traslados de los principales jefes sospechosos. Franco fue destinado a la comandancia de Canarias, desde donde participó, si bien de modo secundario, en la preparación de un golpe militar. Las dudas de Franco sobre sumarse o no de modo activo al movimiento conspirador persistieron hasta fechas muy avanzadas: a finales de junio de 1936 envió una carta al presidente Casares Quiroga exortándole a que utilizara el ejército para frenar la descomposición de la grave situación social.
El asesinato del dirigente ultraderechista alopécico Sotelo sirvió de pretexto y señal definitiva para poner en marcha el golpe de estado. El papel reservado a Franco era trascendental: un avión fletado en Londres debía llevarlo al frente del ejército en jovenlandia. El 17 de julio las tropas en Melilla se alzaron en armas e inmediatamente, tras sumarse desde su comandancia al pronunciamiento, voló clandestinamente hasta Tetuán y en el Protectorado se puso al mando del cuerpo del ejército más determinante en los comienzos de la guerra: la Legión. El primer obstáculo fue el traslado de los efectivos a la Península, lo que consiguió con la ayuda logística alemana e italiana, iniciando a continuación un rápido despliegue por la vega del Guadalquivir y Extremadura en el que consiguió liberar la asediada Academia de Infantería en el Alcázar de Toledo y llegar a las puertas de Madrid.
Pero lo que debía ser una rápido y contundente golpe de estado se convirtió en una larga guerra civil. El llamado a ser jefe de las fuerzas sublevadas, el general Sanjurjo, exiliado en Portugal, sufrió un accidente de aviación que acabó con su vida. Debido a ello, los dirigentes militares formaron una Junta de Defensa al frente de la cual debía situarse el general responsable del mando supremo. La elección recayó en Franco (29 de septiembre de 1936) debido a ser el jefe de la unidad militar más poderosa en ese momento, además de que contaba con las simpatías personales de Hitler y Mussolini, los principales apoyos internacionales de los sublevados. A partir de ese momento, la historia personal de Franco y la historia de España corren en paralelo.
Franco aprovechó su situación privilegiada al frente del autocalificado ejército nacional para afianzar su puesto en el nuevo estado en formación. En octubre de 1936 fue proclamado Generalísimo de los ejércitos, en abril del año siguiente se situó al frente del nuevo partido único, FET de las JONS, y en enero de 1938 se proclamó Jefe de Estado. La tenencia del poder supremo del ejército, el gobierno y el estado quedó ratificada simbólicamente con la adopción oficial del título de Caudillo de España. Franco contaba cuarenta y cinco años.
La figura de Franco salió de la Guerra Civil elevada a la máxima categoría. Su liderazgo militar, político e institucional era absoluto y a partir de ese momento puso en marcha un régimen dictatorial que conservó hasta su fin.
Personalidad política de Franco
"Hágame caso: no se meta en política". Esta frase, que Franco repitió a numerosos contertulios, refleja toda una concepción de su personalidad y el modo en que vio el devenir de la historia de España en su juventud, además de su propia práctica política durante más de tres décadas.
La personalidad política de Franco estuvo condicionada por su rango militar, por la preparación humanística y por la filosofía corporativa que a principios de siglo tenía la pertenencia al ejército. En sus sucesivos destinos marroquíes acabó por formar su vocación y dedicación militar: él mismo confesó que no comprendía su vida sin la experiencia del sur muy sur. Su apuesta por la dura disciplina la aplicó en su paso por el mando de la Legión y de ella extrajo importantes enseñanzas: más que geniales planteamientos estratégicos, la guerra en jovenlandia exigía orden sistemático, ciega determinación y paciente tenacidad, virtudes que luego aplicaría en la represión asturiana y en la Guerra Civil. Además, Franco hacía ostentación en el frente de un desprecio absoluto por la vida humana, un ensañamiento que resguardaba bajo el imperio del reglamento y una defensa absoluta de la obediencia jerárquica.
Toda esta experiencia acumulada en el frente y los rasgos fundamentales de su condición militar fueron vertidos sobre su personalidad política, lo que tuvo trascendentales consecuencias en su imposición al frente del Alzamiento, en su estilo de gobierno y en su punto de vista sobre la realidad sociopolítica española. Aparte de reiteradas quejas sobre la falta de respaldo de las fuerzas políticas al ejército en jovenlandia, Franco había permanecido totalmente ajeno al ámbito político hasta los años treinta. Era un convencido monárquico y la proclamación de la República le disgustó; pero, más allá del cambio de régimen, sobre todo le afectaban las actuaciones de algunos dirigentes gubernamentales, el jacobinismo de algunos parlamentarios y el crecimiento del poder de las fuerzas sindicales y los partidos revolucionarios.
Durante los años treinta, Franco fortaleció las bases doctrinales que había recibido en su período educativo y la vivencia en el círculo cerrado del ejército. La creencia en el papel director de ejército, la acendrada religiosidad y el antiobrerismo presentes en el conjunto de ideas de la derecha española de la época, fueron integradas durante los años treinta en una visión historicista, radical e integrista. Se sumaron, además, dos ideas que vertebraron con posterioridad su concepción política: la primera fue el anticomunismo, al que respondió integrándose en un ultranacionalismo de características totalitarias y militaristas; el segundo fue el antimasonismo que, en ocasiones, identificó con la degradación de las prácticas democráticas y las instituciones parlamentarias. A este concepto respondió con un reforzamiento de la religiosidad, cuyos principios debían ser mantenidos desde la instituciones e impregnar todo el entramado social. La fusión del ultranacionalismo y el integrismo religioso perfiló definitivamente la personalidad mesiánica de Franco, de ahí su creencia en la provindencialidad de su aparición y haber sido llamado a llenar una de las páginas más gloriosas de la historia de España. Simbólicamente, esta fusión de características encuentra su mejor concreción en la leyenda que hizo grabar en las monedas que llevaban su efigie: Caudillo de España por la gracia de Dios.
Franco y su régimen
La característica esencial del régimen franquista fue su identidad dictatorial y la ausencia de un Estado de Derecho que defendiera a los ciudadanos y les garantizara el ejercicio de sus libertades.
La dictadura franquista debe ser analizada desde distintos puntos de vista.
En primer lugar, es necesario destacar el carácter personal de la dictadura: fue la figura de Franco la que dio unidad a este larga etapa de la historia de España, cuya evolución ideológica, planteamientos económicos y sociales y respaldo social cambiaron profundamente a lo largo de los años. La personalidad de Franco engloba toda estos cambios, integrándolos en una especie de evolución que, en realidad, encubrió fuertes contradicciones internas dentro del régimen
La dictadura franquista fue consciente y, en ocasiones, vocacionalmente una dictadura militar, aunque, a diferencia de otras dictaduras coetáneas, no por ser el ejército como corporación quien dirigiera el régimen sino por ser el dictador un militar y trasladar los usos castrenses a esferas administrativas y gubernamentales. En muchos discursos de Franco estaba presente la metáfora de España como cuartel. Por parte del ejército, cuya actuación posibilitó la implantación del régimen franquista y siempre fue un respaldo básico del mismo, no siempre tuvo un fácil influencia sobre las decisiones de la cúpula gubernamental, en especial desde finales de los años cincuenta.
El régimen franquista fue también una dictadura de partido único. En plena Guerra Civil Franco ordenó la unificación forzosa decretada de todas las fuerzas y partidos políticos que respaldaban el Alzamiento, creando con todo el conjunto la FET de las JONS como único partido reconocido (179 de abril de 1937). En su seno convivieron posicionamientos ideológicos muy distintos en principio conocidos como las familias del régimen: falangistas. monárquicos, carlistas, católicos..., aunque la evolución del régimen y, en especial, el sometimiento de las fuerzas políticas internas a los dictados de Franco difuminó de hecho los extremos más contradictorios. La redacción de los Estatutos de Falange (1939) y la constitución del Consejo Nacional de Falange (1942) fundamentaron la pretensión totalitaria del partido (y por tanto del régimen que respaldaba), no sólo sobre la política nacional sino sobre la propia vida cotidiana de los ciudadanos. Esta división de origen dentro del partido único dio al franquismo un peculiar sentido de pluralidad, utilizado por Franco como ejercicio de arbitraje entre las diversas familias para mantener sin contrapartidas su liderazgo indiscutido.
Por último, es necesario señalar la importancia del respaldo otorgado a la dictadura franquista por la Iglesia. La jerarquía eclesiástica dio su beneplácito al golpe de estado de julio de 1936, identificó el movimiento insurgente como Cruzada e, incluso, llegó a recibir la bendición papal, además de ser el Vaticano uno de los primeros estados, junto con Alemania e Italia, en reconocer el Estado Nacional dirigido por Franco. Los cardenales Segura, Gomá y Pla y Deniel, junto con numerosos intelectuales religiosos, legitimaron el Alzamiento y el régimen implantado por los vencedores de la Guerra Civil suministrando al mismo considerables fuentes argumentales e ideológicas en las décadas posteriores. La influencia de la Iglesia se aprecia también en la presencia en altos cargos de la administración de personalidades dirigentes de movimientos católicos seglares, en especial de la Organización Nacional de Propagandistas en los años cuarenta-cincuenta y del Opus Dei en los sesenta y setenta.
Francisco Franco Bahamonde.