Papas y santos fumadores

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de Complutum
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25 Jul 2009
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Nuestra higiénica sociedad ha conseguido inculcarnos que fumar es uno de los peores crímenes que se pueden cometer. Lo que nuestros abuelos hacían sin mayores remilgos, nuestros hijos lo consideran algo abominable e incomprensible. Si se toma al azar a un niño hoy en día y se le pregunta si considera que fumar es pecado, en el caso poco probable de que entienda el concepto de pecado, es casi seguro que responderá con un sí sin dudarlo mucho.

Pero, y lo siento por los celotes antitabaco, resulta que fumar no es pecado (vaya por delante que quien esto escribe no es fumador, aunque tenga amigos mucho mas santos que el que sí lo son). Y para confirmarlo, un reciente artículo publicado en The Catholic World Report sobre la historia del catolicismo y del tabaco, dedicado a santos fumadores, Papas aficionados a los cigarros y católicos que esnifaban rapé, ese tabaco molido y aromatizado, preparado para su consumo nasal, que nos suena de las películas históricas.

Lo cierto es que los inicios del tabaco entre los católicos no fueron fáciles. En 1575 varios sínodos provinciales trataron de la situación que planteaba el que los indios recién convertidos acostumbraban a fumar en las iglesias durante los actos litúrgicos en una reminiscencia del uso del mismo en sus cultos precristianos. Fue principalmente por ello por lo que las autoridades eclesiásticas mexicanas prohibieron fumar en el interior de las iglesias. Y en 1583 un sínodo en Lima declaraba la prohibición para los sacerdotes de administrar los sacramentos mientras estaban fumando, mascando o esnifando tabaco (lo que significa que era práctica, si no habitual, sí extendida) bajo pena de condenación eterna. Se puede concluir pues que el uso del tabaco se extendió con rapidez en el Nuevo Mundo y que la Iglesia prohibió su consumo durante las celebraciones litúrgicas y especialmente a los sacerdotes, pero nunca se declaró en contra de su uso fuera de ese contexto.

Con la llegada del tabaco a la vieja Europa se reprodujo el debate y el Papa Urbano VIII tuvo que publicar una bula en 1642, Cum Ecclesiae, en la que respondía a las quejas del deán de la catedral de Sevilla, declarando que cualquiera que tomara tabaco, por vía bucal o nasal, por piezas, molido, en polvo o fumado en pipa, dentro de las iglesias de la diócesis de Sevilla, quedaba excomulgado latae sententiae. La razón, explicaba el Papa, era evitar la profanación de las iglesias ante la realidad de que en Sevilla, seguía la bula, tanto clérigos como laicos "mientras realizan sus servicios en el coro o en el altar, o mientras asisten a la Santa Misa o a los divinos oficios, con gran irreverencia toman tabaco y con sus fétidos excrementos mancillan el altar y los lugares santos de las iglesias de la diócesis". Parece ser que algunos sacerdotes habían llegado hasta a poner su cajita de rapé en una esquina del altar durante la celebración de la misa.

Pocos años después, en 1650, Inocencio X extendió la prohibición de Sevilla a San Juan de Letrán y San Pedro en Roma, preocupado por el efecto de las emanaciones y excrementos del tabaco (recordemos que el tabaco de mascar se escupe una vez consumido) sobre unas iglesias que acababa de embellecer. Y en 1725 Benedicto XIII, él mismo aficionado al rapé, reforzó la necesidad de mantener el tabaco fuera del altar pero retiró la pena de excomunión por fumar en San Pedro al comprobar que los fieles entraban y salían sin cesar de la iglesia para fumar o inhalar rapé, con la consecuente distracción permanente que ello conllevaba.

Los siglos XVIII y XIX marcan la edad de oro del tabaco en la Iglesia. San Alfonso Maria de Ligorio, también consumidor de rapé, en su manual para confesores dejó escrito que "el tabaco tomado a través de la nariz no rompe el ayuno, incluso si una porción desciende hasta el estómago", ni tampoco el humo de un cigarro. Se cuenta de Benedicto XIV, también aficionado al rapé, que al ofrecer su cajita de tabaco molido al superior de una orden religiosa, que declinó el ofrecimiento con las siguientes palabras: "Santidad, no tengo ese vicio", el Papa contestó: "No es un vicio. Si lo fuera, usted ya lo tendría".

El beato Pio IX fue tan aficionado al rapé que se tenía que cambiar varias veces al día su sotana blanca debido a las manchas que el polvo de tabaco dejaba sobre sus vestiduras. Y durante su cautiverio en el Vaticano, el pontífice ofreció una de sus cajitas de rapé, bellamente decorada con dos corderos paciendo tranquilamente, como premio para la lotería internacional que se organizó para recaudar fondos para la Iglesia. San Pio X tomaba rapé y fumaba puros. Leon XIII fue también aficionado al tabaco y sufrió mucho cuando, al final de su vida, tuvo que abandonarlo por indicación de sus médicos. Pio XI fumaba puros de manera ocasional y Juan XXIII fumaba cigarrillos.

Esta tradición, que no se mantuvo durante los pontificados de Pablo VI, Juan Pablo I y Juan Pablo II, se ha recuperado con Benedicto XVI, quien ha reconocido que le gusta fumarse un marlboro de vez en cuando.
Si de los papas pasamos a los santos (aunque no son categorías incompatibles, como varios de los citados anteriormente atestiguan), veremos que el hecho de su afición al tabaco fue utilizado durante sus procesos de beatificación en los casos de san Jose Cupertino, san Juan Bosco y san Felipe Neri. En los dos primeros casos el abogado del diablo argumentó que el tabaco les ayudaba a permanecer despiertos durante sus horas de oración y les permitía soportar largos ayunos. En el caso de san Felipe Neri, el examen de su cadáver permitió comprobar que una parte del tejido de su nariz había desaparecido, por lo que no se podía hablar de incorruptibilidad. Este hecho se atribuyó a su intenso uso del rapé. En cualquier caso, ninguna de estas objeciones fueron suficientes para cerrarles el camino a los altares.

Quizás una de las consumidoras de tabaco molido más sorprendentes sea santa Bernadette Soubirous. La vidente de Lourdes era asmática y los médicos de la época le prescribieron rapé, pues entonces se pensaba que dilataba los bronquios. Su consumo constante a lo largo de su vida fue en ocasiones motivo de escándalo para otras religiosas que desconocían que lo hacía siguiendo órdenes de los médicos. Otros santos de los que se tiene constancia que fumaban o esnifaban tabaco son san Vicente de Paul, san Juan Maria Vianney, el cura de Ars, y el Padre Pio, que siempre llevaba una cajita de rapé en un bolsillo de su hábito.

Así que aquellos fumadores que quieren ser santos no están en mala compañía. Y los padres de familia católicos, cuando expliquemos la vida de estos santos a nuestros hijos, haremos bien en no ocultar su condición de aficionados al tabaco. Así les haremos un poco menos políticamente correctos y les ayudaremos a que comprendan que no todo lo que les explican y la mayoría de la gente acepta como evidente es verdad.



https://www.religionenlibertad.com/blog/26802/papas-y-santos-fumadores.html
O SEA, que don Bosco, ...fumaba!!!
 
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San simón, el santo fumador de guatemala

El santo maya fumador y bebedor que "saca a la gente de la guandoca" en Guatemala

Álvaro del Portillo fumaba Kent, porque le mandó Escrivá que fumase como él...

"Dicho ahora, puede ser considerado como una blasfemia en tanto que atenta contra la autonomía individual de hacer lo que te da la gana y contra la salud, pero él, sin embargo, lo vivió como un gesto de obediencia con el que podía mostrar a los demás que era algo cercano."

Pdf del estremecedor documento:

https://www.google.com/url?sa=t&rct.../NAVARRA.pdf&usg=AOvVaw0boS6G1nW4udlp6mH1uEJN
 
Curioso porque en la actualidad entre los jóvenes se ha puesto muy de moda fumar... Sólo que fuman cigarros fabricados por ellos mismos sea usando tabaco comprado en alguna tienda o en algunos casos tabaco cultivado en casa.
 
Nuestra higiénica sociedad ha conseguido inculcarnos que fumar es uno de los peores crímenes que se pueden cometer. Lo que nuestros abuelos hacían sin mayores remilgos, nuestros hijos lo consideran algo abominable e incomprensible. Si se toma al azar a un niño hoy en día y se le pregunta si considera que fumar es pecado, en el caso poco probable de que entienda el concepto de pecado, es casi seguro que responderá con un sí sin dudarlo mucho.

Pero, y lo siento por los celotes antitabaco, resulta que fumar no es pecado (vaya por delante que quien esto escribe no es fumador, aunque tenga amigos mucho mas santos que el que sí lo son). Y para confirmarlo, un reciente artículo publicado en The Catholic World Report sobre la historia del catolicismo y del tabaco, dedicado a santos fumadores, Papas aficionados a los cigarros y católicos que esnifaban rapé, ese tabaco molido y aromatizado, preparado para su consumo nasal, que nos suena de las películas históricas.

Lo cierto es que los inicios del tabaco entre los católicos no fueron fáciles. En 1575 varios sínodos provinciales trataron de la situación que planteaba el que los indios recién convertidos acostumbraban a fumar en las iglesias durante los actos litúrgicos en una reminiscencia del uso del mismo en sus cultos precristianos. Fue principalmente por ello por lo que las autoridades eclesiásticas mexicanas prohibieron fumar en el interior de las iglesias. Y en 1583 un sínodo en Lima declaraba la prohibición para los sacerdotes de administrar los sacramentos mientras estaban fumando, mascando o esnifando tabaco (lo que significa que era práctica, si no habitual, sí extendida) bajo pena de condenación eterna. Se puede concluir pues que el uso del tabaco se extendió con rapidez en el Nuevo Mundo y que la Iglesia prohibió su consumo durante las celebraciones litúrgicas y especialmente a los sacerdotes, pero nunca se declaró en contra de su uso fuera de ese contexto.

Con la llegada del tabaco a la vieja Europa se reprodujo el debate y el Papa Urbano VIII tuvo que publicar una bula en 1642, Cum Ecclesiae, en la que respondía a las quejas del deán de la catedral de Sevilla, declarando que cualquiera que tomara tabaco, por vía bucal o nasal, por piezas, molido, en polvo o fumado en pipa, dentro de las iglesias de la diócesis de Sevilla, quedaba excomulgado latae sententiae. La razón, explicaba el Papa, era evitar la profanación de las iglesias ante la realidad de que en Sevilla, seguía la bula, tanto clérigos como laicos "mientras realizan sus servicios en el coro o en el altar, o mientras asisten a la Santa Misa o a los divinos oficios, con gran irreverencia toman tabaco y con sus fétidos excrementos mancillan el altar y los lugares santos de las iglesias de la diócesis". Parece ser que algunos sacerdotes habían llegado hasta a poner su cajita de rapé en una esquina del altar durante la celebración de la misa.

Pocos años después, en 1650, Inocencio X extendió la prohibición de Sevilla a San Juan de Letrán y San Pedro en Roma, preocupado por el efecto de las emanaciones y excrementos del tabaco (recordemos que el tabaco de mascar se escupe una vez consumido) sobre unas iglesias que acababa de embellecer. Y en 1725 Benedicto XIII, él mismo aficionado al rapé, reforzó la necesidad de mantener el tabaco fuera del altar pero retiró la pena de excomunión por fumar en San Pedro al comprobar que los fieles entraban y salían sin cesar de la iglesia para fumar o inhalar rapé, con la consecuente distracción permanente que ello conllevaba.

Los siglos XVIII y XIX marcan la edad de oro del tabaco en la Iglesia. San Alfonso Maria de Ligorio, también consumidor de rapé, en su manual para confesores dejó escrito que "el tabaco tomado a través de la nariz no rompe el ayuno, incluso si una porción desciende hasta el estómago", ni tampoco el humo de un cigarro. Se cuenta de Benedicto XIV, también aficionado al rapé, que al ofrecer su cajita de tabaco molido al superior de una orden religiosa, que declinó el ofrecimiento con las siguientes palabras: "Santidad, no tengo ese vicio", el Papa contestó: "No es un vicio. Si lo fuera, usted ya lo tendría".

El beato Pio IX fue tan aficionado al rapé que se tenía que cambiar varias veces al día su sotana blanca debido a las manchas que el polvo de tabaco dejaba sobre sus vestiduras. Y durante su cautiverio en el Vaticano, el pontífice ofreció una de sus cajitas de rapé, bellamente decorada con dos corderos paciendo tranquilamente, como premio para la lotería internacional que se organizó para recaudar fondos para la Iglesia. San Pio X tomaba rapé y fumaba puros. Leon XIII fue también aficionado al tabaco y sufrió mucho cuando, al final de su vida, tuvo que abandonarlo por indicación de sus médicos. Pio XI fumaba puros de manera ocasional y Juan XXIII fumaba cigarrillos.

Esta tradición, que no se mantuvo durante los pontificados de Pablo VI, Juan Pablo I y Juan Pablo II, se ha recuperado con Benedicto XVI, quien ha reconocido que le gusta fumarse un marlboro de vez en cuando.
Si de los papas pasamos a los santos (aunque no son categorías incompatibles, como varios de los citados anteriormente atestiguan), veremos que el hecho de su afición al tabaco fue utilizado durante sus procesos de beatificación en los casos de san Jose Cupertino, san Juan Bosco y san Felipe Neri. En los dos primeros casos el abogado del diablo argumentó que el tabaco les ayudaba a permanecer despiertos durante sus horas de oración y les permitía soportar largos ayunos. En el caso de san Felipe Neri, el examen de su cadáver permitió comprobar que una parte del tejido de su nariz había desaparecido, por lo que no se podía hablar de incorruptibilidad. Este hecho se atribuyó a su intenso uso del rapé. En cualquier caso, ninguna de estas objeciones fueron suficientes para cerrarles el camino a los altares.

Quizás una de las consumidoras de tabaco molido más sorprendentes sea santa Bernadette Soubirous. La vidente de Lourdes era asmática y los médicos de la época le prescribieron rapé, pues entonces se pensaba que dilataba los bronquios. Su consumo constante a lo largo de su vida fue en ocasiones motivo de escándalo para otras religiosas que desconocían que lo hacía siguiendo órdenes de los médicos. Otros santos de los que se tiene constancia que fumaban o esnifaban tabaco son san Vicente de Paul, san Juan Maria Vianney, el cura de Ars, y el Padre Pio, que siempre llevaba una cajita de rapé en un bolsillo de su hábito.

Así que aquellos fumadores que quieren ser santos no están en mala compañía. Y los padres de familia católicos, cuando expliquemos la vida de estos santos a nuestros hijos, haremos bien en no ocultar su condición de aficionados al tabaco. Así les haremos un poco menos políticamente correctos y les ayudaremos a que comprendan que no todo lo que les explican y la mayoría de la gente acepta como evidente es verdad.



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O SEA, que don Bosco, ...fumaba!!!

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Cad vez que leo vuestros criterios sobre las religiones , doctrinas, tradiciones, crencias, leyendas presagios , santos , patronos y ya lo último confundir el vicio del tabaco en comparación con las doctrinas es que alucino.
Sin otro comentario , mejor callarse y respetar y aceptar la ignorancia y la sumisión de los credos que son lo que son y sirven para lo que sirven en comparacion al progreso, la cultura y la inteligencia bien administrada para los siglos de las siglos para por y con la evolución del cual depende la supervivencia de las especies incluida la del ser humano en lo demás poco más.
Anda que?
 
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San simón, el santo fumador de guatemala

El santo maya fumador y bebedor que "saca a la gente de la guandoca" en Guatemala

Álvaro del Portillo fumaba Kent, porque le mandó Escrivá que fumase como él...

"Dicho ahora, puede ser considerado como una blasfemia en tanto que atenta contra la autonomía individual de hacer lo que te da la gana y contra la salud, pero él, sin embargo, lo vivió como un gesto de obediencia con el que podía mostrar a los demás que era algo cercano."

Pdf del estremecedor documento:

https://www.google.com/url?sa=t&rct.../NAVARRA.pdf&usg=AOvVaw0boS6G1nW4udlp6mH1uEJN
De verda se necesita más para así poder racionalizar hasta donde llega o llegaba el poder del supuesto Dios que lo sabía todo y algo tan simple como algo tan toxico como el tabaco lo promocionaba y encima se bendecía con un pebetero con humo toxico , poco , pero al fin y al cabo toxico.
Anda que?
 
Nuestra higiénica sociedad ha conseguido inculcarnos que fumar es uno de los peores crímenes que se pueden cometer. Lo que nuestros abuelos hacían sin mayores remilgos, nuestros hijos lo consideran algo abominable e incomprensible. Si se toma al azar a un niño hoy en día y se le pregunta si considera que fumar es pecado, en el caso poco probable de que entienda el concepto de pecado, es casi seguro que responderá con un sí sin dudarlo mucho.

Pero, y lo siento por los celotes antitabaco, resulta que fumar no es pecado (vaya por delante que quien esto escribe no es fumador, aunque tenga amigos mucho mas santos que el que sí lo son). Y para confirmarlo, un reciente artículo publicado en The Catholic World Report sobre la historia del catolicismo y del tabaco, dedicado a santos fumadores, Papas aficionados a los cigarros y católicos que esnifaban rapé, ese tabaco molido y aromatizado, preparado para su consumo nasal, que nos suena de las películas históricas.

Lo cierto es que los inicios del tabaco entre los católicos no fueron fáciles. En 1575 varios sínodos provinciales trataron de la situación que planteaba el que los indios recién convertidos acostumbraban a fumar en las iglesias durante los actos litúrgicos en una reminiscencia del uso del mismo en sus cultos precristianos. Fue principalmente por ello por lo que las autoridades eclesiásticas mexicanas prohibieron fumar en el interior de las iglesias. Y en 1583 un sínodo en Lima declaraba la prohibición para los sacerdotes de administrar los sacramentos mientras estaban fumando, mascando o esnifando tabaco (lo que significa que era práctica, si no habitual, sí extendida) bajo pena de condenación eterna. Se puede concluir pues que el uso del tabaco se extendió con rapidez en el Nuevo Mundo y que la Iglesia prohibió su consumo durante las celebraciones litúrgicas y especialmente a los sacerdotes, pero nunca se declaró en contra de su uso fuera de ese contexto.

Con la llegada del tabaco a la vieja Europa se reprodujo el debate y el Papa Urbano VIII tuvo que publicar una bula en 1642, Cum Ecclesiae, en la que respondía a las quejas del deán de la catedral de Sevilla, declarando que cualquiera que tomara tabaco, por vía bucal o nasal, por piezas, molido, en polvo o fumado en pipa, dentro de las iglesias de la diócesis de Sevilla, quedaba excomulgado latae sententiae. La razón, explicaba el Papa, era evitar la profanación de las iglesias ante la realidad de que en Sevilla, seguía la bula, tanto clérigos como laicos "mientras realizan sus servicios en el coro o en el altar, o mientras asisten a la Santa Misa o a los divinos oficios, con gran irreverencia toman tabaco y con sus fétidos excrementos mancillan el altar y los lugares santos de las iglesias de la diócesis". Parece ser que algunos sacerdotes habían llegado hasta a poner su cajita de rapé en una esquina del altar durante la celebración de la misa.

Pocos años después, en 1650, Inocencio X extendió la prohibición de Sevilla a San Juan de Letrán y San Pedro en Roma, preocupado por el efecto de las emanaciones y excrementos del tabaco (recordemos que el tabaco de mascar se escupe una vez consumido) sobre unas iglesias que acababa de embellecer. Y en 1725 Benedicto XIII, él mismo aficionado al rapé, reforzó la necesidad de mantener el tabaco fuera del altar pero retiró la pena de excomunión por fumar en San Pedro al comprobar que los fieles entraban y salían sin cesar de la iglesia para fumar o inhalar rapé, con la consecuente distracción permanente que ello conllevaba.

Los siglos XVIII y XIX marcan la edad de oro del tabaco en la Iglesia. San Alfonso Maria de Ligorio, también consumidor de rapé, en su manual para confesores dejó escrito que "el tabaco tomado a través de la nariz no rompe el ayuno, incluso si una porción desciende hasta el estómago", ni tampoco el humo de un cigarro. Se cuenta de Benedicto XIV, también aficionado al rapé, que al ofrecer su cajita de tabaco molido al superior de una orden religiosa, que declinó el ofrecimiento con las siguientes palabras: "Santidad, no tengo ese vicio", el Papa contestó: "No es un vicio. Si lo fuera, usted ya lo tendría".

El beato Pio IX fue tan aficionado al rapé que se tenía que cambiar varias veces al día su sotana blanca debido a las manchas que el polvo de tabaco dejaba sobre sus vestiduras. Y durante su cautiverio en el Vaticano, el pontífice ofreció una de sus cajitas de rapé, bellamente decorada con dos corderos paciendo tranquilamente, como premio para la lotería internacional que se organizó para recaudar fondos para la Iglesia. San Pio X tomaba rapé y fumaba puros. Leon XIII fue también aficionado al tabaco y sufrió mucho cuando, al final de su vida, tuvo que abandonarlo por indicación de sus médicos. Pio XI fumaba puros de manera ocasional y Juan XXIII fumaba cigarrillos.

Esta tradición, que no se mantuvo durante los pontificados de Pablo VI, Juan Pablo I y Juan Pablo II, se ha recuperado con Benedicto XVI, quien ha reconocido que le gusta fumarse un marlboro de vez en cuando.
Si de los papas pasamos a los santos (aunque no son categorías incompatibles, como varios de los citados anteriormente atestiguan), veremos que el hecho de su afición al tabaco fue utilizado durante sus procesos de beatificación en los casos de san Jose Cupertino, san Juan Bosco y san Felipe Neri. En los dos primeros casos el abogado del diablo argumentó que el tabaco les ayudaba a permanecer despiertos durante sus horas de oración y les permitía soportar largos ayunos. En el caso de san Felipe Neri, el examen de su cadáver permitió comprobar que una parte del tejido de su nariz había desaparecido, por lo que no se podía hablar de incorruptibilidad. Este hecho se atribuyó a su intenso uso del rapé. En cualquier caso, ninguna de estas objeciones fueron suficientes para cerrarles el camino a los altares.

Quizás una de las consumidoras de tabaco molido más sorprendentes sea santa Bernadette Soubirous. La vidente de Lourdes era asmática y los médicos de la época le prescribieron rapé, pues entonces se pensaba que dilataba los bronquios. Su consumo constante a lo largo de su vida fue en ocasiones motivo de escándalo para otras religiosas que desconocían que lo hacía siguiendo órdenes de los médicos. Otros santos de los que se tiene constancia que fumaban o esnifaban tabaco son san Vicente de Paul, san Juan Maria Vianney, el cura de Ars, y el Padre Pio, que siempre llevaba una cajita de rapé en un bolsillo de su hábito.

Así que aquellos fumadores que quieren ser santos no están en mala compañía. Y los padres de familia católicos, cuando expliquemos la vida de estos santos a nuestros hijos, haremos bien en no ocultar su condición de aficionados al tabaco. Así les haremos un poco menos políticamente correctos y les ayudaremos a que comprendan que no todo lo que les explican y la mayoría de la gente acepta como evidente es verdad.



https://www.religionenlibertad.com/blog/26802/papas-y-santos-fumadores.html
O SEA, que don Bosco, ...fumaba!!!

No se trata de si es pecado o no...se trata de no fomentar el consumo de tabaco, porque evidencias que lo relacionan con efectos negativos sobre la salud.

Los pulmones de los humanos están creados para respirar aire limpio, sin embargo, pueden subsistir respirando aire contaminado, pero no sin consecuencias, y ésas pueden ser muy graves. Esto se sabe desde hace décadas, pero no fue hasta hace poco que nos dimos cuenta de la magnitud del problema, que alcanza cuotas de esa época en el 2020 de la que yo le hablo (antes fumaban unos pocos),
Estoy convencido que tarde o temprano, se aplicarán las mismas restricciones sobre la alimentación, que está provocando una verdadera esa época en el 2020 de la que yo le hablo dei diabetes tipo 2.
 
No se trata de si es pecado o no...se trata de no fomentar el consumo de tabaco, porque evidencias que lo relacionan con efectos negativos sobre la salud.

Los pulmones de los humanos están creados para respirar aire limpio, sin embargo, pueden subsistir respirando aire contaminado, pero no sin consecuencias, y ésas pueden ser muy graves. Esto se sabe desde hace décadas, pero no fue hasta hace poco que nos dimos cuenta de la magnitud del problema, que alcanza cuotas de esa época en el 2020 de la que yo le hablo (antes fumaban unos pocos),
Estoy convencido que tarde o temprano, se aplicarán las mismas restricciones sobre la alimentación, que está provocando una verdadera esa época en el 2020 de la que yo le hablo dei diabetes tipo 2.
Supongamos que los humanos cuando el principio eran bacterias y no les eran preciso pulmones como aquí y ahora por obra y gracia de su precisa necesidad ya que por mucho que muchos lo niegan aquí y ahora ya es sabido y conocido además de demostrado como es evidente que el ser humano nunca fue creado más bien ha evolucionado de algo que algunos llamamos materia y más exactamente ha partir del átomo y así hasta llegar en donde estamos.
Anda que?
 
Supongamos que los humanos cuando el principio eran bacterias y no les eran preciso pulmones como aquí y ahora por obra y gracia de su precisa necesidad ya que por mucho que muchos lo niegan aquí y ahora ya es sabido y conocido además de demostrado como es evidente que el ser humano nunca fue creado más bien ha evolucionado de algo que algunos llamamos materia y más exactamente ha partir del átomo y así hasta llegar en donde estamos.
Anda que?

Quieres cuestionar los mismísimos orígenes del ser humano, para defender que fumemos todos como si no hubiera un mañana?

Tú razonamiento se sale un poco del contexto...
 
A ver mi cielo , de una cosa si estoy convencido y que puedo cuestionarmelo o cuestionartelo , que tu Dios es todopoderoso mismito que yo, con la unica diferencia es que a mi nadie me hace ni fruta caso y no sera porque no les aporto pruebas , evidencias y razonamientos pero no hay tu tia por mas que me esfuerzo nadie me lo tiene en cuenta salvo mis dos amores y mi cabra y no sabes lo que me cuesta y no sera porque no me esfuerzo en que sean felices ,dichosas y tengan tanto y cuanto les sea preciso y necesario pero ni asi me salen ha cuenta, siempre hay algo que no les conforma , si voy con una la otra me espera y no hay cosa que me aguante mas, es que me pida le demuestre que ha habido entre nosotros y hasta que no la convenzo no hay perdon por mucho que se lo diga y en muchos casos se lo demuestre y oye esto es muy cansino unas veces mas que otras pero cansino al fin y al cabo.
No estoy muy seguro pero creo que estabamos razonando los mismisimos origenes del ser humano y su entorno . tu con que lo creo un Dios todopoderoso a partir de la nada y yo de haber algun Dios mes es mas evidente que era la materia y no porque se tubiera que crear mas bien porque de haber algo que mas mejor que la materia y no precisamente que esta tubiera que hacerse o crearse, estaba y poco mas y ha partir de a
 
En fin , sabia yo, que de toparme con la iglesia o con tu Dios, los dos no cabriamos ni en cuuestion de criterios y maneras de razonar en que y como este mundo se creo o ya estaba y con que la evolucion izo lo demas para que hubiera un mudo y el inmenso universo, por lo que con que tu creas en tu Dios y yo en el mio aqui paz y despues gloria.
Anda que?
 
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