Cuando los antidisturbios disuelven una protesta de los otros (y no importa en absoluto la posición respectiva) hablamos de proporcionalidad, de respuesta adecuada y profesional, de eficacia policial. Todo bien, todo fluye. Lo vemos en las noticias y tenemos muy claro a quién apoyamos.
Pero, ay amigo, cómo cambia la situación cuando las personas aporreadas somos nosotros. Se nos llena la boca de represión, de dictadura, de injusticia, de sadismo. Lloramos de frustración y apretamos los dientes. Mientras los antes disueltos comen palomitas delante del televisor.
Quizá, sólo quizá, sería deseable un poco de coherencia. Palabra muy molona que viene a significar que ideas y principios no deberían cambiar en función de las circunstancias y los actores.