Es neurotóxico (afecta a las neuronas): El alcohol afecta, en pocos segundos tras su ingestión, a la capacidad de razonamiento cada vez que se bebe, aunque sea poca cantidad. No existe una dosis de consumo segura, aunque la publicidad afirme que disfrutemos de un consumo responsable. Así pues, daña, sin duda a las neuronas, lo que provoca un daño permanente a la memoria, a la capacidad de razonamiento y a la forma en la que nos comportamos.
Es adictivo, es decir, que su ingesta habitual puede condicionar una necesidad física de su consumo de manera diaria, de tal manera que se convierte en un hábito insano del que sea muy difícil salir sin ayuda.
Es teratogénico: Afecta al feto y puede provocar malformaciones graves y trastornos del espectro alcohólico fetal (TEAF). Hasta 40.000 bebés nacen con un TEAF cada año en los Estados Unidos. Estos trastornos son de por vida, y sus efectos pueden resultar en problemas graves de orden físico y mental.
Es cancerígeno: Su consumo se ha relacionado con cáncer de boca, faringe, de laringe, de esófago, de mama en mujeres, de hígado y de intestino.
Está implicado en millones de muertes en el mundo por accidentes de tráfico, suicidios, agresiones mortales, etc.
Provoca problemas emocionales y laborales en los individuos, en sus familias, en el conjunto de la sociedad y tiene elevados costes económicos y medioambientales.
shishi, ni que fuera un partido político.