Novedad editorial: "Sobre el final del zarismo y Alexander Duguin"

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Sobre el final del zarismo y Alexander Duguin
Pedro Julio Gutierrez Valdivieso (Escritor)
La idea central de la obra es la ejecución de la familia Romanov. Por decisión de Lenin, pues se conoce por el Diario de Trotsky. El zar Nicolás II es ejecutado en Ekaterimburgo en la conocida casa Ipatiev, demolida en tiempos de Brézhnev por orden suya. Para evitar rendir culto a la monarquía. Yeltsin definió como crimen horrible el asesinato de los zares y ordenó el entierro en la catedral de san Pedro y san Pablo en san Petersburgo (1998).
En el lugar donde estuvo la casa Ipatiev, se erigió la catedral de la Sangre Derramada. En principio se atribuyó la decisión de la ejecución a Sverdlov, luego, se dijo que éste aprobó la decisión del Politburó del Soviet de los Urales. Intentaron ocultar el crimen, enterrando a la familia, médico personal y tres sirvientes en dos fosas. Tras quemar los restos mortales e intentar destruirlos con sulfúrico. Yurovsky, principal ejecutor y dirigente del pelotón de fusilamiento llevó a cabo la mayor parte de la tarea de la masacre. Así como el entierro en el bosque Koptyaki.
Tras haber sido arrojados los cadáveres a pozos mineros poco hondos, fueron extraídos y excavadas dos tumbas, con la intención de que no pudiesen ser ambas descubiertas y contados el número de personas aniquiladas. En total, once. Preparando una fosa para nueve, y jugando al despiste al enterrar dos cadáveres en otra fosa.
La obra trata de la abdicación del zar, en el tren imperial, detenido en su camino hacia Moscú por miembros de la Duma. El zar firmó la abdicación. No sabía que el gobierno de Kerenski pondría a la familia en arresto. Primero en su residencia de Czarkoe Seló, cerca de san Petersburgo (fundado el palacio por Catalina La Grande). Posteriormente se les trasladó, por seguridad a Tobolsk, en los Urales y por fin a Ekaterimburgo. Durante el gobierno provisional social demócrata se intentó negociar la salida de la familia imperial a Inglaterra, lo que no fue definitivamente aceptado por el rey Jorge V. La familia fue ejecutada en la madrugada del 16 al 17 de julio de 1918, temiéndose un rescate por la legión checa y el ejército blanco que deseaba restaurar la monarquía.
La decisión de la ejecución correspondió a Lenin. Quien se vengó de la fin de su hermano Alexander por decisión del padre del zar Nicolás II, que era Alejandro III. A lo largo de la obra se trata de modo particular la etapa de los últimos zares (desde Nicolás I a Nicolás II). Alejandro II fue un gobernante abierto a ideas liberales y creó la Duma. Un atentado, una bomba bajo su carroza, acabó con su vida. Su hijo, Alejandro III (fallecido de nefritis a los 49 años) se mostró pacifista pero su reinado fue breve, se cerró a la idea aperturista de su padre tras su asesinato. Posteriormente Nicolás II creó la Duma, pero bajo la influencia de Wytte y de Stolypin (ministros y asesores del zar) convocó y disolvió cuatro veces la Duma. Con el fin de asegurar el control de la cámara por la nobleza y la aristocracia.
También se trata en la obra de la expansión del imperio ruso con Pedro I el Grande y sobre todo con Catalina II. Ésta consiguió anexionar zonas bálticas y logró la expansión de Rusia hacia Occidente, conquistó Crimea. Pues Pedro I logró tomar Odesa, trasladó la capital de Moscú a san Petersburgo. Se enzarzó en luchas con el imperio otomano en el sur y con el rey Carlos de Suecia por el control del mar Báltico. Creó la escuela de la Armada. E
n la obra, llegamos a analizar el libro de Fukuyama El liberalismo y sus desencantados en la que defiende el liberalismo en sentido amplio. Comprendiendo la social democracia, seguridad jurídica, bienestar y equidad. Opone nacionalismo identitario a liberalismo. Sostiene la protección de los derechos sociales por parte del Estado, que surge del contrato (Rawls). Por su parte Alexander Duguin en su Cuarta Teoría Política defiende un mundo multipolar oponiéndose a los Estados Unidos y la globalización, que supone sinónimos. Pretende que se cree un Estado Euro-asiático: que Rusia se extienda hacia Asia Central, Pacífico y África. Ve el enemigo de Rusia en Occidente y propone las religiones y la tradición como contrapeso. Se opone al liberalismo y defiende el nacionalismo, en sus diversas etnias y religiones. Porque, aunque resulte sorprendente, el mismo Duguin reconoce el marxismo como materialista y ateo evaluándolo como algo negativo, pese a que intentó fundar un partido Bolchevique.

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En el último tercio del siglo XIX gran parte de la alta y menos alta sociedad rusa, idiotizada por el liberalismo (occidentales), empezó a arrobarse con los revolucionarios (nihilistas), en una suerte de esnobismo suicida. Es lo que cuenta Dostoyevski en Los demonios.

Así se expresaba Dostoyevski en carta dirigida a su editor el 8 de abril de 1870, cuando estaba redactando Los demonios:

“Lo que escribo ahora es tendencioso. Quiero expresarme con fuego. ¡Ah, los nihilistas y occidentales vociferarán contra mí! ¡Me llamarán retrógrado! Pero, ¡que el diablo se los lleve, expresaré todo mi pensamiento!”

Efectivamente, cuando apareció la novela, fue atacado con saña por la prensa de izquierdas y por la liberal, “que en la época era mayoría y contaba con el fervor del pueblo” (Carlos de Arce).

En un pasaje de la novela, Verkhovenski, el cabecilla de la célula revolucionaria terrorista, dice:

“Tengo la cuenta de todos: el maestro que se ríe con los niños de su Dios y de su cuna, es de los nuestros. El abogado que defiende a un malo culto porque es más instruido que sus víctimas, a las que se ha visto obligado a apiolar para robarlas, es de los nuestros. Los jurados que absuelven criminales por un soborno, son de los nuestros. Los escolares que asesinan a un campesino para experimentar sensaciones extraordinarias, son de los nuestros. El procurador que tiembla de miedo ante el pensamiento de no parecer muy liberal, es de los nuestros. Añada a estos, los funcionarios, los escritores: muchos de ellos están con nosotros y no se dan cuenta. Por otra parte, la docilidad de los estudiantes y de los necios es absoluta; en cuanto a los profesores, están cargados de bilis.”

Michel Houellebecq dice que la literatura no sirve para nada, que de lo contrario nunca habría existido “esa gente izquierdista que ha monopolizado el debate intelectual durante todo el siglo XX”, porque Dostoyevski ya la había desenmascarado al escribir Los demonios en 1872.

(Lo mismo podría decirse respecto a la gente de demagogos y magufos que han engañado a la plebe con la falsa esa época en el 2020 de la que yo le hablo y las falsas banderillas, porque Don Juan Manuel ya la había desenmascarado al escribir Los burladores que ficieron paño al rey en el siglo XIV; Cervantes, El retablo de las maravillas, en el XVII; Andersen, que se enteren hasta los niños, en el XIX.)
 
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