Como seguramente muchos de vosotros sabeis, el Viruelo se somete a tratamientos estéticos bastante frecuentes, como la Charo empoderada que es. Por supuesto, exige que le sean realizados en Moncloa, y así es, en la mayoría de los casos. Pero otras veces no puede ser, debido a que los prodecimientos exigen un aparataje y maquinaria que no pueden ser desplazados. Por ello, su Sanchidad, Don Viruelo, tiene a bien reubicarse, sin Falcon, pero con gran despliegue de medios automovilísticos, a una convenientemente desconocida Clínica de Estética, a la que acude el "Todo Madrid", y donde el perfil del cliente es el de una mujer tradicional, bien casada y mejor colocada, clásica y con posibles en tercera generación como mínimo. Esta clase de señora, ve en Don Viruelo, a un parvenú, un mugroso, un pichafloja, un mostrenco y un ser humano alejadísimo de los varones que está acostumbrada a tratar, sobre todo su padre, sus primos/hermanos y su marido. Es decir, esta mujer al ver a Perro, ve a un Betazo hambriente, casado con una tras*na y que tiene deudas con el suegro, una total derroición masculina. Y esa clase de mujer, más dura y áspera que la Charo de Carrefour que puebla el PSOE, más crítica y elitista que la Cayetana de Sánchez Romero que pulula por el PP, no duda en clavar sus ojos, con profundísima mirada de ardor de estomago-pena, en Don Viruelo. Hasta hacerle comprender, hacerle sentir y sangrar, que es un boñiga, que se le desprecia, que hiede a carroña, que nunca pudo llevarse a una mujer de verdad, de las que él quería, un mujerón como la que le está mirando con cara de vomitar si no se aleja de él.
Y así, nuestro Don Viruelo, ha cambiado sus constumbres. Pues lo que él pensaba que, gracias a su físico de Sean Connery de Ali Expres, sería un baño de loas entre una masa de rollizas matronas del Barrio de Salamanca, pasó a convertirse en el escarnio silencioso que más daño le ha podido hacer; pues vio despreciada la única cualidad con la que él se autoempodera; su belleza física (la que él cree que tiene). Ahora acude de noche, cuando no hay nadie. Con nocturnidad y alevosía. Para evitar las miradas de las damas. Damas que cuando llegan a sus casas, comentan con socarronería el infeliz desencuentro a sus maridos, mientras se les abren de piernas y les dejan disfrutar de los tratamientos estéticos que tan caros les pagan.
Lo que pretendo decir es que, lo creais o no, esta clase de noticias, al Perro lo ponen con los nervios de punta. Tiene un miedo a salir a la calle que se caga. Casi tanto miedo como a envejecer mal.