Black Jack
Madmaxista
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La fin a los 84 años de René Robert, el fotógrafo suizo que retrató a las grandes estrellas del flamenco contemporáneo, podría ser una estadística, uno más de los 500 que cada año mueren en las calles de las ciudades de Francia. Lo que distingue a Robert de la mayoría de estos muertos en la soledad y el desamparo es, primero, que él no era un sin techo. La segunda diferencia es que era alguien con una trayectoria profesional reconocida y que, gracias a ello, sus amigos han dado a conocer las circunstancias en las que murió.
El miércoles 19 de enero, pasadas las nueve de la noche, Robert daba su paseo nocturno habitual por su barrio parisino, el de la plaza de la República, uno de los centros neurálgicos de París, casi siempre concurrida y bulliciosa. Ante el número 89 de la calle de Turbigo cayó al suelo. Se desconoce el porqué. Si tropezó o si sufrió un mareo.
Y ahí quedó. En un trozo de acera entre una tienda de vinos y una óptica. Paralizado y a la vista de los parisinos que volvían a sus casas a toda prisa de trabajar, los paseantes que iban o venían de los restaurantes o los cafés de la zona, los turistas.
Pasaron las horas. Las calles se vaciaron. Robert seguía allí. Y es fácil imaginar que para los tras*eúntes era uno más de tantas personas que en París, y en tantas ciudades de los países del Occidente rico, viven en la calle y a veces uno no sabe si duermen, o si agonizan.
A las seis de la madrugada del jueves 20 alguien lo vio y llamó a los bomberos. Demasiado tarde. Habían pasado nueve horas desde la caída. Llegó la ambulancia. Cuando René Robert, el retratista de Camarón de la Isla y Paco de Lucía, entre otros, ingresó en el hospital Cochin, fue imposible reanimarlo. La causa de la fin fue una “hipotermia severa”, según los bomberos. Es decir, murió de frío.
Su amigo Michel Mompontet, periodista, lo describe así en vida: “Era discreto. Muy atento a los demás, divertido, pero era un hombre de pocas palabras. Hablaba en voz baja. No le gustaba mucho hablar, como a muchos fotógrafos. Siempre llevaba sombrero. Durante años llevaba siempre el cigarrillo en la boca, luego lo dejó. Muy elegante, en plan flamenco, con el pañuelito de lunares. Era esa elegancia tanto jovenlandesal como física. Al verlo te decías: ‘¿Quién es este señor? ¿Será alguien?”.
Mompontet, que está casado con una española, lo había conocido a finales de los ochenta. Ambos eran asiduos de los conciertos de flamenco en París: Camarón, Lole y Manuel, Enrique Morente, Paco de Lucía... ”Aquel señor bajito y discreto siempre estaba con los artistas, era amigo de ellos y les sacaba fotos”, recuerda Mompontet. “Como era muy amigo de Paco de Lucía, por ejemplo, para nosotros, que teníamos veinte años, él era una manera de acercarnos a los artistas. Lo divertido es que él apenas hablaba castellano, lo chapurreaba, pero los artistas lo entendían, era un idioma curioso, mezcla de francés y español que no era ni francés ni español”.
René Robert, aquel hombre discreto y elegante, los conocía bien, a los cantantes, guitarristas y bailaoras. Llevaba fotografiándolos desde los años sesenta, cuando descubrió el flamenco en un antro de la rive gauche que habían frecuentado Picasso y los españoles de París. El local se llamaba Le Catalan.
Pequeños y grandes, artistas de medio pelo y genios del cante jondo desfilaron ante su cámara. Siempre en blanco y neցro. “En el blanco y neցro hay un lado trágico que me parece más adaptado al flamenco que el tonalidad”, diría en una entrevista con la publicación Musique Alhambra. En la misma entrevista, y a la pregunta sobre qué buscaba en sus fotografías, respondía: “Espero los momentos fuertes, cuando la expresión está en su apogeo (...) Es el lado extremo de los flamencos lo que me impresiona”.
En los libros Flamenco, La Râge et la Grâce (La rabia y la gracia) y Flamenco Attitudes ha quedado plasmado su arte, además de en los miles de fotografías que en 2021 legó a la Biblioteca Nacional Francesa en París, “auténtico tesoro para los amantes del flamenco, pero también para todos los aficionados a las artes gráficas”, como ha recordado su amigo Mompontet en un artículo en la publicación deflamenco.com. Ha sido él el responsable de que la fin de René Robert haya saltado a la luz pública y se haya convertido en una historia que impactado más allá del círculo de amigos, y de Francia.
El martes, en su editorial en la televisión pública, habló de la fin de su amigo. “Antes de dar lecciones y acusar a quien sea”, dijo, “hay que responder a una pregunta que me incomoda: ¿estoy seguro al 100% que si me viese confrontado a esta escena, un hombre en el suelo, me habría detenido? ¿Nunca me habría apartado de un sin techo que veo acostado ante una puerta? No poder estar seguro al 100% es un dolor que me persigue. Pero tenemos prisa, tenemos prisa, tenemos nuestras vidas, y apartamos la mirada”.
Por último, Mompontet cuenta que, después de unos días de búsqueda, encontraron a la persona que sí se fijó en René Robert en el suelo y llamó a los bomberos. Eran un sin techo del barrio y no ha querido que se dé a conocer su nombre.
París, que está llena de progres y de jovenlandésnegros. La ralea de la izquierda y sus protegidos, si te sorprende es que eres iluso.