Melisa, el amanecer rubio de la ultraderecha española

rush81

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Melisa, el amanecer rubio de la ultraderecha española | Papel | EL MUNDO

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P .¿Es usted nancy?
R .No.

P .¿Y fascista?
R .Tampoco.

P .¿Es racista?
R .Nooo.

P .¿De ultraderecha?
R .No.

P .¿Entonces qué es usted?
R .¿Qué soy? Es complicado... Cualquier ideología es mucho más amplia que una palabra. De mí dicen que soy de ultraderecha y me hace mucha gracia. No puedo serlo jamás porque la derecha es liberal y yo soy profundamente socialista. Yo soy socialpatriota.


Se llama Melisa, aunque se hizo llamar María o Mónica cuando prefería mantener el anonimato y sólo se dejaba retratar de cuello para abajo. Ahora tiene 27 años, el pelo rubio oxigenado, los ojos y las uñas pintadas y el brazo tatuado hasta las pulseras. Se hace selfies con su cortesana en Instagram y pone frases como ésta en su cuenta de Twitter: «Soñando el sueño imposible». Tiene pinta de tronista o de choni en Gandía Shore, pero no lo es. Melisa D. Ruiz es estudiante de Filosofía y de Antropología Social y Cultural, es también la portavoz oficial de Hogar Social Madrid, la khaleesi del nuevo fascismo patrio, el rostro amable de la ultraderecha española, una etiqueta de la que reniega pero sólo un poco: «Tampoco vamos a ser pijos con los términos». Que al fin y al cabo su cortesana, la de los selfies, se llama Odal, runa utilizada por la simbología nancy desde los tiempos de las SS, y cuentan que ella esconde en su tobillo una esvástica tatuada.


P .¿Es cierto?
R .No (se ríe). Eso no es verdad.

P .¿Podría ver su tobillo?
R .Sí, claro, pero lo que pasa... La cuestión es... que yo no quiero que se utilicen estas cosas para estigmatizar una labor social. Una esvástica no significa ciertas cosas igual que una hoz y un martillo van más allá del comunismo. No se puede ser simplista. Somos lo que hacemos.

P .O sea, que sí la tiene...
R .No, no la tengo... ¡Escúchame! La esvástica es un tema bastante desconocido. Hay muchos símbolos budistas con este tipo de rueda solar, pero nadie va al sentido real de las cosas. Nos quieren desacreditar y con llamarnos nazis o fascistas ya da exactamente igual todo lo que hagamos, todo será malo. Vivimos en una sociedad superficial, en la que nos movemos sólo por clichés y etiquetas.

P .¿Entonces tiene la esvástica tatuada o no?
R .No.

P .¿Puedo verlo?
R .No. Si no la tengo, no la puedes ver.


En el barrio de El Viso, uno de los más ricos de Madrid, en el cruce de la calle Joaquín Costa con Velázquez y justo enfrente de la embajada de Israel, está la antigua sede del NO-DO, un edificio abandonado por el departamento comercial de RTVE cuando dejó de emitir anuncios. Un grupo de jóvenes lo okupó a finales de septiembre de 2015 para asentar allí el llamado Hogar Social Ramiro Ledesma, bautizado así en honor al fundador del movimiento nacionalsindicalista, aquel que decía que «el fascismo nace y se desarrolla en capas sociales desasistidas y en peligro» y que «sólo los ricos pueden permitirse el lujo de no tener patria».


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Se mudaron aquí tras ser desalojados de la sede del Fórum Filatélico y antes del viejo Ministerio de Trabajo y Seguridad Social y antes de un edificio del mafioso chino Gao Ping. «No ocupamos cualquier inmueble, buscamos edificios concretos en situaciones concretas porque para nosotros es un modo de reivindicación», explica Melisa. «Este edificio tiene 6.000 m² y cinco pisos y está vacío mientras el estado se sigue gastando el dinero en alquileres privados. Está en medio de Madrid pero abandonado. Cualquier día nos echan. Puede ser hoy, esta noche. Vienen los antidisturbios, nos sacan de la cama y te vas».

El bloque tiene dos accesos y los dos están cerrados con vallas y cadenas como si fuera un escondite en mitad del apocalipsis zombi. En la puerta principal hay una especie de huerto urbano que nadie se ha acordado de regar en los últimos años y de las tomateras podridas cuelgan cedés para ahuyentar a los pájaros que no hay. Los discos son de Vaughan: Aprende alemán desde cero. En la de derechasda hay un grafiti con la frase de Melisa en Twitter: «Soñar el sueño imposible». Y debajo de la bandera de España se ha reciclado el reverso de un cartel electoral de Alberto Garzón para promocionar la actividad del Hogar Social: «Recogemos libros, juguetes y material escolar, alimentos no perecederos, ropa y artículos de higiene, colchones y ropa de cama, muebles y electrodomésticos. Para familias españolas en situación de necesidad. ¡Ayúdanos a ayudar!».

El colectivo recoge alimentos en las puertas de los supermercados de Madrid durante tres o cuatro días a la semana y los reparte los domingos entre gente necesitada. El único requisito es que los necesitados sean de sangre española. «¿Es eso racismo? ¿Por qué?», se pregunta la líder del movimiento. «Yo no digo que no haya que ayudar a los extranjeros porque sean inferiores. No es ese sentido. Digo que es una cuestión de prioridad. Hay 176 ONG en Madrid que sólo ayudan a pagapensiones y lo hacen con fondos públicos. Eso sí me parece mal. Nosotros no recibimos ninguna subvención y, obviamente, no vamos a dar prioridad a los de fuera cuando hay gente aquí que lo está pasando muy mal. Nadie en su sano juicio deja que su hijo pase hambre para que coma el hijo del vecino».

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Desde la Consejería de Políticas Sociales aseguran que no hay ni un solo comedor social público en Madrid que atienda sólo a extranjeros y que no hay más criterio que el grado de necesidad o el nivel de renta. Otra cosa, aclaran, es que aún haya más pagapensiones en situación de necesidad.

En el Hogar, sin embargo, reivindican sin disimulo la «sangre española» porque la verdadera nacionalidad, dicen, no la da el Documento Nacional de Identidad, sino la identidad a secas. «Los terroristas de Francia o de Bélgica eran de allí, pero desde luego no se sentían ni franceses ni belgas».


P .¿O sea que tampoco daría de comer a un independentista catalán?
R .A ése sí, porque aunque no quiera, es español.

La despensa es un antiguo despacho de la dirección de ventas de TVE. Hay un carrito de la compra y estanterías llenas de botes de garbanzos, bricks de leche, latas de tomate frito, botellas de aceite, paquetes de arroz y macarrones. Y Melisa posa con los brazos abiertos como quien presume de su botín. Los militantes del Hogar, cerca de un centenar, reformaron el edificio, desvalijado por los ladrones de cobre («rumanos», matizan ellos), y ahora hay agua caliente y luz a cuenta del Estado. Por dentro está impecable. «Mantén limpio el Hogar Social. No estás en una casa okupa», dice un cartel. Otro pone: «No hagas nada que no harías en tu casa». Y una pegatina dice: «Defiende tu tierra, defiende tu identidad» sobre una foto de una manada de lobos.

La fórmula no difiere mucho de la utilizada por la Casa Pound en Italia, de quienes copiaron la estrategia okupa, o de partidos políticos como Jobbik en Hungría, NPD en Alemania o sus «hermanos» de Amanecer Dorado, su inspiración en Grecia. «Ellos empezaron a ser descalificados cuando empezaron a repartir comida a los griegos, entonces les llamaron nazis. Nos sentimos muy identificados con ellos». «No es xenofobia, es identidad», repiten. No es racismo, es «justicia social». No es fascismo, llámalo «patriotismo».

«Se dice que somos lobos disfrazados de corderos, pero nos llaman lobos por una teoría que nadie ha demostrado. La parte mala es sólo una hipótesis, la buena la demostramos cada día», explica Melisa. Y sonríe a la cámara bajo una bandera de Amanecer Dorado y pone cara de malota con la capucha puesta y presume de tatoos, de calaveras y barcos piratas. Y detiene la sesión para cambiarse de ropa y luego para fumarse un pitillo. «Lo primero que me enseñaron es que nunca saliera en la prensa fumando». Y otra foto, ahora junto a un cartel que dice «La verdad antes que la paz». Su equipo la sube a Instagram. Casi 300 likes en un rato.

«No disfrazamos nuestro mensaje, vamos con la verdad de frente. Yo creo en la justicia social para mi pueblo, que es España, y eso no me convierte en xenófoba. Yo no repruebo a otras etnias por ser diferentes ni creo que la mía esté por encima del resto. Yo sólo quiero que se preserve tanto la mía como las demás y por eso no puedo justificar la multiculturalidad, ni los colonialismos, ni que en China haya un McDonald's. Y no es cuestión de pureza. Lo que nos enriquece como especie es la diversidad y la diversidad sólo existe cuando se preservan las diferencias. Cuando mezclas, se pierde. Cuando coges varios botes de pintura de diversos colores y los mezclas no sale el arco iris, sale una mancha rara».

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En el Hogar Social duermen todos los días unos 15 «inquilinos», personas sin hogar que fueron recogidas de la calle, y dos o tres militantes. Melisa hace noche allí los fines de semana y cuando tiene vacaciones. «Mi razón de ser se expande a algo mucho más grande que mi persona o mi futuro individual. Yo pienso en el futuro de España. Me he despojado de todo lo material. No me compro ropa ni me voy de viaje, me satisface mucho más saber que todos los domingos hay 70 u 80 familias que comen en parte gracias a que yo no cobro un sueldo precario por estar esclavizada en cualquier empresa». Tiene un hijo de cuatro años y no tiene más empleo que éste. «He trabajado de profesora, dando clases particulares, y de comercial, pero cuando fui progenitora decidí dejar de trabajar y no dejar de estudiar. El padre de mi hijo tiene trabajo y mis padres me ayudan económicamente».

P .¿Y si su hijo se enamora de mayor de una chica extranjera?
R .Me gustaría que fuera española, pero tampoco voy a renegar de él. Ojalá ninguna extranjera tuviera la necesidad de venir a España.

P .¿Y si se enamorase de un chico extranjero?
R .Preferiría que no, porque me gustaría ser abuela.

P .Podría ser abuela igualmente.
R .No soy homófoba, que conste, pero creo en la familia tradicional, un padre y una progenitora. Cuando una persona viene a por comida no se le pregunta con quién se acuesta. No tengo nada contra la gaysidad. Otra cosa es el gaysismo, la ideología de género que se trata de imponer. Ser gays no tiene nada que ver con los géneros y los tras*géneros que hay, que son como 80 ó 90, que ya puedes ser hasta perro o gato o lo que quieras.


En la biblioteca del Hogar, junto a un ejemplar de Pura anarquía de Woody Allen, Melisa habla del derecho a una vivienda digna, de la avaricia de los banqueros y uno está tentado de preguntarle si es más pablista o más errejonista. «El problema de la izquierda española, a diferencia de la europea, es que es profundamente antiespañola. A Podemos le reconozco el mérito de intentar retomar el sentido de la patria, pero distamos en muchas cosas. Nosotros no creemos en lo de refugees welcome». «Terroristas welcome», lo llama ella. «Las grandes masas de refugiados son hombres en edad militar. No son mujeres ni niños. Obviamente no todos son yihadistas, pero uno de cada tres se declara islamista radical».

P .¿De dónde ha sacado esa estadística?
R .Salió el otro día, no recuerdo dónde. Luego lo miro y te lo digo.
Hace un año un hombre «de estética antifascista» fue detenido tras abordar con un cuchillo y amenazar de fin a Melisa cuando salía de un bar con su hijo. En 2009 había sido condenada ella por un delito de lesiones. «Fue una tontería», se justifica ahora. «Tenía 19 años y una noche la típica amiga histérica que no sabe beber se puso a pegar a dos chicas en una parada de autobús. Yo sólo la agarré. En el juicio la tía, que ya no era amiga nuestra, dijo que había sido yo. Y yo, que fui sin abogado, no sabía ni que podía recurrir».

P . ¿Las víctimas eran extranjeras?
R .No sé si eran extranjeras o canarias, la verdad.


Melisa es vegana, antitaurina y antieuropeísta. Arrancó su militancia en el sindicato estudiantil de extrema derecha Liga Joven, vinculado al partido neofascista Movimiento Social Republicano (MSR), y se puso al frente del Hogar Social en el verano de 2014 «cansada de que el sentimiento patriota español se vinculara siempre a colgar una banderita, ir al palco del Bernabéu y asistir a una corrida de toros».

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La última noche electoral su asociación trató de explotar la celebración del PP en Génova. Hubo seis detenidos, Melisa entre ellos. El 28 de diciembre le habían gastado una «inocentada» al PSOE y durante las negociaciones para la investidura de Rajoy llenaron la sede de Ciudadanos con carteles que recordaban las promesas incumplidas de Albert Rivera. El más grande decía: «Cerrado por estafa». Antes habían atacado con bengalas la mezquita de la M-30, recrearon una ejecución del Estado Islámico en la Puerta del Sol tras los atentados de Múnich y Niza y colgaron una pancarta gigante en el Ayuntamiento de Carmena. «Españoles welcome».

El 4 de octubre, cuando arrancaba el juicio del caso Gürtel, se concentraron con caretas y humo azul ante la Audiencia Nacional: «No habrá paz para los malvados».

P .¿Qué le parece el panorama político español?
R .Un circo, un juego de tronos. Somos el hazmerreír del resto de Europa.

P .¿Le puedo preguntar a quién votó en las últimas elecciones generales?R .Voto nulo. Siempre he votado nulo.

P .¿Siempre? ¿Nunca ha votado al MSR o a España 2000?
R .Cierto, miento. Una vez voté al MSR.

El Movimiento Social Republicano se presentó a las autonómicas de 2015 sólo en la Comunidad Valenciana y Asturias, exigiendo en su programa político la «expulsión inmediata» de todos los pagapensiones ilegales, regularizados o no. No pasó del 0,05% de los votos. En las elecciones europeas de 2014 sumó en toda España 8.875 votos, justo por detrás del Partido de la Libertad Individual.

P .¿Por qué cree que en España, a diferencia de lo que está ocurriendo en el resto de Europa, la extrema derecha sigue siendo marginal?
R .Porque desde la tras*ición todos los partidos de corte patriota de ultraderecha se han movido siempre en clave franquista, con esa nostalgia de recuperar lo irrecuperable, de querer despertar a los muertos. Si no modernizas tu mensaje y no te centras en los problemas reales, tu discurso no cala en las nuevas generaciones. Los jóvenes no lo entienden porque no puedes hablar en el siglo XXI como en el franquismo.

P .¿Se imagina saltando a la política?
R .Yo creo que lo que hago ya es política, pero sí, me imagino. De momento estamos en la fase de crear tejido social. Algún día me gustaría dar el salto, pero no quiero hacer el ridículo.

P .¿Tiene algún referente político?
R .Ufff. No sé, creo que ninguno. Me gusta ser yo.

P .Le hago una última pregunta. ¿Ha tenido alguna vez la sensación de dar miedo?
R .¿Miedo?... Nunca me lo había planteado... Yo trato de no dar miedo, la verdad. Hemos roto el estereotipo del tipo rapado con botas. No, no creo que yo dé miedo.
 
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