Por qué la izquierda de verdad ha dejado de ser mi hogar político
Llevo media vida votando a Izquierda Unida y a aquellos partidos que, hace ya tiempo, representaban una izquierda comprometida de verdad con los derechos sociales y el bienestar de los trabajadores. Voté, año tras año, confiando en que mi elección contribuía a construir una sociedad más justa, menos desigual y en la que el trabajo y el esfuerzo fueran valorados como verdaderos motores de progreso. Sin embargo, en los últimos años, he visto cómo ese espacio político que consideraba mi hogar ha cambiado hasta hacerse irreconocible. Hoy, la izquierda ha adoptado una nueva cara que, en muchos casos, siento desconectada de las preocupaciones y valores de quienes, como yo, hemos votado siempre pensando en el bien común y en la justicia social.
El Compromiso Social: Valores de una Izquierda Tradicional
Los valores que me hicieron elegir esa izquierda no han cambiado. Sigo creyendo que un gobierno debe proteger los derechos laborales, evitar que unos pocos acumulen la riqueza generada por la mayoría y garantizar la igualdad de oportunidades. Creo que los derechos sociales deben estar por encima de cualquier interés particular, y que la izquierda debe ser ese espacio político donde los más vulnerables encuentren respaldo y donde el avance social no deje a nadie atrás.
Esa izquierda, a la que llamo "la izquierda de verdad," siempre fue más allá de los titulares y no buscaba apoyo mediante polémicas; su objetivo era mejorar la vida de las personas, en especial de los trabajadores y las clases populares. Era una izquierda que priorizaba los problemas que afectan en el día a día, desde los salarios hasta las condiciones laborales, pasando por el acceso a la educación y la salud.
La tras*formación de la Izquierda: La Agenda 2030 y Nuevas Prioridades
Sin embargo, algo ha cambiado. En la última década, la izquierda se ha centrado en temas que antes apenas formaban parte de su agenda: el ecologismo radical, el independentismo, las políticas de género… No niego que estos temas puedan tener importancia en ciertas circunstancias, pero lo que me duele es que, en algunos casos, parece que han desplazado completamente los problemas reales de quienes trabajamos día a día para sacar a nuestras familias adelante.
He visto cómo esos partidos que antes hablaban de la clase trabajadora, ahora hablan de conceptos que resultan lejanos para muchas personas, incluyendo a quienes formamos parte de la base electoral que los sostuvo. A veces parece que sus decisiones están más influenciadas por una élite urbana que desconoce las preocupaciones reales de las personas que viven y trabajan fuera de sus entornos. Y es difícil no sentir que los valores de compromiso y solidaridad que una vez definieron a la izquierda han quedado relegados a un segundo plano frente a una agenda impuesta.
La Nueva Izquierda y la Criminalización del Pensamiento Alternativo
No solo han cambiado las prioridades; también ha cambiado la manera en que se interpreta la crítica. Si expresas dudas o disconformidad con algunas de estas nuevas causas, rápidamente te tachan de "de derechas" o, en el peor de los casos, de "extrema derecha." Lo que me sorprende y duele profundamente es que se apliquen estas etiquetas tan a la ligera, especialmente cuando vienen de personas o movimientos que en teoría defienden la libertad de pensamiento.
No me considero menos progresista por pensar que hay problemas urgentes en los salarios y en el trabajo que deberían ser prioridad. No creo que la defensa de los trabajadores deba ser vista como algo antiguo o limitado. Sin embargo, parece que, en la actualidad, la izquierda ha trazado una línea divisoria y quienes no estamos completamente alineados con esta nueva agenda somos automáticamente marginados y etiquetados. ¿Es este el camino que debería tomar una izquierda inclusiva y defensora del diálogo?
Recuperar el Compromiso Social Real
La izquierda moderna, si desea recuperar el apoyo de quienes una vez la seguimos, debe recordar que su propósito original no es ganar popularidad en las redes sociales, ni crear un discurso que, en ocasiones, parece diseñado para un grupo reducido. Su verdadero papel es respaldar a la clase trabajadora, escuchar sus problemas reales y ofrecer soluciones prácticas.
La izquierda que muchos de nosotros conocimos era una izquierda de todos, que luchaba no solo por un grupo o una causa específica, sino por la igualdad y la justicia social en su sentido más amplio. Para ello, es fundamental que vuelva a sus raíces y no olvide que su mayor fuerza está en el apoyo de aquellos que necesitan una voz que hable por ellos.
Hacia Dónde Vamos
La pregunta es: ¿puede la izquierda recuperar esa visión de compromiso social que una vez la hizo fuerte? Me gustaría pensar que sí, que es posible que vuelva a convertirse en un espacio en el que se pueda disentir, en el que se puedan tener diferencias sin miedo a ser etiquetados o descalificados. Porque si algo define al progreso, es la capacidad de adaptarse y aprender, y la izquierda debería recordar que su verdadera misión es la de mejorar la vida de todos, no solo de unos pocos.
Ojalá, en el futuro, podamos ver una izquierda más inclusiva y diversa, que no se olvide de los valores que le dieron sentido y que no tema representar las voces de aquellos que hemos creído siempre en una sociedad más justa, pero sin imposiciones. Porque una izquierda que pierde de vista las preocupaciones de la clase trabajadora, está destinada a perder también la fidelidad de quienes un día creímos en ella.
Toda esta gente ahora está votando Trump, Abascal, Meloni, Bukele... Es lo mejor/unico que hay.