MASCARADA se une al proyecto del New World Order para exterminar a las 3/4 partes de la Humanidad.

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ANIQUILACION III.

Hoy puedo anunciaros que nos encontramos ya cerca del fin. Nos queda por recorrer un poco de camino y el círculo de la Serpiente Simbólica, representación de nuestro pueblo, quedará cerrado. Cuando esto se verifique, los Estados de Europa quedarán aprisionados con un fuerte tornillo. Muy pronto quedará destruido el equilibrio constitucional, pues lo hemos falseado para que no cese de inclinarse ya a un lado, ya al otro hasta que por fin la balanza se desgaste.

Los Gentiles creían haber establecido ese equilibrio sólidamente y siempre estaban esperando que los platillos de la balanza se igualaran. Pero los gobernantes, es decir, el fiel de la balanza, están protegidos por sus representantes que hacen mil tonterías y se dejan arrastrar por su poder sin control y sin responsabilidad. Este poder lo deben al terror que reina en los palacios. Los gobernantes no pueden siquiera acercarse a su pueblo, ni ponerse de acuerdo con él para defenderse contra los que aspiran al poder.

La fuerza clarividente de los gobernantes y la fuerza ciega del pueblo divididas por nosotros, han perdido toda su importancia; separadas como están, son tan impotentes como el ciego sin su bastón.

Para azuzar a los ambiciosos a abusar del poder, hemos enfrentado todas las fuerzas desarrollando sus tendencias liberales hacia la independencia. Hemos estimulado todo instinto tendente a este objeto; hemos armado a todos los partidos; hemos hecho del poder el blanco de todas las ambiciones. Hemos tras*formado todos los Estados en arenas en que se desarrollan todas las luchas. Un poco más de tiempo, y los des órdenes y las bancarrotas aparecerán por dondequiera.

Charlatanes inagotables han tras*formado las sesiones de los parlamentos y las asambleas gubernativas en torneos oratorios. Periodistas audaces, panfletistas sin pizca de vergüenza, atacan todos los días a los gobernantes. Los abusos del poder prepararán finalmente el derrumbamiento de todas las instituciones y todo caerá destruido a los golpes de las turbas enloquecidas. Los pueblos están encadenados a un rudo trabajo, más fuertemente de lo que podrían encadenarlos la servidumbre y la esclavitud.

Sería posible entrar en arreglos con ellos; pero de su miseria nadie puede librarlos. Los derechos que hemos consignado en las Constituciones son ficticios para las masas, no son reales. Todos estos llamados Derechos del pueblo no pueden existir sino en la imaginación, pero nunca en la realidad. ¿Qué puede significar para el proletario, para el obrero que vive encorvado sobre su rudo trabajo, agobiado por su miseria, el derecho que se concede al charlatán incansable, al periodista que escribe toda clase de necedades aun de asuntos serios que no conoce, desde el momento que el proletario no saca otra ventaja de la Constitución que las perversoss migajas que dejamos caer de nuestra mesa como precio de un voto emitido conforme nuestra consigna en favor de nuestros agentes e intermediarios?.

Los derechos republicanos, para el pobre diablo no son sino una amarga ironía; la necesidad de un trabajo diario no le permite gozar; pero en cambio, esos derechos le privan de la garantía de una ganancia constante y segura, y lo entregan atado de pies y manos a las huelgas, a los patronos o a los compañeros.

Bajo nuestra dirección ha destruido el pueblo la aristocracia, que era su protectora, su bienhechora natural, porque sus intereses estaban inseparablemente unidos a la prosperidad del pueblo. Una vez destruida la aristocracia, el pueblo ha caído bajo el yugo de los acaparadores, de los ladrones enriquecidos que lo oprimen de manera despiadada y cruel. Nosotros debemos aparecer como libertadores del obrero de ese yugo que lo oprime, proponiéndole que se aliste en las filas de ese ejército de Socialistas, Anarquistas y Comunistas, que siempre mantenemos en pie, con el pretexto de solidaridad entre los miembros de nuestra Francmasonería social.

La Aristocracia que disfrutaba, antes, enteramente del derecho al trabajo de los obreros, tenía interés en que éstos vivieran bien alimentados, sanos y fuertes. A nosotros, por lo contrario, lo que nos interesa es que los Gentiles degeneren. Nuestra fuerza radica en el hambre crónica, en la debilidad del obrero, porque éstas lo subyugan a nuestro capricho, y porque así carecerá en su impotencia de la energía y la fuerza necesarias para oponerse a ese capricho. El hambre dará al Capital más derechos sobre el obrero que los que jamás otorgaron a la Aristocracia la ley y el poder de los monarcas (!!!).

Mediante la miseria, el repruebo y la envidia que ella produce, manejaremos y utilizaremos sus manos para aplastar a los que se oponen a nuestros designios (!!!). Cuando llegue el tiempo de que nuestro rey universal sea coronado, esas mismas manos barrerán todo obstáculo que pudiera atravesarse en el camino a nuestro soberano. Los Gentiles han perdido la costumbre de pensar por sí mismos algo que sea distinto de lo que nuestros consejeros científicos les inspiran.

Esta es la razón de que no vean la necesidad urgente de hacer ahora lo que nosotros haremos al advenimiento de nuestro reinado, esto es, enseñar en las escuelas primarias la única ciencia verdadera y la primera de todas, la ciencia del orden social, de la vida humana, de la existencia de las sociedades, que exige imperiosamente la división del trabajo, y por consecuencia la distinción de los hombres en clases y condiciones.

Es preciso que todos sepan que en virtud de las diferentes actividades a que cada uno está destinado, la igualdad es imposible, pues no todos pueden ser igualmente responsables ante la ley. No es la misma, por ejemplo, la responsabilidad del que con sus actos puede comprometer a toda una clase, que la del que solamente compromete su propio honor. La verdadera ciencia del orden social, en cuyos secretos no tenemos costumbre de iniciar a los Gentiles, enseñará a todos que el lugar y el trabajo de cada uno deben ser diferentes, como una consecuencia de la necesidad de relación que hay entre la educación y el mismo trabajo.

Una vez que los pueblos estudien y aprendan esta ciencia, obedecerán gustosos a los gobiernos y al orden establecido por ellos en los Estados, y al contrario, en el actual estado de la ciencia, tal como nosotros la hemos hecho, el pueblo, creyendo ciegamente la palabra impresa, se alimenta de los errores que en su ignorancia, se le van insinuando por los iniciados en nuestros secretos, contra las otras clases sociales, que él cree superiores, porque no comprende la importancia de cada una de ellas.

Cuando el pueblo ve que en nombre de la libertad, se le hacen tantas concesiones, y se tienen con él tantas complacencias, se imagina que es dueño y señor, y se echa sobre el poder; pero, naturalmente, tropieza como un ciego con una multitud de obstáculos; entonces se echa a buscar quien lo conduzca a través de esos obstáculos, y no encontrándolo, acoge la idea de volver a lo pasado y depone todos sus poderes a nuestros pies.

Acordaos, si no, de la Revolución Francesa, a la que nosotros hemos dado el calificativo de grande; los secretos de su preparación no son demasiado conocidos, porque esa revolución, tal como fue, es obra de nuestras manos.

Desde entonces vamos llevando al pueblo de un desengaño a otro, para que, al fin, abdique en nosotros su poder, en provecho del Rey Déspota de la sangre de Israel, que venimos preparando al mundo. En la actualidad, como fuerza internacional, somos invulnerables, porque, cuando se nos ataca en un Estado, en otros se nos defiende. Es la cobardía inmensa de los pueblos Gentiles, que se arrastran ante la fuerza, que no tienen piedad para con la debilidad, ni misericordia para las faltas ligeras, pero sí indulgencia para el crimen; que no quisieran tolerar las contradicciones de la libertad, pero son sufridos hasta el martirio, ante la violencia de un audaz déspota; todo esto, favorece nuestra independencia.

Toleran y sufren a los primeros ministros de estos tiempos con abusos, por el menor de los cuales harían rodar ensangrentadas las cabezas de veinte reyes. ¿Cómo explicar este fenómeno, esta inconsecuencia de las masas populares en presencia de hechos que parecen de la misma naturaleza? Este fenómeno se explica por el hecho de que estos dictadores- los primeros ministros- hacen, por medio de sus agentes, decir a sotto voce al pueblo, que si ellos causan tantos males a los Estados, es con el fin inmediato y último de alcanzar la felicidad de los pueblos, la fraternidad internacional, la solidaridad, la igualdad de derechos para todos.

Naturalmente que no se les dice que esta unidad debe hacerse bajo nuestra autoridad. Y aquí tenéis al pueblo condenando a los justos y absolviendo a los culpables y cada vez más persuadido de que puede hacer cuanto le plazca. En estas condiciones, el pueblo destruye toda cosa estable y crea el desorden a cada paso.

La palabra Libertad conduce a las sociedades humanas a la lucha constante contra toda fuerza, contra todo poder, aunque sea el de Dios y el de la Naturaleza. Aquí tenéis también por qué a nuestro advenimiento será necesario suprimir del vocabulario humano esta palabra, como principio de la brutalidad que tras*forma a las multitudes en bestias feroces. Es verdad que las fieras se adormecen cuando se las harta de sangre y que así puede encadenárselas fácilmente.

Pero si no se las da sangre, no se adormecen y sus instintos de lucha se despiertan.
 
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ANIQUILACION IV.

Toda República pasa por distintas etapas. La primera comprende los primeros días de locura de un ciego que va dando tumbos a diestra y siniestra. La segunda es la de la demagogia que da origen a la anarquía; después viene infaliblemente el despotismo; pero no un despotismo legal y declarado, y por consiguiente, responsable; sino desconocido, invisible, que, sin embargo, se hace sentir; un despotismo ejercido por una organización secreta que obra con tanto menor escrúpulo cuanto que lo hace amparado y cubierto por distintos agentes, cuyo cambio, lejos de perjudicarlo, lo sostiene más, dispensándole de gastar sus recursos, en recompensar largos servicios.

¿Quién puede destruir una fuerza invisible? Pues tal es la nuestra. La Franc-Masonería exterior no sirve más que para encubrir nuestros designios; el plan de acción de esta fuerza, el punto mismo en que se apoya, quedarán siempre para el pueblo en el más absoluto misterio. Aun la libertad podría ser inofensiva y existir en el Estado, sin dañar a la prosperidad de los pueblos, siempre que descansara sobre el principio de la creencia de Dios, y de la verdadera fraternidad humana, excluyendo la idea de igualdad, a la que aun las leyes mismas de la creación son contrarias, supuesto que éstas establecen la subordinación necesaria.

Con esa fe, el pueblo se dejaría gobernar bajo la tutela de sus pastores espirituales, y caminaría sumiso y tranquilo bajo la mano de su párroco, resignado con la distribución que Dios ha hecho de los bienes de la tierra. He aquí por qué es necesario que nosotros arruinemos la fe y arranquemos de los espíritus Gentiles el principio mismo de la Divinidad sustituyéndolo por los cálculos y las necesidades materiales (!!!).

Así, pues, para que los espíritus Gentiles no tengan tiempo para pensar y reflexionar, es necesario distraerlos por medio de la industria y del comercio. De esta suerte todos los pueblos buscarán su provecho material, y luchando cada uno por sus propias ventajas, no darán ninguna importancia al enemigo común.

Pero para que la libertad pueda de esa manera disolver y destruir completamente las Sociedades Cristianas, se necesita hacer de la especulación la base de la industria, de tal manera que toda la riqueza que la industria extraiga de la tierra, no quede en manos de los industriales, que se emplee en especulaciones, es decir, venga a parar a nuestras cajas. La lucha encarnizada por la supremacía, los choques de la vida económica crearán, mejor dicho, han creado ya, sociedades sin ideales, frías y carentes de sentimientos.

Estas sociedades sentirán da repelúsncia por la política noble y elevada y por la Religión. Su único culto, su única guía será el cálculo, o lo que es lo mismo, el oro, al que se tributará una verdadera adoración, por razón de los bienes materiales que proporciona.

Entonces, las clases humildes de los Gentiles nos seguirán en nuestra lucha contra las clases elevadas y pensantes que están en el poder y son nuestros competidores, y nos seguirán, no ya para hacer el bien, ni aun siquiera por adquirir riquezas, sino solamente para satisfacer su repruebo a los privilegiados.
 
ANIQUILACION V.

¿Qué forma de gobierno puede dárseles a sociedades en las que la corrupción ha penetrado hasta lo más íntimo, en las que no se llega a la riqueza sino por medio de sorprendentes y hábiles combinaciones que pueden ser juzgadas como fraudes o robos disimulados; en las que reina la licencia de costumbres, en las que la jovenlandesalidad sólo se mantiene por medio de penas y severos reglamentos y no por principios voluntariamente aceptados, en las que los sentimientos de Religión y Patria apenas viven, ahogados por las creencias cosmopolitas?

¿Qué forma de gobierno dar a esas sociedades sino la forma despótica que describiré más adelante?.

Nosotros arreglaremos mecánicamente todos los actos de la vida política de nuestros súbditos por medio de leyes nuevas. Esta leyes reprimirán una por una todas las complacencias y las más grandes libertades que fueron decretadas por los Gentiles, y nuestra dominación se distinguirá por un despotismo tan manifiesto y tan grandioso que estará en condiciones en cualquier tiempo y lugar de hacer callar a los Gentiles que intenten oponérsenos y vivan descontentos de nuestro gobierno.

Pero se nos podrá objetar que este despotismo de que hablo no está en armonía con los progresos modernos. Yo demostraré lo contrario. Cuando los pueblos veían las personas de los reyes y gobernantes como una verdadera emanación de la Voluntad Divina, se sometían sin murmuraciones al absolutismo de los reyes; pero hoy, que nosotros les hemos sugerido la idea de sus propios derechos, los gobernantes son considerados como unos simples mortales.

La unción divina ha caído de la frente de los reyes, después que nosotros arrebatamos al pueblo su creencia en Dios; su autoridad ha rodado por las calles, esto es, por los lugares que son de pública propiedad, y nosotros la hemos recogido y nos hemos adueñado de ella. Además, el arte de gobernar a las masas y a los individuos, por medio de una teoría, de una fraseología hábilmente combinada, por reglamentaciones de la vida social y por toda clase de medios ingeniosos, de los que los Gentiles no entienden una palabra, forma también parte de nuestro talento de gobierno, educado por el análisis, en la observación, en tales sutilezas de conceptos en los que nadie puede igualarnos, así como tampoco en concebir planes de acción política y de solidaridad.

Únicamente los jesuitas podrían igualarnos en este respecto, pero ya hemos tenido buen cuidado de desacreditarlos a los ojos de las multitudes estúpidas; porque ellos forman una organización visible, en tanto que nosotros permanecemos en la sombra con nuestra organización secreta. Por lo demás, ¿qué importa al mundo quién será su amo? ¿Qué le importa que sea el Jefe del Catolicismo o nuestro Déspota de la sangre de Sión?. Pero para nosotros, que formamos el pueblo elegido, la cuestión está muy lejos de sernos indiferente.

Una alianza universal de los Gentiles podría, tal vez, dominarnos por algún tiempo; pero nos hemos precavido contra este peligro por medio de los gérmenes de profunda discordia que hemos procurado sembrar en sus corazones y que nadie puede ya desarraigar. Hemos enfrentado unos a otros los cálculos individuales y nacionales de los Gentiles; sus odios religiosos y radicales que venimos fomentando y cultivando desde hace veinte siglos. Por esto, ningún gobierno encontrará auxilio en parte alguna.

Cada uno pensará que una alianza contra nosotros es desfavorable a sus intereses.

Somos muy fuertes. Es necesario que se nos tome en cuenta. Las Potencias no pueden concluir el más insignificante tratado sin que nosotros también tomemos parte en él.

Per me reges regnant, "por mí reinan los reyes", han dicho nuestros profetas, y que somos los elegidos por Dios mismo, para dominar toda la tierra. Dios nos ha dado el genio para que podamos llegar hasta el fin de este problema. Hubo un caudillo y guía que hubiera podido luchar contra nosotros con éxito; pero el recién llegado siguió un camino distinto del que llevaba el viejo habitante; la lucha contra nosotros habría sido a fin y tal como el mundo jamás la habría visto. Luego... esos hombres de genio llegarían demasiado tarde.

Todas las ruedas del mecanismo de los gobiernos dependen de un motor que está en nuestras manos: este motor es el oro.

La ciencia de la Economía Política, inventada por nuestros Sabios, nos ha dado a conocer, después de mucho tiempo, el prestigio y valor del oro. El capital, para tener libertad de acción necesita obtener el monopolio de la industria y del comercio, lo que ya está en vías de realizarse, mediante una mano que opera en todo el mundo, pero que es invisible. Esta libertad dará más importante desarmar a los pueblos, que empujarlos a la guerra; utilizar sus pasiones enardecidas para nuestro provecho mejor que calmarlas; importa más adueñarse de las ideas de otros y comentarlas, mejor que suprimirlas.

El problema capital de nuestro gobierno está en debilitar el espíritu público por la crítica; en hacerle perder la costumbre de pensar, pues la reflexión da origen muchas veces a la oposición; en distraer las actividades de los espíritus con banales escaramuzas y torneos de oratoria. Los pueblos, lo mismo que los individuos, siempre han tomado como hechos las palabras, pues, contentándose con la apariencia de las cosas, raras veces se toman el trabajo de examinar si las promesas que se les hacen, relativas a la vida social, sigue su cumplimiento efectivo.

Por esta razón nuestras instituciones deberán presentar una hermosa de derechasda que demuestre elocuentemente los beneficios que puede reportar el progreso a todos los hombres. Debemos apropiarnos la fisonomía de todos los partidos, de todas las distintas tendencias y enseñar a nuestros oradores a hablar tanto, que el mundo se canse de oírlos.

Para adueñarse de la opinión pública es necesario tenerla siempre suspensa y vacilante, expresando por todos lados y por largo tiempo tantas opiniones contradictorias, que los Gentiles acaben por perderse en este laberinto de ideas y por persuadirse que es mejor para ellos no tener opinión ninguna en política.

Cuestiones son éstas que la Sociedad no debe conocer. Este es el primer secreto. El segundo, necesario también para gobernar con éxito, consiste en multiplicar de tal manera los defectos del pueblo, las malas costumbres, las pasiones, los reglamentos de la vida común, que no haya nadie capaz de desenmarañar este caos y que los hombres acaben por no entenderse entre sí. Esta táctica nos dará también por resultado sembrar la discordia en todas partes y disgregar todas las fuerzas colectivas que no hayan querido sometérsenos; desalentará toda iniciativa personal, aun la más ingeniosa, y será más poderosa y eficaz que los mismos millones de hombres en cuyo seno hemos sembrado la discordia.

Necesitamos dirigir la educación de las sociedades cristianas en tal forma, que sus manos caigan abatidas en un gesto de desesperada impotencia ante cualquier negocio que exija iniciativa.

El esfuerzo que se ejerce sobre el régimen de una libertad sin límites es impotente, porque tropieza con los esfuerzos libres de otros. De aquí se originan molestos y enojosos conflictos jovenlandesales, decepciones y fracasos.

NOSOTROS CANSAREMOS DE TAL MANERA A LOS GENTILES CON ESTA LIBERTAD, QUE LES OBLIGAREMOS A QUE NOS OFREZCAN UN PODER INTERNACIONAL CUYA DISPOSICIÓN SERÁ TAL QUE SIN ROMPERLAS, PUEDA ENGLOBAR LAS FUERZAS DE TODAS LAS NACIONES DEL MUNDO Y FORMAR EL SUPER-GOBIERNO UNIVERSAL. En lugar de los actuales Gobiernos, estableceremos uno verdaderamente terrible que se llamará ADMINISTRACIÓN DEL SUPER-GOBIERNO.

Sus manos alcanzarán a todas partes, a manera de unas enormes tenazas, y su organización será tan colosal que ningún pueblo podrá dejar de sometérsenos.
 
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ANIQUILACION VI.

Muy pronto constituiremos enormes monopolios, verdaderos almacenes de riquezas colosales, a los que los capitales de los Gentiles, aun los más grandes, defenderán de tal manera que al final serán absorbidos, así como el crédito de los Estados en vísperas de una catástrofe política. Señores economistas que estáis aquí presentes, ¡Considerad la importancia de esta combinación!.... Necesitamos por todos los medios posibles tratar de explicar y desarrollar la importancia de nuestro Super-Gobierno, representándolo como el protector y remunerador de todos los que voluntariamente se le sometan.

La aristocracia de los Gentiles como fuerza política ha desaparecido y ya no tenemos que tomarla en cuenta; pero como propietaria de bienes territoriales, puede perjudicarnos en proporción de la independencia que pueden proporcionarle esos recursos. Es, pues, absolutamente necesario despojarla totalmente de sus tierras. El medio más eficaz para conseguirlo es el de aumentar los impuestos sobre la propiedad territorial a fin de gravar la tierra. Esta medida mantendrá la propiedad territorial en una dependencia absoluta. Los aristócratas Gentiles, al pasar la propiedad de padres a hijos, no sabiendo contentarse con menos de lo que tenían, quedarán arruinados. Al mismo tiempo hay que proteger eficazmente el comercio y la industria, y más todavía, la especulación, cuyo papel es servir de contrapeso a la industria.

Sin la especulación, la industria aumentaría los capitales particulares, mejoraría la agricultura, librando las tierras de los gravámenes asignados por los préstamos de los bancos hipotecarios de crédito territorial.

Es necesario que la industria prive a la tierra del fruto, tanto del capital como del trabajo, y que ponga en nuestras manos para la especulación todo el oro del mundo, obligados en fuerza de estas combinaciones a quedar relegados a las filas del proletariado, todos los Gentiles se inclinarán ante nosotros para tener como único derecho el de existir. Para arruinar la industria de los Gentiles daremos un gran impulso a la especulación y al gusto por el lujo, ese lujo que todo lo devora.

Haremos subir los salarios, pero de tal manera que esta alza no reporte ningún provecho a los obreros, porque al mismo tiempo habremos provocado el encarecimiento de todos los artículos de primera necesidad, haciendo creer que ese encarecimiento es debido a la decadencia y postración de la agricultura y a la misma elevación de los jornales, y minaremos además profundamente las fuentes de producción habituando al obrero a la anarquía y a la embriaguez, y tomaremos también todas las medidas posibles para quitar la tierra de las manos de los Gentiles inteligentes.

Para impedir que esta situación sea conocida antes de tiempo bajo su verdadero aspecto, disfrazaremos nuestros verdaderos designios con el aparente deseo de servir y ser útiles a los obreros y de propagar los grandes principios económicos que enseñamos en los tiempos actuales.
 
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ANIQUILACION VII.

El aumento de los Ejércitos y de la Policía es complemento necesario del plan que hemos expuesto. Es necesario que en todos los Estados no queden fuera de nosotros sino las masas de proletarios, algunos millonarios que nos sean adictos, policías y soldados. En toda Europa, lo mismo que en los otros continentes, tenemos que suscitar la discordia, el repruebo y el desorden.

El provecho de estos disturbios es doble.

Por un lado, el respeto de todos los países que así sabrán que podemos, cuando queramos, provocar el desorden o restablecer el orden, por otro, todos los Estados se acostumbrarán de este modo a considerarnos como una carga necesaria.

En segundo lugar, nuestras intrigas enredarán todos los hilos que tenemos tendidos en los Gabinetes de las Naciones, y esto por medio de la política, de convenios económicos y arreglos financieros. Para llegar a nuestros fines necesitaremos desplegar una astucia muy grande en el curso de los arreglos y conferencias; pero, en lo que se llama lenguaje oficial, seguiremos una táctica opuesta apareciendo siempre como honrados y conciliadores.

De esta suerte, los pueblos y los gobiernos de los Gentiles, a quienes tenemos ya acostumbrados a no ser más que la apariencia de las cosas que les presentamos, nos tendrán una vez más por los bienhechores y salvadores del género humano.

A cualquier oposición que surja deberemos estar en aptitud de hacer declarar la guerra por la Nación vecina a los que se atreven a enfrentársenos; y si esta Nación vecina tuviera el atrevimiento de formar una alianza contra nosotros, deberemos rechazarla por una guerra general. El camino que más seguramente lleva al éxito en política es el secreto en todo lo que se emprende: la palabra del diplomático nunca debe estar de acuerdo con sus actos.

Debemos obligar con eficacia a los gobiernos Gentiles a obrar según el plan que hemos concebido con amplitud y que toca ya a su fin. La opinión pública nos ayudará; esta opinión pública, que es la gran potencia, la prensa, secretamente ha venido también a caer en nuestras manos.

Con pocas excepciones, sin importancia que es inútil tener en cuenta, la prensa toda depende de nosotros.

En una palabra, para abreviar: he aquí nuestro sistema de coerción de los gobiernos Gentiles en Europa. A uno, le haremos ver nuestra fuerza por medio de los atentados, esto es, del terror; a todos, si es que todos se revuelven contra nosotros, contestaremos con los cañones americanos, chinos o japoneses.
 
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ANIQUILACION VIII.

Debemos apropiarnos de todos los instrumentos que nuestros contrarios pudieran utilizar contra nosotros. Debemos encontrar en las sutilezas y minucias del lenguaje jurídico una justificación para aquellos casos en que nos veamos en la necesidad de pronunciar sentencias que pudieran parecer demasiado atrevidas o injustas; pues importa mucho al formular tales sentencias hacerlo en términos que revistan la apariencia de máximas jovenlandesales muy elevadas y un aspecto netamente legal.

Nuestro gobierno debe rodearse de todas las fuerzas de la civilización, en medio de la que tiene que operar. Conforme a esto, se rodeará de publicistas, de jurisconsultos experimentados, de hacendistas, de diplomáticos, en una palabra, de hombres preparados por una educación superior especial en es cuelas también especiales.

Estos hombres deberán conocer los secretos de la existencia social, todos los idiomas formados de letras y de palabras políticas; deberán tener conocimiento de las inclinaciones y costumbres de la naturaleza humana, de sus cuerdas sensibles que deben saber tocar con acierto. Estas cuerdas son: la ternura del alma de los Gentiles, sus inclinaciones, sus debilidades, sus vicios y sus cualidades, sus particularidades de clase y condición.

Ya se sobreentiende que esos colaboradores de nuestro gobierno no serán sacados de entre los Gentiles acostumbrados a desempeñar el trabajo administrativo sin preocuparse del resultado feliz.

Los gobernantes Gentiles firman los papeles sin leerlos; sirven por interés personal o por ambición. Rodearemos asimismo nuestro gobierno de todo un mundo de economistas. He aquí por qué las ciencias económicas son las más útiles y por qué importa tanto que se enseñen a los judíos.

Estaremos rodeados de una pléyade de banqueros, industriales, capitalistas y más que todo esto, de millonarios, supuesto que, en último término los guarismos son los que todo lo deciden.

Por algún tiempo, mientras llega el momento de confiar sin peligro los puestos de responsabilidad en los gobiernos de las naciones a nuestros hermanos judíos, los encomendaremos a individuos cuyo pasado y carácter sean tales que en caso de desobediencia a nuestros mandatos no les quede otra cosa que esperar sino el destierro o la fin; así ellos defenderán nuestros intereses hasta el ultimo aliento.
 
Juan Carlos Arroyo Urbina (Madrid, 26 de mayo de 1957)
también se ha pasado al lado Obscuro.

[YOUTUBE]GGVvpvR3FGA[/YOUTUBE]

WEB OFICIAL RAFA COREGA

Mí tú (me too).
Estoy empezando a reprobar a las Ballenas:
[YOUTUBE]sKB3Agy-eFQ[/YOUTUBE]

En "El club de la lucha" (novela) hay una escena muy interesante respecto a unos perfumes con esencia de ballena.

____

No dan por saco los ecologetas ni ná.
El jerifalte en acción de mi plana localidad no se desplazaba en bici ni bus.

Inclusive cogí tirria a los osos polares a raíz de Al Gorrone y su 'cómoda mentira'.
¿Se acordáis que le otorgaron el Nobel y el Óscar'2007?
¿Se acordáis que en vez de mostrar osos polares ahogados usaron render 3D?
Appeal to emotion in An Inconvenient Truth — Critical Commons

Ni que fueran tan gilis de subirse a un aisber.
 
Mí tú (me too).
Estoy empezando a reprobar a las Ballenas:
[YOUTUBE]sKB3Agy-eFQ[/YOUTUBE]

En "El club de la lucha" (novela) hay una escena muy interesante respecto a unos perfumes con esencia de ballena.
____

No dan por saco los ecologetas ni ná.
El jerifalte en acción de mi plana localidad no se desplazaba en bici ni bus.

Inclusive cogí tirria a los osos polares a raíz de Al Gorrone y su 'cómoda mentira'.
¿Se acordáis que le otorgaron el Nobel y el Óscar'2007?
¿Se acordáis que en vez de mostrar osos polares ahogados usaron render 3D?
Appeal to emotion in An Inconvenient Truth — Critical Commons

Ni que fueran tan gilis de subirse a un aisber.

Me se pasó de quotearla:
o pongas demasiado, le digo.
Tyler y yo nos hemos convertido en terroristas de la industria de la restauración, en guerrilleros.
Saboteadores de banquetes nocturnos. El hotel organiza banquetes, y cuando alguien encarga una cena,
obtiene la comida, el vino, la vajilla de porcelana, la cristalería... y los camareros. Se les trata a lo
grande, todo va incluido en la cuenta. Y como saben que no pueden amenazarte con negarte la propina,
no eres para ellos más que una cucaracha.
Una vez Tyler trabajó en una fiesta nocturna. Fue entonces cuando Tyler se convirtió en un
camarero renegado. En esa primera fiesta, Tyler servía el primer plato en una casa de cristal blanca
como una nube, que parecía flotar sobre la ciudad y que tenía las patas de acero fijadas sobre una colina.
A mitad del primer plato, mientras Tyler enjuaga la vajilla para la pasta, la anfitriona entra en la cocina
con un trozo de papel que se agita como una bandera en su mano temblorosa. Hablando entre dientes, la
señora pregunta si los camareros han visto a algún invitado bajar al recibidor que lleva a los
dormitorios; sobre todo, a alguna de las invitadas o al anfitrión.
Con voz alta y clara Tyler explica cómo se dan el pasaporte ballenas para destilar un perfume que cuesta al
peso más que una onza de oro.
La mayoría de la gente no ha visto nunca una ballena. Leslie tiene dos
crios en un apartamento junto a la autopista, y la anfitriona tiene en su cuarto de baño invertidos más
dólares en frascos de perfume de los que conseguiríamos ganar en un año.
Albert vuelve de ayudar al anfitrión y marca el número 911. Albert cubre el auricular del teléfono
con la mano y le dice a Tyler que no debería haber dejado esa nota.
—Pues coméntaselo al administrador —dice Tyler—. Haz que me despidan. Me importa un bledo
este trabajo de cosa.
Todos se miran los pies.
—Lo mejor que nos podría ocurrir —dice Tyler— es que nos despidieran. De esa forma dejaríamos
de intentar ir tirando y haríamos algo de provecho en nuestra vida.
Albert pide por teléfono una ambulancia y les da la dirección. Mientras espera al teléfono, Albert
nos explica que la anfitriona está hecha un ardor de estomago. Albert tuvo que recogerla junto al retrete. El anfitrión
no logró levantarla, porque la señora dice que fue él quien se meó en los frascos de perfume y que
intenta volverla loca teniendo una aventura con una de las invitadas, justo esa noche, y que está cansada,
cansada de toda esa gente a quienes llaman amigos.El anfitrión no puede levantarla porque la señora se ha caído detrás del retrete con su vestido blanco
y agita la mitad de un frasco de perfume roto. La señora dice que le cortará la garganta si intenta tocarla.
—Genial —dice Tyler.
Albert apesta a perfume y Leslie le dice:
—Albert, querido, apestas a perfume.
No hay forma de salir del cuarto de baño sin esa peste, dice Albert. Por el suelo yacen rotos todos
los frascos de perfume y el retrete está lleno hasta arriba de frascos. Parecen hielo, dice Albert, como en
las fiestas más locas del hotel, cuando tenemos que llenar los orinales con hielo picado. El cuarto de
baño apesta a perfume y el suelo parece de gravilla, lleno de trozos plateados de un hielo que no se
derretirá. Y cuando Albert ayuda a la señora a levantarse, su vestido blanco está húmedo con manchas
amarillas y la señora intenta golpear al anfitrión, resbala sobre el perfume y los cristales rotos, y aterriza
sobre las manos.
La señora llora y sangra y se hace un ovillo contra el retrete.
—¡Oh, esto apesta! —dice—. ¡Oh, Walter, apesta; apesta! —dice la señora.
El perfume apesta —todas aquellas ballenas muertas metiéndosele en los cortes de las manos—,
apesta.
El anfitrión levanta a la señora cogiéndola por la espalda y la señora mantiene las manos extendidas
hacia arriba como si rezara, apenas separadas entre sí unos centímetros; la sangre corre por las palmas y
por las muñecas y por la pulsera de diamantes hasta llegar a los codos, por donde cae goteando.
Y el anfitrión dice:
—No pasa nada, Nina.
—Mis manos, Walter —dice la señora.
—No pasa nada.
—¿Quién querría hacerme esto? ¿Quién podría odiarme hasta este punto? —dice la señora.
El anfitrión se dirige a Albert:
—¿Podría llamar a una ambulancia?
Ésa fue la primera misión de Tyler como terrorista de la industria de la restauración. Camarero y
guerrillero. Desvalijador con salario mínimo. Tyler ha hecho esto durante años, pero dice que es más
divertido hacerlo acompañado.
Cuando Albert concluye la historia, Tyler sonríe y dice:
—Genial.
De vuelta en el hotel, dentro del ascensor parado entre la cocina y las salas de banquete, le cuento a
Tyler que estornudé sobre la gelatina de trucha para la convención de dermatólogos; y que tres personas
me dijeron que estaba demasiado salada y otra dijo que estaba deliciosa.
Tyler se la sacude un poco sobre la sopera y me dice que se ha quedado seco. Resulta más fácil con
sopas frías como la vichissoise o con los gazpachos del jefe de cocina. Resulta imposible con aquella
sopa de cebolla que lleva por encima una capa de queso derretido. Si alguna vez como aquí, eso será lo
que pida.
A Tyler y a mí se nos están acabando las ideas. Hacerle cosas a la comida termina siendo aburrido,
se convierte casi en parte de la faena típica del trabajo. Entonces oigo a uno de los médicos, abogados o
lo que sean, explicando la forma en que el bichito de la hepatitis logra vivir durante seis meses sobre el
acero inoxidable. Te preguntas cuánto tiempo podrá vivir ese bichito en unas natillas charlotte russe al
ron.
O en el salmón timbale.
Le pregunté al médico dónde podría echarle mano a uno de esos bichito de la hepatitis, y estaba tan
borracho que se rió.
—Todo termina en el vertedero de material médico contaminante —me dice.
Y se ríe.
Todo.
El vertedero de material médico contaminante suena parecido a tocar fondo.
Con una mano sobre el panel de control del ascensor, le pregunto a Tyler si está preparado. La
cicatriz en el dorso de la mano está roja, hinchada y brillante como un par de labios con la forma exacta
del beso de Tyler.—Un segundo —dice Tyler.
La sopa de tomate debe de estar todavía caliente, ya que el ganchudo aparato que Tyler se mete de
nuevo en los pantalones tiene ese tono rosa del marisco hervido, como un langostino gigante.
 
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