El Pionero
Alcalde y presidente de Fútbol Paco premium
No está retirada aunque lleva cinco años viviendo en ese paraíso canario que llaman Puerto de la Cruz. Desde allí, Mari Carmen (y sus muñecos) -Carmela para los amigos- hace gestiones y organiza documentación de los negocios familiares. El pasado lunes desempolvó sus archifamosos muñecos para recaudar fondos en una noche solidaria. El acto, conducido por José Manuel Parada, tuvo lugar en el Teatro Amaya y permitió que los espectadores pudieran viajar en el tiempo y disfrutar del talento de esta manchega que está a punto de cumplir los ochenta pero que tiene la misma energía de siempre: «Queda afeminadormen para rato, pero los hombres invisibles han decidido que la gente que hace pensar no estemos ahora en los medios», dice en conversación con ABC.
Abrazada a la calma y la comodidad de vivir alejada del aturullo madrileño y de una fama que, en ocasiones, podía resultar cargante o asfixiante, reconoce que la situación ha cambiado muchísimo en los últimos tiempos y que, aunque el trabajo mengua, no pierde la esperanza: «aquí ya no llama nadie, el teléfono no suena, esa es la verdad. Por eso no descarto hacer como Moncho Borrajo y convertirme en empresaria de mi propio espectáculo».
A tan solo dos horas de Madrid, la artista suele viajar hasta la capital porque es allí donde vive su único hijo a quien está muy unida y donde, de vez en cuando, hace algún bolo: «pero todo debe estar muy cuidado y tratarme como la artista que soy», reconoce.
No miente. La artista sigue conservando esos entrañables ademanes de diva, las formas determinantes de alguien que se ha deslomado para hacer reír a generaciones en busca de una picaresca que ahora parece adulterada: «Doña Rogelia es mucho más diva que yo. El otro día, que hicimos un directo, llegó a decir que yo iba con ella para ponerle la voz, simplemente, es una macho cabríoa», dice entre risas.
Reconocida y premiada, Mari Carmen lleva cincuenta años recorriendo las carretera y arrancando carcajadas sonoras. Pero en su vida también ha habido momentos complicados, los mismos que reflejará en su cuarto libro: «No me gusta llamarlo biografía pero voy a hablar de mí, de mis sonrisas y lágrimas, porque hasta la fecha mis niños siempre me han robado el protagonismo».
Abrazada a la calma y la comodidad de vivir alejada del aturullo madrileño y de una fama que, en ocasiones, podía resultar cargante o asfixiante, reconoce que la situación ha cambiado muchísimo en los últimos tiempos y que, aunque el trabajo mengua, no pierde la esperanza: «aquí ya no llama nadie, el teléfono no suena, esa es la verdad. Por eso no descarto hacer como Moncho Borrajo y convertirme en empresaria de mi propio espectáculo».
A tan solo dos horas de Madrid, la artista suele viajar hasta la capital porque es allí donde vive su único hijo a quien está muy unida y donde, de vez en cuando, hace algún bolo: «pero todo debe estar muy cuidado y tratarme como la artista que soy», reconoce.
No miente. La artista sigue conservando esos entrañables ademanes de diva, las formas determinantes de alguien que se ha deslomado para hacer reír a generaciones en busca de una picaresca que ahora parece adulterada: «Doña Rogelia es mucho más diva que yo. El otro día, que hicimos un directo, llegó a decir que yo iba con ella para ponerle la voz, simplemente, es una macho cabríoa», dice entre risas.
Reconocida y premiada, Mari Carmen lleva cincuenta años recorriendo las carretera y arrancando carcajadas sonoras. Pero en su vida también ha habido momentos complicados, los mismos que reflejará en su cuarto libro: «No me gusta llamarlo biografía pero voy a hablar de mí, de mis sonrisas y lágrimas, porque hasta la fecha mis niños siempre me han robado el protagonismo».
Mari Carmen: «La verdad es que el teléfono ya no suena. No me llama nadie»
El pasado lunes desempolvó sus archifamosos muñecos para recaudar fondos en una noche solidaria
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