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Madmaxista
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Manuela Velasco: "Siempre he querido ser madre, pero te dicen que los 40 son los nuevos 30, y no es verdad: se me ha pasado el arroz"
Madrid (1975). Icono del cine de terror en ‘REC’, mala de ‘Velvet’ y mítica presentadora de ‘Los 40 principales’, la actriz (y sobrina de...
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Madrid (1975). Icono del cine de terror en 'REC', mala de 'Velvet' y mítica presentadora de 'Los 40 principales', la actriz (y sobrina de Concha Velasco) Manuela Velasco estrena este miércoles en el Teatro Español de Madrid 'La bella Dorotea', de Miguel Mihura, en versión de Amelia Ochandiano.
¿Qué le atrae de Dorotea?
Me gustaría tener muchas de las cualidades que tiene Dorotea, como la valentía, la cabezonería, el que no le importe el qué dirán... A ver, sí le importa. Pero a pesar de eso continúa adelante con lo que ella cree que es bueno y justo. No se amolda para encajar. Yo muchas veces sí: no levanto la voz para evitar el conflicto o estoy a disgusto por gustar.
¿Qué le parece la forma en que Mihura trata a las mujeres? Porque parece que es un gran conocedor de lo femenino.
Pensaba que la pregunta que me ibas a hacer es que se le ha tachado de misógino, de machista, etcétera. Yo, por lo que he trabajado y los personajes femeninos que he visto de él, me parece todo lo contrario. Es un retratista magistral de su época. Y lo hace a través de la simplicidad: Con muy poco, cuenta mucho de cómo era la sociedad. No cabe duda de que él vivió en un momento en que todo era muy machista y, sin embargo, sus personajes femeninos son muy potentes y se rebelan contra muchas cosas. Siempre están en el centro, casi siempre son historias contadas desde la vivencia de una mujer. Desde luego, por lo que yo conozco, me parecen mujeres muy potentes y muy modernas para la época.
Dorotea, que se niega a quitarse el vestido de novia, ¿es una loca o una heroína?Puede ser las dos cosas: una loca y una heroína. Muchas de las personas que han querido cambiar las cosas en la historia han sido tachados de locos en un primer momento. Ella tiene un arrebato porque le importan las cosas, porque la dejan plantada yendo al altar, con todo el pueblo, cuchicheando y criticando y diciendo que sólo la quieren por su dinero. Es como si fuera a inmolarse. Lo interesante es lo que sucede al día siguiente, cuando ella articula ese arrebato que ha tenido en una línea de acción y dice: "Si yo hoy me echo atrás, ¿de qué ha servido esto? De nada. Lo que tengo que hacer es seguir para recordarles que esto no está bien".
¿Cómo es hacer un personaje así después de ser la mala de 'Velvet'?
'Velvet' fue un fenómeno porque la gente lo vivía mucho. Estas reacciones viscerales de que el malo era malo y se lo creían, y no diferenciaban.
A veces hasta niveles peligrosos, ¿no?
Lo he sufrido al principio y luego ya lo he disfrutado cuando fui capaz de hacer 'clic' y darme cuenta: ¡progenitora mía! Pues si la gente se lo cree tanto y me identifican con el personaje, es que lo estoy haciendo muy bien. Se pasa muy bien siendo malo, sobre todo por lo que hablábamos antes. Es que soy una persona que no me concedo esos espacios de ser más antisocial o de enfadarme o de mostrar una cara más oscura, más antiestética. Pues tengo esta cosa maravillosa de explorarlo con los personajes en un entorno de absoluta seguridad que sabes que no vas a dañar al compañero, que hay un código establecido y puedes ser muy cruel. Cosas que no te permites en la vida y que todos tenemos. No somos santos, todos tenemos la luz y la oscuridad. Entonces es terapéutico y es interesante y es maravilloso.
¿Y lo malo de ser malo?
Otra cosa es que al final trabajas con tu propio cuerpo, con tus emociones y tu vivencia. Te pones ahí muchos años, muchas temporadas, en contacto con sensaciones antiestéticas que tienen que ver con el rechazo, con no ser querida, con ser odiada por todo el mundo. Había días que me que me despertaba feliz y pensaba: ahora me tengo que tirar diez horas en contacto con una mujer que no la quiere nadie. Y después de tanto tiempo tenía ganas de ser un poco más yo, de estar en contacto con mi energía. Y Dorotea te pone el reto contrario: a veces estoy más 'bajita'. Y Dorotea me obliga a tirar para adelante, a estar luminosa, inteligente, simpática, con sentido del humor.
¿Se puede sacar algo de una esa época en el 2020 de la que yo le hablo?
Quien no saque algo es que está muy desconectado. Una de las cosas más valiosas y duras es enfrentarnos con nuestra mortalidad y con nuestra vulnerabilidad. Y con nuestra igualdad ante ambas. Y creo que nos ha enfrentado al propio sistema, a darnos cuenta de que estamos consumiendo muy por encima de nuestras posibilidades, por supuesto, pero también de nuestra necesidad y de nuestra propia apetencia. Y no sólo consumiendo cosas materiales, sino incluso relaciones, encuentros, amistades, eventos... Cosas que la mayoría de la gente no quiere y no necesita.
¿Y de las redes sociales durante este periodo?
Fíjate lo que sucedió al principio, que fue una explosión, que ya era insoportable, por lo menos para mí, en redes sociales. Parecía que la gente no podía estar quieta. Y qué valioso enfrentarse al vacío, al silencio, a la quietud. En vez de la compulsividad en redes sociales. Porque parece que cuanto más haces, cuanto más vendes, cuanto más ocupado estás, más vales.Nada es tan importante, somos seres humanos vulnerables, todos iguales. Nadie es más que otro.
¿Cómo ve a su generación, los que nacieron a finales de los 70?
Somos una generación un poco anestesiada. Hemos vivido como en un estado de relativo bienestar en el que tampoco ha habido que significarse ni luchar mucho por nada. Todo ha estado bien, aunque hemos ido consiguiendo cosas sobre todo en cuanto a igualdad social. Pero afortunadamente hemos vivido la era pre-Internet. Quiero decir que yo he viajado por todo el mundo sin teléfono móvil y sin mail. En el Erasmus me escribía cartas y llamaba a cobro revertido. Quedabas en cabinas telefónicas en Londres. Y otra cosa fundamental para mí en cuanto al desarrollo del cerebro tiene que ver con no tener acceso a los datos inmediatamente, poniendo una palabra 'random' en el teléfono. Para mí tiene un gran valor el contacto con el diccionario, buscar una palabra que viene detrás de la otra. O el valor que tiene acceder a una información. Cuando lo conseguías y llegabas a la información, ésta se te quedaba. Ahora no tiene ningún valor. Como el acceso es tan fácil, dura un segundo y se acaba.
¿Y, más concretamente, las mujeres?
En esta generación las mujeres hemos conquistado libertad: En los 70 todavía una mujer no podía tener una cuenta en el banco, si no venía autorizada por su marido y todo eso que ya sabemos. Hemos conquistado derechos y nos hemos desarrollado profesionalmente. Somos el primer referente en lograr un montón de cosas que hacen que estemos ocupadas fuera del ámbito doméstico. Pero nos hemos desconectado de la biología. Yo siempre he querido ser progenitora. Siempre, siempre, siempre. Pero empecé a desarrollarme profesionalmente a los 20. Aparte, el sistema te vende que los 30 son los nuevos 20 y los 40 son los nuevos 30. Y tú te ves estupenda. Y cuando de repente dices: voy a tener o no voy a tener hijos, que 'se me pasa el arroz'... pues sí, 'se te ha pasado', porque biológicamente los 40 no son los 30. Hay un desfase en ese sentido. Cuando te enfrentas por primera vez a eso, el doctor te dice que a partir de los veintipocos las cosas cambian. Y te preguntas: ¿Y qué estaba haciendo yo entonces? Trabajar, en el momento más potente de mi desarrollo profesional. Esas conquistas maravillosas nos han desconectado de la biología y todavía hay ahí asuntos y debates que no se verbalizan. Como decir que 'se me ha pasado el arroz'. Porque todo el sistema me está diciendo que yo soy joven y no es verdad.
¿Cómo ha sido crecer en una familia como la suya?
Me siento muy afortunada por haber conocido la profesión desde dentro y desde pequeña. Además en ámbitos muy distintos, porque mi padre era cámara de cine desde que empezó con Buñuel en 'Viridiana' hasta películas como 'Los santos inocentes'. Y luego mi tía, que para mí ha sido fundamentalmente teatro, que es lo que más me ha fascinado. El ambiente de los camerinos, la gente del teatro, contemplar la función entre cajas, ver cómo estaba la gente 30 segundos antes de salir al escenario y entonces se tras*formaba. Ver la función 50, cien veces, porque cada día era distinta. Cuando decidí ser actriz sabía lo que era esto, no lo tenía idealizado. Sabía que mi padre lo ha pasado muy mal muchas veces porque tenía que sacar adelante una familia con un sueldo de técnico. O que mi tía no podía estar siempre con mis primos, y estaba siempre cansada... bueno, aunque ella nunca muestra cansancio. O lo injusto que es a veces esto, cuando noto cuando no te cogen para algo. Pero me fascina. Y lo que más me fascina de esta profesión es lo que tiene de oficio.
¿Y presentar 'Los 40 Principales'?
Fue una suerte extraordinaria, porque trabajando en 'Los 40 Principales', los diez años que estuve, no tuve que trabajar poniendo copas toda la noche -que también lo tuve que hacer al principio- y ganaba un sueldo como para pagarme el alquiler y las clases de interpretación con Cristina Rota.
¿Cuál fue su experiencia más emocionante de entonces?
Hablar con Antonio Vega: esa cabeza tan científica, tan matemática y tan poeta.