"Estados Unidos nos envió el mensaje de que si no entrábamos en la OTAN se harían con Canarias" - La Opinión A Coruña
La Administración Carter había llegado a lanzar de forma indirecta, pero muy clara, el mensaje de que si España no entraba en la OTAN, Estados Unidos podría hacerse con Canarias. En cuanto recibió la respuesta afirmativa de UCD, Antonio Cubillo fue retirado de la circulación y desapareció su movimiento independentista, MPAIAC. Al mismo tiempo, los norteamericanos se oponían radicalmente a la legalización del PCE y pedían al Gobierno el máximo apoyo para el PSOE, en vez de socorrer al PSP de Enrique Tierno Galván. Testigo excepcional de aquella época, José Manuel Otero Novas (Vigo 1940), ministro de la Presidencia y de Educación con Adolfo Suárez, desvela con todo lujo de detalles aspectos muy delicados de la tras*ición española en su flamante libro Lo que viví. Memorias políticas y reflexiones, de Editorial Prensa Ibérica que presenta el martes, 28 en Madrid. Otero Novas, que ha desarrollado su vida política muy cerca de Fraga, Suárez y Aznar, reconoce ahora con la mirada puesta en el retrovisor que "nadie hizo nada por evitar la corrupción". No oculta una autocrítica amarga a la actuación de los diputados el 23-F de 1981, cuando casi todos se tiraron al suelo "como escolares" al entrar el teniente coronel de la Guardia Civil, Antonio Tejero, amenazándoles con la pistola. También ironiza sobre la dura resistencia de Felipe González a dar su aceptación a la monarquía. Después de varios ensayos sobre la democracia y el poder, José Manuel Otero, trabajador incansable y pensador de ambición sin límites, se decide a describir lo vivido como hombre público que ha sido, entre otros cargos, ministro dos veces con UCD y diputado con el PP. Desencantado de los derroteros recientes de la política española, decidió arrojar la toalla y volcar su bagaje como abogado del Estado en su despacho especializado en temas empresariales.
-Dígame, por favor, señor Otero, ¿qué pegas le puso Suárez en 1976 al proyecto que usted elaboró para el referéndum de la reforma política que abría la puerta a una participación indirecta del PCE tras la fin de Franco?
-Suárez era ministro del Movimiento y yo le propuse a Manuel Fraga, que era el vicepresidente y ministro de Gobernación, que el PCE participase de forma indirecta en el referéndum. Suárez me dejó claro que ese era un límite que no se podía sobrepasar.
-¿Volvió usted a la carga con su propuesta?
-En julio de 1976 presenté mi plan de legalización gradual del PCE y Suárez me respondió: '¡No me vuelvas a proponer esto!'.
-¿Qué les prometió Suárez a los generales?
-En septiembre de 1976, Suárez se reunió con los generales del Ejército, a los que prometió que no iba a legalizar el PCE.
-¿Les engañó entonces?
-No creo. En octubre yo me reuní con el rey Juan Carlos y le expuse mi plan de legalización del PCE. Luego se lo comenté a Suárez y éste me preguntó por la opinión del Rey, el cual deduzco que tampoco estaba muy a favor de mi propuesta. Lo que pasó es que tras los fabulosos resultados del referéndum le dejé muy claro a Suárez que ya podía hacer las cosas que decía que no podía hacer. El me respondió: 'Cuenta con ello, José Manuel'. Era diciembre y en enero ya me encargó de convencer a Estados Unidos y a Alemania de que legalizar el PCE no era un disparate.
-¿Cómo eran los mensajes que recibía usted de Estados Unidos acerca de los pasos a dar para democratizar España?
-Los presidentes suelen hacer la política internacional al margen de sus ministros de Exteriores y Suárez me tenía a mí para tratar con Frank Mc Neil, un diplomático estadounidense que vivía en Madrid. Un día que el PSOE convocó una rueda de prensa para ponernos verdes se lo comenté a Frank para ver qué debíamos hacer con el fin de evitar que Felipe González fuese a esa rueda de prensa. No me dijo nada, pero González no acudió a la cita. Washington había llamado a Bonn, entonces capital de la República Federal de Alemania, para frenar al líder socialista.
-¿Tanto dependemos de Estados Unidos?
-Otro día vino Fernando Morán, del PSP, a pedirnos ayuda económica a cambio de apoyo en las políticas de Estado. Tanto Suárez como yo estábamos dispuestos a ayudar, pero Frank me dijo que no debíamos hacerlo.
-¿Es esa la razón por la que dejaron caer al PSP de Tierno Galván?
-Washington no nos pidió que matásemos al PSP, solo nos recomendó que no les diésemos dinero. Así fue y el PSP desapareció.
-Señor Otero, ¿cómo consiguieron acabar con el movimiento independentista canario MPAIAC?
-Siempre he mantenido una relación especial con las islas, donde un día me dijo un señor, Matías Vega, que Canarias sería a finales del siglo XX algo parecido a Cuba o Puerto Rico, refiriéndose a los procesos de independencia. Esta afirmación hizo temblar a Fraga. Años después, cuando era ministro de la Presidencia me llegó una información del servicio de inteligencia que decía haber captado una comunicación de la CIA que revelaba que Estados Unidos movía los hilos del MPAIAC para presionar y lograr que España entrase en la OTAN.
-¡Qué inquietante!
-Lo que yo creo es que esa comunicación la dejaron pasar los estadounidenses para dejarnos claro que, si no entrábamos en la OTAN, ellos se encargarían de hacerse con Canarias por su importancia geoestratégica.
-Así que Carter les urgió a entrar en la OTAN?
-Lo que dejamos claro a Estados Unidos es que España entraría en la OTAN pero que aquel no era el momento.
-¿Por qué se atentó contra Cubillo, el líder de aquel movimiento?
-Cubillo fue un pelele de los intereses de España y Estados Unidos. Se le acuchilló en las calles de Argel, Argelia cerró Radio Canarias Libre y se acabó Cubillo y el MPAIAC.
-¿Fue Rodolfo Martín Villa el que ordenó ese ataque, tal y como denunciaba Cubillo?
-Yo creo que fue una orden de Washington. Cubillo ya no interesaba porque España iba a entrar en la OTAN.
-¿Qué pensó cuando Zapatero decidió la salida unilateral de España de Irak a la vista del trato que había tenido usted, en nombre del Gobierno español, con representantes del Gobierno norteamericano?
-Yo fui el que aconsejó a Aznar un acercamiento a Estados Unidos y me alegré cuando se sumó al apoyo de los estadounidenses tras el 11-S. Aunque siempre estuve en contra de la guerra de Irak, porque se ha demostrado que Washington logró lo contrario de lo que pretendía. Irak está ahora muchísimo peor que cuando estaba Sadam Husein que era un tirano de los nuestros. Pero la decisión de Zapatero me pareció mala. No se puede abandonar por las buenas una alianza.
-Dice usted que UCD dio un gran apoyo a UGT y no siempre de forma ortodoxa. ¿Cómo fue eso?
-
Se hicieron ciertas maniobras financieras, pero no hay que olvidar que Estados Unidos favoreció el fortalecimiento de la Internacional Socialista dando dinero a Willy Brandt. Nosotros apoyamos esa corriente para hacer un socialismo fuerte y menoscabar, como pedía el Gobierno de izquierda alemán y el de Estados Unidos, al PCE.
-¿Cómo fue aquella rotunda negativa de González a aceptar la monarquía cuando Fraga le pidió que le dejara gobernar cinco años para que el PSOE le sustituyera otros cinco? ¿No era aquella propuesta una especie de Pacto del Pardo entre Cánovas y Sagasta?
-Fue una especie de Pacto del Pardo, si es que esa carallada ha existido. Creo que Felipe González no entendió lo que le proponía Fraga. Durante la cena, Fraga le habló de la monarquía y ahí sí que González le dejó claro que no la iba a apoyar porque, dijo, 'los socialistas no somos aristócratas'.
-¿Cómo reaccionó Fraga?
-Le dijo: 'Te cambio todos tus ingresos por los míos', con lo que le dejaba caer que sabía que además de los ingresos del PSOE,
Felipe González podría estar recibiendo ayudas de Willy Brandt.
-¿El no someter a referéndum a la monarquía antes que a la Constitución, le salió caro a la democracia?
-Sí, porque tuvimos que hacer todo tipo de concesiones a la izquierda y a la sección de la derecha, como la Falange, que era antimonárquica. Adolfo Suárez tragó con casi todas las peticiones, porque en ese momento daba la vida por el Rey.
-¿Compensó el Rey esa lealtad de Suárez?
-A Suárez, como a Antonio Maura, le falló el muelle real.
-¿Qué le respondió a Borrell, entonces secretario de Estado de Hacienda, cuando le advirtió en un debate parlamentario: "Díganle ustedes a sus amigos los ricos que tendrán que pagar impuestos"?
-Borrel era un chico inteligente, un buen matemático, pero que desconocía lo que es la Hacienda. Le dije: 'Mis amigos ricos no pagan plusvalías, hacen las plusvalías en el extranjero. Quien paga esas plusvalías son las pobres clases medias'.
-¡Vaya, como ahora!
-Las plusvalías ya no son como eran antes, del 51%, pero sí que siguen ahí esas pobres clases medias.
-¿Por qué Torcuato Fernández Miranda previno al rey Juan Carlos contra Fraga y apostó por Suárez para sustituir a Arias Navarro?
-Torcuato era inteligente y ambicioso. Veía que el mejor posicionado para emprender el camino de la democracia era Fraga y se propuso ir de presidente de las Cortes para poder proponer al presidente del Gobierno. Quería un presidente provisional hasta la celebración de las primeras elecciones, y pensó en Suárez con la idea de que después podría ser él el presidente.
-¿Le perdonó alguna vez Fraga?
-¿Quién sabe? Torcuato pensó que podría manejar mejor a Suárez que a Fraga, que además presumía de ser el nuevo Cánovas. Entonces, Torcuato le recuerda al Rey quién fue Cánovas: un ser que no dejaba al Rey tocar pelota, que quería jovenlandesalizar la Corte y no dejó a doña Isabel II vivir en España y que además echó a todas las amantes del Rey del país. A don Juan Carlos le quedó claro que necesitaba a un presidente de su generación y sin ideas fijas.
-Pero a Fernández Miranda le salió mal la jugada, ¿verdad?
-Sí, porque no valoró que Suárez se le iba a volver en contra una vez obtuvo el poder.
-¿Por qué cayó usted en desgracia con Adolfo Suárez después de haber sido ministro de la Presidencia y de Educación y haber tenido una influencia decisiva con las numerosas propuestas que le hizo mientras trabajaron juntos?
-Ya en 1978 quise marcharme de Presidencia. Fernando Abril se empeñó en ser el ministro exclusivo del presidente e influyeron factores psicológicos.
-¿Qué factores?
-Al hacerme ministro, Suárez pensó que yo iba a aspirar al protagonismo. Él mismo quizás se endiosó. Luego surgieron discrepancias ideológicas. Le pedí a Suárez que, una vez aprobada la Constitución, dejase de jugar al consenso y aplicase el programa de UCD que nos había dado la victoria. Algo hizo pero pronto volvió a las andadas y al gobierno de camarillas. La discrepancia definitiva se produjo cuando se aprobó el modelo de organización territorial propuesto por García Enterría y que yo avisé que iba a suponer la ruptura de España.
-¿Cuál ha sido su mayor frustración como ministro de Educación, uno de los grandes problemas de nuestro país?
-Quise, como ya había querido Franco, que existiesen más plazas escolares públicas que chicos. Así se logró que todos los niños supiesen leer y escribir. Pero la verdad que ha sido en detrimento de la calidad. Estampillamos profesores y se degradó la educación.
-¿Usted que trató mucho tanto a Adolfo Suárez como al general Alfonso Armada, ¿por qué cree que dimitió el presidente del Gobierno en las vísperas del golpe de Estado del 23-F?
-Ayudó mucho la postura del capitán general de Canarias, Jesús González del Yerro, que convenció a otros capitanes generales para dar a alopécico Sotelo la oportunidad de ser presidente del Gobierno.
-¿No fue ese golpe una chapuza?
-Tejero no hizo una chapuza sino una genialidad militar al reclutar sobre la marcha a la Guardia Civil y entrar libremente por el Congreso. No podemos ver a Tejero como un chapucero porque nos humilló. Mostramos nuestra falta de grandeza al tirarnos al suelo como escolares.
-Dice usted que Suárez tenía una fuerte querencia izquierdista, ¿es posible?
-Tenía rechazo a ser considerado de derechas. Su padre era de la izquierda democrática, de la Falange, porque no olvidemos que todos los fascismos proceden de la izquierda.
-Cuando UCD desaparece de la escena, usted acaba en el PP ¿en cuál de los dos partidos se sintió más frustrado?
-Me he ido de los dos y me han costado mucho dinero.
-¿Cómo reaccionó Aznar siendo presidente de Gobierno cuando usted le propuso devolver la profesionalidad a la función pública que había sido, en su opinión, desbaratada por el PSOE?
-Lo que le propuse es un plan anticorrupción inspirado en el Derecho Administrativo que regula la discrecionalidad del poder. Ni Aznar ni nadie ha hecho nada por evitar la corrupción.
-¿Por qué se fueron cediendo impuestos estatales a las autonomías a pesar de que su enlace norteamericano le recomendaba mantener una Hacienda central muy fuerte?
-A las comunidades autónomas les resulta más cómodo que el Estado, cediendo parte de sus impuestos, les dé dinero sin necesidad de aplicar medidas impopulares. Lo que habría que decirles es que lo hagan todo ellas. Fue otra de las cosas en las que se tuvo que ceder.
-¿Tan mal ha actuado el Gobierno central con los procesos autonómicos de Cataluña y el País Vasco?
-Desastrosamente. Nunca se ha querido jugar nadie nada para frenar ese camino que nos lleva al desastre. El Gobierno central siempre ha cedido.
-Personalmente, ¿de qué se arrepiente de lo que ha hecho en su vida política?
-Me arrepiento de haber creído que con la democracia tendríamos menos corrupción, de pensar que se aprobaba una Constitución para ser cumplida y de haber conseguido la igualdad en la educación pero no la libertad para elegir dónde estudias.
-¿Por qué se ha desprestigiado tanto la clase política en España?
-Ahora hay más políticos que antes y además son profesionales de la política, carecen de otro tipo de formación. Ya decía Azaña que la política envilece y que cuando realmente se enriquecía su espíritu era en los periodos en los que dejaba el Gobierno.
-¿Qué solución le ve a la derecha española que tantos tumbos ha dado en el pasado reciente desde Suárez a Rajoy?
-No solo la derecha, también la izquierda arrastra una crisis de la que no sé si saldrán. Es una situación similar a la de 1910-1920. Cuando se producen crisis del sistema democrático, surgen partidos de ciertos intelectuales que es lo que ahora llamamos populismos. No olvidemos que en el siglo XX, esos populismos establecieron las dictaduras.
-Entre Fraga, Suárez y Aznar ¿con cuál de ellos se queda?
-Aznar nunca ha sido mi jefe. Le tengo afecto. Con Fraga, que en el fondo era un tímido, juré que nunca más trabajaría con un superior que se le pareciese, pero fue una de las personas de las que más aprendí. Suárez era todo lo contrario que Fraga.
-¿Es usted más Fraga o más Suárez?
-He sido un jefe bastante duro, pero no tan autoritario como Manuel Fraga.