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Cuñado nija
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PENITENCIAGITE!
Y penitencia, arrepentimiento de nuestros pecados, es lo que deberíamos hacer todos ante el advenimiento del fin del mundo. Y es que el mundo, si no lo remediamos, se acaba. Y se acabará por algo muy pequeño. De hecho, por la ausencia de ese algo pequeño:
Las abejas.
Nunca está de más recordar cómo son de importantes las abejas en la mera subsistencia del ser humano. Algo tan simple como que sin abejas no hay polinización.
Y ello no es banal. Se calcula que, sólo en Alemania, alrededor del 80 por ciento de las 2.000 a 3.000 tipos de plantas cultivadas y silvestres nativas dependen de las abejas para la polinización. Unas 870.000 colonias de abejas vuelan de flor en flor recolectando polen y néctar. En verano, la población de cada colonia crece entre 40.000 y 60.000.
Pues resulta que los expertos están convencidos de que sin abejas, sin la polinización de la que son responsables, el ser humano desaparecería. La mala noticia es que las abejas están desapareciendo. Un estudio científico de 2017 encontró que la cantidad de insectos voladores beneficiosos ha disminuido en un 75 por ciento en los últimos 30 años. Las causas exactas de la mortalidad de las abejas son desconocidas. Las posibles causas incluyen el uso de pesticidas, paisajes monótonos, falta de fuentes de alimentos, la pérdida del hábitat natural de los animales y parásitos como el ácaro varroa. Precisamente por ello, las Naciones Unidas declararon el 20 de mayo como el Día Mundial de la Abeja para crear conciencia sobre el importante papel que desempeñan estos insectos y su número cada vez menor.
Ante este hecho, podemos adoptar dos estrategias: hacer caso a Salvatore y hacer penitencia para expiar nuestros pecados (algo muy respetable) o hacer algo por revertir la situación. La primera opción es personal, la segunda tiene más posibilidades si es colectiva
Y penitencia, arrepentimiento de nuestros pecados, es lo que deberíamos hacer todos ante el advenimiento del fin del mundo. Y es que el mundo, si no lo remediamos, se acaba. Y se acabará por algo muy pequeño. De hecho, por la ausencia de ese algo pequeño:
Las abejas.
Nunca está de más recordar cómo son de importantes las abejas en la mera subsistencia del ser humano. Algo tan simple como que sin abejas no hay polinización.
Y ello no es banal. Se calcula que, sólo en Alemania, alrededor del 80 por ciento de las 2.000 a 3.000 tipos de plantas cultivadas y silvestres nativas dependen de las abejas para la polinización. Unas 870.000 colonias de abejas vuelan de flor en flor recolectando polen y néctar. En verano, la población de cada colonia crece entre 40.000 y 60.000.
Pues resulta que los expertos están convencidos de que sin abejas, sin la polinización de la que son responsables, el ser humano desaparecería. La mala noticia es que las abejas están desapareciendo. Un estudio científico de 2017 encontró que la cantidad de insectos voladores beneficiosos ha disminuido en un 75 por ciento en los últimos 30 años. Las causas exactas de la mortalidad de las abejas son desconocidas. Las posibles causas incluyen el uso de pesticidas, paisajes monótonos, falta de fuentes de alimentos, la pérdida del hábitat natural de los animales y parásitos como el ácaro varroa. Precisamente por ello, las Naciones Unidas declararon el 20 de mayo como el Día Mundial de la Abeja para crear conciencia sobre el importante papel que desempeñan estos insectos y su número cada vez menor.
Ante este hecho, podemos adoptar dos estrategias: hacer caso a Salvatore y hacer penitencia para expiar nuestros pecados (algo muy respetable) o hacer algo por revertir la situación. La primera opción es personal, la segunda tiene más posibilidades si es colectiva