Ramiro garcia
Madmaxista
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Cristián Rodrigo Iturralde – El encanto de los pueblos originarios
CRISTIÁN RODRIGO ITURRALDE en 24 febrero, 2015
Los aztecas ostentan tres tristísimos y lamentables récords históricos que tal vez solo puedan disputarle los comunistas con sus cien millones de ejecutados en setenta años de historia.
El primero de ellos corresponde a la cantidad de víctimas logradas en el tras*curso de dos siglos, el segundo a las logradas en solamente cuatro días, y el tercero se refiere a la inmensa cantidad de niños ejecutados.
Conviene aclarar que la arqueología, la antropología y la etnología moderna se han encargado de confirmar todo cuanto decimos y aseveraron los cronistas americanos. La ciencia ha hablado, y ya no hay lugar para presunciones o debates ideológicos.
RECORD NÚMERO 1: MAYOR CANTIDAD DE EJECUCIONES EN DOS SIGLOS
La cantidad de víctimas variaba mucho de acuerdo con la importancia de la ciudad, del pueblo y de la festividad elegida para el ritual. Fray Juan de Zumarraga y Francisco Clavijero, en 1531, dan cuenta de que sólo en la ciudad de México se sacrifican a los ídolos más de veinte mil víctimas al año.
Fray Juan de Torquemada ubica el numero de asesinados en todo el país por año en 72.244, incluidos veinte mil niños.
El historiador mexicano, el Padre Cuevas, asegura que el número de sacrificios en lo que fue Nueva España, era de cien mil seres humanos cada año.
Varios autores citados por Gomara hablan de cincuenta mil. Tanto Acosta como Herrera aseguran que había días en que llegaban a matarse entre cinco mil y veinte mil personas por día.
Motolinia, describiendo la fiesta del año de Tlascallan, dice que se sacrificaban ochocientos hombres en la ciudad y en la provincia. Francisco Antonio de Lorenzana dice que en Cholula se sacrificaban seis mil niños por año.
Por su parte, Diego Duran, desde su “Historia de las Indias”, después de describir las ceremonias de la coronación de Moctezuma y los sacrificios, dice: “había días de dos mil, tres mil sacrificados, y días de ocho mil, y otros cinco mil, la cual carne se comían, y hacían fiesta con ella, después de haber ofrecido el corazón al malo”.
Fray Pedro Simón en su “Historia de la guerra de los indios Pijaos, indígenas de Tierra Firme”, calcula que desde la fundación del Estado azteca (1325) hasta su ocupación por las tropas de Cortés (1521) se cuentan por millones —a lo largo de dos siglos— las víctimas inmoladas a estas divinidades.
Michael Harner, conocido antropólogo estadounidense, estimó en doscientas cincuenta mil personas al año el número de sacrificados. En resumen, se calcula que la cifra anual de ejecuciones superaba con creces los cien mil.
Tomando los números mas moderados, como los cincuenta mil sugeridos por Gomara, encontramos que en un siglo, y sólo considerando la región mesoamericana del continente (excluyendo a los mayas), aztecas y aliados asesinaron más de cinco millones de personas.
RECORD NÚMERO 2: MÁXIMA CANTIDAD DE PERSONAS EJECUTADAS EN CUATRO DÍAS
El asesinato en masa más grande conocido por la humanidad comenzó un día del año 1487, durando cuatro días. El motivo del ¨mega evento¨ era la consagración de la gran pirámide de Tenochtitlán, que había sido construida en cuatro años a base de esclavos. Prescott, protestante y antipático a España, dice que no menos de setenta mil personas fueron ejecutadas para éste solo evento.
Al respecto existe un interesentísimo trabajo de investigación bastante reciente, producido por el canal Discovery Channel, titulado Aztec: Temple of Blood. Esta investigación contó entre sus colaboradores con reputados y prestigiosos expertos de distintas áreas y disciplinas: antropólogos, cirujanos y diseñadores científicos, etc. Lo que allí se había propuesto era comprobar de una forma científica si realmente habían podido los aztecas en 1487 ejecutar a tanta gente en tan corto lapso; o sea, si era físicamente posible a los sacerdotes extraer el corazón de una persona en contados minutos, uno tras otro.
Para el experimento se habían conseguido réplicas casi exactas del cuerpo humano, con la intención de comprobar el tiempo real en el que un cirujano podía extraer un corazón. Utilizando los mismos instrumentos que los indígenas —mediante un cuchillo de obsidiana mandado especialmente a confeccionar— el cirujano logró cortar debajo de las costillas del cuerpo artificial y llegar al corazón por debajo de la caja torácica, desde donde lo extrajo. El tiempo que le tomó, en su segundo intento, fue de solamente ¡diecisiete segundos! Seguramente, si hubiera seguido probando, habría llegado a adquirir, eventualmente, el grado de habilidad y velocidad de los sacerdotes indígenas y su tiempo hubiera sido aun menor. El mentado estudio terminó por confirmar lo que ya había afirmado la antropología y la evidencia documental: los aztecas pudieron asesinar decenas de miles de personas en tan pocos días.
No existen dudas sobre la capacidad de los aztecas para procurarse esclavos y/o cautivos de guerra para sacrificar.
Sabemos que en una sola ocasión llegaban a tomar decenas de miles de prisioneros. Antes de 1487 habían tenido cientos de guerras —que incluso hicieron con el único fin de procurarse esclavos para sacrificios humanos—, especialmente con Moctezuma II. Es posible que para esa ocasión contaran con no menos de doscientos mil prisioneros de guerra.
A esto podemos sumar los esclavos que no eran producto de guerras —a veces comprados en los mercados— y que muchas veces sacrificaban. Las filas que formaban los esclavos hasta el altar donde habrían de ser sacrificados era interminable.
Hayan sido cien mil, cincuenta mil o incluso veinte mil víctimas en cuatro días, tratamos aquí con un record bestial, solo superado por el asesinato en masa de Hiroshima, Nagasaki y Dresden; ambos pertenecientes a la segunda guerra mundial.
RECORD NÚMERO 3: LOS DESGRACIADOS NIÑOS
De los récords mencionados, es éste sin dudas el más da repelúsnte e indignante. Ninguna sociedad en la historia tuvo mayor predilección por la inmolación de niños que los pueblos precolombinos, especialmente mayas,(1) aztecas y chibchas.
Cuando creían habrlo visto todo, los misioneros quedáronse perplejos al constatar la existencia de masivos sacrificios humanos de niños. Si existía una Fiesta particularmente terrorífica al respecto, esta era sin dudas la de Tlaloc, en donde los sacrificados eran exclusivamente niños. Refiriéndose a otros sacrificios que hacían los aztecas en el mes de Atcavalo, escribe Bernardino de Sahagún:
En este mes mataban muchos niños; sacrificándolos en muchos lugares, en las cumbres de los montes, sacándoles los corazones a honra de los dioses del agua, para que les diesen agua o lluvia. A los niños que mataban componíanlos con ricos atavíos para llevarlos a apiolar, y llevávanlos en unas literas sobre los hombros, y las literas iban adornadas con plumajes y con flores; iban tañendo, cantando y bailando delante de ellos. Cuando llevaban a los niños a apiolar, si lloraban y echaban muchas lágrimas, alegrábanse los que los llevaban, porque tomaban pronóstico de que habían de tener muchas aguas ese año. (…) No creo que haya corazón tan duro que oyendo una crueldad tan inhumana, y más que bestial y endiablada como la que arriba queda puesta, no se enternezca y mueva a lágrimas y horror y espanto.(2)
Comenta jovenlandesales Padrón, que era muy común en algunas tribus el ahogamiento de niños, y “que entre los chibchas se ofrecían preferentemente niños, a los que se criaba hasta los quince años en el Templo del Sol, para ser finalmente muertos a flechazos atados a una columna”.(3) A su vez, dice Francisco Clavijero que en la Fiesta de Tlaloc los aztecas sacrificaban exclusivamente niños de ambos sexos, que compraban para la ocasión. Eran dos las formas de hacerlo: a unos los ahogaban en el lago y a otros, niños de seis años, los encerraban en una caverna y los dejaban morir de hambre.(4)
Tomando en consideración que, como se ha reconocido —especialmente en el caso de los aztecas—, tras un exitoso combate se obtenían de una sola vez varios millares de prisioneros y que las guerras eran constantes, cabría preguntar: ¿Qué hubiera sucedido a los súbditos de aquel imperio de no haber llegado los españoles? Podría suponerse, sin temor a exagerar, que habrían desaparecido de la faz de la tierra sin dejar tal vez rastro alguno de su existencia. Probablemente, de no haber prohibido los españoles estas prácticas, las culturas indígenas hubieran desaparecido como lo habían hecho anteriormente los mayas, los teotihuacanos y los toltecas. Es el destino forzoso de los seguidores de falsas religiones.
Sabemos también por González Gimenes de Quesada, Lucas Fernández de Piedrahita y Fray Pedro Simón de la costumbre de varias tribus colombianas, venezolanas y brasileñas de sacrificar niños; particularmente entre panches y muiscas. En general estos niños, junto a otros esclavos, se vendían en distintos mercados de la región, siendo comprados la mayor de las veces para los sacrificios. El religioso Simon da preciso detalle de esta bestial ceremonia: “(…) tendían al muchacho sobre una manta rica en el suelo y alli lo degollaban con unos cuchillos de caña; cogían la sangre en una totuma y con ella untaban algunas peñas (…)”.(5) Fernández de Piedrahita confirma los hechos, diciendo: “(…) abriéndolo vivo y sacándole el corazón y las entrañas, mientras le cantaban sus músicos ciertos himnos que tenían compuestos para aquella bárbara función”.(6)
Por referir otros casos, también practicaron los sacrificios humanos de niños, en forma bastante frecuente, los picunches y los araucanos o mapuches;(7) incluso en épocas bastante recientes, siendo conocido el caso del niño de cinco años asesinado luego del terremoto de Valdivia de 1960; caso que tomó estado público y que causó gran revuelo en su momento.(8)
NOTAS:
1. Esta costumbre es denunciada por la misma National Geographic, en un documental titulado, en español, “Los últimos días del imperio Maya¨, Estados Unidos, 2005. Se halla disponible en: La página a la que intentas acceder no existe - iVoox
2. Bernardino de Sahagún: “Historia General de las Cosas de Nueva España”, Madrid, Dastin, 2001, tomo I, págs. 17-18.
3. jovenlandesales Padrón, Francisco: “Manual de Historia Universal”, tomo V, “Historia General de América”, Madrid, 1962, 62 (referencia al ahogamiento de niños), y 88-89 (ca*so de los Chibchas).
4. Ob. cit., pág. 168.
5. Fray Pedro Simón: “Noticias Historiales de las Conquistas de Tierra Firme en las Indias Occidentales”, Ed. Kelly, Bogotá, 1953, II, pág. 249.
6. Lucas Fernández de Piedrahita: “Historia General de las Conquistas del Nuevo Reino de Granada”, Biblioteca Popular de Cultura Colombiana, Bogotá, 1942, I, págs. 40-41. Consultar también el muy buen artículo “Dos Sacrificios humanos entre los muiscas”, María Lucía Sotomayor, Instituto Colombiano de Antropologia, Bogotá, “Revista Colombiana de Antropología”, vol. XX*VIII, año 1989-1990.
7. “Revista anales”, Universidad de Chile, Séptima Serie, N° 1, mayo 2011. Consultar en:http://www.revistas.uchile.cl/index.php/ANUC/article/view*File/12347/18134. Tanto el P. Rosales (siglo XVII), como el gran historiador chileno José Toribio Medina y el dominico Alfonso Fernández, dieron cuenta de lo mismo.
8. Arturo Zúñiga: “El niño inmolado”, en “El Mercurio”, Santiago de Chile, 15 de agosto de 2001. Consultar el artículo completo en El Niño Inmolado
Cristián Rodrigo Iturralde
Fuente: Revista Cabildo, Noviembre de 2013, edición impresa
CRISTIÁN RODRIGO ITURRALDE en 24 febrero, 2015
Los aztecas ostentan tres tristísimos y lamentables récords históricos que tal vez solo puedan disputarle los comunistas con sus cien millones de ejecutados en setenta años de historia.
El primero de ellos corresponde a la cantidad de víctimas logradas en el tras*curso de dos siglos, el segundo a las logradas en solamente cuatro días, y el tercero se refiere a la inmensa cantidad de niños ejecutados.
Conviene aclarar que la arqueología, la antropología y la etnología moderna se han encargado de confirmar todo cuanto decimos y aseveraron los cronistas americanos. La ciencia ha hablado, y ya no hay lugar para presunciones o debates ideológicos.
RECORD NÚMERO 1: MAYOR CANTIDAD DE EJECUCIONES EN DOS SIGLOS
La cantidad de víctimas variaba mucho de acuerdo con la importancia de la ciudad, del pueblo y de la festividad elegida para el ritual. Fray Juan de Zumarraga y Francisco Clavijero, en 1531, dan cuenta de que sólo en la ciudad de México se sacrifican a los ídolos más de veinte mil víctimas al año.
Fray Juan de Torquemada ubica el numero de asesinados en todo el país por año en 72.244, incluidos veinte mil niños.
El historiador mexicano, el Padre Cuevas, asegura que el número de sacrificios en lo que fue Nueva España, era de cien mil seres humanos cada año.
Varios autores citados por Gomara hablan de cincuenta mil. Tanto Acosta como Herrera aseguran que había días en que llegaban a matarse entre cinco mil y veinte mil personas por día.
Motolinia, describiendo la fiesta del año de Tlascallan, dice que se sacrificaban ochocientos hombres en la ciudad y en la provincia. Francisco Antonio de Lorenzana dice que en Cholula se sacrificaban seis mil niños por año.
Por su parte, Diego Duran, desde su “Historia de las Indias”, después de describir las ceremonias de la coronación de Moctezuma y los sacrificios, dice: “había días de dos mil, tres mil sacrificados, y días de ocho mil, y otros cinco mil, la cual carne se comían, y hacían fiesta con ella, después de haber ofrecido el corazón al malo”.
Fray Pedro Simón en su “Historia de la guerra de los indios Pijaos, indígenas de Tierra Firme”, calcula que desde la fundación del Estado azteca (1325) hasta su ocupación por las tropas de Cortés (1521) se cuentan por millones —a lo largo de dos siglos— las víctimas inmoladas a estas divinidades.
Michael Harner, conocido antropólogo estadounidense, estimó en doscientas cincuenta mil personas al año el número de sacrificados. En resumen, se calcula que la cifra anual de ejecuciones superaba con creces los cien mil.
Tomando los números mas moderados, como los cincuenta mil sugeridos por Gomara, encontramos que en un siglo, y sólo considerando la región mesoamericana del continente (excluyendo a los mayas), aztecas y aliados asesinaron más de cinco millones de personas.
RECORD NÚMERO 2: MÁXIMA CANTIDAD DE PERSONAS EJECUTADAS EN CUATRO DÍAS
El asesinato en masa más grande conocido por la humanidad comenzó un día del año 1487, durando cuatro días. El motivo del ¨mega evento¨ era la consagración de la gran pirámide de Tenochtitlán, que había sido construida en cuatro años a base de esclavos. Prescott, protestante y antipático a España, dice que no menos de setenta mil personas fueron ejecutadas para éste solo evento.
Al respecto existe un interesentísimo trabajo de investigación bastante reciente, producido por el canal Discovery Channel, titulado Aztec: Temple of Blood. Esta investigación contó entre sus colaboradores con reputados y prestigiosos expertos de distintas áreas y disciplinas: antropólogos, cirujanos y diseñadores científicos, etc. Lo que allí se había propuesto era comprobar de una forma científica si realmente habían podido los aztecas en 1487 ejecutar a tanta gente en tan corto lapso; o sea, si era físicamente posible a los sacerdotes extraer el corazón de una persona en contados minutos, uno tras otro.
Para el experimento se habían conseguido réplicas casi exactas del cuerpo humano, con la intención de comprobar el tiempo real en el que un cirujano podía extraer un corazón. Utilizando los mismos instrumentos que los indígenas —mediante un cuchillo de obsidiana mandado especialmente a confeccionar— el cirujano logró cortar debajo de las costillas del cuerpo artificial y llegar al corazón por debajo de la caja torácica, desde donde lo extrajo. El tiempo que le tomó, en su segundo intento, fue de solamente ¡diecisiete segundos! Seguramente, si hubiera seguido probando, habría llegado a adquirir, eventualmente, el grado de habilidad y velocidad de los sacerdotes indígenas y su tiempo hubiera sido aun menor. El mentado estudio terminó por confirmar lo que ya había afirmado la antropología y la evidencia documental: los aztecas pudieron asesinar decenas de miles de personas en tan pocos días.
No existen dudas sobre la capacidad de los aztecas para procurarse esclavos y/o cautivos de guerra para sacrificar.
Sabemos que en una sola ocasión llegaban a tomar decenas de miles de prisioneros. Antes de 1487 habían tenido cientos de guerras —que incluso hicieron con el único fin de procurarse esclavos para sacrificios humanos—, especialmente con Moctezuma II. Es posible que para esa ocasión contaran con no menos de doscientos mil prisioneros de guerra.
A esto podemos sumar los esclavos que no eran producto de guerras —a veces comprados en los mercados— y que muchas veces sacrificaban. Las filas que formaban los esclavos hasta el altar donde habrían de ser sacrificados era interminable.
Hayan sido cien mil, cincuenta mil o incluso veinte mil víctimas en cuatro días, tratamos aquí con un record bestial, solo superado por el asesinato en masa de Hiroshima, Nagasaki y Dresden; ambos pertenecientes a la segunda guerra mundial.
RECORD NÚMERO 3: LOS DESGRACIADOS NIÑOS
De los récords mencionados, es éste sin dudas el más da repelúsnte e indignante. Ninguna sociedad en la historia tuvo mayor predilección por la inmolación de niños que los pueblos precolombinos, especialmente mayas,(1) aztecas y chibchas.
Cuando creían habrlo visto todo, los misioneros quedáronse perplejos al constatar la existencia de masivos sacrificios humanos de niños. Si existía una Fiesta particularmente terrorífica al respecto, esta era sin dudas la de Tlaloc, en donde los sacrificados eran exclusivamente niños. Refiriéndose a otros sacrificios que hacían los aztecas en el mes de Atcavalo, escribe Bernardino de Sahagún:
En este mes mataban muchos niños; sacrificándolos en muchos lugares, en las cumbres de los montes, sacándoles los corazones a honra de los dioses del agua, para que les diesen agua o lluvia. A los niños que mataban componíanlos con ricos atavíos para llevarlos a apiolar, y llevávanlos en unas literas sobre los hombros, y las literas iban adornadas con plumajes y con flores; iban tañendo, cantando y bailando delante de ellos. Cuando llevaban a los niños a apiolar, si lloraban y echaban muchas lágrimas, alegrábanse los que los llevaban, porque tomaban pronóstico de que habían de tener muchas aguas ese año. (…) No creo que haya corazón tan duro que oyendo una crueldad tan inhumana, y más que bestial y endiablada como la que arriba queda puesta, no se enternezca y mueva a lágrimas y horror y espanto.(2)
Comenta jovenlandesales Padrón, que era muy común en algunas tribus el ahogamiento de niños, y “que entre los chibchas se ofrecían preferentemente niños, a los que se criaba hasta los quince años en el Templo del Sol, para ser finalmente muertos a flechazos atados a una columna”.(3) A su vez, dice Francisco Clavijero que en la Fiesta de Tlaloc los aztecas sacrificaban exclusivamente niños de ambos sexos, que compraban para la ocasión. Eran dos las formas de hacerlo: a unos los ahogaban en el lago y a otros, niños de seis años, los encerraban en una caverna y los dejaban morir de hambre.(4)
Tomando en consideración que, como se ha reconocido —especialmente en el caso de los aztecas—, tras un exitoso combate se obtenían de una sola vez varios millares de prisioneros y que las guerras eran constantes, cabría preguntar: ¿Qué hubiera sucedido a los súbditos de aquel imperio de no haber llegado los españoles? Podría suponerse, sin temor a exagerar, que habrían desaparecido de la faz de la tierra sin dejar tal vez rastro alguno de su existencia. Probablemente, de no haber prohibido los españoles estas prácticas, las culturas indígenas hubieran desaparecido como lo habían hecho anteriormente los mayas, los teotihuacanos y los toltecas. Es el destino forzoso de los seguidores de falsas religiones.
Sabemos también por González Gimenes de Quesada, Lucas Fernández de Piedrahita y Fray Pedro Simón de la costumbre de varias tribus colombianas, venezolanas y brasileñas de sacrificar niños; particularmente entre panches y muiscas. En general estos niños, junto a otros esclavos, se vendían en distintos mercados de la región, siendo comprados la mayor de las veces para los sacrificios. El religioso Simon da preciso detalle de esta bestial ceremonia: “(…) tendían al muchacho sobre una manta rica en el suelo y alli lo degollaban con unos cuchillos de caña; cogían la sangre en una totuma y con ella untaban algunas peñas (…)”.(5) Fernández de Piedrahita confirma los hechos, diciendo: “(…) abriéndolo vivo y sacándole el corazón y las entrañas, mientras le cantaban sus músicos ciertos himnos que tenían compuestos para aquella bárbara función”.(6)
Por referir otros casos, también practicaron los sacrificios humanos de niños, en forma bastante frecuente, los picunches y los araucanos o mapuches;(7) incluso en épocas bastante recientes, siendo conocido el caso del niño de cinco años asesinado luego del terremoto de Valdivia de 1960; caso que tomó estado público y que causó gran revuelo en su momento.(8)
NOTAS:
1. Esta costumbre es denunciada por la misma National Geographic, en un documental titulado, en español, “Los últimos días del imperio Maya¨, Estados Unidos, 2005. Se halla disponible en: La página a la que intentas acceder no existe - iVoox
2. Bernardino de Sahagún: “Historia General de las Cosas de Nueva España”, Madrid, Dastin, 2001, tomo I, págs. 17-18.
3. jovenlandesales Padrón, Francisco: “Manual de Historia Universal”, tomo V, “Historia General de América”, Madrid, 1962, 62 (referencia al ahogamiento de niños), y 88-89 (ca*so de los Chibchas).
4. Ob. cit., pág. 168.
5. Fray Pedro Simón: “Noticias Historiales de las Conquistas de Tierra Firme en las Indias Occidentales”, Ed. Kelly, Bogotá, 1953, II, pág. 249.
6. Lucas Fernández de Piedrahita: “Historia General de las Conquistas del Nuevo Reino de Granada”, Biblioteca Popular de Cultura Colombiana, Bogotá, 1942, I, págs. 40-41. Consultar también el muy buen artículo “Dos Sacrificios humanos entre los muiscas”, María Lucía Sotomayor, Instituto Colombiano de Antropologia, Bogotá, “Revista Colombiana de Antropología”, vol. XX*VIII, año 1989-1990.
7. “Revista anales”, Universidad de Chile, Séptima Serie, N° 1, mayo 2011. Consultar en:http://www.revistas.uchile.cl/index.php/ANUC/article/view*File/12347/18134. Tanto el P. Rosales (siglo XVII), como el gran historiador chileno José Toribio Medina y el dominico Alfonso Fernández, dieron cuenta de lo mismo.
8. Arturo Zúñiga: “El niño inmolado”, en “El Mercurio”, Santiago de Chile, 15 de agosto de 2001. Consultar el artículo completo en El Niño Inmolado
Cristián Rodrigo Iturralde
Fuente: Revista Cabildo, Noviembre de 2013, edición impresa