A mí nadie me va a convencer de nada. Sé que es sólo el tiempo lo que me separa del sufrimiento, de la enfermedad y de la fin. También sé que necesito apiolar el tiempo de alguna forma, qué incongruencia ¿verdad? Pues así es este puñetero mundo, una fruta incongruencia en el que aguantamos y aguantamos por inercia, por miedo y porque así nos han educado. Pero jamás de los jamases repetiría esta vida otra vez, no recordando nada. Sólo disfruto de la inefable paz que hay en el sueño y el descanso. Lo demás es cosa camuflada, porque todo lo bueno, desde amar, comer, drojarse, amar y ser amado tiene un precio que sólo eluden pagar aquellos que se largan antes en un afortunado accidente. Que así sea en mi caso.