Los ingenieros de la España posterior a la Guerra Civil acertaron con la construcción de pantanos como reserva hídrica y para producción de energía

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MIGUEL DEL PINO

La España de los pantanos: ¿Recuerdan la "pertinaz sequía"?
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21/8/2022 - 15:49

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Nos encontramos inmersos en una tremenda sequía: la España mediterránea tiene gran experiencia en supervivencia a estas crisis climáticas recurrentes, pero la novedad es que en esta ocasión la sequía no solo es "pertinaz", como se decía en décadas pasadas, sino extensas. Una gran extensión de Europa sufre el fenómeno de la ausencia de lluvias y el descenso de los cauces hidrológicos.

Comencemos por reconocer que el fenómeno climático que vivimos en Europa es excepcional, en España no. La Península Ibérica, y en particular su cuadrante sudeste están, si no permanentemente, al menos periódicamente expuestas a la sequía.

Las políticas hidrológicas europeas que regían en las primeras décadas del siglo XX en la Europa Mediterránea comprendían planes realmente descabellados, como la desecación de humedales, que se consideraban "zonas de malaria"; las marismas del Tíber, en las proximidades de Roma fueron asoladas por las obras de tras*formación en cultivos de arroz planeadas por los ministros de Mussolini.

El soñado "agro pontino" de los ingenieros fascistas demostró ser un gran fracaso cuando las llanuras de desecación supuestamente agrícolas se salinizaron rápidamente quedando inutilizadas para el cultivo y desprovistas de sus funciones ecológicas.

Tampoco la España de Franco se salvaba de esta política de desecación que dominaba en el mundo desarrollado. En nuestro caso, los proyectos de tras*formación de humedales se orientaban hacia la plantación de bosques de eucaliptos; uno de ellos comenzó a invadir nada menos que las marismas de Doñana.

Hubo que esperar hasta el año 1982 para que las políticas internacionales reconocieran la importancia ecológica de las zonas húmedas y establecieran el Convenio de Ramsar, ciudad iraní en que tuvo lugar la firma de un protocolo que reconocía que los ecosistemas húmedos registraban la más alta productividad ecológica y eran por tanto dignos de protección. España fue uno de los primeros países que reconoció y firmó el protocolo de Ramsar.

Pero tras reconocer el fracaso de las políticas anteriores a Ramsar, la España de Franco destacó desde el punto de vista ecológico, aunque entonces no se empleara este término: la construcción de pantanos.

Aunque una oposición a la dictadura que podríamos con el paso del tiempo calificar de humorística, criticara en aquellos tiempos la construcción de pantanos, ante la situación actual de penurias hídrica y energética hay que reconocer que "la España de los pantanos" debe ser vista en la actualidad como previsora y genialmente acertada.

Ya sabemos que los pantanos inundan zonas de cabeceras fluviales que suelen ser bellísimas y que hacen desaparecer construcciones valiosas y en muchas ocasiones antiguas; lo que hay que valorar es si tal sacrificio resulta asumible en comparación con los beneficios energéticos y previsores que implica la acumulación de aguas limpias y elevadas en las cabeceras de valles.

La trampa hidráulica
El antropólogo norteamericano Marvin Harris, en su ensayo Caníbales y reyes se refiere a la necesidad de que las autoridades políticas acierten en la gestión del agua comunitaria en las civilizaciones, desde las remotas mesopotámicas hasta las actuales.

No cabe duda de que los ingenieros de la España posterior a la Guerra Civil acertaron plenamente al establecer la construcción de pantanos como reserva hídrica y la producción de energía basada en la potencial acumulada en las presas y saltos de agua.

En la actualidad, ante la sequía extrema que afecta a nuestros viejos embalses, pensamos que todavía hubiéramos necesitado más y que la política hidráulica española necesita continuidad, bien es verdad que con las correcciones derivadas del avance de los conocimientos ecológicos. Somos el segundo país más montañoso de Europa (el primero es Suiza), y eso nos convierte en uno de los más bellos, pero también en uno de los más ricos en posibilidades de embalsar agua y convertir los saltos hidráulicos en energía.

Lo que se llamó Plan Hidrológico Nacional no era fruto de la ingeniería de la pasada dictadura, sino un complejo proyecto de redistribución hidráulica entre los cuadrantes ibéricos. El Partido Socialista Obrero Español lo derogó al llegar al poder en su penúltimo mandato y lo hizo de forma fulminante, sectaria, ideológica y poco o nada fundamentada desde el punto de vista científico.

No vamos a aceptar todos y cada uno de los puntos en que se basaba el abortado plan, que desde luego no era perfecto: se basaba principalmente en grandes trasvases y eso encierra peligros que no siempre son conocidos por la opinión pública. En dichas opiniones es frecuente considerar que el agua que los ríos llevan al mar "se pierde" sin provecho alguno, lo cual no es cierto.

Si las costas no recibieran el suficiente aporte fluvial en las respectivas desembocaduras, la falta de arenas y otros productos detríticos podría dificultar la formación de playas, de esas playas de tanta importancia para el turismo; toda la ecología litoral se vería modificada, y no para bien. No se trata de evitar que los ríos desemboquen con un caudal suficiente, sino de que se les retire una parte de dicho caudal sin afectar al mínimo necesario de sus aportes al mar.

Otra cosa es redistribuir y evitar las pérdidas excesivas de agua fluvial, aprovechando toda la que se pueda retener para su uso agrícola y para el consumo humano. El tema es extraordinariamente complejo y una vez más debe ser la voz de la Ciencia, en este caso de los geólogos, la que se escuche de manera dominante.

Es posible que la solución a la "trampa hidráulica" de Marvin Harris se encuentre más en la suma de numerosos proyectos de trasvase y embalse de dimensiones moderadas, y perfectamente calibradas, que en proyectos faraónicos de gran tamaño. El problema de la derogación fulminante del Plan hidrológico es que se hizo sin pensar en otras posibles soluciones de futuro: sin previsión, y así estamos en estos momentos.

Miguel del Pino, catedrático de Ciencias Naturales


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