La central nuclear de Fukushima explotó en marzo de 2011. Unos días después de la catástrofe, el portavoz de la OMS [Organización Mundial de la Salud] anuncia que los riesgos para la salud de las poblaciones civiles que viven fuera de Japón son bastante reducidos. Sin embargo, teniendo en cuenta la historia de la OMS en materia nuclear, ¿se puede realmente confiar en él?
Los grupos de presión militares-nucleares están al mando de la AIEA y de la OMS
«Desde la firma del Acuerdo OMS-AIEA (WHA 12-40) el 28 de mayo de 1959, la OMS parece estar subordinada a la Agencia Internacional de la Energía atómica (AIEA), en lo que concierne a la radiactividad artificial y particularmente al estudio de las consecuencias sanitarias de la explosión de Chernóbil. […] Profesionales de la salud» [1]).
Por tal razón, el 26 de abril de 2007, la ONG Infancia de Chernóbil-Bielorrusia, la CRIIRAD [Comisión de investigación e información independientes sobre la radiactividad], la Red Salir de lo Nuclear, la ContrAtom de Ginebra (entre otras muchas ONG) lanzaron un llamamiento a favor de la independencia de la OMS. El acuerdo del 28 de mayo de 1959 obliga a la OMS a consultar previamente a la AIEA antes de hacer cualquier declaración pública sobre los problemas de salud relacionados con lo nuclear, con el fin de «resolver el asunto de común acuerdo». El artículo III prevé «tomar medidas de restricción para el carácter confidencial de algunos documentos». La misma AIEA está bajo la influencia de la industria nuclear civil (AREVA) y militar. Anteriormente, la OMS ya había sido sometida a la presión de los lobbies tabaqueros, del amianto (Saint-Gobin), a la de los laboratorios farmacéuticos, etc. [2].
En 1995, la OMS había organizado un coloquio sobre las consecuencias de Chernóbil, con 700 investigadores, médicos, científicos. Michel Fernex, el representante de la Asociación de médicos para la prevención de la guerra nuclear (IPPWN) afirma que las actas de este coloquio han sido simple y llanamente censuradas. Los lobbies nucleares y la Agencia internacional de la energía atómica ejercieron toda su potente influencia para que no se publicaran las intervenciones y las minutas de este encuentro. El entonces Director General de la OMS, el doctor Nakajima confirmó, en un programa de la Televisión suiza italiana de 2001, que la censura de las actas es consecuencia de los vínculos jurídicos entre la OMS y la AIEA (…). Esta última «depende del Consejo de Seguridad, desde donde coordina la promoción de la energía nuclear comercial. Mientras que la OMS y otras agencias dependen únicamente del Consejo Económico y Social» [3].
En realidad, para los Estados miembros del Consejo de seguridad, como los Estados Unidos o Francia, el desarrollo de la industria nuclear civil está íntimamente ligado a la industria nuclear militar. Dominique Lorentz comenta que desde la Segunda Guerra Mundial, a fin de consolidar el campo anticomunista, los Estados Unidos compartieron con Francia los secretos de la tecnología nuclear, y por su intermedio, con varias naciones. En particular con Israel, África del Sur (durante el apartheid), Irán, Iraq [4]. Paradójicamente, la supuesta existencia de armamento nuclear fue el motivo principal de la guerra contra Iraq en 2003. El Estado francés y Nicolás Sarkozy incrementaron aún más la diseminación nuclear, negociando la venta de centrales nucleares a Libia en 2007.
«En cuestión de proyectos de investigación, «resolver el asunto de común acuerdo», es quitarle toda libertad a la OMS en el ámbito de los accidentes nucleares.» El anexo al programa de las Conferencias de la OMS de Ginebra menciona que, «a principios de 1990 el ministerio soviético de la salud pidió a la OMS poner en pie un programa de ayuda internacional. Mayo de 1991 Finalización del proyecto internacional por parte de AIEA». Así pues, fue la AIEA quien entregó los planes que el Ministerio de Salud de URSS pidió a la OMS. Esto explica por qué no se mencionaron las consecuencias genéticas, cuya importancia se conoce desde la publicación en 1957 de los resultados de una investigación encargada por la OMS acerca de los «Efectos genéticos de las radiaciones en el hombre». Para la AIEA el tema de la caries dentales y la salud buco-dentaria son más importantes» [5].
En 1995 la AIEA ponía en tela de juicio las muertes y los cánceres de tiroides de los niños que viven en las proximidades de Chernóbil. A partir de 1996, gracias a la presión de investigadores y asociaciones, las cifras oficiales empezaron a evolucionar.
En la conferencia de la OMS de Kiev, del 4 al 8 de junio de 2001, A. González, representante la Agencia Internacional para la Energía Atómica (AIEA), declaró que » Chernóbil causó 31 muertes, 2000 cánceres evitables de la tiroides en los niños y que hasta el día de hoy no existe prueba alguna, validada internacionalmente, referente al impacto sobre la salud pública por exposición (a las radiaciones) que pueda atribuirse a Chernóbil » [6]. Sin embargo, hubo entre 600.000 y 800.000 «liquidadores», bomberos, militares, civiles, que se encargaron de reparar las averías causadas por la explosión nuclear de la central y hacer desaparecer todo rastro de los efectos de la catástrofe, exponiéndose directamente a las radiaciones [7]. Según el diputado de Bielorrusia, A. E Volkov, en su país se registró un 85% de niños enfermos en las regiones contaminadas; antes de la explosión constituían sólo un 15% [8]. En 2001, el jefe médico de la Federación Rusa señalaba que había fallecido un 10% de los 184.175 liquidadores rusos y que un tercio sufría invalidez. Ucrania proveyó 260.000 liquidadores. «Según el comunicado de prensa de la Embajada de Ucrania en Paris publicado el 25 abril del 2005, 94,2% de ellos estaban enfermos en el 2004. Durante la Conferencia de Kiev en el 2001, se supo que el 10% de estos trabajadores seleccionados (la mitad de ellos eran jóvenes militares), habían fallecido, y el tercio estaban gravemente inválidos. La Embajada de Ucrania contaba con 87,85% de enfermos entre los habitantes de los territorios contaminados por la radiactividad. La proporción de enfermos iba aumentando cada año (www.independantwho.info, 02 12 2007).» Finalmente, según Alla Yarochinskaga hubo » 70.000 mineros de los que una mayoría murió instalando los tubos de enfriamiento bajo la losa del reactor para evitar una explosión termonuclear» [9].
En la misma tónica, entre 1960 y 1996, Francia no dudó en realizar 193 pruebas militares nucleares experimentales a escala real. Aparentemente también pretendía estudiar el impacto de la radioactividad nuclear sobre el ser humano. » Cerca de 150.000 personas participaron, en tanto que personal civil y militar, a los 210 ensayos nucleares franceses – unos 50 a cielo abierto – realizados en el Sahara argelino entre 1960 y 1962 y en la Polinesia francesa, en los atolones de Mururoa y Fangataufa, entre 1960 y 1996 «. El ejército francés detonó explosiones nucleares experimentales sin proteger suficientemente a los asalariados, que pertenecían a la población local, y a los soldados franceses. El 27 de abril de 2009, los tribunales examinaron los expedientes de ocho demandantes, de los cuales tres todavía eran «sobrevivientes». El 26 de noviembre de 2008, el Ministro de Defensa Hervé Morin había reconocido que estos ensayos habían originado enfermedades y anunció una ley de indemnización de las víctimas de los ensayos nucleares franceses en el Sahara y en la Polinesia.
La URSS, China y los Estados Unidos también hicieron pruebas nucleares. Entre enero de 1951 y 1962, detonaron más de 100 explosiones atómicas al aire libre en el desierto de Nevada [10]. En 1980, en Salt Lake City, 1992 demandantes acusaron a la administración central estadounidense de ser responsable de las enfermedades ocasionadas por dichas explosiones, sin embargo, el número de personas afectadas supera esa cifra. Algunos consideran que para poner fin a la guerra contra Japón, las bombas nucleares sobre Hiroshima y Nagasaki no eran imprescindibles. Consideran que el gobierno de los Estados Unidos sacrificó millares de civiles con fines de experimentación en poblaciones, pero sobre todo, con el objetivo de exhibir su nuevo poder y así valerse de una futura ventaja psicológica ante un país que no dispusiera de la bomba nuclear. Efectivamente, una sola bomba hubiera bastado. Vemos pues, de nuevo, que en general el poder de los intereses militaro-industriales pasa antes que el interés de los pueblos.
Los grupos de presión militares-nucleares están al mando de la AIEA y de la OMS
«Desde la firma del Acuerdo OMS-AIEA (WHA 12-40) el 28 de mayo de 1959, la OMS parece estar subordinada a la Agencia Internacional de la Energía atómica (AIEA), en lo que concierne a la radiactividad artificial y particularmente al estudio de las consecuencias sanitarias de la explosión de Chernóbil. […] Profesionales de la salud» [1]).
Por tal razón, el 26 de abril de 2007, la ONG Infancia de Chernóbil-Bielorrusia, la CRIIRAD [Comisión de investigación e información independientes sobre la radiactividad], la Red Salir de lo Nuclear, la ContrAtom de Ginebra (entre otras muchas ONG) lanzaron un llamamiento a favor de la independencia de la OMS. El acuerdo del 28 de mayo de 1959 obliga a la OMS a consultar previamente a la AIEA antes de hacer cualquier declaración pública sobre los problemas de salud relacionados con lo nuclear, con el fin de «resolver el asunto de común acuerdo». El artículo III prevé «tomar medidas de restricción para el carácter confidencial de algunos documentos». La misma AIEA está bajo la influencia de la industria nuclear civil (AREVA) y militar. Anteriormente, la OMS ya había sido sometida a la presión de los lobbies tabaqueros, del amianto (Saint-Gobin), a la de los laboratorios farmacéuticos, etc. [2].
En 1995, la OMS había organizado un coloquio sobre las consecuencias de Chernóbil, con 700 investigadores, médicos, científicos. Michel Fernex, el representante de la Asociación de médicos para la prevención de la guerra nuclear (IPPWN) afirma que las actas de este coloquio han sido simple y llanamente censuradas. Los lobbies nucleares y la Agencia internacional de la energía atómica ejercieron toda su potente influencia para que no se publicaran las intervenciones y las minutas de este encuentro. El entonces Director General de la OMS, el doctor Nakajima confirmó, en un programa de la Televisión suiza italiana de 2001, que la censura de las actas es consecuencia de los vínculos jurídicos entre la OMS y la AIEA (…). Esta última «depende del Consejo de Seguridad, desde donde coordina la promoción de la energía nuclear comercial. Mientras que la OMS y otras agencias dependen únicamente del Consejo Económico y Social» [3].
En realidad, para los Estados miembros del Consejo de seguridad, como los Estados Unidos o Francia, el desarrollo de la industria nuclear civil está íntimamente ligado a la industria nuclear militar. Dominique Lorentz comenta que desde la Segunda Guerra Mundial, a fin de consolidar el campo anticomunista, los Estados Unidos compartieron con Francia los secretos de la tecnología nuclear, y por su intermedio, con varias naciones. En particular con Israel, África del Sur (durante el apartheid), Irán, Iraq [4]. Paradójicamente, la supuesta existencia de armamento nuclear fue el motivo principal de la guerra contra Iraq en 2003. El Estado francés y Nicolás Sarkozy incrementaron aún más la diseminación nuclear, negociando la venta de centrales nucleares a Libia en 2007.
«En cuestión de proyectos de investigación, «resolver el asunto de común acuerdo», es quitarle toda libertad a la OMS en el ámbito de los accidentes nucleares.» El anexo al programa de las Conferencias de la OMS de Ginebra menciona que, «a principios de 1990 el ministerio soviético de la salud pidió a la OMS poner en pie un programa de ayuda internacional. Mayo de 1991 Finalización del proyecto internacional por parte de AIEA». Así pues, fue la AIEA quien entregó los planes que el Ministerio de Salud de URSS pidió a la OMS. Esto explica por qué no se mencionaron las consecuencias genéticas, cuya importancia se conoce desde la publicación en 1957 de los resultados de una investigación encargada por la OMS acerca de los «Efectos genéticos de las radiaciones en el hombre». Para la AIEA el tema de la caries dentales y la salud buco-dentaria son más importantes» [5].
En 1995 la AIEA ponía en tela de juicio las muertes y los cánceres de tiroides de los niños que viven en las proximidades de Chernóbil. A partir de 1996, gracias a la presión de investigadores y asociaciones, las cifras oficiales empezaron a evolucionar.
En la conferencia de la OMS de Kiev, del 4 al 8 de junio de 2001, A. González, representante la Agencia Internacional para la Energía Atómica (AIEA), declaró que » Chernóbil causó 31 muertes, 2000 cánceres evitables de la tiroides en los niños y que hasta el día de hoy no existe prueba alguna, validada internacionalmente, referente al impacto sobre la salud pública por exposición (a las radiaciones) que pueda atribuirse a Chernóbil » [6]. Sin embargo, hubo entre 600.000 y 800.000 «liquidadores», bomberos, militares, civiles, que se encargaron de reparar las averías causadas por la explosión nuclear de la central y hacer desaparecer todo rastro de los efectos de la catástrofe, exponiéndose directamente a las radiaciones [7]. Según el diputado de Bielorrusia, A. E Volkov, en su país se registró un 85% de niños enfermos en las regiones contaminadas; antes de la explosión constituían sólo un 15% [8]. En 2001, el jefe médico de la Federación Rusa señalaba que había fallecido un 10% de los 184.175 liquidadores rusos y que un tercio sufría invalidez. Ucrania proveyó 260.000 liquidadores. «Según el comunicado de prensa de la Embajada de Ucrania en Paris publicado el 25 abril del 2005, 94,2% de ellos estaban enfermos en el 2004. Durante la Conferencia de Kiev en el 2001, se supo que el 10% de estos trabajadores seleccionados (la mitad de ellos eran jóvenes militares), habían fallecido, y el tercio estaban gravemente inválidos. La Embajada de Ucrania contaba con 87,85% de enfermos entre los habitantes de los territorios contaminados por la radiactividad. La proporción de enfermos iba aumentando cada año (www.independantwho.info, 02 12 2007).» Finalmente, según Alla Yarochinskaga hubo » 70.000 mineros de los que una mayoría murió instalando los tubos de enfriamiento bajo la losa del reactor para evitar una explosión termonuclear» [9].
En la misma tónica, entre 1960 y 1996, Francia no dudó en realizar 193 pruebas militares nucleares experimentales a escala real. Aparentemente también pretendía estudiar el impacto de la radioactividad nuclear sobre el ser humano. » Cerca de 150.000 personas participaron, en tanto que personal civil y militar, a los 210 ensayos nucleares franceses – unos 50 a cielo abierto – realizados en el Sahara argelino entre 1960 y 1962 y en la Polinesia francesa, en los atolones de Mururoa y Fangataufa, entre 1960 y 1996 «. El ejército francés detonó explosiones nucleares experimentales sin proteger suficientemente a los asalariados, que pertenecían a la población local, y a los soldados franceses. El 27 de abril de 2009, los tribunales examinaron los expedientes de ocho demandantes, de los cuales tres todavía eran «sobrevivientes». El 26 de noviembre de 2008, el Ministro de Defensa Hervé Morin había reconocido que estos ensayos habían originado enfermedades y anunció una ley de indemnización de las víctimas de los ensayos nucleares franceses en el Sahara y en la Polinesia.
La URSS, China y los Estados Unidos también hicieron pruebas nucleares. Entre enero de 1951 y 1962, detonaron más de 100 explosiones atómicas al aire libre en el desierto de Nevada [10]. En 1980, en Salt Lake City, 1992 demandantes acusaron a la administración central estadounidense de ser responsable de las enfermedades ocasionadas por dichas explosiones, sin embargo, el número de personas afectadas supera esa cifra. Algunos consideran que para poner fin a la guerra contra Japón, las bombas nucleares sobre Hiroshima y Nagasaki no eran imprescindibles. Consideran que el gobierno de los Estados Unidos sacrificó millares de civiles con fines de experimentación en poblaciones, pero sobre todo, con el objetivo de exhibir su nuevo poder y así valerse de una futura ventaja psicológica ante un país que no dispusiera de la bomba nuclear. Efectivamente, una sola bomba hubiera bastado. Vemos pues, de nuevo, que en general el poder de los intereses militaro-industriales pasa antes que el interés de los pueblos.