Alguna culpa tenemos nosotros. Es cierto que el sistema impone unos mínimos de esfuerzo personal que nos permiten no quedar en la exclusión social pero también es cierto que los compromisos familiares y la tenencia de hijos en particular, espantan a la mayoría de la gente. La "diversión" no tiene fecha de caducidad y se quiere llegar a las edades límite para tener hijos siendo tantas veces imposible. La adolescencia no termina hasta bien entrada la veintena y la juventud se planta en los cuarentaypico sin mayores esfuerzos. Cuando se quiere reaccionar uno se plantea si se ve capaz de aguantar a un mocoso con cincuenta años o a un adolescente con sesenta. La teoría victimizantes que eluden decir toda la verdad, son lo mismo pero en sentido contrario. Por desgracia la sustitución será un hecho en treinta años y el sistema no se detendrá habiendo tantas manos disponibles aunque haya que buscarlas en los lugares más inopinados. No niego que exista algún interés perverso en ello pero no puedo evitar pensar que el cortoplacismo economicista de esta sociedad de la que todos formamos parte, tiene mucho que ver con todo. Criar hijos es caro y además esos hijos nacen con unas expectativas laborales y económicas elevadas. De otro lado está el coste de la vida y el imperativo de trabajar el homnre y la mujer para garantizar ciertas estabilidad económica al precio de sacrificar todo lo demás, sin olvidar que para la mujer de hoy es más importante competir con el hombre que aceptar su condición de futuras madres, y para el hombre actual es más importante la libertad sensual que ningún compromiso familiar. Todos somos culpables.