Los EEUU, tras el estallido de la burbuja

Colin W. Smith

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Los EEUU, tras el estallido de la burbuja
Mike Whitney · · · · ·

10/03/08


"Las condiciones de los mercados son las peores que puedan recordarse en esta industria. No creo que nadie guarde memoria de una total desaparición de la liquidez... Hay miles de millones de dólares en acciones para las que no hay Mercado". Alain Grisay, jefe ejecutivo de la consultora londinense F&C Asset Management Plc, en declaraciones a Bloomberg News.

El huracán que empezó con las hipotecas subprime ha avanzado por los mercados crediticios provocando desastres en los bonos municipales, en los fondos hedge de derivados financieros, en las inversiones estructuradas complejas y en la agencia pública de la deuda (Fannie Mae). Ahora mismo, las primeras ráfagas de fuerza 5 están llegando a la economía real, en donde se esperan daños generalizados. El Departamento de Trabajo [de los EEUU] informaba el pasado viernes de que los empresarios estadounidenses habían recortado 63.000 empleos en febrero, la mayor bajada mensual en cinco años. Los recortes de nóminas venían a añadirse a los 22.000 puestos de trabajo perdidos en enero. Se recortaron 52.000 puestos de trabajo en el sector manufacturero y otros 331.000 se han perdido en el sector de la construcción desde el mes de septiembre de 2006.





El Departamento de Trabajo informó también el miércoles de que la productividad laboral se desaceleró significativamente en el último trimestre de 2007. Cuando se ralentiza la productividad, crecen los costos laborales, lo que contribuye a las presiones inflacionarias. Lo que supone un obstáculo añadido para que las bajadas de los tipos de interés por parte de la Fed estimulen la economía sin provocar la temida "estancflación" (bajo crecimiento con precios al alza).





Las noticias procedentes del sector de la construcción son igualmente desoladoras. El Wall Street Journal informa: "Por Segundo mes consecutivo, el departamento de Comercio dio a conocer una bajada del gasto en construcción no-residencial.. Señales preocupantes se multiplicaron a fines de año. A medida que crecían las dificultades en los mercados crediticios, el espacio dedicado a oficinas vendido en el cuarto trimestre bajó un 42% en relación con el pasado año, y las ventas de establecimientos comerciales bajaron un 31%, según Real Capital Analytics, un grupo de investigación de la propiedad inmobiliaria... Si sigue desacelerándose el gasto, los trabajadores de la construcción, que están siendo arrollados por el ralentizamiento inmobiliario, se enfrentarán a más despidos". ("Building Slowdown Goes Commercial", Wall Street Journal.)





La propiedad inmobiliaria comercial es está ya a los alcances. Hay una tremenda sobreoferta de espacios de venta al detalle en todo el país, y la sangría no ha hecho sino comenzar. Los constructores han seguido levantado grandes complejos comerciales y edificios de oficinas, a pesar de que la construcción de vivienda se ha desplomado. Ahora, los atribulados bancos tienen que embargar miles de edificios vacíos en centros comerciales diezmados, sin la menor posibilidad de poder alquilarlos en un futuro razonable. Es un desastre. Entre diciembre de 2007 y febrero de 2008, el gasto en construcción comercial conoció su nivel más bajo en 14 años. El súbito desplome viene a engrosar más y más las filas de desempleados.





¿Qué quiere decir todo esto? Crece el desempleo, baja la productividad, aumenta la inflación, se desploma el dólar, la propiedad inmobiliaria comercial está por los suelos y el país se desliza inexorablemente hacia la recesión.





En lo tocante al mercado de la vivienda:





"La vivienda conoce su 'desplome más profundo y rápido desde la Gran Depresión', dijo el pasado jueves el economista en jefe de la NAHB [Asociación nacional de constructores de vivienda, por sus siglas en inglés], y el actual momento de bajada de los precios de la vivienda parece estar acelerándose.





"La vivienda está en situación de fuerte contracción, y será otro lastre importante y grave para la economía en el primer trimestre", dijo David Seiders, el economista en jefe de la NAHB ("Rapid Deterioration", MarketWatch).





La venta de vivienda ha caído un 65% desde su pico de 2005. El acúmulo de invencidos es espectacular. El número de viviendas vacías se acerca ahora a los 2 millones; 800.000 más que en 2005. La demanda es débil, y los precios se desploman. Entretanto, la Rsereva Federal y la administración Bush se aprestan a ingeniar un plan que evite a los propietarios de vivienda tener que hacer las maletas para librarse de sus hipotecas. ¿Mas qué pueden hacer? Reducir, como recomienda Bernanke, el valor de los activos que respaldan las hipotecas y enfrentarse a años de pleitos con los tenedores de bonos que compraron activos financieros hipotecariamente respaldados en otros términos? ¿O permitirán que el mercado haga su trabajo de limpieza y eche a la calle, sólo en 2008, a 2 millones de propietarios de viviendas? El desinflamiento de la burbuja inmobiliaria ha sido finalmente percibido por la economía real. El valor de los activos de la vivienda se está evaporando, lo que presiona a la baja el gasto de los consumidores y provoca la disminución del PIB. También el dólar está en una bajada histórica, y crisis crediticia inmanejable ha desjarretado los mercados financieros. Los expertos predicen ahora que el gasto no se recuperará hasta que los precios de la vivienda dejen de bajar, lo que podría no ocurrir hasta fines de 2009. Cuando Japón experimentó una catástrofe similar crediticio-inmobiliaria, tardó una década en recuperarse. No hay razón ara creer que la presente crisis tendrá un desenlace más rápido.





El pasado viernes, el gigante bancario [suizo] USB estimó que los daños crediticios terminarán por costar a las instituciones financieras 600 mil millones de dólares, tres veces más que su estimación inicial de 200 mil millones de dólares. Pero el pronóstico de USB no toma en cuenta los 6 billones de dólares de valores inmobiliarios perdidos, si el pecio de la vivienda cae un 30% en los próximos dos años (lo que es harto probable). Ni toma en cuenta tampoco las potenciales pérdidas en el mercado de las finanzas estructuradas, en donde han quedado en situación de congelación profunda 7,8 billones de préstamos (ahora en situación de pooled securities [activos financieros puestos en un fondo común]). No hay forma de saber la cantidad de capital que será drenado del sistema antes de que termine todo este proceso, pero si se perdieron 17 billones de dólares con el estallido de la burbuja del punto com, está fuera de duda que esa cifra se verá ahora superada por mucho.





La burbuja inmobiliaria era de todo punto evitable. Lo que la hizo inevitable fueron las políticas de la Reserva Federal. Fijando tipos de interés por debajo de la inflación durante casi 3 años, Greenspan provocó la especulación inmobiliaria y creó una ilusión de prosperidad. En realidad, no fue otra cosa inflación de activos alimentada por la expansión de la deuda. Las acciones de la Fed iban de la mano de una revocación de la legislación regulatoria que prohibía a los bancos zascandilear con el comercio de activos financieros. Una vez cambiadas las leyes, los bancos quedaron en libertad para trapichear y ofrecer sus activos financieros hipotecariamente respaldados a inversores de todo el mundo. (Los bonos hipotecariamente respaldados de tipo A –los mejor valorados por las agencias de estimación del riesgo— ¡se comercian en estos momentos a un 13% de su valor nominal!) Ahora, esos bonos demediados pululan por doquier, tornando disfuncionales amplias zonas del sistema financiero.





Como los inversores siguen huyendo de cualquier cosa remotamente vinculada a las hipotecas, el precio del riesgo –medido por la difusión de los bonos comerciales corporativos— se ha disparado. De hecho, los inversores están rechazando incluso las hiperextendidas GSE [empresas hipotecarias patrocinadas por el gobierno, por sus siglas en inglés], como Fannie Mae y Freddie Mac. A medida que sigan aumentando los abandonos hogares hipotecados, la aversión al riesgo se intensificará, desencadenando un huracán de apuestas apalancadas en los fondos hedge de derivados financieros y extendiendo la parálisis de los mercados financieros.





No hay la menor duda de que la tormenta actualmente en curso en el mundo financiero acabará poniendo de rodillas a Wall Street. Acaso sea éste un buen momento para recordar que el 24 de marzo de 2000 el índice NASDAQ alcanzaba un pico de 5.048 puntos. El 9 de octubre de 1002, se desplomaba a 1.114; una pérdida rayana en el 80%. ¿Podría volver a ocurrir?





Se admiten apuestas. Lo esperable es un índice Dow en torno a los 7.000 a fines de este año.





El Wall Street publicó el pasado jueves un artículo dando cuenta del modo en que la reunión de Basilea (Suiza) había cambiado los criterios, dando a los bancos mayor autonomía para decidir asuntos hasta entonces gobernados con estrictas regulaciones:





"Algunos de los banqueros más importantes dedicaron cerca de una década a diseñar nuevas reglas para ayudar a las instituciones financieras globales a mantenerse fuera de perturbaciones... Su primera exigencia: los bancos deberían tener mayor libertyad para decidir por sí mismos el nivel los niveles aceptables de riesgo, puesto que están en mejores condiciones para ello que los reguladores." ("Mortgage Fallout Exposes Holes in New Bank-risk Rules", Wall Street Journal.)





Es un típico caso de astutas que deciden quién debe vigilar el gallinero.





El Comité de Baslea para la Supervisión Bancaria es un grupo dirigido por banqueros, incluidos los gobernadores de los Bancos Centrales del G-10, Bélgica, Canadá, Francia, Italia, Japón, Holanda, Suecia, Suiza, Gran Bretaña y EEUU. Se supone que este Comité de Basilea fija las reglas oportunas para garantrizar que los bancos tengan una capitalización suficiente, de modo que los depositantes estén protegidos. Pura ficción. Parece más centrado en mantener el dominio estadounidense y europeo sobre el mundo en vías de desarrollo y en asegurar que las palancas del poder financiero sigan en las manicuradas patas de los mandarines bancarios occidentales.





Ahora que el sistema financiero se halla en una enfermedad terminal mucha gente se cuestiona la sabiduría de dejar tanto poder en manos de organizaciones que no actúan movidas por el interés público. Thomas Jefferson anticipó este escenario y lanzó un aviso sobre los peligros de abdicación de la soberanía en favor de unos banqueros movidos por el beneficio y no elegidos por nadie. Dijo:





"Si el pueblo americano llega alguna vez a permitir que los bancos controlen la emisión de nuestra moneda, primero a través de la inflación, y luego, por la deflación, los bancos y las empresas que prosperarán a consecuencia de ellos privarán al pueblo de toda propiedad, hasta que sus hijos se despertarán un día sin hogar en el continente que conquistaron sus padres."





A pesar de que la nación está ahora camino de un aterrizaje forzoso, los bancos sólo están interesados en hallar la manera de salvarse ellos. La semana pasada, el New York Times reveló una "propuesta confidencial" del Bank of America a los miembros del Congreso para que pidieran al gobierno de EEUU que garantizara 739 mil millones de dólares en hipotecas que están "en riesgo moderado o alto" de jovenlandesesidad, a fin de salvar a los bancos de potenciales pérdidas. El jueves, el congresista republicano Barney Frank –actuando en interés de sus mandantes banqueros— hizo un llamamiento precisamente en este sentido en la Camara de representantes, diciendo que el Congreso debería considerar la posibilidad de comprar algunas de esas hipotecas fallidas para ayudar a los esforzados propietarios de viviendas. Mas ¿por qué debería pagar el contribuyente por los errores de bancos privados, sobre todo cuando esos bancos han estado defraudando al público miles de millones de dólares mediante la venta de activos financieros subprime carentes de valor?





La Fed ya ha rebajado los tipos de sus fondos en 2,25 puntos base, hasta el 3% (más de un punto por debajo de la actual tasa de inflación), para ayudar a los bancos a recuperar parte de las pérdidas derivadas de sus malas apuestas. Bernanke ha abierto también una Oficina de Subasta Temporal (TAF, por sus siglas en inglés), que permite a los bancos usar activos financieros respaldados hipotecariamente (MBS, por sus siglas en inglés) y otras inversiones estructuradas como colateral al 85% de su valor nominal (a pesar de que los bonos no valen sino unos centavos por dólar en el mercado abierto). Hasta ahora, la TAF ha prstado en secreto 75 mil millones de dólares a bancos que se habían quedado sin capital, los cual, piensa Bernanke, es un desarrollo positivo. Pero ¿porqué le parece positivo al jefe de la Fed que los mayores bancos de inversión del país necesiten tomar a préstamo miles de millones de dólares a tasas de interés pactadas sólo para mantener la solvencia? La verdad es que muchos de los bancos no hacen con ello sino falsear sus desmayados balances para poder rastrear el planeta en busca de inversores que compren sus franquicias.





El jueves Bernanke se dirigió a la Comunidad Independiente de Banqueros de América exhortándoles a tomar las medidas necesarias para impedir que los propietarios de viviendas desvalorizadas salieran de sus hipotecas. Junto a la propuesta de "congelación de tipos de interés" en las hipotecas de tipo variable (ARM, por sus siglas en inglés), el jefe de la Fed sugirió que los prestamistas rebajaran el principal de las hipotecas, a fin de lograr que los propietarios de viviendas mantuvieran los pagos nominales sobre sus préstamos. Pero es claro que abandonar es la mejor elección para muchos propietarios que, de otra manera, quedarían encadenados de por vida a un activo en constante desvalorización. Los propietarios de viviendas tendrían que basar su decisión en lo que mejor satisface su interés financiero a largo plazo, igual que hacen los banqueros. Si eso significa abandonar el hogar hipotecado, eso es lo que deberían hacer. El propietario de vivienda no es en absoluto responsable de los problemas dimanantes del timo de los activos financieros subprime. Éste fue obra exclusiva de los banqueros.





La FIDC (Corporación federal aseguradora de los depósitos, por sus siglas en inglés) ha comenzad a incrementar su personal en muchas de sus oficinas regionales, a fin de enfrentarse con la prevista ola de quiebras bancarias en los estados más duramente afectados por el estallido de la burbuja inmobiliaria. California, Florida y partes del suroeste necesarián, de fijo, la mayor atención. En esos estados está en curso una depresión inmobiliaria, y muchos de los pequeños bancos que ofrecían hipotecas y préstamos comerciales inmobiliarios se enfrentan inexorablemente a problemas. Les falta, sencillamente, capital capaz de amortiguar el golpe del venidero tsunami de quiebras y abandonos de hipoteca. Los depositantes de esos bancos deberían cerciorarse de que las normas de la FDIC cubren todos sus ahorros, porque no se aseguran más de 100.000 dólares por cuenta.





Los mercados monetarios no están asegurados





Las naciones del G-7 aseguraron también la pasada semana que si persisten los movimientos "irracionales", tomarán "medidas colectivas adecuadas para calmar los mercados financieros". El grupo añadió que las medidas tomadas lo serían en secreto, para mayor efectividad de las mismas. La situación tiene que ser verdaderamente desesperada para que los ministros de finanzas del G-7 lancen la advertencia pública de que se preparan para intervenir en el mercado para evitar una catástrofe. Es estupefaciente. No especificaron si estaban hablando de sostener el tambaleante billete verde o de la adquisición de futuros en los mercados de activos, a modo de un Equipo Global de Prevención del Desplome. Sin embargo, sus comentarios abundan en la creciente percepción de que las cosas están fuera de control y en rápido proceso de deterioro.





Con el petróleo, el oro y los precios de los productos alimentarios disparados, la Fed se ha visto frontalmente criticada por su recortes de tipos y contribución a una ulterior erosión del dólar. (Esta mañana, el dólar ha caído a 1,53$ por 1 euro.) Pero lleva razón Bernanke; el verdadero peligro es la deflación. Estamos en puertas de una recesión originada en el desplome del consumo, caracterizada por baja demanda, magros ahorros personales, valores de activos a la baja (particularmente en vivienda) y sobreendeudamiento. Los incrementos de suministro monetario por parte de la Fed a través de unos bajos tipos de interés no tendrán efecto sobre el espectacular declive que se hará evidente a lo largo de este año. Billones de dólares de derivados financieros, activos subprime apalancados y otras malas apuestas vien juntos en avalancha, drenando de la economía un océano de capital virtual. Si el el ritmo de destrucción del crédito sigue como ahora, el país colapsará en una crisis de tipo recesivo en 2009. Grez Ip, del Wall Street Journal, lo presenta así en su artículo "For the Fed, a Recession—Not Inflation—Poses Greater Threat" [Para la Fed, la mayor amenaza viene de la recesión, no de la inflación]:





"Bien; ¿por qué la Fed está más preocupada por el crecimiento que por la inflación? Primero, porque piensa que el alza en los precios de las mercancías explica los incrementos, no solo de la inflación general, sino también de la inflación subyacente: el aumento de los precios de la energía se ha 'comunicado' a otros bienes y servicios. La inflación subyacente subre y baja con la inflación energética entre principios de 2006 y mediados de 2007, y la Fed piensa que lo mismo está probablemente ocurriendo ahora. Si los precios de la energía y de los alimentos dejan de crecer –no es necesario que caigan—, retrocederá la inflación, la general y la subyacente."





Ip prosigue: "Los funcionarios de la Fed no creen que el último subidón (alimentario y energético) quede justificado por los elementos fundamentales en la oferta y la demanda... Una explicación más probable es que los inversores, alarmados tal vez por la posición blandengue de la Fed, están metiendo dinero en fondos de mercancías y en divisas extranjeras como parapeto ante la inflación... Pero las ganancias con los precios especulativos no podrán mantenerse si los elementos fundamentales de la economía no los sostienen. Si la Fed y los mercados de futuros están en lo cierto, los precios bajarán, no subirán, de aquí a un año."





Bernanje lleva razón en este punto. Los incrementos temporales de precios no son el resultado de la escasez, del aumento de los costos productivos o de los elementos fundamentales de la economía, sino de la especulación. De hecho, la demanda de productos petrolíferos ha disminuido un 3,4% en las cuatro últimas semanas en comparación con el mismo período de tiempo el año pasado, lo que significa que los precios probablemente bajarán paulatinamente cuando el frenesí de mercancías entre en fase de decompresión. Los inversores, simplemente, andan buscando sitios donde poner su dinero que no sean ni los dudosos bonos corporativos ni los activos con sobrepreciados. Las mercancías son la alternativa lógica. Pero, así que el gasto de consumo se atasque, caerán consiguientemente todos los tipos de activos, incluidos el oro y el petróleo. (Y, sí, el dólar debería recuperar parte del nivel perdido, aunque sea temporalmente.)





Muchos analistas creen que la carrera del petróleo será corta. La caída de la demanda de productos petrolíferos, que bajó un 3,4% en las últimas cuatro semanas en relación con el mismo período el año pasado, sugiere que los precios podrían bajar paulatinamente una vez se calme el frenesí inversor impulsado por el dólar. Eso dicen los analistas.





¿Descenso cíclico o recesión postburbuja?





Un artículo publicado en el New York Times por el presidente de Morgan Stanley's en Asia, Stephen Roach, sostiene que el país no está en un punto cíclico bajo, sino ne una recesión postburbuja. Hay una enorme diferencia. No es probable que los recortes de tipos de interés de la Fed y el "Plan de estímulo" de Bush detengan la caída continua de los precios inmobiliarios, ni pondrán milagrosamente fin a los problemas de los mercados crediticios. La masiva expansión del crédito en los últimos 6 años ha generado un globo de 45 billones de dólares que podría estallar, o al menos, deshinchase parcialmente. Nadie lo sabe con certeza. Y nadie sabe realmente la dimensiñon de los daños que causará en el sistema financiero global. Estén atentos. Roacho obserba que la recesión de 2000 a 2001 fue un colapso del gasto empresarial que sólo representó un 13% del PIB. Se puede comparra eso con la actual recesión que "ha sido desencadenada por el estallido simultáneo de las burbujas inmobiliaria y crediticia... Esos dos sectores, tomados de consuno, montan el 78% del PIB, seis veces más que la parte representada por el sector que llevó la economía a la recesión hace siete años".





No sólo la recesión en curso será seis veces más grave; será también la voz de alarma para la sociedad norteamericana basada en el consumo. Las actitudes respecto del consumo han cambiado ya espectacularmente desde que han subido los precios de los alimentos y de los combustibles. Esa tendencia no hará sino crecer, a medida que vengan tiempos más duros.





Y añade Roach: "La recuperación cíclica de economías dependientes de los activos y tendentes a las burbujas, aun si asistidas por intervenciones monetarias y fiscales agresivas, no es cosa que pueda darse por descontada... Es posible que quienes toman las decisiones políticas en Washington no sean capaces de detener este declive posburbuja. No es probable que los recortes de los tipos de interés consigan detener el desplome de los precios de la vivienda en toda la nación... Los recortes agresivos de los tipos no han logrado mucho en punto a contener el letal contagio que se difundido por los mercados de crédito y de capitales.





Una estrategia más efectiva sería tratar de apartar del consumo a la economía para derivarla hacia las exportaciones y hacia las inversiones en infraestructuras que se ne cesetana desde hace mucho tiempo."





La Reserva Federal y quienes toman las decisiones en Washington están todavía anclados en el pasado, tratando de reanimar el gasto del consumo por la vía de crear otra burbuja de activos con bajas tasas de interés y su "estímulo" de 600 dólares por persona. Mal camino. Lo que hay que hacer es invertir en infraestructuras y en tecnologías medioambientalmente amigables, reconstruir la economía desde sus raíces, reestablecer la salud fiscal y minimizar el gasto deficitario, volver a poner a trabajar a los EEUU fabricando cosas que el público use y que mejoren la sociedad y (como dice Roach) "ayudar a las víctimas inocentes del estallido de la burbuja, particularmente a las familias de ingresos bajos y medios".Y, lo más importante de todo, abolir la Reserva Federal y devolver el control de nuestro dinero a nuestros representantes electos en el Congreso. Ese es el único camino para volver a poner el futuro económico de EEUU en manos del pueblo.





Ese es un plan que todos podemos apoyar. Llegó la hora de partir madera nueva y empezar otra vez.





Mike Whitney es un analista político independiente que vive en el estado de Washington y colabora regularmente con la revista norteamericana CounterPunch.





Traducción para www.sinpermiso.info: Roc F. Nyerro





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Counperpunch, 9 marzo 2008
 
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El fantasma de la sobreproducción
No es sorprendente que el informe del G-7 sonara en el mismo tono que las necrológicas de la crisis financiera asiática y de la burbuja de las punto-com. Tal vez inconscientemente, un cacique de una corporación financiera y redactor principal del Financial Times captó el problema básico que caracteriza estas manías especulativas, cuando señaló que "se ha producido una creciente desconexión entre la economía real y la financiera en los últimos años. La economía real ha crecido… pero nada que ver con la economía financiera, que creció aun más rápidamente, hasta que implosionó". Lo que su declaración no nos dice es que la desconexión entre lo real y las finanzas no es accidental, que la economía financiera se expandió precisamente para compensar el estancamiento de la economía real.
Esta brecha creciente entre la economía real y la financiera no puede entenderse en su totalidad sin hacer referencia a la crisis de sobreacumulación que afectó a las principales economías a fines de los 70 y en los 80, un fenómeno que también se conoce como sobreproducción o sobrecapacidad.
El período dorado del crecimiento mundial de posguerra, que no experimentó grandes crisis durante 25 años, se debió a la creación masiva de demanda efectiva mediante incrementos de los salarios en el Norte, la reconstrucción de Europa y Japón y la industrialización sustitutiva de importaciones en América Latina y otras partes del Sur. Se hizo principalmente por la intervención del Estado en la economía. Este periodo dinámico llegó a su fin hacia mediados de los 70, con el comienzo de un estancamiento económico provocado por el desequilibrio entre la capacidad productiva y la demanda mundial, que fue contenido mediante una creciente desigualdad en la distribución de la renta. De acuerdo con los cálculos de Angus Maddison, el gran experto en tendencias estadísticas históricas, la tasa de crecimiento anual del PIB cayó desde un 4,9% durante lo que ahora se conoce como la edad dorada del sistema mundial de Bretton Woods que siguió a la II Guerra Mundial –1950-1973— al 3% en 1973-1989: una caída del 39%. Estas estadísticas reflejan la desgarradora combinación de estancamiento e inflación en el Norte, la crisis de la industria de sustitución de importaciones en el Sur y la erosión de los márgenes de beneficios por doquier.
En los 80 y 90, el capital mundial abrió tres vías de escape para el fantasma del estancamiento económico. Una fue la reestructuración neoliberal, que incluía redistribución de la renta a favor de los más ricos mediante recortes fiscales, desregulación y ataques a las organizaciones sindicales. El neoliberalismo tomó la forma del thatcherismo y el reaganismo en el Norte desarrollado, y del Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional –que impusieron los ajustes estructurales— en todo el Sur.
Otra vía de salida la ofreció la globalización conducida por las corporaciones tras*nacionales, una "acumulación extensiva" que abrió mercados en el mundo en desarrollo y trasladó el capital desde áreas de salarios altos hacia las de salarios bajos. Como señaló Rosa Luxemburgo mucho tiempo en su clásica obra La acumulación de capital, el capital necesita integrar constantemente sociedades precapitalistas al sistema capitalista para mitigar la caída de la tasa de beneficio. En las últimas dos décadas, el caso más espectacular de incorporación de una sociedad precapitalista al sistema ha sido China, que se ha convertido en el segundo mayor exportador mundial, a la par que en el principal destino de la inversión extranjera. De todos modos, como veremos, ésta fue una espada de doble filo para el capitalismo.
La tercera vía de escape fue el proceso por el que estamos principalmente preocupados aquí: la "acumulación intensiva o 'financiarización'", esto es, la canalización de la inversión hacia la especulación financiera, donde se obtenían muchas mayores utilidades que en la industria, en la que los beneficios estaban muy estancados. El capital financiero forzó la eliminación de los controles de capital, de lo que resultó una rápida globalización del capital especulativo para sacar ventaja de los diferenciales en las tasas de interés y de los tipos de cambio entre diferentes mercados de capital. Estos movimientos volátiles, resultado de verse el capital liberado de los grilletes a que lo sujetaba el sistema monetario de Bretton Woods de posguerra, han sido una de las fuentes permanentes de inestabilidad. Otra fue la proliferación de nuevos y más sofisticados instrumentos especulativos, como los derivados financieros, que escaparon a controles y regulaciones. La inestabilidad derivó, en última instancia, del hecho de que la especulación financiera se concentró en extraer más "valor" de un valor ya creado, en vez de crear un nuevo valor: porque esta última opción estaba lastrada por el problema de sobreproducción en la economía real.
La desconexión entre la economía real y la economía virtual de las finanzas se puso en evidencia en la burbuja de las punto-com de la década del 90. Con los beneficios en la economía real estancándose, el dinero fluyó rápidamente al sector financiero. El funcionamiento de esta economía virtual quedó ejemplificado por el rápido incremento en los valores accionariales de las empresas de Internet, las cuales, como, señaladamente, Amazon.com, todavía tienen que empezar a dar beneficios. El fenómeno de las punto-com probablemente alargó el boom de los 90 durante un par de años. "Nunca antes en la historia de Estados Unidos", escribió Robert Brenner, "el mercado de valores jugó un papel tan directo y decisivo en la financiación de las empresas no financieras, impulsando el crecimiento de la inversión en capital y, a través de ella, la economía real. Nunca antes la expansión económica norteamericana había sido tan dependiente de las subidas en el mercado de valores". Pero la divergencia entre indicadores financieros coyunturales, como los precios de las acciones, y los valores reales sólo podría aumentar hasta el punto en que la propia realidad económica los contuviera, forzando una "corrección". Y la corrección vino salvajemente con el hundimiento de las punto-com de 2002 en forma de evaporación de unos 7 billones de dólares de riqueza de los inversores.
Se evitó una recesión duradera, pero a costa de la creación de otra burbuja, la inmobiliaria, y aquí, como señalé antes, Greenspan jugó un papel fundamental recortando los tipos de interés prime hasta el menor registro conocido en los últimos 45 años: un 1%, en junio de 2003. En palabras de Dean Baker, "un aumento sin precedentes en el mercado de valores propulsó la economía norteamericana a fines de los 90, y ahora un incremento sin precedentes de los precios de los inmuebles está provocando la recuperación actual".
El resultado fue que el precio de los inmuebles aumentó un 50% en términos reales, con alzas cercanas al 80%, de acuerdo con Baker, en las principales zonas afectadas, como la Costa Oeste, la Costa Este, el norte de Washington, Washington DC y Florida. ¿Qué dimensiones llegó a adquirir la burbuja así creada? Baker estimó que el aumento en el precio de la vivienda "creó más de 5 billones de dólares en riqueza inmobiliaria [NdT, más de 3 veces el PIB de España], por encima de la riqueza que se habría conseguido gracias a un crecimiento normal de los precios. El efecto riqueza provocado por los precios de los inmuebles está convencionalmente estimado en cinco céntimos respecto al dólar, lo que significa que el consumo anual es aproximadamente de 250 mil millones de dólares (2% del PIB de EEUU) más de lo que hubiera sido en ausencia de la burbuja inmobiliaria".

El "factor China"
La burbuja inmobiliaria estimuló el crecimiento estadounidense, lo cual fue excepcional dado el estancamiento que ha caracterizado a la economía mundial en los últimos años. Durante este período, la economía global se ha caracterizado por la subinversión y por una persistente tendencia al estancamiento económico en las principales regiones, aparte de Estados Unidos, China, India y otros pocos lugares. El débil crecimiento ha caracterizado a la mayoría de las demás regiones del mundo, especialmente a Japón, que hasta hace poco situaba su tasa de crecimiento del PIB en torno al 1% anual, y a Europa, que creció anualmente alrededor del 1,45% en los últimos años.
Con estancamiento en la mayoría de las demás regiones, Estados Unidos absorbió alrededor del 70% de los flujos de capital mundiales. Una gran porción del mismo procede de China. De hecho, lo que caracteriza al actual período de burbuja es el papel de China como fuente, no sólo de bienes para el mercado estadounidense, sino también de capital para la especulación. La relación entre las economías norteamericana y china es lo que en otro lugar he caracterizado como "la economía de presos esposados" (chain-gang economics). Por un lado, el crecimiento económico de China se ha vuelto cada vez más dependiente de la capacidad de los consumidores norteamericanos para continuar financiando su gasto con deuda que absorba buena parte de la producción china. Por otro lado, esta relación depende de una realidad financiera mayúscula: la dependencia del consumo norteamericano respecto a los dólares de China prestados al Tesoro Norteamericano y al sector privado, dólares procedentes de las reservas que viene acumulando de su enorme superávit comercial con EEUU: en torno a un billón de dólares, según algunas estimaciones. En efecto, una gran porción de las escandalosas sumas que China –y otros países asiáticos— prestaron a las instituciones norteamericanas fueron a financiar el gasto de la clase media en viviendas y otros bienes y servicios de consumo, prolongando, ciertamente, el débil crecimiento económico norteamericano, pero sólo merced a la elevación de la deuda del consumidor a niveles peligrosos.
El acoplamiento entre China y EEUU ha tenido importantes consecuencias para la economía mundial. Una de ellas está relacionada con el aumento masivo de nueva capacidad productiva por parte de inversores estadounidenses y de otros inversores extranjeros desplazados a China. Esto ha agravado el persistente problema de sobrecapacidad y sobreproducción. Un indicador del persistente estancamiento de la economía real es la tasa de crecimiento anual mundial, que alcanzó una media de 1,4% en la década de los 80 y un 1,1% en los 90, comparada con la media de un 3,5% durante los 60 y de un 2,4% en los 70. Desplazarse a China para sacar ventaja de los bajos salarios puede apuntalar los beneficios en el corto plazo, pero, a medida que se incrementa la sobrecapacidad en un mundo donde el aumento en el poder adquisitivo global está limitado por crecientes desigualdades, los beneficios terminan mermando en el plazo largo. Más aún: la tasa de beneficios de las 500 principales corporaciones norteamericanas cayó estrepitosamente desde el 4,9% entre 1954-59 al 2,04% en 1960-69, al -5,30% en 1989-89, al -2,64% durante 1990-92, y al -1,92% en 2000-02. Detrás de estos datos, señala Philip O'Hara, estaba el fantasma de la sobreproducción: "la sobreoferta de bienes y una insuficiente demanda son las principales anomalías corporativas que inhiben el buen desempeño de la economía mundial".
La sucesión de manías especulativas en los Estados Unidos ha tenido la función de absorber una inversión que no encontraba rendimientos beneficiosos en la economía real, impulsando así, no sólo la economía norteamericana, sino "sosteniendo también la economía mundial", como sugirió indicó un documento del FMI. De modo, pues, en resolución, que, con la implosión de la burbuja inmobiliaria y la paralización del crédito en la casi la totalidad del sector financiero, la amenaza de una recesión mundial es muy real.

¿Desacoplamiento o economía de presos esposados?
En este sentido, los debates sobre un proceso de "desacoplamiento" de las economías regionales, especialmente la asiática, respecto de los Estados Unidos carecen de contenido. En verdad. la mayoría de las demás economías del este y sudeste asiático han sido impulsadas por la locomotora China. En el caso de Japón, por ejemplo, un estancamiento económico que duraba una década terminó en 2003 con una primera recuperación sostenida, alentada por exportaciones destinadas a saciar la sed china de capitales y bienes tecnológicamente intensivos: las exportaciones se dispararon hasta un récord del 44%, unos 60 mil millones de dólares. En efecto, China se convirtió en el principal destino de las exportaciones asiáticas, representando un 31% de las mismas, a la vez que la participación japonesa cayó del 20% al 10%. Como señala un informe, "analizando uno a uno los perfiles de países, China es ahora el motor principal del crecimiento de las exportaciones de Taiwán y Filipinas, y el principal comprador de los productos de Japón, Corea del Sur, Malasia y Australia".
De todos modos, como destaca una investigación de Jayati Ghosh y C.P. Chandrasekhar, China está incluso importando bienes intermedios y componentes desde estos países, pero sólo para ensamblarlos para la exportación de bienes finales a Estados Unidos y Europa, no para su mercado interno. De este modo, "si cae la demanda europea y norteamericana de exportaciones chinas, como es probable que suceda por la recesión en Estados Unidos, no sólo se verá afectada la industria manufacturera china, sino también la demanda china de importaciones de los países asiáticos en desarrollo". Tal vez la imagen más adecuada es que los "presos esposados" no sólo son China y Estados Unidos, sino muchas más economías satélites, cuyos destinos están básicamente ligados a la ahora represada ola de gasto (financiado con deuda) de la clase media estadounidense.

¿Nuevas burbujas al rescate?
Conviene, de todos modos, no subestimar la capacidad de hallar salidas del capitalismo. Muchos ahora se preguntan: después del colapso del boom de las punto-com y del boom inmobiliario, ¿existe una tercera línea de defensa frente a un estancamiento que trae su origen en la sobrecapacidad? Una teoría es que el gasto militar podría ser una forma por la cual el gobierno está sacando a los Estados Unidos de las garras de la recesión. Y, además, la economía militar jugó un papel importante a la hora de sortear la recesión en 2002, con un gasto en defensa que en 2003 llegó a representar un 14% del crecimiento del PIB estadounidense, siendo así que apenas representaba el 4% de ese PIB. De acuerdo con las estadísticas citadas por Chalmers Johnson, los gastos relacionados con la defensa en 2008, y por primera vez en su historia, rebasarán el billón de dólares.
El estímulo también podría venir del "complejo capitalista ante catástrofes", tan bien estudiado por Naomi Klein: de "una nueva y consumada economía de la seguridad interior, de la guerra privatizada y de las tareas de reconstrucción frente a desastres, nada menos que construyendo y realizabdo un estado de seguridad privatizado tanto en casa como en el extranjero". Klein dice que, de hecho, "el estímulo económico de esta espectacular iniciativa se probó suficiente para levantar el lastre que dejaron la globalización y las punto-com. De la misma forma que Internet lanzó la burbuja de las punto-com, el 11-S lanzó esta burbuja del capitalismo del desastre. Esta posible nueva burbuja, consiguiente a la burbuja inmobiliaria, parece ser relativamente inmune al colapso de la anterior.
No es tarea fácil seguir la pista de las cantidades que circulan en este complejo capitalista ante catástrofes, pero un indicador es que InVision, una filial de General Electric que produce detectores de bombas de alta tecnología usados en aeropuertos y otros espacios públicos ha recibido la extraordinaria suma de 15 mil millones de dólares por contratos firmados con Seguridad Interior entre 2001 y 2006.
Que el "keynesianismo militar" y el complejo capitalista ante catástrofes puedan de hecho llegar a jugar el papel otrora desempeñado por las burbujas financieras, es pregunta que queda abierta. Fomentarlos, al menos durante los gobiernos republicanos, ha significado reducir el gasto social, resultando, al final, que el efecto positivo sobre el empleo fue rápidamente superado por las reducciones en la demanda efectiva. Un estudio de Dean Baker citado por Johnson descubrió que, tras un inicial estímulo de la demanda, cerca de seis años después el efecto generado por el incremento del gasto militar se tras*formó en negativo. Después de 10 años de incremento del gasto militar, habría unos 464.000 puestos de trabajo menos que en un escenario de menor gasto militar.
Pero, aún más importante como límite del keynesianismo militar y del capitalismo del desastre, es el hecho de que los compromisos militares adquiridos son probablemente atolladeros como Irak y Afganistán, que podrían disparar una reacción contraria violenta, tanto fuera como dentro del país. Ello podría finalmente minar la legitimidad de estos emprendimientos, reducir su acceso a los fondos públicos y erosionar su viabilidad como fuentes de expansión económica en una economía en contracción.

Sí: el capitalismo global puede ser resistente, pero se diría que sus opciones son cada vez más limitadas. Las fuerzas que empujan al estancamiento a largo plazo de la economía capitalista mundial son ahora muy robustas, demasiado como para ser fácilmente desactivadas con el equivalente económico a una resucitación boca a boca.

Walden Bello es profesor visitante en la St. Mary's University, Halifax (Canada). Bello es también analista senior en el instituto Focus on the Global South con sede en Bangkok, y profesor de sociología en la Universidad de Filipinas en Diliman. Es el autor de Walden Bello introduces Ho Chi Minh (Londres, Verso, 2007), Dilemmas of Dommination (Nueva York, Metropolitan Books, 2005) y Deglobalization (Londres, Zed, 2002).
Traducción para www.sinpermiso.info: Camila Vollenweider
 
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