Las columnas de humo se podían divisar a 80 kilómetros
Únicamente, entonces se dieron cuenta del peligro real y la radio comenzó a avisar a la población. El ataque únicamente duro 20 minutos pero fue un auténtico infierno destructivo de fuego. Las columnas de humo se podían divisar a 80 kilómetros. El segundo bombardeo llegó a la 1.30, y las bombas se lanzaron desde mayor altura ya que los pilotos no tenían visibilidad.
Los 525 Lancasters tuvieron que cambiar la zonas que querían atacar ya que todo estaba destruido los bombarderos tuvieron que soltar sus bombas en zonas no afectadas. Nuevamente, fue una masacre muchos alemanes se tuvieron que lanzar a depósitos de agua -para no morir cocidos- en lo que cuales muchos murieron ahogados.
Incluso el asfalto se derritió debido a las altas temperaturas que alcanzaron. “Era aterrador. Algunas personas, especialmente los ancianos, comenzaron a quedarse atrás. En actitud de apatía, se sentaban en la calle o sobre escombros y, simplemente moría asfixiados”, son las palabras del soldado Berthold Meyer testigo presencial de los hechos.
El bombardeo de Dresde tuvo un gran impacto mediático. En ese mismo año Churchill ordenó que se cambiaran los protocolos de bombardeos sobre Alemania.
jovenlandesalidad y legalidad en el bombardeo de Dresde
En su obra Dresde Frederick Taylor relata que únicamente unas horas después de haberse iniciado la Segunda Guerra Mundial, Franklin D. Roosvelt, en septiembre de 1939 ordenó a sus tropas que los ataques se limitaran únicamente a blancos militares. En ese mismo mes, Alemania se sumó al mismo acuerdo.
Únicamente cuando había tras*currido un año, el régimen nancy realizó bombardeos de manera sistemática en Londres y en varias ciudades inglesas cercanas. El resultado fue miles de muertos civiles y ciudades enteras destruidas o dañadas.
La intención era crear “tormentas de fuego” que incendiaran ciudades enteras y que las temperaturas fueran muy altas.
El debate sobre la jovenlandesalidad y legalidad de los bombardeos realizados en Dresde comenzó a producirse durante el mismo tras*curso de la guerra y existe un amplio número de investigaciones al respecto.
¿Era necesario el bombardeo de Dresde?
La discusión se centra en relación a si no hubiera sido mejor evitar las destrucciones de Dresde, Hiroshima y Nagasaki mediante demostraciones democráticas.
Los argumentos que esgrimen para rechazar el bombardeo de Dresde se centran en que se trataba ante todo de una ciudad cultural y no tenía ninguna instalación militar.
Además, hay que tener en cuenta que el número de muertes (según algunos historiadores era 100.000) fue comparable e incluso superior al de Hiroshima y Nagasaki.
La ciudad al inicio de la guerra la población era de 650.000 habitantes (200.000 eran refugiados civiles que huían del Ejército Rojo).
El debate del número de muertes
Por otro lado, existe una corriente revisionista de historiadores que pone de manifiesto que el marco jovenlandesal ambivalente de los datos que se habían presentado hasta el momento. En este sentido, ponen en duda que Dresde fuera una ciudad de nula importancia militar. Esta tesis está alimentada por documentos que se encontraron en la Oficina de Armamentos del Alto Comando del Ejército Alemán.
Según esta información en Dresde habría 127 fuentes manufactureras de armas, municiones y equipos individuales.
En los que se refiere al número de muertes causadas por el bombardeo, los autores que han investigado con más solvencia y han contado con las mejores fuentes, afirman que la cifra de fallecidos en la destrucción de Dresde podría oscilar entre las 25.000 y 40.000. Y es muy posible que la cifra real se acerque a la parte inferior de este intervalo.
Incluso, para algunos historiadores el número de muertos se situaba en los 18.000.
El ataque atómico contra Hiroshima y Nagasaki
Han tras*currido 75 años desde el bombardeo atómico de Hiroshima y Nagasaki y todavía continúa el debate sobre si era necesario realizarlo para obtener la victoria en la Guerra del Pacífico de una manera ventajosa para EEUU y si fue ético. Más de 100.000 personas murieron casi al instante de ser lanzadas.
En agosto de 1945 se lanzaron, las bombas „Little Boy‟ y „Fat Man‟, en Hiroshima y Nagasaki bajo el mandato de Harry S. Truman. En su mayoría mataron a civiles y se supone que sirvieron como elemento disuasorio para que Japón firmara la rendición incondicional.
Los bombardeos atómicos cambiaron el mundo y abrieron una ventana a la destrucción total con solo apretar un botón.
La historiografía que justifica que la bomba era necesaria esgrime que los japoneses habían demostrado una resistencia fanática.
Así, lo demostrarían los ataques kamikazes de Okinawa, las gran resistencia que ofrecieron hasta que no quedó ni un hombre en la islas del Pacífico; y los suicidios masivos de Saipan.
Por ello, una oleada turística a Japón habría costado un gran número de muertos en los dos ejércitos que habría sido mayor que los caídos en el bombardeo. Y de todas formas, según los defensores de esta teoría, las dos ciudades habrían sufrido bombardeos incendiarios.
Revisionismo sobre los crímenes de guerra de los aliados
Robert James Maddox en The myths of revisionism afirma que a pesar de que el uso de bombas atómicas fue horrible: “Era la última y horrible decisión. Los otros caminos eran una oleada turística y los bombardeos constantes. De manera que las bombas pudieron salvar miles de vidas de americanos y millones de japoneses”.
Por su parte, los que se muestran contrarios a la utilización de la bomba atómica argumentan que Japón ya estaba listo para rendirse incluso antes de los bombardeos. Es más, la negativa de EEUU de mantener al emperador tras una hipotética rendición hizo que la guerra se alargara. Asimismo, si se quería hacer una demostración de fuerza simplemente habría bastado una explosión controlada sobra la bahía de Tokio.
Por otro lado, las ciudades no tenían valor militar ya que había seis ciudadanos por cada militar. E incluso si hubiera estado justificado el bombardeo de Hiroshima no les dieron tiempo para evaluar los efectos de la bomba antes del bombardeo de Nagasaki.
En este sentido, Martin J. Sherwin en su obra American Prmetheus: The Trimph and Tragedy of J Robert Oppenheimer afirma que:
“JAPÓN SE HUBIESE RENDIDO DE TODOS MODOS. AL TIRAR LA BOMBA ATÓMICA, EEUU LANZÓ AL MUNDO EL MENSAJE DE QUE LAS ARMAS NUCLEARES ERAN LE LEGÍTIMAS EN UNA GUERRA”.
Martin J. Sherwin
¿La bomba atómica sobre Hiroshima y Nagasaki era necesaria?
Tal y como hemos señalado la controversia entre los historiadores se limita a discutir si era necesario lanzar la bomba o no. Sin embargo, no hay una discusión real sobre la jovenlandesalidad de utilizar armas nucleares debido a sus consecuencias devastadoras. La utilización de las mismas supuso rebasar la barrera de lo que es jovenlandesal o inmoral, y crear una nueva categoría del significado de barbarie.
Así, también era un mensaje de advertencia dirigido a la Unión Soviética, potencia con la que ya había comenzado a romper relaciones tras vencer a los nazis lo cual provocaría una carrera armamentística y un aumento de las tensiones entre ambas potencias durante la Guerra Fría.
La primera bomba atómica
Según relata Gar Alperovitz en Atomic Diplomacy el gobierno de Truman atrasó la reunión de Potsdam de los Tres Grandes el día siguiente de la prueba Trinity, la primera bomba atómica en el campo de pruebas de Alamogordo, Nuevo México, con el objetivo de dotar a Truman de más fuerza diplomática en las negociaciones con Stalin. El propio Truman dijo “la bomba atómica va a poner firmes a los rusos y a nosotros en posición de dictar nuestros propios términos al final de la guerra”.
De hecho, Alperovitz explica que a Truman ya no le importaba que la Unión Soviética liberara liberara la China (Manchuria) de la ocupación militar japonesa, tal y como había acordado Churchill y Stalin en la conferencia de Yalta, y todavía menos que invadiera o conquistara Japón.
El propio Albert Einstein mostró su queja por la utilización de la bomba atómica ya que “la mayoría de los científicos se oponían al empleo repentino de la bomba atómica” y decía sospechar que “el asunto se precipitó debido al deseo de acabar la guerra en el Pacífico de cualquier modo para que no participara Rusia”.
Churchill dijo en privado a su ministro de exteriores en Conferencia de Potsdam que “está muy claro que en estos momentos Estados Unidos no quiere que Rusia participe en la guerra contra Japón”. Incluso dentro del ejército de EEUU el general George C. Masshall, Jefe del Estado Mayor del Ejército, también se ponían a que se utilizara la bomba atómica en zonas civiles.
Así, explicaba que tendrían mucha más utilidad utilizarla “en objetivos estrictamente militares como unas grandes instalaciones navales”. Y recomendaba avisar previamente para que se evacuara previamente la zona para que “con estos métodos de advertencia se pudiera compensar el oprobio que podría producirse a consecuencia de un empleo poco meditado de esa fuerza”.
La masacre de Katyn
En los inicios de la Segunda Guerra Mundial, Polonia sufrió la
masacre de Katyn una de los mayores crímenes de guerra de los Aliados y de la historia contemporánea. Un crimen de guerra que tuvo un impacto duradero en la memoria colectiva. En total murieron unas 25.000 personas entras las que había soldados pero también las elites de la intelectualidad polaca, entre los que se encontraban escritores, científicos e incluso un premio nobel.
El acuerdo de no agresión que firmaron Alemania, conocido como Molotov-Ribertrop, permitió el reparto de Polonia entre las dos potencias. En septiembre de 1939 el ejército ruso cruzó la frontera de Polonia.
El núcleo de las fuerzas militares polacas se encontraba centrado en el avance de los nazis. En los comienzos, los dirigentes políticos pensaban que los rusos venían a ayudar a los polacos. El propio embajador soviético había ayudado a realizar el engaño.
El engaño
El éxito de la treta fue tal que la cúpula militar ordenó no abrir fuego contra el Ejército Rojo. Sin embargo, los rusos trataron a los polacos como si fueran el enemigo. Les ordenaron rendirse.
Pero como no acataron sus órdenes dispararon a los oficiales que estaban negociando su rendición sus tropas. Dos semanas después las últimas tropas polacas se rindieron. Los rusos hicieron 25.700 presos que reunían a las élites políticas, culturales, científicas y militares del país.
El jefe de la policía secreta soviética, Lavretia Beria, en un documento clasificado como ultrasecreto, recomendó la ejecución de los presos clasificándolos como “permanentes e incorregibles enemigos del poder soviético”. Por ello, había que “juzgar” a los prisioneros en tribunales especiales, en los que se sustituiría la comparecencia y el acta de acusación por certificados de culpabilidad.
La pena era el fusilamiento. La firma de Stalin, líder supremo de la Unión Soviética rubricó la orden.
Durante la primavera, el bosque de Katyn se convierte en el lugar de la terrible masacre. Aproximadamente 22.000 miembros de la élite polaca son fusilados de uno en uno con un colleja.
Después de recibir el tiro de gracia eran enterrados en una fosa común. Únicamente sobrevivieron 448 detenidos que fueron amnistiados y se unieron al ejército polaco que era aliado de la Unión Soviética.
En busca de la verdad
La lucha por conocer la verdad de lo ocurrido en Katyn se convirtió en el movimiento disidente y democrático polaco, del que se creó el sindicato Solidarnosc. Como resultado de ello se creó un simbolismo sagrado en el que se sitúo en Katyn el lugar en el que el mal destruyó el bien.
Pero este movimiento dio paso a dos posturas enfrentadas. Por un lado la que predomina en Polonia que considera que fue un genocidio y por otro la que abanderan historiadores occidentales que afirman que las intenciones de Stalin fueron realizar un asesinato de clase.
Estos últimos objetan que Stalin también había deportado a decenas de miles de polacos entre los que había pequeños campesinos o trabajadores, esto es, representantes de las clases trabajadoras que en la ideología socialista estaban llamados a convertirse en la clase dirigente.
Conclusiones sobre los crímenes de guerra de los Aliados:
Las numerosas investigaciones realizadas por historiadores y la documentación que las avalan demuestran que los gobiernos Aliados, no solo ignoraron sino que promovieron muchos crímenes de guerra en la Segunda Guerra Mundial. Principalmente por esta razón, algunos aspectos referentes a esta contienda todavía permanecen silenciados y no han recibido la atención que merecen por parte de los investigadores.
Una buena muestra de ello son las violaciones en masa en la posguerra en Alemania. Son pocos los historiadores e investigadores que se han atrevido a profundizar en los crímenes cometidos, contra nada y menos, que un millón de mujeres, en pleno corazón de la Europa occidental. Asimismo, la propia población alemana fue la que silenció estos actos horrendos hasta épocas muy recientes.
El silencio de las víctimas
Y lo mismo ocurrió en Japón. ¿Cómo se puede definir el bombardeo con armas atómicas de Hiroshima y Nagaski, sino es utilizando el calificativo de crímenes de guerra de los Aliados o genocidio? Sin embargo, las propias autoridades japonesas e incluso la población parecen olvidar esta realidad y centrarse más en cerrar las heridas con EEUU.
A pesar de que este un suceso que está profundamente arraigado en la memoria colectiva de Japón y que ha dado paso a toda un cultura ya sea en literatura, cine o cómics que tiene como referente el apocalipsis.
Lo mismo podemos decir para el bombardeo de Dresde.
Es evidente que la destrucción de aquella ciudad que tenía nulo valor militar para los aliados era perfectamente evitable, en un momento en el que la guerra ya estaba finalizando. Las pruebas los demuestran. A pesar de que los algunos historiadores británicos se esfuercen en demostrar que había factorías militares en la ciudad.
Castigar a los alemanes
Estas son investigaciones realizadas,
a posteriori, en los informes de guerra de la RAF el bombardeo no se justifica por este motivo.
Todo lo contrario, se destaca la necesidad de dar una lección al enemigo que sirva para estar en una posición de fuerza en las negociaciones con la Unión Soviética. Además, el propio Churchill se muestra partidario de vengarse de Alemania por las bombas voladoras que estaban cayendo sobre Londres.
Por lo tanto, todo apunta a que aproximadamente murieron unas 40.000 personas en medio de tormenta de fuego en Dresde simplemente por el deseo de venganza de los británicos.
No obstante, en la actualidad ni siquiera las autoridades alemanas manifiestan su malestar de una manera oficial por los crímenes de guerra de los Aliados en medio de una guerra ideológica entre la derecha y la izquierda.
El presidente alemán, Frank Walter Steimer, insta a recordar a las víctimas “sin instrumentalizar políticamente su dolor por los que quieren manipular la historia y quieren abusar de ella como un arma”.
Unas frases ciertas pero olvida que el bombardeo de Dresde fue también un crimen de guerra y como tal los Aliados también tendrían que pedir perdón.
Sentimiento de culpa colectivo
Todo lo que subyace de este tipo de actitudes, y del miedo a pedir una justa memoria a las víctimas de sus propios países, es el sentimiento de culpa. Esto es la culpa porque los deseos expansionista de la Alemania nancy y el Japón imperial causaron, millones de víctimas y un sufrimiento irreparable al mundo.
Pero ello no es óbice para que se justifique la venganza sin justicia de los otros. Porque eso significa seguir alimentado en el futuro una espiral de repruebo y de salvajismo que puede provocar nuevas guerra mundiales. Una víctima es una víctima sea rusa, polaca, judía, alemana o japonesa.
Es muy posible que en los próximos años la historiografía y la opinión pública acepten de una manera mucho más unánime los crímenes de guerra aquí relatados. Únicamente, ha ocurrido este fenómeno para el caso de la matanza de Katyn que fue admitida por primera en vez 1992 por la Unión Soviética.
Incluso recientemente pilinguin, el presidente ruso ha participado en un homenaje a las víctimas admitiendo los crímenes de guerra. En este sentido, se observa una ola revisionista que cada vez tiene más investigaciones que pueden ofrecer una perspectiva diferente de la Segunda Guerra Mundial y permita esclarecer los crímenes de guerra de los Aliados.
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