Ese infantilismo lo relaciono con una dependencia emocional muy, pero que muy dañina.
¿Y de dónde viene esa dependencia?
Yo tengo muy clara la respuesta: de los
amigos del Mayo del 68.
La generación que vivió la guerra, además del horror, aprendió a vivir sin miedo. Sabían que en cualquier momento todo se podía acabar, pero que uno no podía dejar que el miedo le paralizase, porque eso era aún peor. Fue una generación que vivió un fuerte retroceso en sus condiciones de vida.
La siguiente generación cató más de cerca o más de lejos la miseria de la postguerra. Pero con una diferencia fundamental en comparación con sus padres: siempre iban a mejor. Había sitio para crecer, había trabajo para todo el mundo... La ironía de que nunca viviesen con problemas les hizo desarrollar un miedo crónico. Porque aunque estaban acostumbrados a que las cosas fuesen siempre a más, en el fondo sabían que eso era irreal. Que la naturaleza dicta que a veces hay retrocesos.
Y en esto llega la siguiente generación, la mía. La primera generación en mucho tiempo que va a vivir un retroceso en sus condiciones de vida, y no por una causa coyuntural como una guerra. La generación anterior no puede aceptar eso. Y ahí aparece la dependencia emocional.
Caso típico: progenitora que ve que sus hijos no se emancipan, que no consiguen trabajar como ella o su marido sí pudieron, y ale, a hacer de todo menos entender el problema. Al psicólogo. A estar más tiempo encima del niño. A regañarle "porque no se esfuerza". Todos esos actos no sirven más que para tras*mitir el mismo mensaje. "No confío en ti". "No te veo capaz". "Tengo que estar encima de ti para ayudarte". Hay algo que refuerza mi idea, y es que en los casos en los que el niño comprende que eso le está haciendo mucho daño y decide cortar el cordón umbilical de una vez por todas, la bronca está servida.
La dependencia emocional que tienen los jóvenes de hoy no es real, es inducida. La dependencia real proviene de sus padres, que son los que no quieren soltar la correa.
