Culozilla
Madmaxista
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Hoy me ha tocado venir a la oficina y he pillado el metro. 6 de la mañana, metro línea 1, primer vagón. Ya sabía que me iba a tocar compartir espacio con ralea, especialmente un sábado a esas horas.
Y, en efecto, así ha sido: el vagón ocupado por un grupo de dominicanos entre los 15 y los 20 años, con ropas típicas de nigga del Bronx y con actitud de malotes.
Pues bien, la manada estaría compuesta por 15 personas, solo había 3 mujeres y dos de ellas eran españolas.
Esto no es una sorpresa para mí, porque ya lo he visto antes y en muchas ocasiones. Lo que me sorprendió es que, tras unas paradas, entró en el vagón una chavala española de unos 25-27 años o por ahí. Uno de los dominicanos empezó a silbar y a decirle cosas y la chica le miró y sonrió, pero bajó dos paradas después.
No acaba aquí la cosa: luego entró otra de unos 20 y el mismo dominicano, gorra de baseball, peinado de trencitas, pantalones caídos, y, en general, aspecto de matón, se envalentonó y se fue hacia ella.
Como antes con la otra, empezó a decirle cosas, pero esta vez se le pegó como una lapa, poniéndola entre la puerta del metro y él, con el brazo apoyado para no dejar que se fuera. ¿Creéis que ella se puso nerviosa y huyó? NO, la vi como sonreía y, aunque era imposible escuchar lo que decían, en absoluto se la veía a disgusto.
¿Cómo acabó la cosa? No lo sé porque bajé del metro antes. ¿Me importa? No, en absoluto. Pero sí me llama la atención el agravio comparativo: si eso lo hubiera hecho un chaval español, estoy seguro de que ambas chavalas lo hubieran considerado acoso sensual, se hubiera activado el charo-protocolo y hubiera salido en todas las redes sociales.
Hay que asumirlo: con la llegada de la sarama del reaggeton la comunidad latina manda. Las chavalas jóvenes se mueren por ellos mientras, por otra parte, los españoles son considerados como la peste. Ya sé que algunos empezarán a decir que hago este post para “desmotivar” y tal, pero, chavales, podéis quejaros y decir lo que queráis que eso no cambia las cosas. La realidad es esta.
Y, en efecto, así ha sido: el vagón ocupado por un grupo de dominicanos entre los 15 y los 20 años, con ropas típicas de nigga del Bronx y con actitud de malotes.
Pues bien, la manada estaría compuesta por 15 personas, solo había 3 mujeres y dos de ellas eran españolas.
Esto no es una sorpresa para mí, porque ya lo he visto antes y en muchas ocasiones. Lo que me sorprendió es que, tras unas paradas, entró en el vagón una chavala española de unos 25-27 años o por ahí. Uno de los dominicanos empezó a silbar y a decirle cosas y la chica le miró y sonrió, pero bajó dos paradas después.
No acaba aquí la cosa: luego entró otra de unos 20 y el mismo dominicano, gorra de baseball, peinado de trencitas, pantalones caídos, y, en general, aspecto de matón, se envalentonó y se fue hacia ella.
Como antes con la otra, empezó a decirle cosas, pero esta vez se le pegó como una lapa, poniéndola entre la puerta del metro y él, con el brazo apoyado para no dejar que se fuera. ¿Creéis que ella se puso nerviosa y huyó? NO, la vi como sonreía y, aunque era imposible escuchar lo que decían, en absoluto se la veía a disgusto.
¿Cómo acabó la cosa? No lo sé porque bajé del metro antes. ¿Me importa? No, en absoluto. Pero sí me llama la atención el agravio comparativo: si eso lo hubiera hecho un chaval español, estoy seguro de que ambas chavalas lo hubieran considerado acoso sensual, se hubiera activado el charo-protocolo y hubiera salido en todas las redes sociales.
Hay que asumirlo: con la llegada de la sarama del reaggeton la comunidad latina manda. Las chavalas jóvenes se mueren por ellos mientras, por otra parte, los españoles son considerados como la peste. Ya sé que algunos empezarán a decir que hago este post para “desmotivar” y tal, pero, chavales, podéis quejaros y decir lo que queráis que eso no cambia las cosas. La realidad es esta.
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