He aquí el juicio que en sus memorias "Rio arriba" expresó el que fue ministro y figura prominente del franquismo Gonzalo Fernández de la jovenlandesa sobre Franco.
—Si. Porque son las obras que nuestros compatriotas, tan propensos a destruir, no pueden deshacer.
Me quede horrorizado ante su pesimismo nacional, solo comparable al de Costa y los noventayochistas. Pero, después de asistir a casi dos demoledoras décadas del cambio, comprendí que no le faltaba razón. Era muy diferente de su pueblo; pero conocía tan bien sus defectos como sus cualidades.
La capital virtud política de Franco era la serenidad. Nunca le vi ni crispado ni con prisas. No se desentendía de nada que fuese de su competencia y atacaba los problemas, pero sin nervios, sin premuras. Este talante en la cúpula irradiaba una general sensación de tranquilidad, de seguridad y de normalidad que permitía a los funcionarios, a los empresarios y a los asalariados trabajar sin la angustia de un brusco viraje, de un vacio de poder o de un hiato nacional. En la paz, el templado sosiego de Franco hizo de España una nación confiada y laboriosa.
Su sobriedad era extrema, su atuendo era sumamente sencillo. Cuando vestía el uniforme solo usaba la cruz laureada de San Fernando. Su sempiterno traje gris, cien veces replanchado revelaba ruborosamente, al reflejo de la luz, sus muchos años. Su ajuar personal era casi de campana, empezando por el reloj y la pluma trasnochados. Sus habitaciones privadas en El Pardo parecerían poco habitables a muchos burgueses medios. El viejo automóvil de los viajes oficiales y particulares funcionaba perfectamente gracias a la pericia del mecánico. El presupuesto de la jefatura del Estado se mantuvo siempre en cifras ridículas, se abstuvo de toda actividad mercantil o especulativa. Practicó el antinepotismo. Le da repelúsba cualquier especie de corrupción y su ejemplo contribuyo a robustecer la decencia de las administraciones publicas. Al cabo de cuarenta años de ejercicio de soberanía, no lego mas bienes que sus modestos ahorros de octogenario soldado.
Este fue el hombre que, después de muerto, algunos resentidos, incluso compatriotas, siguen cubriendo de improperios tan gratuitos como burdos. Cantaba el salmista que los labios expresan lo que rebosa el corazón. Cuando lo que brota de ciertos ánimos es hiel, ¿por qué no lo vierten en lugares excusados, por higiene propia y por respeto a los demás? Aunque, a su pesar vienen tácitamente a enaltecer al personaje, porque ¿Quién se ocupa de figuras insignificantes como Luis I, Femando VI o Alfonso XII? Solo los egregios como Femando el Católico, Carlos I o Felipe II suscitan rencorosos cultivadores de leyendas negras.
Las gestas más trascendentales de dos milenios de historia de España han sido la romanización, la cristianización, la unidad nacional, el descubrimiento y colonización de América, la revolución industrial y la tras*formación del proletariado en clases medias. Dos de esos magnos hechos son logros de la era de Franco.
Franco es el gobernante más honesto que ha tenido España y el más eficaz, por lo menos, desde Felipe II.