Auge de las casas pasivas en España: "Ahorramos un 80% en la factura de la luz"
La casa de Alejandro y Esther no es como las demás. Hay razones obvias desde el exterior: se trata de un chalet en Rivas (Madrid) con 300 metros cuadrados construidos, pocas ventanas y un jardín con piscina que firmaría —casi— cualquier español. Las sensaciones, por dentro, son extrañas. Se echan en falta pequeños detalles de las demás casas: que la temperatura varíe en cada habitación, una corriente de aire o el constante runrún de los coches en la calle. Incluso los radiadores. En la casa de Alejandro y Esther siempre hay silencio a 24 grados centígrados: "Cuando llueve nos enteramos por la ventana, ni siquiera se escuchan las gotas al caer", dice Esther, divertida. La casa de Alejandro y Esther no es como las demás porque es una de las primeras casas pasivas de España.
El concepto de casa pasiva nace a finales de los setenta como un tipo de construcción enfocada a la eficiencia energética. El objetivo es simple: reducir al mínimo en consumo energético por medio de medidas pasivas, como el aislamiento o la orientación del edificio, para mantener en el interior una temperatura confortable sin necesidad de calefacción o aire acondicionado. La casa pasiva se materializó en varios prototipos hasta que, entrados los ochenta, los doctores Bo Adamson y Wolfgang Feist postularon unos estándares de construcción que, a la postre, serían las bases sobre las que pivota el Passivhaus Institute, entidad certificadora a nivel internacional de las casas pasivas.
Alejandro y Esther tenían un terreno en Rivas, un presupuesto y la ilusión de construir una casa donde vivir con sus tres hijos. Acudieron al estudio del arquitecto David Marsinyach sin saber qué era una casa pasiva y terminaron viviendo en una enorme construcción de madera sin radiadores. "Entraba dentro de nuestro presupuesto, tuvimos la oportunidad de diseñarla y, claro, también importaba el ahorro energético", explica Alejandro. La familia paga 82 euros de factura energética en diciembre mientras que sus vecinos, solo en calefacción, se dejan en torno a 300 euros. Los fabricantes de casas pasivas estiman un sobrecoste de entre el 2% y el 6% en construcciones que cumplan los estándares 'passivhaus', que se amortizarían en un plazo máximo de siete años con la factura de la luz. En el caso de las construcciones de madera se abaratan los costes en general, como sucede con la casa de Alejandro y Esther que, nueva, sale más barata que el mercado de segunda mano.
La clave de las casas pasivas es el aislamiento. El Passivhaus Institut provee un 'software' a los arquitectos, llamado PHPP, que marca las pautas de construcción para cada proyecto: que si un triple acristalamiento aquí, que si forra ese tabique con vidrio celular, cuidado con ese puente térmico, recuerda que no es lo mismo tener árboles de hoja caduca que perenne alrededor de la casa. "En realidad, el programa te lo da todo hecho, luego hay que conseguir que la obra se ejecute con ese nivel de excelencia, y no es fácil, créeme", dice Marsinyach entre risas.
Durante la certificación el arquitecto trabaja con un inspector del Institut durante toda la construcción para asegurarse de que se cumple con el manual (PDF). "Si se nos ocurre alguna solución alternativa tenemos que enviarla a Alemania para que la estudien. Una vez que la aprueban, entra en el manual", dice Marsinyach, orgulloso de aportar un sistema de calentamiento de agua de bajo consumo al movimiento passivhaus. Es la única medida activa de la casa junto al sistema de ventilación, en constante funcionamiento, que saca el aire viciado y lo renueva constantemente. En el tránsito, detalla Marsinyach, el aire caliente templa el frío que llega de la calle, logrando no solo climatizar la casa, sino evitar la entrada de impurezas. "No hay polvo en los muebles", afirma Alejandro.
Para obtener el certificado del Passivhaus Institut, además de pagar una cifra en torno a 3.000 euros, hay que pasar el temido Blower Test. "Se trata de ubicar un gran ventilador en la puerta de la casa y, con una cámara térmica, los inspectores vigilan que no haya pérdidas de calor. Para que te hagas una idea, el aire de una casa normal, con todo cerrado, se renueva seis veces diarias por las pérdidas. A nosotros nos permiten un máximo de 0,6 ventilaciones por día", afirma Marsinyach. Hay otros tres requisitos técnicos: que las demandas de calefacción y refrigeración sean inferiores a 15 kWh/(m²a) y la de energía primaria baje de 120 kWh/(m²a). Una casa normal consume en torno al 90% más.
"¿Sabes lo que es raro? No poder abrir las ventanas. En verano, cuando están los niños en la piscina, se nos hace extraño mantener la puerta cerrada", dice Esther. "Yo se lo dejé muy claro desde el principio: puedes abrir las ventanas cuando quieras, pero estás perdiendo dinero", le responde el arquitecto. El pasado verano, en plena ola de calor, el matrimonio reconoce que las medidas pasivas se desbordaron y que sudaron como el resto de mortales; ahora valoran incluir una ventana en la parte superior de la casa para dejar que el calor escape en verano.
La casa de Alejandro y Esther es uno de los últimos ejemplos de una tendencia creciente en España. Desde 2011 los arquitectos especializados han notado un aumento en el interés de sus clientes por este tipo de construcción. Lo achacan al repunte de la factura energética, a los últimos coletazos de la crisis e incluso a que obtener el certificado es una inversión, ya que los planes de construcción nacionales apuntan en la misma dirección —aislamientos, hermeticidad, aprovechamiento de la energía— y en algunas ciudades europeas como Bruselas es obligatorio construir bajo estos estándares desde 2012. En Alemania, cientos de pequeños municipios vigilan los aislamientos bajo los criterios del doctor Feist.
Un estándar en Alemania e Inglaterra
A diferencia de países como Alemania, Francia o Inglaterra, que cuentan con cientos de edificios certificados, en España apenas superamos la veintena. Todo obra privada excepto algunos proyectos piloto que el Gobierno vasco ha constituido en VPO: "El modelo de edificio pasivo es perfecto para grandes edificios de oficinas y viviendas de protección oficial, porque permite que sus inquilinos, que en principio no tienen grandes recursos económicos, se liberen de los gastos de electricidad. Además es mucho más eficiente y ecológico; yo he conocido promociones de 1.000 VPO en Vallecas que compartían sistema de calefacción y no se podían encender hasta que se llenasen todas las casas", lamenta Marsinyach. En Bilbao, haciendo gala de su naturaleza grandilocuente, podrán presumir el próximo año del edificio pasivo más grande del mundo, que contará con 108 viviendas protegidas y 63 sociales.
Distribución de viviendas pasivas certificadas en Europa
Uno de los osbtáculos a los que se enfrentan los estándares de casa pasiva es que solo certifican a las nuevas construcciones, lo que circunscribe el potencial de clientes a los que pueden permitirse la creación de una casa unifamiliar. "Lamentablemente uno no puede aislar solo su piso, tiene que hacerlo todo el edificio, y entonces no será considerado Passivhaus, sino EnerPHit, que es un certificado para rehabilitaciones", advierte Daniel Diedrich, otro arquitecto que se especializó en la materia en lo más riguroso de la crisis.
Diedrich está a punto de entregar las llaves de una casa pasiva en la que ha ido más allá de los estándares: mediante unos paneles solares en el techo aspira a que la casa no solo sea autosuficiente sino que, ante el inminente cambio de la legislación en autoconsumo, sus inquilinos puedan vender el excedente a Iberdrola. "La casa está preparada para cuando caiga el impuesto al sol. Tiene un contador de electricidad reversible que, cuando generas más electricidad de la que consumes, descuenta gasto", asegura Diedrich. Según su versión, en el peor de los escenarios el ahorro energético corresponde a un 80%.
Diedrich presume de que la nueva construcción, llamada Titania y ubicada en la calle Arturo Soria (Madrid), será certificada como la primera Passivhaus Plus de España, ya que genera más energía de la que consume. "Con 3.000 vatios —el consumo de un calefactor eléctrico— conseguimos climatizar 180 metros cuadrados a base de hacer como los ingenieros de la Fórmula 1: preocuparnos por el detalle para pulir centésimas", dice el arquitecto. Existe una última categoría, la Passivhaus Premium, que corresponde a edificios cuya producción de energía renovable casi duplica a su consumo.
La casa Titania, en la calle Arturo Soria
Diedrich ha utilizado un sistema de ventilación basado en la aerotermia, similar al de Marsinyach en Rivas, que suple las necesidades de calefacción. También como Marsinyach, Diedrich ha detectado que la arquitectura 'passivhaus' sufre con el estío español: "Es mucho más difícil mantener la temperatura en verano que en invierno; ten en cuenta que los electrodomésticos, y los seres humanos, somos fuentes de calor, pero no hay ninguna de frío. Y tampoco podemos negar que el estándar de casa pasiva se diseñó en Alemania, que es un país de clima frío", argumenta Diedrich. "Cuando en la calle hay 38 grados, poco se puede hacer", apunta Marsinyach.
En un momento en el que el interés de los españoles por abaratar la factura energética converge con las normativas comunitarias y nacionales en materia de construcción, las casas pasivas surgen como una opción cada vez más habitual. Según los expertos, el sector se enfrenta a dos retos. El primero pasa por conseguir mano de obra especializada, familiarizada con los nuevos materiales: "Nos cuesta mucho encontrar a profesionales. Necesitamos gente que conozca los materiales y sepa cómo construir según los estándares de Passivhaus, y hay muy, muy pocos perfiles así en España", advierte Marsinyach.
Por su parte Diedrich señala que la clave es concienciar a la sociedad: "Tiene que cambiar nuestra mentalidad, tenemos que comprender que cuando perdemos calor por una ventana, perdemos dinero en realidad. No hay cultura de aislamiento en España. Yo comparo nuestros edificios con las cafeteras: son todos jarras de cristal que se calientan constantemente con una resistencia cuando deberían ser termos".
Auge de las casas pasivas en España: "Ahorramos un 80% en la factura de la luz"
La casa de Alejandro y Esther no es como las demás. Hay razones obvias desde el exterior: se trata de un chalet en Rivas (Madrid) con 300 metros cuadrados construidos, pocas ventanas y un jardín con piscina que firmaría —casi— cualquier español. Las sensaciones, por dentro, son extrañas. Se echan en falta pequeños detalles de las demás casas: que la temperatura varíe en cada habitación, una corriente de aire o el constante runrún de los coches en la calle. Incluso los radiadores. En la casa de Alejandro y Esther siempre hay silencio a 24 grados centígrados: "Cuando llueve nos enteramos por la ventana, ni siquiera se escuchan las gotas al caer", dice Esther, divertida. La casa de Alejandro y Esther no es como las demás porque es una de las primeras casas pasivas de España.
El concepto de casa pasiva nace a finales de los setenta como un tipo de construcción enfocada a la eficiencia energética. El objetivo es simple: reducir al mínimo en consumo energético por medio de medidas pasivas, como el aislamiento o la orientación del edificio, para mantener en el interior una temperatura confortable sin necesidad de calefacción o aire acondicionado. La casa pasiva se materializó en varios prototipos hasta que, entrados los ochenta, los doctores Bo Adamson y Wolfgang Feist postularon unos estándares de construcción que, a la postre, serían las bases sobre las que pivota el Passivhaus Institute, entidad certificadora a nivel internacional de las casas pasivas.
Alejandro y Esther tenían un terreno en Rivas, un presupuesto y la ilusión de construir una casa donde vivir con sus tres hijos. Acudieron al estudio del arquitecto David Marsinyach sin saber qué era una casa pasiva y terminaron viviendo en una enorme construcción de madera sin radiadores. "Entraba dentro de nuestro presupuesto, tuvimos la oportunidad de diseñarla y, claro, también importaba el ahorro energético", explica Alejandro. La familia paga 82 euros de factura energética en diciembre mientras que sus vecinos, solo en calefacción, se dejan en torno a 300 euros. Los fabricantes de casas pasivas estiman un sobrecoste de entre el 2% y el 6% en construcciones que cumplan los estándares 'passivhaus', que se amortizarían en un plazo máximo de siete años con la factura de la luz. En el caso de las construcciones de madera se abaratan los costes en general, como sucede con la casa de Alejandro y Esther que, nueva, sale más barata que el mercado de segunda mano.
La clave de las casas pasivas es el aislamiento. El Passivhaus Institut provee un 'software' a los arquitectos, llamado PHPP, que marca las pautas de construcción para cada proyecto: que si un triple acristalamiento aquí, que si forra ese tabique con vidrio celular, cuidado con ese puente térmico, recuerda que no es lo mismo tener árboles de hoja caduca que perenne alrededor de la casa. "En realidad, el programa te lo da todo hecho, luego hay que conseguir que la obra se ejecute con ese nivel de excelencia, y no es fácil, créeme", dice Marsinyach entre risas.
Durante la certificación el arquitecto trabaja con un inspector del Institut durante toda la construcción para asegurarse de que se cumple con el manual (PDF). "Si se nos ocurre alguna solución alternativa tenemos que enviarla a Alemania para que la estudien. Una vez que la aprueban, entra en el manual", dice Marsinyach, orgulloso de aportar un sistema de calentamiento de agua de bajo consumo al movimiento passivhaus. Es la única medida activa de la casa junto al sistema de ventilación, en constante funcionamiento, que saca el aire viciado y lo renueva constantemente. En el tránsito, detalla Marsinyach, el aire caliente templa el frío que llega de la calle, logrando no solo climatizar la casa, sino evitar la entrada de impurezas. "No hay polvo en los muebles", afirma Alejandro.
Para obtener el certificado del Passivhaus Institut, además de pagar una cifra en torno a 3.000 euros, hay que pasar el temido Blower Test. "Se trata de ubicar un gran ventilador en la puerta de la casa y, con una cámara térmica, los inspectores vigilan que no haya pérdidas de calor. Para que te hagas una idea, el aire de una casa normal, con todo cerrado, se renueva seis veces diarias por las pérdidas. A nosotros nos permiten un máximo de 0,6 ventilaciones por día", afirma Marsinyach. Hay otros tres requisitos técnicos: que las demandas de calefacción y refrigeración sean inferiores a 15 kWh/(m²a) y la de energía primaria baje de 120 kWh/(m²a). Una casa normal consume en torno al 90% más.
"¿Sabes lo que es raro? No poder abrir las ventanas. En verano, cuando están los niños en la piscina, se nos hace extraño mantener la puerta cerrada", dice Esther. "Yo se lo dejé muy claro desde el principio: puedes abrir las ventanas cuando quieras, pero estás perdiendo dinero", le responde el arquitecto. El pasado verano, en plena ola de calor, el matrimonio reconoce que las medidas pasivas se desbordaron y que sudaron como el resto de mortales; ahora valoran incluir una ventana en la parte superior de la casa para dejar que el calor escape en verano.
La casa de Alejandro y Esther es uno de los últimos ejemplos de una tendencia creciente en España. Desde 2011 los arquitectos especializados han notado un aumento en el interés de sus clientes por este tipo de construcción. Lo achacan al repunte de la factura energética, a los últimos coletazos de la crisis e incluso a que obtener el certificado es una inversión, ya que los planes de construcción nacionales apuntan en la misma dirección —aislamientos, hermeticidad, aprovechamiento de la energía— y en algunas ciudades europeas como Bruselas es obligatorio construir bajo estos estándares desde 2012. En Alemania, cientos de pequeños municipios vigilan los aislamientos bajo los criterios del doctor Feist.
Un estándar en Alemania e Inglaterra
A diferencia de países como Alemania, Francia o Inglaterra, que cuentan con cientos de edificios certificados, en España apenas superamos la veintena. Todo obra privada excepto algunos proyectos piloto que el Gobierno vasco ha constituido en VPO: "El modelo de edificio pasivo es perfecto para grandes edificios de oficinas y viviendas de protección oficial, porque permite que sus inquilinos, que en principio no tienen grandes recursos económicos, se liberen de los gastos de electricidad. Además es mucho más eficiente y ecológico; yo he conocido promociones de 1.000 VPO en Vallecas que compartían sistema de calefacción y no se podían encender hasta que se llenasen todas las casas", lamenta Marsinyach. En Bilbao, haciendo gala de su naturaleza grandilocuente, podrán presumir el próximo año del edificio pasivo más grande del mundo, que contará con 108 viviendas protegidas y 63 sociales.
Distribución de viviendas pasivas certificadas en Europa
Uno de los osbtáculos a los que se enfrentan los estándares de casa pasiva es que solo certifican a las nuevas construcciones, lo que circunscribe el potencial de clientes a los que pueden permitirse la creación de una casa unifamiliar. "Lamentablemente uno no puede aislar solo su piso, tiene que hacerlo todo el edificio, y entonces no será considerado Passivhaus, sino EnerPHit, que es un certificado para rehabilitaciones", advierte Daniel Diedrich, otro arquitecto que se especializó en la materia en lo más riguroso de la crisis.
Diedrich está a punto de entregar las llaves de una casa pasiva en la que ha ido más allá de los estándares: mediante unos paneles solares en el techo aspira a que la casa no solo sea autosuficiente sino que, ante el inminente cambio de la legislación en autoconsumo, sus inquilinos puedan vender el excedente a Iberdrola. "La casa está preparada para cuando caiga el impuesto al sol. Tiene un contador de electricidad reversible que, cuando generas más electricidad de la que consumes, descuenta gasto", asegura Diedrich. Según su versión, en el peor de los escenarios el ahorro energético corresponde a un 80%.
Diedrich presume de que la nueva construcción, llamada Titania y ubicada en la calle Arturo Soria (Madrid), será certificada como la primera Passivhaus Plus de España, ya que genera más energía de la que consume. "Con 3.000 vatios —el consumo de un calefactor eléctrico— conseguimos climatizar 180 metros cuadrados a base de hacer como los ingenieros de la Fórmula 1: preocuparnos por el detalle para pulir centésimas", dice el arquitecto. Existe una última categoría, la Passivhaus Premium, que corresponde a edificios cuya producción de energía renovable casi duplica a su consumo.
La casa Titania, en la calle Arturo Soria
Diedrich ha utilizado un sistema de ventilación basado en la aerotermia, similar al de Marsinyach en Rivas, que suple las necesidades de calefacción. También como Marsinyach, Diedrich ha detectado que la arquitectura 'passivhaus' sufre con el estío español: "Es mucho más difícil mantener la temperatura en verano que en invierno; ten en cuenta que los electrodomésticos, y los seres humanos, somos fuentes de calor, pero no hay ninguna de frío. Y tampoco podemos negar que el estándar de casa pasiva se diseñó en Alemania, que es un país de clima frío", argumenta Diedrich. "Cuando en la calle hay 38 grados, poco se puede hacer", apunta Marsinyach.
En un momento en el que el interés de los españoles por abaratar la factura energética converge con las normativas comunitarias y nacionales en materia de construcción, las casas pasivas surgen como una opción cada vez más habitual. Según los expertos, el sector se enfrenta a dos retos. El primero pasa por conseguir mano de obra especializada, familiarizada con los nuevos materiales: "Nos cuesta mucho encontrar a profesionales. Necesitamos gente que conozca los materiales y sepa cómo construir según los estándares de Passivhaus, y hay muy, muy pocos perfiles así en España", advierte Marsinyach.
Por su parte Diedrich señala que la clave es concienciar a la sociedad: "Tiene que cambiar nuestra mentalidad, tenemos que comprender que cuando perdemos calor por una ventana, perdemos dinero en realidad. No hay cultura de aislamiento en España. Yo comparo nuestros edificios con las cafeteras: son todos jarras de cristal que se calientan constantemente con una resistencia cuando deberían ser termos".
Auge de las casas pasivas en España: "Ahorramos un 80% en la factura de la luz"