El Régimen del 78 fue diseñado por EEUU bastante antes de la fin de Franco:
CIACRACIA
En 1966 se descubrió que la CIA financiaba en secreto y pastoreaba la intelectualidad europea e hispanoamericana, de derechas e izquierdas, a través del Congreso por la Libertad de la Cultura (CLC).
Thomas Braden (llegado a la CIA en 1950, encargado de organizar la División Internacional de Oposición al Comunismo) confirma el financiamiento oculto del Congreso en un artículo con título provocador: Me siento orgulloso de que la CIA sea amoral.
Los españoles exiliados como consecuencia de la Guerra Civil iban a participar activamente en los trabajos del CLC y entre éstos cabe enumerar a los ex miembros del partido revolucionario independiente, POUM [Partit Obrer d’Unificació Marxista], miembros del ala «caballerista» [vinculados a Largo Caballero] del PSOE en el exilio, así como intelectuales y escritores liberales. Mención especial se merece el ex poumista Julián Gorkin, que durante años ocupó el cargo de la secretaría latinoamericana del CLC y promovió importantes iniciativas antifranquistas, en esta última tarea auxiliado por el escritor europeísta Salvador de Madariaga y por otro ex poumista, Enrique Adroher Gironella, secretario del Consejo Federal del Movimiento Europeo.
En una carta del escritor y ciácrata a sueldo Raditsa a Josselson, jefe del CLC y agente de la CIA, de 5 de enero de 1959, lo urgía: «La liberación intelectual de España debe ser el trabajo del Congreso».
Entre los intelectuales financiados por la CIA y miembros del Comité español del CLC se encontraban Dionisio Ridruejo, Julián Marías, Enrique Tierno Galván, José Luis Cano, José Luis Aranguren, Pedro Laín Entralgo, Marià Manent, Lorenzo Gomis, Fernando Chueca, Pablo Martí Zaro, Carlos María Bru, Domingo Garcia Sabell, Marià Manent, Raúl jovenlandésdo, José Luis Cano, J. Caro Baroja, Fernando Chueca, Paulino Garagorri, José Antonio Maravall, Antonio Menchaca Careaga, Jesús Prados Arrarte, Ruiz Gimenez, José Luis Sampedro, Josep Benet, Josep Maria Castellet, Lorenzo Gomis, Albert Manent, Josep M. Vilaseca Narcet, Vicente Ventura y Fernando Vicente–Arche, Jaime García Añoveros, Luis Michelena, Eduardo Chillida, Carlos Santamaría, Antonio Buero Vallejo, Miguel Delibes y Ramón Piñeiro.
En España, las conferencias internacionales organizadas por el CLC se anunciaban bajo el patronazgo de la UNESCO, la AECI, las cátedras universitarias (como la de Derecho de Aranguren en la Universidad Complutense, o la de Economía de Sureda en la Universidad de Barcelona), u organismos culturales extranjeros, como el Institut Français.
El CLC colaboró de forma muy estrecha con Ínsula, Revista de Occidente y Cuadernos para el diálogo (la revista que vociferaba contra Solschenitzin cuando visitó España en 1976, el cual había osado decir: “Si nosotros gozásemos de la libertad de que ustedes disfrutan aquí, nos quedaríamos boquiabiertos”. Ante lo cual, Juan Benet -miembro del comité español del CLC- rebuznó en el periódico ciacrático -que no kagebecrático- Cuadernos para el diálogo: “Yo creo firmemente que, mientras existan personas como Alexandr Soljenitsin, los campos de concentración subsistirán y deben subsistir. Tal vez deberían estar un poco mejor guardados, a fin de que personas como Alexandr Soljenitsin no puedan salir de ellos. Nada más higiénico que el hecho de que las autoridades soviéticas –cuyos gustos y criterios sobre los escritores rusos subversivos comparto a menudo– busquen la manera de librarse de semejante peste”).
El plan desembocó en la realización del IV Congreso del Movimiento Europeo, que se reunió en Múnich del 5 al 8 de junio de 1962 con el objeto de discutir la situación española bajo el lema "Europa y España". Paga la CIA.
El contubernio de Munich, un contubernio del CLC con los ciácratas Madariaga y Gorkin -el liberal y el marxista- como maestros de ceremonias, y donde la CIA impuso a España la sarama que padecemos:
El 5 de julio de 1978, durante el Pleno del Congreso de los Diputados, Enrique Tierno Galván, el viejo ciácrata, desvela en la tribuna de oradores que el reparto de España entre “nacionalidades y regiones” no es fruto del consenso entre los parlamentarios reunidos en las ponencias, como hacían creer los medios de comunicación, sino de un compromiso con el separatismo bastante anterior:
“¿Por qué no decirlo? –dice Tierno- ¿Por qué ocultar que se trata de un compromiso adquirido entonces? Es como si algunos se avergonzasen o sintieran un extraño pudor. Pues bien, yo proclamo aquí que en este punto lo que estoy haciendo es cumplir un compromiso contraído en tiempos de clandestinidad.”
En los debates de la comisión constitucional del Senado del 20 de agosto de ese mismo año, el senador socialista Villar Arregui dijo que la palabra nacionalidades ya estaba acordada por la oposición en Munich en 1962.
El senador González Seara, de UCD, en esa misma sesión, dijo que el compromiso era anterior a las elecciones del 15 de junio, “porque las fuerzas democráticas se habían puesto ya de acuerdo en aceptar el término nacionalidades”.
¿Cuáles eran "las fuerzas democráticas"? Ese mismo día, apareció en El país un artículo del ciácrata Aranguren donde lo clavaba: “El régimen de consenso está cumpliendo una función semejante a la que el régimen de pacto (de San Sebastián) cumplió antes de implantada la República de 1931; esa función consiste y consistió en definir cuáles son los partidos con derecho a gobernar, aquéllos a quienes se otorgan credenciales, republicanas entonces, democráticas ahora”.
(Sobre el CLC se ha publicado el libro La CIA y la guerra cultural, de Frances Stonor Saunders y hay también bastante documentación en internet; respecto a España, puede verse Causas y circunstancias del establecimiento del Comité español del Congreso por la libertad de la Cultura, de Olga Glondys.)
El término nacionalidaes, según aparece en la Costitución, es un atentado a la lengua española que encubre un atentado a la unidad española, pues nacionalidad se define como la cualidad de pertenencia de cada individuo a una nación y, por tanto, deriva de ésta última.
Algunos senadores se opusieron a su inclusión en la futura Costitución, como Cela, que proponía países, o Julián Marías alegando que la ambigüedad del concepto podría dar lugar a graves conflictos por su posible uso político, dado que consideraba que “nacionalidad” no debía entenderse, como consideraba que se hacía en el texto constitucional, como “nación subordinada o subnación o parte de nación”, sino que “se usa en el Derecho español y en el de los demás países, y en el internacional, en los tratados internacionales y en el uso común de la lengua en el sentido de que es el vínculo de pertenencia o la cualidad de conducción de alguien que pertenece a una nación."
DRAE:
nacionalidad.
1. f. Condición y carácter peculiar de los pueblos y habitantes de una nación.
2. f. Estado propio de la persona nacida o naturalizada en una nación.
Posteriormente hubieron de incluir dos acepciones más:
3. f. Esp. Comunidad autónoma a la que, en su Estatuto, se le reconoce una especial identidad histórica y cultural.
4. f. Esp. Denominación oficial de algunas comunidades autónomas españolas.
Sin olvidar que estamos en la prehistoria, prehistoria contemporánea en el sentido de que la mayor parte de los documentos, testimonios, etc. son secretos (será historia cuando todo esté a disposición de los historiadores excepto, naturalmente, lo que se haya destruido, e incluso esto tendrá un valor muy significativo) creo que las bandas terroristas europeas son made in USA, como ha quedado demostrado con Gladio y demás.
Así ETA -la mano de obra criminal de las nacionalidades como separatismo- con su santuario francés, su buena prensa en EEUU, últimamente sus mediadores internacionales de postín, su actual ingreso en las instituciones… Tras la Amnistía, muchos etarras se colocaron en el PSOE de Rosa Díez y, en general, los terroristas “intelectuales” que triunfan con sus chanchullos en esta ciacracia avanzada, han pasado de la extrema izquierda a sectarios extremos de EEUU y fervorosos sionistas -adhesión inquebrantable al Estado de Israel y todos sus gobiernos, sin fisura alguna para la más mínima crítica y con el mismo fanatismo que antes mostraban hacia la URSS o China-, como Jon Juaristi (ETA), Pío Moa (GRAPO), Esteban Ibarra (FRAP) o Rafael Blasco (FRAP), lo que hace pensar que siempre fueron meros sionistas yanquifilíticos.