inadaptat susial
Madmaxista
La persecución de los nacionalistas catalanes a Francisco Oya y los profesores discrepantes
Rafael Núñez Ruiz
Artículo completo (interesantísimo pero muy "tocho"):
Sin precedentes. La persecución de los nacionalistas catalanes a Francisco Oya y los profesores discrepantes
(...) Un discurso profundamente racista
Y en la noticia se recogen estos datos de los que han elaborado el informe y que, en su opinión, contaminan los manuales de texto:
“El independentismo catalán echa sus raíces en pensadores que practicaban un discurso profundamente racista, que poco tiene que envidiar al que luego defendería el nazismo en los años 30. Así lo pone en evidencia la recopilación de textos que ha elaborado el historiador y presidente de la asociación Profesores por el Bilingüismo, Francisco Oya.
Uno de los fundadores del nacionalismo catalán fue el escritor Pompeu Gener (1848-1920), quien intentó dar a sus teorías un enfoque científico y “darwinista”. En un ensayo publicado a finales del siglo XIX, defendía este enfoque de supremacismo racista: “Creemos que nuestro pueblo es de una raza superior a la de la mayoría de los que forman España. Sabemos por la ciencia que somos arios”.
Y establecía la siguiente distinción entre los catalanes “arios” (del Ebro al Pirineo) y el resto de españoles: “En España, la población puede dividirse en dos razas. La aria (celta, grecolatina, goda), o sea del Ebro al Pirineo; y la que ocupa del Ebro al Estrecho, que, en su mayor parte, no es aria sino semita, presemita y aun mongólica. Nosotros [los catalanes], que somos indogermánicos, de origen y corazón, no podemos sufrir la preponderancia de tales elementos de razas inferiores“.
Tras dejar sentada esta tesis –que distinguía entre los catalanes “arios” y el resto de españoles, de sangre judía, como luego haría Hitler–, pocos años después insistió: “Soñamos con un imperio intelectual y jovenlandesal mediterráneo, por nuestra influencia sobre las restantes naciones latinas, sin ser desviados por las durezas e ignorancias castellanas (…) Nuestro patriotismo es de Patria superior. Los demás pueblos de España ya nos seguirán, si quieren o si pueden, y si no, peor para ellos. Tal es nuestro cometido”.
A los mismos tópicos recurría Enric Prat de la Riba (1870-1917), fundador de la Lliga Regionalista y considerado como uno de los padres del nacionalismo catalán. En 1898 escribía las siguientes palabras: “Los castellanos, que los extranjeros designan en general con la denominación de españoles, son un pueblo en el que el carácter semítico es predominante; la sangre árabe y del sur muy sur que las frecuentes invasiones del sur le han inoculado se revela en su modo de ser, de pensar, de sentir y en todas las manifestaciones de su vida pública y privada”.
Frente a ellos contraponía la “fuerza de la prosperidad económica, de energías intelectuales, jovenlandesales y artísticas” de Cataluña, “la principal representante de la civilización europea en ese fajo mal atado de kabilas jovenlandeses que el Estado español encarna“.
El nacionalista catalán Daniel Cardona i Civit (1890-1943) fundó la organización Nosaltres Sols!, que imitaba el nombre del partido independentista irlandés Sinn Féin, luego convertido en brazo político del grupo terrorista IRA.
Cardona calificaba de “oleada turística enemiga” la llegada de castellanos y andaluces a Cataluña: “Sintiendo como una repulsión instintiva por el trabajo, vienen a nuestra tierra a buscar los garbanzos que le son difíciles de encontrar en la suya (…) Compañeros, hace falta meterse en este importante aspecto de la oleada turística enemiga. La tierra y la riqueza catalana pasan así fácilmente sin que nadie se dé cuenta a manos de nuestros enemigos. Para una mujer catalana, sólo un patriota catalán como marido. Hace falta infiltrar en la mujer catalana una máxima repulsión hacia toda unión que además de entregar al enemigo tierras y bienes catalanes, vaya a impurificar la raza catalana”.
El escritor nacionalista catalán Josep Genovès Moles también se mostraba muy preocupado ante la posibilidad de que la sangre catalana se contaminara con la del resto de los españoles: “Ningún catalán ni ninguna catalana dignos de tal nombre admitirán unión matrimonial con individuo español o hijo de españoles“, escribió en un ensayo publicado en 1931, ya proclamada la Segunda República, “consideramos anticatalanas tales uniones y, como tales, las combatiremos. Declaramos mal catalán al que, después de habérsele hecho tales reflexiones, efectúe el matrimonio”.
Los nacionalistas catalanes veneran al fundador de ERC y presidente de la Generalitat Francesc Macià (1859-1933), quien el 14 de abril de 1931 proclamó una “república catalana” que sólo duró tres días.
En un escrito publicado en 1923, Macià advertía que el resto de españoles llegados a Barcelona, a los que calificaba como “la etnianada inmensa”, corrompían a la sociedad catalana: “Esta inmundicia de basuras que han colmado la indignación de tantos sutilísimos comodones, no nos ha aterrorizado mucho a nosotros, acostumbrados a soportar la existencia de otra inmundicia más grande, la etnianada inmensa de una clase de gente que lleva gangrenando Barcelona desde hace tiempo; todo este pudridero de barrios bajos en descomposición, en donde se engendra la maldad y el microbio… Y de los barrios bajos que hemos señalados –al decir barrios bajos quiero decir España– son hijas todas las cortesanas de calle y de cabaret que envenenen la vida de nuestra juventud”.
No es raro, por tanto, que el propio ex presidente Jordi Pujol Soley sintetizara estas ideas en la obra magna que publicó en 1976, bajo el título La inmi gración, problema y esperanza de Cataluña. En el libro, el político catalán escribió lo siguiente: “El hombre andaluz no es un hombre coherente. Es un hombre anárquico. Es un hombre destruido. Es, generalmente, un hombre poco hecho, un hombre que vive en un estado de ignorancia y miseria cultural, mental y espiritual“.
Y añadió en alusión a los miles de andaluces que emigraron a Cataluña: “Es un hombre desarraigado, incapaz de tener un sentido un poco amplio de comunidad. De entrada, constituye la muestra de menor valor social y espiritual de España. Ya lo he dicho antes. Es un hombre destruido y anárquico. Si por la fuerza del número llegase a dominar sin haber superado su propia perplejidad, destruiría Cataluña“.
La obsesión de los catalanistas: cómo neutralizar a los xarnegos de los nuevos barrios
Un informe del sindicato AME denuncia que en los manuales de Ciencias Sociales de 5º y 6º de Primaria se reducen a la mínima expresión los contenidos de geografía e historia española; se pone como ley principal al Estatuto de Autonomía; se da a entender que Cataluña es otro país de la UE o se convierte el Reino de Aragón en la inexistente “corona catalanoaragonesa”.
De hecho, ésta era la principal preocupación –obsesión- en los movimientos catalanistas de oposición al franquismo en los años de la tras*ición política: cómo neutralizar a esas multitudes o turbas españolas (xarnegos) de los nuevos barrios en construcción en las periferia súrbanas, que protagonizaban la oposición sindical y social al franquismo en pro de las libertades y la democracia. Se intentó desde la Asamblea de Cataluña y, cuando no se tuvo seguro el control, se constituyó el Consell de Forces Polítiques de Catalunya (que excluía a las organizaciones “sucursalistas”) y, más adelante, se produjo el “sorpasso” de las direcciones del PSUC y el PSC-PSOE, tras la unificación socialista, por las élites dirigentes catalanistas.
Se editaron en esos años, supuestamente desde posiciones de izquierdas, cientos de publicaciones sobre “Immigració i reconstrucció nacional a Catalunya” (Editorial Blume, Fundació Jaume Boffil, Jaume Botey…) y la lengua catalana y la inmi gración (Las varias “Jornades de Reflexions Crítiques sobre la Cultura Catalana” organizadas por la Generalitat, Quaderns de Alliberament, Badia Margarit, etc.). En general, la idea era conectar con la existencia de una “construcción nacional” abortada por el franquismo y con un nacionalismo popular, que el historiador Josep Termes se empeñó en buscar con escaso éxito (“La immigració a Catalunya i altres estudis d´història del nacionalisme català”). En numerosas ocasiones, se tomaba como referencia un libro de Joan Ferrater jovenlandesa “Les formes de la vida catalana”, que incluía un ensayo, “Catalanització de Catalunya”, de 1942, pero reeditado en 1972. De alguna manera, a Paco Candel se le encarriló por ahí, con su obra “Los otros catalanes”, “Els altres catalans”.
Mi interés por este tema se despertó, de manera indirecta, en mis años universitarios en Madrid, en que asistí muy sorprendido a furibundos debates entre dos historiadores catalanes asentados en Madrid, Xavier Cuadrat, que había presentado su tesis de doctorado sobre el anarquismo y el socialismo catalanista de principios del siglo XX, y Antoni Jutglar, que había publicado “La era industrial en España” y varias obras de investigación sobre el republicanismo federal y Pi i Margall, “Ideología y clases en la España de la Restauración” y “La inmi gración en Cataluña”. El primero defendía la existencia de un catalanismo de izquierdas y el segundo negaba cualquier vinculación del catalanismo con las izquierdas y con el republicanismo. Siete años después apareció publicada la obra de Jordi Solé Tura, “Catalanismo y Revolución burguesa”.
Viviendo ya en Cataluña (curso 1973/74), por experiencia propia y por diversas polémicas historiográficas, detecté que el problema histórico del Catalanismo era España (el de las convulsiones sociales y políticas asociadas a la España liberal) y que el gran problema social, cultural y político eran los inmigrados, cosa que ya le escuché decir a Antoni Jutglar. Resultó ser un campo oculto tras todas las construcciones históricas e ideológicas del catalanismo (una verdadera “criptohistoria”) de un calado apasionante. Mi objeto de lecturas e investigación giraron principalmente sobre este asunto temático, especialmente el de la “cultura popular” catalana y la “nueva historia nacional” en el marco de las grandes tras*formaciones económicas, sociales y demográficas vividas en Cataluña desde el último tercio del siglo XX. Las políticas de “normalización lingüística y nacional” iban en realidad dirigidas a “normalizar” a los pagapensiones de los años 50, 60 y 70 (“Más allá de la normalización lingüística: ¿Qué y a quién se ha de normalizar”. El Viejo Topo, nº 87, 1995)."
Rafael Núñez Ruiz
Artículo completo (interesantísimo pero muy "tocho"):
Sin precedentes. La persecución de los nacionalistas catalanes a Francisco Oya y los profesores discrepantes
(...) Un discurso profundamente racista
Y en la noticia se recogen estos datos de los que han elaborado el informe y que, en su opinión, contaminan los manuales de texto:
“El independentismo catalán echa sus raíces en pensadores que practicaban un discurso profundamente racista, que poco tiene que envidiar al que luego defendería el nazismo en los años 30. Así lo pone en evidencia la recopilación de textos que ha elaborado el historiador y presidente de la asociación Profesores por el Bilingüismo, Francisco Oya.
Uno de los fundadores del nacionalismo catalán fue el escritor Pompeu Gener (1848-1920), quien intentó dar a sus teorías un enfoque científico y “darwinista”. En un ensayo publicado a finales del siglo XIX, defendía este enfoque de supremacismo racista: “Creemos que nuestro pueblo es de una raza superior a la de la mayoría de los que forman España. Sabemos por la ciencia que somos arios”.
Y establecía la siguiente distinción entre los catalanes “arios” (del Ebro al Pirineo) y el resto de españoles: “En España, la población puede dividirse en dos razas. La aria (celta, grecolatina, goda), o sea del Ebro al Pirineo; y la que ocupa del Ebro al Estrecho, que, en su mayor parte, no es aria sino semita, presemita y aun mongólica. Nosotros [los catalanes], que somos indogermánicos, de origen y corazón, no podemos sufrir la preponderancia de tales elementos de razas inferiores“.
Tras dejar sentada esta tesis –que distinguía entre los catalanes “arios” y el resto de españoles, de sangre judía, como luego haría Hitler–, pocos años después insistió: “Soñamos con un imperio intelectual y jovenlandesal mediterráneo, por nuestra influencia sobre las restantes naciones latinas, sin ser desviados por las durezas e ignorancias castellanas (…) Nuestro patriotismo es de Patria superior. Los demás pueblos de España ya nos seguirán, si quieren o si pueden, y si no, peor para ellos. Tal es nuestro cometido”.
A los mismos tópicos recurría Enric Prat de la Riba (1870-1917), fundador de la Lliga Regionalista y considerado como uno de los padres del nacionalismo catalán. En 1898 escribía las siguientes palabras: “Los castellanos, que los extranjeros designan en general con la denominación de españoles, son un pueblo en el que el carácter semítico es predominante; la sangre árabe y del sur muy sur que las frecuentes invasiones del sur le han inoculado se revela en su modo de ser, de pensar, de sentir y en todas las manifestaciones de su vida pública y privada”.
Frente a ellos contraponía la “fuerza de la prosperidad económica, de energías intelectuales, jovenlandesales y artísticas” de Cataluña, “la principal representante de la civilización europea en ese fajo mal atado de kabilas jovenlandeses que el Estado español encarna“.
El nacionalista catalán Daniel Cardona i Civit (1890-1943) fundó la organización Nosaltres Sols!, que imitaba el nombre del partido independentista irlandés Sinn Féin, luego convertido en brazo político del grupo terrorista IRA.
Cardona calificaba de “oleada turística enemiga” la llegada de castellanos y andaluces a Cataluña: “Sintiendo como una repulsión instintiva por el trabajo, vienen a nuestra tierra a buscar los garbanzos que le son difíciles de encontrar en la suya (…) Compañeros, hace falta meterse en este importante aspecto de la oleada turística enemiga. La tierra y la riqueza catalana pasan así fácilmente sin que nadie se dé cuenta a manos de nuestros enemigos. Para una mujer catalana, sólo un patriota catalán como marido. Hace falta infiltrar en la mujer catalana una máxima repulsión hacia toda unión que además de entregar al enemigo tierras y bienes catalanes, vaya a impurificar la raza catalana”.
El escritor nacionalista catalán Josep Genovès Moles también se mostraba muy preocupado ante la posibilidad de que la sangre catalana se contaminara con la del resto de los españoles: “Ningún catalán ni ninguna catalana dignos de tal nombre admitirán unión matrimonial con individuo español o hijo de españoles“, escribió en un ensayo publicado en 1931, ya proclamada la Segunda República, “consideramos anticatalanas tales uniones y, como tales, las combatiremos. Declaramos mal catalán al que, después de habérsele hecho tales reflexiones, efectúe el matrimonio”.
Los nacionalistas catalanes veneran al fundador de ERC y presidente de la Generalitat Francesc Macià (1859-1933), quien el 14 de abril de 1931 proclamó una “república catalana” que sólo duró tres días.
En un escrito publicado en 1923, Macià advertía que el resto de españoles llegados a Barcelona, a los que calificaba como “la etnianada inmensa”, corrompían a la sociedad catalana: “Esta inmundicia de basuras que han colmado la indignación de tantos sutilísimos comodones, no nos ha aterrorizado mucho a nosotros, acostumbrados a soportar la existencia de otra inmundicia más grande, la etnianada inmensa de una clase de gente que lleva gangrenando Barcelona desde hace tiempo; todo este pudridero de barrios bajos en descomposición, en donde se engendra la maldad y el microbio… Y de los barrios bajos que hemos señalados –al decir barrios bajos quiero decir España– son hijas todas las cortesanas de calle y de cabaret que envenenen la vida de nuestra juventud”.
No es raro, por tanto, que el propio ex presidente Jordi Pujol Soley sintetizara estas ideas en la obra magna que publicó en 1976, bajo el título La inmi gración, problema y esperanza de Cataluña. En el libro, el político catalán escribió lo siguiente: “El hombre andaluz no es un hombre coherente. Es un hombre anárquico. Es un hombre destruido. Es, generalmente, un hombre poco hecho, un hombre que vive en un estado de ignorancia y miseria cultural, mental y espiritual“.
Y añadió en alusión a los miles de andaluces que emigraron a Cataluña: “Es un hombre desarraigado, incapaz de tener un sentido un poco amplio de comunidad. De entrada, constituye la muestra de menor valor social y espiritual de España. Ya lo he dicho antes. Es un hombre destruido y anárquico. Si por la fuerza del número llegase a dominar sin haber superado su propia perplejidad, destruiría Cataluña“.
La obsesión de los catalanistas: cómo neutralizar a los xarnegos de los nuevos barrios
Un informe del sindicato AME denuncia que en los manuales de Ciencias Sociales de 5º y 6º de Primaria se reducen a la mínima expresión los contenidos de geografía e historia española; se pone como ley principal al Estatuto de Autonomía; se da a entender que Cataluña es otro país de la UE o se convierte el Reino de Aragón en la inexistente “corona catalanoaragonesa”.
De hecho, ésta era la principal preocupación –obsesión- en los movimientos catalanistas de oposición al franquismo en los años de la tras*ición política: cómo neutralizar a esas multitudes o turbas españolas (xarnegos) de los nuevos barrios en construcción en las periferia súrbanas, que protagonizaban la oposición sindical y social al franquismo en pro de las libertades y la democracia. Se intentó desde la Asamblea de Cataluña y, cuando no se tuvo seguro el control, se constituyó el Consell de Forces Polítiques de Catalunya (que excluía a las organizaciones “sucursalistas”) y, más adelante, se produjo el “sorpasso” de las direcciones del PSUC y el PSC-PSOE, tras la unificación socialista, por las élites dirigentes catalanistas.
Se editaron en esos años, supuestamente desde posiciones de izquierdas, cientos de publicaciones sobre “Immigració i reconstrucció nacional a Catalunya” (Editorial Blume, Fundació Jaume Boffil, Jaume Botey…) y la lengua catalana y la inmi gración (Las varias “Jornades de Reflexions Crítiques sobre la Cultura Catalana” organizadas por la Generalitat, Quaderns de Alliberament, Badia Margarit, etc.). En general, la idea era conectar con la existencia de una “construcción nacional” abortada por el franquismo y con un nacionalismo popular, que el historiador Josep Termes se empeñó en buscar con escaso éxito (“La immigració a Catalunya i altres estudis d´història del nacionalisme català”). En numerosas ocasiones, se tomaba como referencia un libro de Joan Ferrater jovenlandesa “Les formes de la vida catalana”, que incluía un ensayo, “Catalanització de Catalunya”, de 1942, pero reeditado en 1972. De alguna manera, a Paco Candel se le encarriló por ahí, con su obra “Los otros catalanes”, “Els altres catalans”.
Mi interés por este tema se despertó, de manera indirecta, en mis años universitarios en Madrid, en que asistí muy sorprendido a furibundos debates entre dos historiadores catalanes asentados en Madrid, Xavier Cuadrat, que había presentado su tesis de doctorado sobre el anarquismo y el socialismo catalanista de principios del siglo XX, y Antoni Jutglar, que había publicado “La era industrial en España” y varias obras de investigación sobre el republicanismo federal y Pi i Margall, “Ideología y clases en la España de la Restauración” y “La inmi gración en Cataluña”. El primero defendía la existencia de un catalanismo de izquierdas y el segundo negaba cualquier vinculación del catalanismo con las izquierdas y con el republicanismo. Siete años después apareció publicada la obra de Jordi Solé Tura, “Catalanismo y Revolución burguesa”.
Viviendo ya en Cataluña (curso 1973/74), por experiencia propia y por diversas polémicas historiográficas, detecté que el problema histórico del Catalanismo era España (el de las convulsiones sociales y políticas asociadas a la España liberal) y que el gran problema social, cultural y político eran los inmigrados, cosa que ya le escuché decir a Antoni Jutglar. Resultó ser un campo oculto tras todas las construcciones históricas e ideológicas del catalanismo (una verdadera “criptohistoria”) de un calado apasionante. Mi objeto de lecturas e investigación giraron principalmente sobre este asunto temático, especialmente el de la “cultura popular” catalana y la “nueva historia nacional” en el marco de las grandes tras*formaciones económicas, sociales y demográficas vividas en Cataluña desde el último tercio del siglo XX. Las políticas de “normalización lingüística y nacional” iban en realidad dirigidas a “normalizar” a los pagapensiones de los años 50, 60 y 70 (“Más allá de la normalización lingüística: ¿Qué y a quién se ha de normalizar”. El Viejo Topo, nº 87, 1995)."