M. Priede
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Piomoa.es
Muy bien, gracias, ya le llamaremos.
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San Isidoro, más de un milenio antes que las enciclopedias afrancesadas. Anterior a Carlo Magno. Un renacer cultural truncado por la oleada turística jovenlandesa.Es que en España habría que hacer un trabajo de reconstrucción histórica. No es ya solo lo poco que se difunde lo que sabemos o tenemos (habría, por ejemplo, que leer a Séneca, a Cabeza de Vaca o presentar la Escuela de Salamanca en las escuelas, por ejemplo), sino lo que queda por explorar. Prácticamente hay áreas por desenterrar, especialmente en lo que se refiere a fenicios/tartesios/púnicos o los visigodos.
A su vez, Villeneuve siguió aumentando su lista de errores pues, en lugar de seguir las nuevas premisas que llegaron desde Paris, decidió protegerse en la bahía de Cádiz. Esto fue demasiado para el «pequeño corso», quien decidió enviar un sustituto para que, con carácter inmediato, tomara el mando de la flota franco-española anclada en aguas gaditanas.
El 14 de octubre, el contralmirante recibió la amarga noticia de su sustitución y, tan sólo cinco jornadas después, tomó la decisión que le valdría la mayor derrota naval de su vida: ordenó, en contra de lo que opinaban capitanes varios españoles como Escaño y Gravina, izar velas y dirigirse al cabo Trafalgar, donde aguardaba una flota inglesa dirigida por Nelson.
Con todo, la suerte quiso que Villeneuve fuese liberado, tras lo cual, decidió partir hacia París para dar explicaciones a Napoleón. No obstante, nunca llegó a su cita pues, el 22 de abril de 1.806, su cuerpo apareció apuñalado en el torso varias veces en un hotel de Rennes. La investigación posterior determinó que había sido un suicidio, pero, como es lógico, las sospechas de asesinato se cernieron sobre el «pequeño corso». Así, en una sucia habitación, y lejos del mar, acabó la historia de este desdichado almirante.
Villeneuve, el almirante francés que provocó el desastre de Trafalgar