La increíble historia detrás del, decían, mayor 'serial killer' de europa, thomas quick

Rediooss

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¿ Conociais esta historia ? Yo he de confesar que no, la conocí ayer viendo una película basada sobre los hechos reales de este hombre, donde cuenta la historia de un periodista que empieza a cuestionar la versión oficial sobre el mayor "malo" en serie de Europa, condenado por 8 asesinatos y 30 más sin resolver que también se lo atribuyeron a él.

Que fruta vergüenza de investigación policial y de los loqueros, intentando analizar la mente de un " malo" que en realidad no mató una mosca en su vida, y todo solo porque se auto-inculpó de unos crímenes donde nunca hallaron ni cadáveres ni ADN ni nada que lo pudiera incriminar, pero imagino que endiñarle a un loco los crímenes de otros está muy bien para sus estadísticas, sin importarles que un inocente esté en la guandoca y los verdaderos criminales en la calle.



Fué un auténtico escándalo en Suecia, se supone que es el primer mundo, imaginaos como está el percal, como para fiarte del Sistema.

Os dejo con un texto que explica el caso y el trailer de la película, un buen plan para ver un Viernes noche.

El falso malo en serie que se inculpó de 39 asesinatos (y el hueso de una niña que resultó ser de plástico)​



Quick confesó en los años 90 haber cometido a lo largo de dos décadas, entre 1964 y 1993, un total de 39 asesinatos. De adultos y de niños, con episodios de canibalismo, violaciones, mutilaciones, con toda la galería de horrores imaginables incluidos. Bautizado por los medios de comunicación como el Hannibal Lecter sueco, fue declarado culpable de ocho de esos homicidios por seis tribunales suecos diferentes.

Con la particularidad de que era todo mentira. Quick era inocente. Jamás había apiolado a nadie.

Su increíble historia llega ahora al cine. El próximo día 20 de este mes se estrena en Suecia y Noruega Quick, un filme de Mikael Håfström que posteriormente dará el salto a las pantallas de todo el mundo. Una película que narra un suceso de película que se esclareció sólo gracias al tesón y el empeño de un periodista, Hannes Råstam (ya fallecido), y de su colaboradora, Jenny Küttim. Fueron ellos quienes consiguieron demostrar que Quick era en realidad inocente, y lograron que fueran anuladas todas las condenas que pesaban sobre él.

Quick se llama en realidad Sture Bergwall. Nació en una familia de devotos cristianos pentecostales en la que siempre fue la oveja de color. «Consumía drojas y era lgtb pero, al haber crecido en esa familia profundamente religiosa que criminalizaba la gaysidad, la reprimía. Comenzó a molestar a niños mientras estaba colocado de drojas o borracho», cuenta a Crónica desde Estocolmo Jenny Küttim.

ROBÓ UN BANCO PARA COMPRAR drojaS​

Con 41 años, y vestido de Papá Noel, Quick intentó en 1991 robar un banco armado con un cuchillo para conseguir dinero para drojas. Acabó en la guandoca primero y después, por petición propia, en la clínica psiquiátrica de alta seguridad Säter, a 200 kilómetros de Estocolmo.

En esa prisión psiquiátrica había entonces un grupo de psicoterapeutas de vanguardia liderados por Margit Norell, una importante y respetada figura en Suecia que falleció en 2005. Norell estaba empeñada en entender cómo funcionaba la mente de un criminal y empleaba una terapia basada en las enseñanzas de Freud, según la cual las mujeres con histeria tenían memorias reprimidas y por eso desarrollaban esa enfermedad nerviosa.

«Trataron de sacar esas supuestas memorias reprimidas de Quick. Pero Quick no tenía ninguna historia increíble que contar y eso no era suficiente para los terapeutas, que mostraban mayor interés por otros pacientes», revela Jenny Küttim. «Sin embargo Quick deseaba seguir recibiendo terapia, porque quería entenderse a sí mismo y también porque le daban benzodiazepinas (medicamentos psicotrópicos que con frecuencia se prescriben a los drojadictos para ayudarles a superar el mono). Quick era un adicto, quería esas drojas, así que empezó a mentir para ganarse la atención de los psiquiatras».

Para Quick fue fácil, estaba acostumbrado a mentir. Además, había sido un perdedor toda su vida, así que convertirse primero en preciado objeto de estudio por parte de los terapeutas y ver después su nombre escrito con grandes letras en los periódicos saciaba su ego. Por fin era alguien.

De modo que empezó a confesar crímenes. Algunos basados en asesinatos reales. Siempre había sido un lector voraz, devoraba los periódicos y conocía todos los casos de asesinatos que habían sacudido a Suecia y que no habían sido resueltos. Otros de los crímenes que decidió atribuirse eran completamente inventados.

«A los terapeutas les provocó una enorme excitación la confesión por parte de Quick de esos asesinatos, de los que no recordaban nada hasta su llegada a Säter. Para ayudarle a recordar los terapeutas le pasaban libros de asesinos en serie, novelas como American Psycho, artículos de periódicos...», asegura Küttim. Además, en los primeros años, Quick tenía permiso para salir de vez de cuando de Säter. Acudía entonces a las bibliotecas públicas de Estocolmo, donde engullía en periódicos viejos todos los artículos sobre asesinatos. Y, con todo ese material a su disposición, fue componiendo poco a poco un relato de ficción en el que se acusó de 39 crímenes, algunos reales y otros inventados pero a cada cual más horripilante.

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Thomas Quick, en un retrato del año 2013.EFE / HENRIK MONTGOMERY

CANÍBAL Y PRECOZ​

Sobre el niño de 11 años Johan Asplund, desaparecido en 1980 sin que se hallara su cadáver, aseguró que había desmembrado su cuerpo, que los trozos los había enterrado en distintos lugares y que algunos se los había comido. También contó que su primer crimen lo había cometido con 14 años, cuando asesinó y abusó sexualmente en un bosque de Thomas Blomgren, un chaval de su misma edad. Algo imposible, porque justo cuando Thomas fue asesinado Quick estaba recibiendo la confirmación en una iglesia pentecostal. Aun así el nombre de Thomas Quick lo compuso con el nombre de esa falsa primera víctima y el apellido de su progenitora.

Los psiquiatras expertos en memorias reprimidas estaban convencidos de la veracidad del testimonio de Quick, lo consideraban absolutamente creíble. Y no les costó mucho persuadir a la policía para que investigara esos casos.

Sin embargo, cuando Quick decía que había arrojado un cadáver en tal o cual lugar y la policía peinaba la zona nunca llegaba a dar con restos de esos cuerpos. Pero claro, argumentaban los terapeutas, sus recuerdos reprimidos estaban aún borrosos. La única prueba material que llegó a encontrarse contra él fue en el caso de Therese Johannesen, una niña de nueve años asesinada en 1988 en Drammen, en Noruega, a la que Quick aseguraba haber apiolado rompiéndole el cráneo con una piedra y cuyo cuerpo decía haber arrojado a un lago.

La policía dedicó dos semanas a drenar los 35 millones de litros de agua de esa laguna. No dieron con ningún resto humano. Pero muy cerca de allí encontraron un pequeño fragmento de apenas 0,5 milímetros que según un experto era un trozo de hueso de un niño menor de 14 años. Encajaba con el relato de Quick.

Aparte de su propia confesión, esa era la única evidencia material contra Quick. Pero los terapeutas y la policía no tenían ninguna duda de que estaban ante un malo en serie. «Eran como una secta. Estaban convencidos de que Quick era un malo en serie, lo tenían decidido y no querían que nada se lo estropease. Si alguien aireaba alguna objeción sobre la culpabilidad de Quick, era expulsado inmediatamente del grupo. Cuando unos agentes cuestionaron por ejemplo cómo era posible que Quick hubiera cometido sus asesinatos empleando 13 métodos diferentes, algo insólito en un serial killer, fueron apartados de la investigación», afirma Jenny Küttim. Tampoco a nadie le chocó que Quick hubiera cometido todos esos homicidios sin que jamás nadie le viera merodeando por las escenas de los crímenes.

«Era a principios de los años 90, estábamos todos muy impactados por el personaje de Hannibal Lecter en El silencio de los corderos y cuando saltó a la luz el caso de Quick muchos se precipitaron a compararle con él, hubo una gran presión mediática. Los medios simplemente no hicieron su trabajo: confiaron en que la investigación policial había sido correcta, estaban encantados de que hubiera un malo en serie. Hubieran podido fácilmente revisar todo el material de Thomas Quick, pero no lo hicieron. La psicoterapia, por su parte, vivía un gran momento. Y Quick además era el paciente perfecto, el malo perfecto. Se juntó todo».

Total: fue condenado por ocho asesinatos por seis tribunales diferentes. Las sentencias sumaban en total varas decenas de años de prisión.

Pero había alguien a quien las cosas no le encajaban: el periodista de investigación sueco Hannes Råstam. Decidió revisar el caso y para ello contrató como colaboradora a una joven que entonces tenía 24 años, Jenny Küttim. Juntos repasaron con lupa las 50.000 páginas con las confesiones de Quick, los historiales médicos completos de sus sesiones de psicoterapia, las grabaciones en vídeo de sus interrogatorios... Todo.

LA INVESTIGACIÓN QUE DESMONTÓ EL INVENTO​

«Partimos de cero y comprobamos todo, absolutamente todo. Råstam era un periodista obsesivo con los detalles, y la clave casi siempre está en los detalles. En cuanto veía algo que no le encajaba, no paraba hasta entenderlo», revela Küttim.

Después de seis meses de investigación y de varias visitas a Quick, un día el supuesto malo les soltó:

«¿Qué puedo hacer si en realidad yo no he cometido todos esos asesinatos? Estoy atrapado».​

Y Råstam le espetó: «Ahora tienes tu gran oportunidad: dime la verdad». Quick confesó entonces que todo era mentira, que nunca había apiolado a nadie.

«Sabíamos que Quick era un gran mentiroso, un mentiroso magistral. Pero cuando se retractó de sus confesiones nos convencimos de que no mentía. Todo encajaba», nos cuenta Küttim. En 2008 la televisión sueca emitió un documental realizado por Hannes Råstam que dejó al país ojiplático: Quick no sólo se retractaba de todas las confesiones en las que se había atribuido 39 asesinatos sino que las dudas sobre su culpabilidad se amontonaban.

Pero seguía habiendo un gran escollo: ese pedacito de hueso hallado junto al lago en el que Quick aseguraba haber arrojado el cadáver de la niña Therese Johannesen y que un experto había dictaminado que era de un menor de 14 años. «Durante varios meses ese supuesto resto óseo nos dio enormes quebraderos de cabeza, nos confundió mucho, muchísimo. Pero en 2010 se demostró que en realidad era un trozo de madera y de plástico», recuerda Küttim. Y es que sólo en 2010 el resto fue analizado en laboratorio y sometido a pruebas científicas. Se desvanecía así la prueba más contundente que señalaba a Thomas Quick como malo en serie.

En los años sucesivos todas las condenas por asesinato que pesaban sobre él fueron revisadas y, una tras otra, fueron anuladas. El 30 de julio de 2013 Quick fue exonerado del último de los ochos crímenes por los que había sido sentenciado. tras*curridos 23 años de su ingreso primero en prisión por intento de robo a mano armada a un banco y después en el presidio psiquiátrico de Säter, fue puesto en libertad sin cargo alguno.

El periodista Hannes Råstam no pudo verlo: un cáncer fulminante de páncreas y de hígado acabó con su vida en enero de 2012ater, cuando sólo tenía 56 años. De hecho, su libro Thomas Quick, cómo se hace un malo en serie (publicado en España por la editorial Principal) vio la luz después de su fin.

¿Y LOS TERAPEUTAS?​

Ningún terapeuta de los que trataron a Quick, ningún policía de los que investigaron su caso, ha sido llevado a juicio por ese caso ni ha recibido ningún tipo de castigo por su actuación. Una comisión investigó lo ocurrido, pero dictaminó que ninguna persona podía ser declarada responsable de lo sucedido y que el propio Quick había tenido en gran medida la culpa de lo que le había ocurrido. Con ese argumento, tampoco le fue asignada ninguna compensación económica.

«Quick lleva ahora 16 años limpio de drojas y es realmente una persona normal. Vive de manera muy sencilla y pobre, de una pequeña pensión. Está libre, es feliz y quiere dejar atrás todo lo que ha vivido», relata Küttim, quien sigue en contacto con él. «Por un lado es consciente de todo el daño que ha hecho, en especial a las familias de las víctimas. Carga con un sentimiento de culpa tremendo. Y, para ser capaz de convivir con ese peso enorme, se presenta a sí mismo como una víctima. En cierta medida es una víctima, por supuesto que lo es, pero también es responsable de lo sucedido. Fue él mismo quien hizo añicos las investigaciones sobre varios crímenes que llevaba a cabo la policía: al confesarse culpable de esos asesinatos la policía dejó de buscar a los auténticos autores de los mismos. Y para cuando se desveló que Quick era inocente ya era tarde, había pasado mucho tiempo».

De hecho, ninguno de los ocho asesinatos por los que fue condenado Quick ha sido esclarecido. Lo que explica aún más la animadversión que sienten hacia él los familiares de esas víctimas, quienes consideran que destruyó sus vidas.

Quick vive ahora en un lugar secreto, con una identidad secreta. «No quiere que se sepa dónde está. Yo obviamente sé dónde se encuentra, pero no se lo puedo decir. No vive en Suecia, eso sí, y está tratando de comenzar de nuevo. No quiere hablar con nadie. A veces le paso algunas solicitudes para entrevistarle por email o por teléfono, pero rechaza todas».

Probablemente, en el mundo debe de haber otros Thomas Quick. «La suya es una historia absolutamente extraordinaria, con todos los ingredientes imaginables. Pero las confesiones falsas son algo bastante común dentro de las investigaciones policiales. Lo que no es tan común es confesar tantos asesinatos como confesó Thomas Quick y durante un periodo de tiempo tan prolongado.

 
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