La aguda inteligencia de Aranda tiene una cima en su propuesta secreta (’Memorial reservado’) a Carlos III, en 1783. Era un plan para encauzar por nuevas vías los reinos españoles en América: recomendaba poner a su frente, como monarcas, a príncipes de la Casa Real española, para crear una comunidad de reinos bajo el imperio del rey de España. Aranda prevenía proféticamente contra los balbucientes Estados Unidos, los trece territorios atlánticos rebeldes y victoriosos contra el rey inglés.
¿Y si el Memorial fuera falso? ¿Por qué lo falsificaría nadie? ¿Sería Godoy, valido de Carlos IV y enemigo de Aranda, que en 1806 presentó un plan similar? ¿Por qué apareció el documento de 1783 tan tarde como en 1824? ¿Por qué no lo mencionaron antes los políticos a quienes incumbía el caso, ni organismos como el Consejo de Ministros, el de Estado o la Real Junta Consultiva? Y, además, ¿cómo estuvo olvidada una propuesta anterior, muy parecida, de José de Ábalos?
Sobre el poderoso Pedro Pablo Abarca de Bolea y Ximénez de Urrea, décimo conde de Aranda (Siétamo, 1719-Épila 1798), se ha escrito mucho y bueno por plumas distinguidas. Lo han hecho también aragoneses, de nación o adopción, como Olaechea, Ferrer Benimeli, J. Rubio o M. D. Albiac. Del barbastrense José Antonio Escudero se reedita ahora ‘El supuesto memorial del Conde de Aranda sobre la independencia de América’ (BOE-UNAM), un libro confeccionado con depurada técnica detectivesca.
El intendente Ábalos, residente en Caracas, había elaborado en 1781 una propuesta razonada (‘Representación’) que aconsejaba crear "tres o cuatro monarquías a las que se destinen príncipes de la augusta Casa de Vuestra Majestad", en América y en Filipinas. Su argumentación era brillante y bien fundamentada.
Del mismo modo, tras el descalabro inglés ante EE. UU., el ‘Memorial’ de Aranda’ proponía al rey la renuncia de España al dominio directo de su América continental, mediante la creación de reinos en México, Perú y Costa Firme (con capital en Panamá), asociados a España, cuyo rey sería emperador del conjunto.
Escudero, académico de Jurisprudencia y de la Historia, mantiene desde 2008 la opinión de que el ‘Memorial’ de Aranda no es suyo, porque ni concuerda con su estilo ni el conde pudo redactarlo cuando se dice. Se trataría, pues, de una falsificación tardía, según ya sospecharon Ferrer del Río, Whitaker o Konetzke, aunque sin éxito académico. Benimeli (para Escudero, la "primera autoridad en todo lo relativo a Aranda") sostiene la autenticidad, lo mismo que J. A. Armillas.
Lo que argumenta Escudero es que el ‘Memorial’ de 1783 no fue cosa del conde. No niega los análisis de Aranda sobre América y su futuro, que constan "en otros muchos escritos y cartas suyas", como en una carta a su superior, el conde de Floridablanca, de 1786, en la que trata del asunto, aunque sin aludir a su ‘Memorial’ de tres años antes. Es raro.
En 1783, Aranda envió un texto ‘reservado’ a Carlos III, citadísimo, luminoso y profético, sobre la América española, pero algunos estudiosos lo consideran falso.
Mirando con lupa
Para ello, Escudero escruta el texto en las copias existentes, sean escritas a mano (la primera, en 1825, es de mucho después de la fin del conde) o impresas (desde 1827), así como su coherencia con el ideario de Aranda y con su modo de decir las cosas.
El conde tenía escrito, años atrás, este agudo parecer: "Siempre he considerado a los ingleses nuestros mayores y precisos enemigos por razón de los intereses". Una contradicción llamativa es que, en ese mismo año de 1783, España reconoció, por el Tratado de Versalles, la independencia de EE. UU., a los que había prestado ayuda militar. El tratado llevaba la firma de Aranda, embajador entonces en París que mostró ser feliz con el éxito. Pero, entonces, ¿por qué el ‘Memorial’ dice ser ese hecho "para mí un motivo de dolor y temor", pues expone a España "a las más terribles conmociones?" No se concilia con el Aranda exultante por el éxito que suponía el tratado para España. Es raro.
Y, de pronto, el ‘Memorial’ aparece a la vista en 1825, sin que nadie lo haya mencionado antes, pública o privadamente. Dice estar hecho en 1783 y redactado en España. Escudero es preciso: Aranda volvió de París a Madrid, en un viaje de dieciocho días y se intoxicó por el camino. Llegó a la Corte, en 1783, sí, pero el 28 de diciembre. Y al llegar supo la desdichada noticia de que su esposa acababa de morir en Nochebuena. Cuesta imaginar que, en esas circunstancias y en el brevísimo plazo de tres días, Aranda redactase el ‘Memorial’ y lo despachase con el rey. ¿1783? Es raro.
¿Quién, pues, y para qué, falsificó el texto, uno de los más citados en la historia de España? Escudero sugiere que nacería de un ajuste de cuentas "en una maniobra de rehabilitación histórica de Aranda, enemigo paradigmático de Godoy", aún vivo (y exiliado, pero políticamente activo), pues moriría en 1851. Así le restaban méritos. También es raro.
Se seguirá discutiendo. Porque las ‘fake news’ son cosa antigua.