La hazaña de Martín Álvarez Galán

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15 May 2012
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En 1797, en aguas del cabo san vicente, una escuadra española mandada por el incompetente teniente general jose de córdoba, se enfrentó a la inglesa comandada por el almirante john jervis, a la que casi doblaba en efectivos.

En el bando español figuraba el más portentoso navio de linea jamas construído, el santísima trinidad (el guanol de los mares, lo llamó Galdós), un gigante de 4 puentes (lo normal eran 2 o 3) artillado con 136 cañones. Tanto poderío no le sirvió de mucho: debido a la torpe disposición de la escuadra española, solo 7 de sus naves entraron en combate, de las que se perdieron 4, entre ellas el san josé y el san nicolás, capturado por el captain, al mando del comodoro Horacio Nelson.

En vista de que pintaban bastos, los restantes navíos españoles huyeron del combate en lugar de socorrer a los camaradas apresados. El pusilánime Córdoba intentó rendir a los ingleses el santísima trinidad, y lo hubiera entregado de no interponerse el brigadier Cayetano Valdés, que mandaba el Pelayo. Al ver que Cordoba arriaba la bandera, lo amenazó con cañonearlo si no la volvía a izar y proseguía la lucha.

Uno de lo ingleses asistentes al combate, John Butler, cuenta en sus memorias la hazaña de Martín Álvarez Galán, un granadero extremeño a bordo del San Nicolás, al que su comandante, don Tomás geraldino, habia encomendado defender la bandera e impedir que nadie la arriara. Abordada la nave por los ingleses y muerto don tomas, los oficiales españoles comprendieron que toda resistencia era inutil, y depusieron las armas, pero Martín Álvarez mantuvo el tipo, y cuando el sargento mayor de marines, william morris se acercó a la toldilla para apoderarse de la enseña, el celoso extremeño lo atravesó con su sable con tal fuerza que lo dejó clavado en un mamparo del que no pudo desclavar el arma cuando otra cuadrilla de ingleses se le echaba encima. En esa tesitura, agarró por el cañon un fusil que tenia a mano y la emprendió a culatazos con los britanicos matando a un oficial e hiriendo gravemente a otros dos antes de que dispararan sobre él y lo dieran por muerto.

Rendido el san Nicolás tocaba arrojar los cadaveres al mar, con sendas balas de cañón como lastre, segun costumbre. Nelson, que había asistido al heroísmo del marino extremeño, ordenó que su cuerpo se arrojase al mar envuelto en la bandera que tan heroicamente habia defendido. Cuando echaron mano de él notaron que, apesar de los balazos recibidos, aun respiraba. Está vivo comodoro, informó un propio a Nelson.

El ilustre marino, que siempre se mostró respetuoso con el adversario español, ordenó bajarlo al hospitalillo donde el cirujano de a bordo lo atendió y logró salvarle la vida. Dias mas tarde lo desembarcaron en Lagos, Portugal, en cuyo hospital acabó de reponerse antes de regresar a España para reincorporarse al servicio.

Volvió al mar y murió 4 años mas tarde de una tuberculosis mal curada. En su honor, un decreto real estableció que siempre haya un navío de la armada española con su nombre. Uno de los cañones del san nicolas se conserva en gibraltar con una placa que reza: " hurra por el captain, hurra por el san nicolas, hurra por Martín Álvarez"

El sable con el que ensartó al oficial inglés se exhibe en memoria de su hazaña en el national maritime museum de londres.
 
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