La etnianada contraataca. Denuncian alcalde illora por incitación al repruebo. Llaman "manifestación ilegal" a las protestas vecinales.

No hay más opción si un etniano mata a otro: "El matador y su familia tienen que emigrar en seguida a 1.000 kilómetros". Han de huir de la ira de la familia agraviada. Les va la vida. No es baladí que sea tío José quien lo diga, tajante. Preside, con 80 años, el Consejo etniano de Ancianos, integrado en la Federación de Asociaciones etnianas, la mayor entidad en Cataluña de esta comunidad, que media en los conflictos de su etnia y tiene cuatro miembros. El quinto, tío Rafael, fue uno de los tres muertos en la guerra entre las familias Castro y Heredia desatada en Sant Boi. Tres de sus compañeros de consejo, entre ellos tío José, evitan referirse a esta vendetta: buscan la reconciliación y no quieren dar pasos en falso. Pero advierten que las consecuencias de un asesinato así son para siempre: "Un hermano del matador no se podrá juntar nunca más con uno del muerto".​

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El organizado destierro de los Heredia​

Con corbata, bastón entre las manos y el sombrero colgado tras de sí, los tíos José, Curro (57 años) y Juan (66) -los dos primeros de La Mina, el último de Bon Pastor- irradian la autoridad que tienen: interpretan la "ley etniana", un código de normas no escrito que rige su pueblo -o regía hasta la disolución de los viejos lazos, que también ha llegado a esta etnia-. Administran un mundo opaco a los payos. "Un problema de un etniano tiene que arreglarlo un etniano. Un payo no puede, porque no tiene su sentimiento", explica tío Curro. Ello se traduce en una recelosa visión de la justicia: en un conflicto entre familias, "lo primero es la huida y luego ya vendrá el juez. Si no se van, tarde o temprano se ventilarán a alguno", ilustra tío José.​

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Un recelo sedimentado durante siglos y que se resiste a adaptarse a nuevos tiempos y normas. "Nuestra ley se inventó porque no la había para los etnianos. Decían: '¿Que se dan el pasaporte? Pues que se maten", tercia tía Emilia, que participa en la conversación, pero no es miembro de un consejo vetado para mujeres. "Llevamos 600 años en España y aún no sabéis nada de nosotros", añade. Todavía sienten esa discriminación: "El racismo va por dentro. Ve a una vecindad y pregunta si quieren tener a un etniano en su escalera", señala tío Juan.​

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Ese recelo también se refleja en las bodas. Un día después de que el Tribunal Europeo de Derechos Humanos declarase válida una boda etniana, tía Emilia dice que para ellos "el único documento válido es el pañuelo" manchado que prueba la virginidad de la novia. Su "honradez", la llaman.​

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La Heredia que se iba a casar en Sant Boi cuando estalló el conflicto tiene 15 años. "No nos gusta que sean menores de 18 años", dice tío Curro. Pero ante todo hay que preservar la honra. Y "cuando una mujer se acuesta con un hombre, es su marido para toda la vida", añade. "Las costumbres de los payos no nos gustan. La libertad es bonita, pero con control. Lucharemos para que los etnianos vivan así", zanja.​

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