Uritorco
The White Revolution is the only solution.
Sería sencillamente inexacto el reconocer que uno ha llegado al nacionalsocialismo a través del símbolo que mejor lo representa: la esvástica o cruz gamada. Pero no deja de ser cierto que nuestros primeros y azarosos años de adolescencia, cuando nuestra decantación política era más el resultado del puro instinto juvenil que una consecuencia meditada de la razón, se vieron poderosamente influenciados por la atracción que el símbolo gamado producía de manera inconsciente sobre nosotros. Antes, mucho antes del conocimiento de la teoría política y del estudio de la ideología ese curioso símbolo que se reproducía en las portadas de los primeros libros y revistas que el azar conducía a nuestras manos nos resultaba extrañamente familiar.
Era como si ya lo hubiéramos conocido antes sin haberlo visto nunca: quizás en otra encarnación, en otra ronda y de aquella experiencia vivida sólo quedara en nuestra conciencia, difuminada por el paso del tiempo pero intensamente viva en nuestro recuerdo, la visión del incesante girar de la cruz gamada sobre nuestras vidas. A primera vista el símbolo nos resultaba extraño y desconocido pero algo inexplicable nos atraía hacia él: algo muy dentro de nosotros nos decía que ya habíamos combatido juntos en un tiempo remoto y su proximidad física, a riesgo de caer en un infantil fetichismo, nos producía una sensación cercana a la invulnerabilidad del que porta un escudo sagrado cedido por los dioses.
Llegó más tarde el tiempo de la lucha, del estudio y la reflexión ya en una clave política y militante acompañados siempre por las incesantes explicaciones a nuestro entorno respecto a la mágica impronta del símbolo gamado y sobre su antiquísimo origen. Vano intento en multitud de ocasiones pues, convertido por la bestia en estigma del maligno, la incomprensión hacia nuestras explicaciones corría pareja a nuestra necesidad de conocerlo, reivindicarlo y plasmarlo con armonía y orgullo allí por donde pasábamos; valles y montañas, caminos y veredas, carreteras y calles urbanas.... Su sola contemplación nos producía serenidad y satisfacción pues para nosotros, esa pitagórica combinación de puntos y líneas, sintetizaba magistralmente todo lo que de bello, justo y noble pueda haber en este proceloso mundo.
Cuando ya más tarde conocimos en profundidad su génesis, origen y significado simbólico y metafísico vimos con alegría que nuestro venerado signo no pertenecía ni mucho menos exclusivamente a los luchadores políticos del nacional socialismo sino que, tras*cendiendo el corsé de lo histórico y las fronteras de un determinado tiempo y lugar, era patrimonio de todos los pueblos y culturas blancas que en un tiempo primigenio marcharon juntos bajo su advocación, plasmándolo en todos aquellos lugares del orbe que civilizaron y constituyendo por ende la única expresión sintética de la idea fundamental portada por ese pueblo, capaz por todo ello de representarnos a todos sus actuales descendientes, los que seguimos fieles a la memoria de nuestros antiguos ancestros germanicos e indoeuropeos, de nuestra sangre y de nuestra gloriosa Tradición.
UN SIMBOLO DE IBERIA. AVANZADAS INDOEUROPEAS EN LA PENÍNSULA.
En muchas ocasiones a los partidarios del nacionalsocialismo se nos ha criticado desde posiciones nacional-chauvinistas alegando que éramos seguidores de una "doctrina extranjera", de "importación", con complejos de inferioridad sobre lo "hispano" y para demostrarlo estos pobres ilusos nos ponían como ejemplo que nuestro emblema por excelencia, la cruz esvástica, era "alemana", de "procedencia germánica", y que debíamos utilizar símbolos hispanos como los que otros movimientos políticos usaban para representarlos. Para nosotros, que no tenemos nada de xenófobos puesto que todos los hombres blancos conscientes de su origen son nuestros hermanos independientemente de su cultura, nacionalidad, lengua o religión, estas argumentaciones nos hacían sencillamente sonreir. Al margen de la simplicidad ideológica que rezuman, denotan al mismo tiempo una absoluta ignorancia del legado histórico-iconográfico proveniente de los pueblos celtíberos y, desde luego, sobre la antíquisima y prolífica presencia de la esvástica o cruz gamada en la península Ibérica. Porque España, especialmente en su zona norte, pero de igual modo en numerosísimos puntos de su territorio ostenta desde hace miles de años la presencia del emblema gamado por toda su geografía como corresponde a un territorio poblado por pueblos indoeuropeos que se asentaron en nuestro territorio hace ya más de 4.500 años.
LABORO, LAU BURU O CRUZ ASTUR-CANTABRA.
Para los naturales de Cantabria o Asturias, Vascongadas o Navarra, Aragón, León, Rioja o Galicia los signos, símbolos y representaciones iconográficas asociadas a la cruz gamada constituyen parte innegable e irrenunciable de su historia ya que su presencia, testimoniada científicamente por antropólogos e historiadores, se pierde en la más oscura noche de los tiempos. Jalona (a pesar de la meticulosa y concienzuda eliminación que la parte más estulta y fanática del catolicismo medieval llevó a cabo durante siglos) caminos y veredas, pórticos y lápidas, monolitos y estelas, dinteles y vasijas en toda la geografía septentrional. Especialmente antiguos son los testimonios gráficos hallados en la cordillera cantábrica y su comarca de influencia. Históricamente pueden remontarse las primeras manifestaciones de las que tenemos conocimiento a la época en que el conjunto de pueblos que antiguamente constituían la región llamada Catabria comprendía las provincias de Vizcaya, Santander, Oviedo, Burgos, Palencia y León.
Estos belicosos clanes guerreros ya conocían la cruz esvástica a la que prestaban especial veneración portándola en sus banderas y estandartes como enseña representativa El Imperio romano de los césares tenía por costumbre adoptar tanto los dioses como las banderas y emblemas de los pueblos a los que sometía en su política de expansión territorial. Por esta razón cuando tras muchas fatigas y sangrientos combates el emperador Octavio Augusto consiguió dominar a buena parte del territorio de los indómitos cantabro astures, último reducto sin romanizar de Iberia incorporo parte de su simbología a sus propios ejércitos. El nombre que Roma dio a estos estandartes que capturó a sus enemigos fue cantabras o labaros (labarum) lo primero por ser precisamente de ese lugar cantabros y lo segundo en representación del esfuerzo fatigas y labores que costo el conquistarlos. Este fue para Roma el fin de sus labores al someter al Imperio el último rincón de Hispania.
Pero el término Cantabra o Labaro no se refiere al Cantabra o Lábaro estandarte o bandera en si misma, en su conjunto sino al elemento con la esvástica emblemático, signo, señal o imagen que aparecían grabados en dichos estandartes y que precisamente era la cruz que portaban. ¿Cual era la cruz plasmada? Según los expertos eran varias aunque predominaba claramente la esvástica de brazos rectilíneos tal y como la conocemos hoy en día. Al pasar los siglos y dependiendo del territorio la forma recta de los brazos se fue haciendo curvilínea y en ocasiones se remataba con una especie de óvalo hasta asemejarse a cuatro cabezas rotando alrededor de un eje. De ahí la evolución del nombre de labaro a la acepción Lau-buru (cuatro-cabezas en euskera) refiriéndose a esa cruz esvástica de brazos curvilíneos rematadas en óvalo. La similitud de los vocablos se debe a la simple coincidencia fonético-lingüística. De este hecho dan fe numerosos testimonios escritos que se conservan de historiadores y cronistas romanos que relataron esta fase de la lucha y dejaron constancia del emblema que portaban en sus estandartes los indómitos cántabros. Sobre su presencia en el resto de Iberia existen multitud de testimonios que lo avalan y que no vamos a detallar por no alargar demasiado la exposición.
Visto lo anterior podemos afirmar sin ningún género de dudas que la esvástica en su forma rectilínea o de brazos curvos se puede considerar como el emblema y símbolo más antiguo y universal de los pueblos de la Hispania prerromana: que desde un principio su culto se asoció a ritos de carácter solar vinculados a los ciclos astronómicos y estacionales; que fue venerado por estos pueblos cientos y cientos de años antes de la romanización y posterior cristianización de la península y, desde luego, que su presencia es absolutamente anterior a toda la iconografía bajo-medieval usada como blasones por los primeros reinos cristianos. De este modo sólo el desconocimiento más supino de los orígenes de los pueblos peninsulares, de sus ritos y formas de religiosidad tradicionales pueden justificar el que algunos todavía consideren el símbolo gamado como un emblema "extranjero" o "alemán" ya que no sólo es un símbolo universal de Iberia sino además el primero y más antiguo de todos ellos.
ESVÁSTICAS EN VASCONDAS. La tradición manipulada.
También nos hemos tenido que batir, verbalmente claro, con aquellos que nos manifestaban su repulsión hacia ella dada su utilización por la corriente separatista-marxista del moderno nacionalismo vasco. Sin entrar en grandes disquisiciones sobre este espinoso tema, visto lo anterior quedará explicada cualquier incomprensión que se pueda manifestar sobre el asunto. La esvástica, intemporal, aria e indoeuropea es ajena, a esta absurda polémica puesto que su presencia remota en la Hispania septentrional y meridional anula cualquier intento de manipulación espuria o partidista.
El mal llamado "nacionalismo vasco", pues en realidad no es mas que un secesionismo masónico y globalista, exhibe este antiquísimo signo -entre otros de moderna factura como la ikurriña- como símbolo de su diferencia cuando precisamente su uso pone en evidencia todo lo contrario. Al utilizar la cruz celtibérica (lauburu) están utilizando un símbolo que les hace más comunes, menos diferentes, ya que la gamada es patrimonio de todos los pueblos indoeuropeos y de nosotros sus más directos descendientes. De este modo, la ostentación del lauburu como derivación curvilínea de la cruz esvástica de brazos rectos no les separa ni les diferencia sino que les une, les integra en una misma estirpe de pueblos indoeuropeos de cosmovisión solar, que un día en un tiempo remoto marcharon juntos desde la patria primordial hasta las tierras del Iber.
ARAGÓN. CUATRO CABEZAS COMO BLASÓN.
Es cierto que los antiguos vascones celtas grabaron con profusión la esvástica en lugares de culto solar y de profunda significación religiosa. Bajo su variante curvilínea el lau-buru aparece con abundancia en todo el Pirineo franconavarro y en buena parte del aragonés en ambas vertientes. No olvidemos que lau-buru (cuatro cabezas) también se asocia directamente a la numerosa iconografía altoaragonesa en la que es común encontrar en sus escudos heráldicos y blasones cuatro cabezas de sarracenos cortadas y degolladas que se generalizo desde las primeras etapas de la reconquista como representación de las sangrientas batallas libradas contra el infiel.
Como anécdota resaltaremos que uno de los cuarteles que integra el escudo de la actual C. A. de Aragón ostenta las cabezas de cuatro sarracenos degollados símbolo de las victorias de Alfonso I en su descenso desde el alto Pirineo hacia el valle del Ebro expulsando y masacrando aggarenos. Todavía ninguna asociación de pagapensiones ha solicitado su desaparición y consiguiente arrepentimiento del pueblo aragonés por esta intolerante parte de su historia imaginamos que por puro y simple desconocimiento, pero todo se andará. En Aragón la manifestación más antigua de la que se tiene constancia documental está datada de la época de la Reconquista, hacia 1.094, y desde entonces, las cuatro cabezas de infieles seccionadas han sido un referente constante de los estandartes, banderas, escudos, monedas y medallas aragonesas.
La presencia de la esvástica en Hispania retrocede con la victoria del cristianismo y pronto pasó a relacionarse con las prácticas de brujería por atribulados y meticulosos inquisidores los cuales llevaron a la hoguera a docenas de campesinos montañeses (Zugarramurdi 1.610 p.e.) por, entre otras cosas, encontrar inscripciones con la gamada en sus refugios y lugares de culto. No es de extrañar que con este panorama no sobrevivieran muchas inscripciones datadas en el medievo, siendo sustituida progresivamente por la cruz cristiana, y que su proliferación más visible tuviera un vigoroso repunte a partir del siglo XVII especialmente en la zona vasco-navarra.
Su asunción moderna como símbolo por una parte del nacionalismo araniano es fruto de una simplicidad extrema, de una compulsiva y paranoica ansiedad por buscar elementos diferenciadores y de un desconocimiento histórico superlativo ya que Arana llega a calificar la esvástica, en un ejemplo sin par de su estulticia, de "símbolo bizkaino” cuando su universalidad aria, su proliferación por todo el marco civilizador indoeuropeo, su datación y simbolismo trascendente supera en miles y miles de años luz los estrechos ámbitos geográficos y políticos del micronacionalismo vasco. Con toda probabilidad Sabino Arana había oído campanas, lejanos tañidos y algo de la música... pero desconocía por completo la partitura.
NI EXTRAÑO, NI EXTRANJERO.
Por todo lo expuesto y sin intención de extendernos demasiado en algo que deviene evidente, concluimos rotundamente que la esvástica, o cruz gamada en cualesquiera de sus múltiples variantes, representaciones iconográficas o soportes, surgió en tierras de Iberia de la mano de sus pobladores indoeuropeos con infinita anterioridad a cualquiera de los honorables y respetables emblemas que han llegado hasta nuestros días y que hoy representan a los pueblos hispánicos de una misma estirpe aria. Es por ello un signo característico de la Hispania blanca, germánica, la que luchó contra el opresor, sarraceno, semita y bereber. Bajo su sombra y cobertura mágica y en su defensa los pueblos más nobles, bravos e indómitos del solar ibérico lucharon hasta la fin combatiendo al imperialismo extranjero que intentó acabar con su libertad, con sus derechos y sus tradiciones. Esvástica, símbolo universal e intemporal de la raza blanca.